viernes, 28 de septiembre de 2012

Diez consejos prácticos para vivir con fruto el Año de la Fe

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Presentamos nuestra traducción de un artículo, publicado en el sitio web de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos y escrito por el Obispo Presidente de la Comisión para la Evangelización y Catequesis, en el cual se propone a los católicos diez maneras de vivir con fruto el ya inminente Año de la Fe convocado por el Santo Padre.

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Para honrar el 50º aniversario del Concilio Vaticano II y el 20º aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, el Papa Benedicto XVI ha anunciado un Año de la Fe, que comenzará el 11 de octubre y culminará el 24 de noviembre de 2013. El objetivo es reforzar la fe de los católicos y atraer el mundo a la fe con la fuerza de su ejemplo.


El obispo David Ricken, de Green Bay, Wisconsin, presidente de la Comisión para la Evangelización y la Catequesis de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, ofrece “10 modos con los cuales los católicos pueden vivir el Año de la Fe”. Tomados de las directivas de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe, algunas de estas sugerencias son ya pedidas a los católicos; otras se pueden observar en cualquier tiempo y sobre todo durante el Año de la Fe.


1. Participar en la Santa Misa. El Año de la Fe quiere promover el encuentro personal con Jesús. En el modo más inmediato, esto tiene lugar en la Eucaristía. Una participación regular en la Misa refuerza la propia fe a través de las Escrituras, el Credo, las oraciones, la música sagrada, la homilía, recibiendo la Comunión y formando parte de una comunidad de fe.


2. Confesarse. Como para la Misa, los católicos reciben fuerza y profundizan su fe celebrando el sacramento de la Penitencia y Reconciliación. La confesión llama a volver a Dios, a expresar dolor por las caídas y a abrir la propia vida al poder de la gracia sanadora de Dios. Perdona las heridas del pasado y da fuerza para el futuro.


3. Conocer las vidas de los santos. Los santos son ejemplos válidos para todos los tiempos de cómo vivir una vida cristiana, y suscitan una esperanza infinita. No sólo eran pecadores que incesantemente buscaban caminar hacia Dios, sino que ejemplifican también las modalidades con las cuales servir a Dios: la enseñanza, el trabajo misionero, la caridad, la oración, y sencillamente esforzarse por agradar a Dios en las acciones y decisiones ordinarias de la vida cotidiana.


4. Leer la Biblia cada día. La Biblia ofrece un acceso directo a la Palabra de Dios y narra la historia de la salvación de los hombres. Los católicos rezan con las Escritura (siguiendo el método de la Lectio Divina u otros) para sintonizarse mejor con la Palabra de Dios. No se puede prescindir de la Biblia para un sano crecimiento durante el Año de la Fe.


5. Leer los documentos del Concilio Vaticano II. El Concilio Vaticano II (1962-1965) ha traído una gran renovación en la Iglesia. Una renovación en la celebración de la Misa, en el rol de los laicos, en la auto-comprensión de la Iglesia y en la relación con los otros cristianos y con los no cristianos. Para llevar adelante la renovación, los católicos deben conocer lo que enseña el Concilio y cómo enriquece la vida de los creyentes.


6. Estudiar el Catecismo. El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado exactamente 30 años después del comienzo del Concilio, trata en un solo libro los dogmas de fe, la doctrina moral, la oración y los sacramentos de la Iglesia Católica. Es un verdadero recurso para crecer en la comprensión de la fe.


7. Voluntariado en la parroquia. El Año de la Fe no puede limitarse al estudio y a la reflexión. El sólido fundamento de las Escrituras, del Concilio y del Catecismo debe traducirse en acción. Un óptimo lugar para comenzar es la parroquia, ya que los carismas de cada uno ayudan a construir la comunidad. Todos son bienvenidos para convertirse en ministro de acogida, músico litúrgico, lector, catequista y muchos otros roles de la vida parroquial.


8. Ayudar a los necesitados. La Iglesia exhorta a los católicos a donaciones de caridad y a socorrer a los necesitados durante el Año de la Fe, ya que en el pobre, el marginado y el vulnerable se encuentra Cristo personalmente. Ayudarlos nos conduce cara a cara con Cristo y constituye un ejemplo para todos los demás.


9. Invitar a un amigo a Misa. El Año de la Fe tiene ciertamente una relevancia global, y quiere promover una renovación de fe y de evangelización para toda la Iglesia, pero un cambio real tiene lugar a nivel local. Una invitación personal puede realmente marcar la diferencia para alguien que se ha alejado de la fe o se siente ajeno a la Iglesia. Todos conocemos personas así: por eso es bueno poder invitarlas amigablemente.


10. Encarnar las Bienaventuranzas en la vida de todos los días. Las Bienaventuranzas (Mt. 5, 3-12) ofrecen un rico programa para la vida cristiana. Ponerlas en práctica es muy útil para ser más humildes, más pacientes, más justos, más transparentes, más misericordiosos y más libres. Es precisamente el ejemplo de fe vivida el que atraerá hacia la Iglesia en el Año de la Fe.


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Fuente: Diócesis de Porto-Santa Rufina


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 27 de septiembre de 2012

El Papa escribió a Mons. Fellay: “Es necesario aceptar el Concilio y el Magisterio post-conciliar”

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Uno de los cuatro obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Mons. Tissier de Mallerais, durante una conferencia pronunciada en Francia los pasados días, en la cual se expresó con términos particularmente duros y absolutamente inaceptables para con la Santa Sede y el Santo Padre, ha revelado que, antes del Capítulo General celebrado en julio, el Papa Benedicto XVI escribió una carta de su puño y letra a Mons. Fellay, superior de la Fraternidad, en la cual afirmó la necesidad de que la FSSPX acepte el magisterio del Concilio Vaticano II y el sucesivo para poder volver a la comunión plena con la Santa Sede. Presentamos nuestra traducción de un artículo publicado en Vatican Insider.

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El 30 de junio pasado, a pocos días del comienzo del capítulo general de la Fraternidad San Pío X, Benedicto XVI escribió una carta al superior lefebvrista, el obispo Bernard Fellay. La existencia de la carta ha sido revelada por monseñor Bernard Tissier de Mallerais, uno de los cuatro obispos de la Fraternidad, cuyas posiciones contrarias al acuerdo con Roma son conocidas, en el curso de una conferencia dada el 16 de septiembre en Francia, en el Priorato de San Luis María Grignon de Monfort.


Esto es lo que ha dicho el prelado: “El 30 de junio de 2012 – es un secreto que os revelo, pero que será hecho público -, el Papa ha escrito de su puño y letra una carta a nuestro superior general, monseñor Fellay: «Le confirmo efectivamente que, para ser realmente reintegrados en la Iglesia, es necesario ciertamente aceptar el concilio Vaticano II y el magisterio post-conciliar».


“Se trata propiamente – ha comentado Tissier de Mallerais – de un punto de ruptura, ya que para nosotros no es aceptable, y no podemos firmar algo así. Se pueden hacer precisiones, porque el Concilio es tan amplio que pueden encontrarse cosas buenas, pero no es esto lo esencial del Concilio”.


El obispo lefebvriano, durante la conferencia, ha pronunciado palabras muy duras: “No se pueden ceder las armas en plena batalla, no buscaremos el armisticio mientras la guerra prosigue: con Asís 3 o 4 el año pasado; con la beatificación de un falso beato, el Papa Juan Pablo II. Una cosa falsa, una falsa beatificación. Y con la exigencia, recordada continuamente por Benedicto XVI, de aceptar el Concilio y las reformas del magisterio post-conciliar”.


Tissier de Mallerais ha dicho también que “la colegialidad, que destruye el poder del Papa, que no se atreve ya a resistir a las conferencias episcopales”, destruye “el poder de los obispos, que no se atreven ya a resistir a los consejos episcopales”. Ha agregado que el ecumenismo “hace respetar los valores de salvación de las falsas religiones y del protestantismo, de las cosas falsas”, mientras la libertad religiosa “deja con gusto construir libremente mezquitas en nuestros países”.


“Evidentemente – agregó el obispo lefebvrista – nosotros no podemos firmar esto. Sobre este punto no hay acuerdo y no habrá acuerdo”. Y a pesar de las insistencias de la “Roma modernista”, Tissier asegura: “Personalmente, no firmaré cosas así, es claro. Nunca aceptaré decir que la nueva Misa es legítima o lícita, yo diré que ella es a menudo inválida, como decía monseñor Lefebvre. Nunca aceptaré decir: «el Concilio, si se lo interpreta bien, tal vez se lo podría hacer corresponder con la Tradición, se podría encontrar un significado aceptable»”.


Después de haber definido “mentiroso” el texto del preámbulo doctrinal sometido el 12 de junio por el cardenal William Levada a Fellay, el obispo lefebvrista ha dicho que el capítulo general de la Fraternidad, reunido el pasado mes de julio, ha tomado “decisiones muy dulces, suaves”, para “presentar a Roma obstáculos tales que Roma no se atreva ya a importunarnos”, poniendo “condiciones prácticamente irrealizables para impedir que nos hagan nuevas propuestas. Pero el demonio es maligno, y yo pienso que ellos volverán al ataque y yo me preparo delicadamente también a defendernos, y la Fraternidad se defenderá”.


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Fuente: Vatican Insider


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 26 de septiembre de 2012

“La correcta opción del Concilio”: el Papa habla sobre la Sacrosanctum Concilium

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En la audiencia general que, como cada miércoles, se celebró hoy en el Vaticano, el Papa Benedicto XVI, prosiguiendo la serie de catequesis sobre la oración, se refirió a la Liturgia y, en particular, a la Constitución Sacrosanctum Concilium, el primer documento aprobado por los padres conciliares el 4 de diciembre de 1963. Ofrecemos nuestra traducción de amplios pasajes de la catequesis papal.

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[…] A este punto, después de una larga serie de catequesis sobre la oración en la Escritura, podemos preguntarnos: ¿cómo puedo dejarme formar por el Espíritu Santo y así ser capaz de entrar en la atmósfera de Dios, de orar con Dios? ¿Cuál es esta escuela en la que Él me enseña a rezar, viene en ayuda de mi dificultad en dirigirme de modo correcto a Dios?


La primera escuela para la oración - lo hemos visto en estas semanas – es la Palabra de Dios, la Sagrada Escritura. La Sagrada Escritura es un permanente diálogo entre Dios y el hombre, un diálogo progresivo en el cual Dios se muestra cada vez más cercano, en el cual podemos conocer cada vez mejor su rostro, su voz, su ser; y el hombre aprende a aceptar, a conocer a Dios, a hablar con Dios. Por lo tanto, en estas semanas, leyendo la Sagrada Escritura, hemos buscado, desde la Escritura, por este diálogo permanente, aprender cómo podemos entrar en contacto con Dios.


Hay todavía otro precioso “espacio”, otra preciosa “fuente” para crecer en la oración, una fuente de agua viva en estrechísima relación con la precedente. Me refiero a la liturgia, que es un ámbito privilegiado en el que Dios habla a cada uno de nosotros, aquí y ahora, y espera nuestra respuesta.


¿Qué es la liturgia? Si abrimos el Catecismo de la Iglesia Católica – subsidio siempre precioso, diría indispensable – podemos leer que originariamente la palabra “liturgia” significa “servicio por parte del pueblo y a favor del pueblo” (n. 1069). Si la teología cristiana tomó este vocablo del mundo griego, lo hizo obviamente pensando en el nuevo Pueblo de Dios nacido de Cristo que ha abierto sus brazos en la Cruz para unir a los hombres en la paz del único Dios. “Servicio a favor del pueblo”, un pueblo que no existe por sí mismo sino que se ha formado gracias al Misterio Pascual de Jesucristo. […]


El Catecismo indica además que “en la tradición cristiana (la palabra `liturgia´) quiere significar que el Pueblo de Dios participa en la obra de Dios” (n. 1069), porque el pueblo de Dios como tal existe sólo por obra de Dios.


Esto nos lo ha recordado el desarrollo mismo del Concilio Vaticano II, que comenzó sus trabajos, cincuenta años atrás, con la discusión del esquema sobre la Sagrada Liturgia, aprobado luego solemnemente el 4 de diciembre de 1963, el primer texto aprobado por el Concilio. Que el documento sobre la liturgia fuese el primer resultado de la asamblea conciliar tal vez por algunos fue considerado una casualidad. Entre muchos proyectos, el texto sobre la sagrada liturgia pareció ser el menos controvertido y, precisamente por esto, capaz de constituir una especie de ejercicio para aprender la metodología del trabajo conciliar.


Pero, sin ninguna duda, lo que a primera vista puede parecer una casualidad, se ha demostrado la opción más correcta, también a partir de la jerarquía de los temas y de las tareas más importantes de la Iglesia. Comenzando, de hecho, con el tema de la “liturgia”, el Concilio puso de relieve de modo muy claro el primado de Dios, su prioridad absoluta. En primer lugar Dios: precisamente esto nos dice la opción conciliar de partir de la liturgia. Donde la mirada sobre Dios no es determinante, toda otra cosa pierde su orientación. El criterio fundamental para la liturgia es su orientación a Dios, para poder así participar en su misma obra.


Sin embargo, podemos preguntarnos: ¿cuál es esta obra de Dios a la cual estamos llamados a participar? La respuesta que nos ofrece la Constitución conciliar sobre la sagrada liturgia es aparentemente doble. En el numero 5 nos indicia, de hecho, que la obra de Dios son las acciones históricas que nos llevan a la salvación, culminante en la Muerte y Resurrección de Jesucristo; pero en el número 7, la misma Constitución define precisamente la celebración de la liturgia como “obra de Cristo”. En realidad, estos dos significados están inseparablemente vinculados. Si nos preguntamos quién salva al mundo y al hombre, la única respuesta es: Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, Crucificado y Resucitado. ¿Y dónde se hace actual para nosotros, para mí hoy, el Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, que trae la salvación? La respuesta es: en la acción de Cristo a través de la Iglesia, en la liturgia, en particular en el Sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios, que nos ha redimido; en el Sacramento de la Reconciliación, en el que se pasa de la muerte del pecado a la vida nueva; y en los otros actos sacramentales que nos santifican (cfr. Presbyterorum ordinis, 5). Así, el Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo es el centro de la teología litúrgica del Concilio.


Hagamos otro breve paso y preguntémonos: ¿de qué modo se hace posible esta actualización del Misterio Pascual de Cristo? El beato Papa Juan Pablo II, a 25 años de la Constitución Sacrosanctum Concilium, escribió: “Para actualizar su misterio pascual, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en las acciones litúrgicas. La Liturgia es, por consiguiente, el «lugar» privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con quien El envió, Jesucristo (cf. Jn 17, 3)” (Vicesimus quintus annus, n.7). En la misma línea, leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica así: “Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo a través de acciones y de palabras” (n. 1153).


Por lo tanto, la primera exigencia para una buena celebración litúrgica es que sea oración, diálogo con Dios, en primer lugar escucha y luego respuesta. San Benito, en su Regla, hablando de la oración de los salmos, indica a los monjes: mens concordet vocis, “la mente concuerde con la voz”. El Santo enseña que en la oración de los Salmos las palabras deben preceder a nuestra mente. Habitualmente no ocurre así, primero debemos pensar y luego, cuando hemos pensando, se convierte en palabra. Aquí, en cambio, en la liturgia, es al revés: la palabra precede. Dios nos ha dado la palabra y la sagrada liturgia nos ofrece las palabras; nosotros debemos entrar en el interior de las palabras, en su significado, acogerlas en nosotros, ponernos en sintonía con estas palabras; así nos convertimos en hijos de Dios, similares a Dios.


Como recuerda la Sacrosanctum Concilium, para asegurar la plena eficacia de la celebración “es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano” (n.11). Elemento fundamental, primario, del diálogo con Dios en la liturgia es la concordancia entre lo que decimos con los labios y lo que llevamos en el corazón. Entrando en las palabras de la gran historia de la oración nosotros mismos somos conformados al espíritu de estas palabras y nos hacemos capaces de hablar con Dios.


En esta línea, quisiera hacer referencia sólo a uno de los momentos que, durante la misma liturgia, nos llama y nos ayuda a encontrar esta concordancia, este conformarnos a lo que escuchamos, decimos y hacemos en la celebración de la liturgia. Me refiero a la invitación que formula el celebrante antes de la Plegaria Eucarística: “Sursum corda”, levantemos nuestros corazones por sobre la maraña de nuestras preocupaciones, nuestros deseos, nuestras angustias, nuestra distracción.


Nuestro corazón, lo íntimo de nosotros mismos, debe abrirse dócilmente a la Palabra de Dios y recogerse en la oración de la Iglesia, para recibir su orientación hacia Dios de las palabras mismas que escucha y dice. La mirada del corazón debe dirigirse hacia el Señor, que está en medio de nosotros: es una disposición fundamental.


Cuando vivimos la liturgia con esta actitud de fondo, nuestro corazón es como sustraído a la fuerza de gravedad, que lo impulsa hacia abajo, y se eleva interiormente hacia lo alto, hacia la verdad, hacia el amor, hacia Dios. Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica: “La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora. Los Padres espirituales comparan a veces el corazón a un altar” (n. 2655): altare Dei est cor nostrum.


Queridos amigos, celebramos y vivimos bien la liturgia sólo si permanecemos en actitud orante, no si queremos “hacer algo”, hacernos ver o actuar, sino si orientamos nuestro corazón a Dios y estamos en actitud de oración uniéndonos al Misterio de Cristo y a su diálogo de Hijo con el Padre. Dios mismo nos enseña a rezar, afirma San Pablo. Él mismo nos ha dado las palabras adecuadas para dirigirnos a Él, palabras que encontramos en el Salterio, en las grandes oraciones de la sagrada liturgia y en la misma Celebración eucarística. Pidamos al Señor ser cada día más conscientes del hecho de que la Liturgia es acción de Dios y del hombre; oración que brota del Espíritu Santo y de nosotros, interiormente dirigida al Padre, en unión con el Hijo de Dios hecho hombre (cfr. Catecismo dela Iglesia Católica, n. 2564).

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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 21 de septiembre de 2012

Don Bux: “Si queremos salvar almas, volvamos al Catecismo”

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Presentamos nuestra traducción de un interesante artículo de Mons. Nicola Bux, publicado en L’Osservatore Romano.

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El Papa, durante su viaje apostólico a Francia (12-15 de septiembre de 2008) observó que, para muchos, Dios se ha convertido en el “gran Desconocido”. Una afirmación dictada por la preocupación – que Benedicto XVI repite insistentemente – por el futuro de la fe, cuya llama parece casi apagarse en amplias regiones de la tierra. Sólo poco tiempo atrás, con ocasión del Jueves Santo, denunció cómo estamos frente a un renovado “analfabetismo religioso”. Lamentable, sin embargo, este “creer a mi manera” parece a veces también incentivado por maestros del pensamiento que, desde el interior de la Iglesia, han sembrado su palabra más que la Palabra divina. La misma Italia se está convirtiendo en un país “genéricamente” cristiano. Se necesita, por lo tanto, una nueva evangelización, gracias también al impulso del Pontificio Consejo instituido por el Papa.


¿Por dónde empezar? Tal vez precisamente por la liturgia, por el canto sagrado y por los nuevos edificios de culto, encomendados a personas que conjuguen fe y talento, para proponer formas que hablen de Dios.


La fe y su doctrina: aquí está el punto. Una fe sencilla como la de los pastores, las mujeres y los hombres encontrados por Jesús. Y no aquella de quien, por ejemplo, afirma que la resurrección de Jesús es sólo fruto de la elaboración de la experiencia de los discípulos.


Por eso el Papa ha convocado un Año de la Fe en el cual volver a tomar las enseñanzas del Vaticano II y, más popularmente, el Catecismo. Los libros de pastoral y de sociología religiosa, de por sí, no han convertido nunca a nadie. Se requiere, en cambio, el conocimiento de Jesús como persona histórica, humana y divina, que funda nuestra fe. Ante nuestros ojos están los hechos, dice San Agustín, en las manos los escritos: y los primeros son mucho más importantes que los últimos. Así, en contra tendencia, el cristianismo renace y demuestra que contra la Iglesia, divino-humana por voluntad del Fundador, las fuerzas infernales non praevalebunt.


Hacíamos referencia, por lo tanto, al analfabetismo religioso señalado por el Papa y por los obispos, y a la exigencia de combatirlo con la doctrina cristina, la “doctrina de la fe”. El dicasterio vaticano que ha recibido este título de Pablo VI es un instrumento imprescindible para la nueva evangelización. Benedicto XVI ha pedido a todos – obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos – moverse al unísono, más allá de los programas o planes pastorales particulares, con el Catecismo de la Iglesia Católica.


A la misión no se va en orden disperso, sino todos junto al Papa; si se quiere combatir la secularización que ha incentivado el analfabetismo religioso, es necesario que nos midamos con Jesús, que ha dicho: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me ha enviado” (Juan 7, 16). Por eso debe ser difundido el Catecismo, dice Benedicto XVI: “No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia de la cual somos servidores”. Sobre todo, sin embargo, el alma cristiana debe acudir al corazón de Cristo para tocar los corazones de la gente, como han hecho los santos que, precisamente por esto, son tan amados.


Sin embargo, está quien sostiene que el cristianismo no sirve para salvar el alma. Por eso el Papa, en la homilía de la Misa Crismal, ha usado una expresión fuera de moda: el celo por la salvación de las almas. “No sólo nos preocupamos del cuerpo, sino también precisamente de las necesidades del alma del hombre”. Jesús ha dicho: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”. De este modo se deberá comprender el valor y la importancia de los sacramentos, que desde el nacimiento hasta la muerte sirven para salvar las almas. ¿Los sacerdotes tendrán todavía bastante celo para acudir a un moribundo con el fin de confesarlo, darle la unción y la Comunión para la salvación de su alma? El alma del hombre es un recordatorio de que no se pertenece a sí mismo sino a Dios. Así, los sacerdotes no se pertenecen a sí mismos sino a Jesucristo. Hay necesidad de doctrina de la fe, hecha de conocimiento, competencia, experiencia y paciencia. Hay necesidad de un renovado impulso apostólico. El don de la fe no está separado del bautismo.


El Papa, de hecho, ha recordado al clero romano que si el acto de creer es “inicialmente y sobre todo un encuentro personal” con Cristo, como nos describen los Evangelios, “esa fe no es sólo un acto personal de confianza, sino también un acto que tiene un contenido” y “el bautismo expresa este contenido”. San Cirilo de Jerusalén recuerda que nuestra salvación bautismal depende del hecho de que ha brotado de la crucifixión, sepultura y resurrección de Cristo, realmente ocurridas en la esfera física: se llama gracia, porque la recibimos en el sacramento sin sufrir los dolores físicos. Por eso, advierte Cirilo: “Ninguno piense que el bautismo consiste sólo en la remisión de los pecados y en la gracia de la adopción, como era el bautismo de Juan que confería sólo la remisión de los pecados. Nosotros, en cambio, sabemos que el bautismo, así como puede liberar de los pecados y obtener el don del Espíritu Santo, es también figura y expresión de la Pasión de Cristo”, como proclama Pablo (Romanos 6, 3-4). “Nosotros sabemos”, dice el santo obispo de Jerusalén: al encuentro personal con el Señor y al seguimiento para la salvación, sigue necesariamente la doctrina que se transmite a través de la Escritura y la Tradición de la Iglesia.


Todo esto es condensado en el Catecismo. Es necesario renovar la catequesis y la liturgia para que Dios sea conocido y amado. Esto quiere decir una verdadera devoción, la que se necesita en la liturgia actual, en la celebración de los sacramentos. La devoción o piedad está constituida por la ofrenda de sí mismo a Dios. Esto se expresa con el conjunto de gestos y ritos percibidos como significativos para la propia vida: participar en la Misa, pedir celebrarla por las propias intenciones, confesarse y comulgar, asistir a otras ceremonias, rezar y cantar himnos, frecuentar la catequesis, practicar las obras de misericordia, visitar un lugar donde se venera una imagen sagrada o el sepulcro de un santo taumaturgo, dejar una ofrenda, encender una vela, participar en la procesión, llevar sobre los hombres la sagrada imagen. En pocas palabras, son estos signos de invocación, de protección, de agradecimiento, los que hacen la verdadera devoción que manifiesta la fe que nos justifica frente a Dios y nos salva. El Año de la Fe será un tiempo propicio.


El estudio del contenido de la fe – como subrayan especialmente los movimientos eclesiales – es necesario dentro de la experiencia de la fe, para volverse adultos en la fe, superando aquella infancia que lleva a muchos a abandonar la Iglesia después de la Confirmación, haciéndose así incapaces de exponer y hacer presente la filosofía de la fe, de dar razón de ella a los demás. Ser adultos en la fe, sin embargo, no quiere decir depender de las opiniones del mundo, emancipándose del Magisterio de la Iglesia.


¿Por qué ocuparse todavía de esto? Porque no es sólo un pensamiento teológico, sino que se ha vuelto una práctica que ha penetrado lentamente no pocos sectores de la vida eclesial. Uno de los más clamorosos es la doctrina sacramental: hoy, el sacramento ya no es percibido como proveniente del exterior, desde lo alto, sino como la participación en algo que el cristiano ya posee. Y ya que hoy gusta tanto mirar a Oriente, se debe decir – al menos por cortesía ecuménica – que, para la teología oriental, el giro antropológico es una pista falsa de la teología occidental; el único tema fundamental de toda la teología de todos los tiempos es, y debe seguir siendo, la Encarnación del Verbo, el principio humano-divino que ha entrado en el mundo “por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación”. El hombre separado de Dios no tiene posibilidad de sobrevivir. De lo contrario, a fuerza de hablar del hombre, como ha ocurrido, no se habla ya de Dios.


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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Mons. Müller: “Mi objetivo es reducir las tensiones entre progresistas y tradicionalistas”

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Superar los contrastes ideológicos en la Iglesia para redescubrir la verdadera unidad en Cristo: es el intento de Mons. Gerhard Ludwig Müller, hasta hace poco tiempo obispo de la diócesis de Ratisbona y nombrado por el Papa en julio como nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Sobre el trabajo que le espera en el dicasterio vaticano, ha hablado en una entrevista a Radio Vaticana:


Sabemos que existen muchos prejuicios contra esta Congregación que, sin embargo, tienen muy poco que ver con la realidad de los hechos. Por mi parte, me he preguntando cómo recubrir este oficio. No creo haber sido llamada por el Santo Padre para llevar a cabo un trabajo burocrático sino que pienso que he sido llamado sustancialmente en cuanto teólogo. De esta manera, trato de entender cuál es hoy el malestar de la vida de la Iglesia. En muchos países es fuerte la polarización, el contraste, entre los así llamados tradicionalistas y los llamados progresistas. Debemos superar esta oposición, debemos encontrar una nueva unidad de fondo en la Iglesia.

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¿Cómo encontrar esta unidad?


La unidad en Cristo no se realiza a nivel programático, tal vez gracias a un hábil orador de partido. Nosotros no somos una comunidad de personas que nace en torno a un programa de partido y tampoco una comunidad de estudiosos creada en torno a una investigación, porque nuestra unidad es un don. Nosotros creemos en la Iglesia, que es “una” y está unida en Cristo. Y si realmente se cree en Cristo, sin instrumentalizar el Magisterio de la Iglesia subrayando sólo algunos puntos a favor de la propia ideología, sino que se confía incondicionalmente en Cristo, tampoco la unidad de la Iglesia es despedazada por los celos y por las ambiciones. Éste es uno de mis objetivos: reducir las tensiones dentro de la Iglesia.

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Usted debe afrontar también la cuestión de los abusos sexuales realizados por exponentes del clero…


Siempre y en todas partes, lo más importante son las personas que han sido víctimas de estos terribles abusos. Es muy importante también el aspecto de la prevención; al mismo tiempo, es necesario evitar el riesgo de una justicia que se convierta en linchamiento. En este ámbito, tanto la Congregación para la Doctrina de la Fe, como las diócesis, proceden de modo muy coherente y creo que podemos ser tomados como ejemplo.

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Fuente: Radio Vaticana


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 17 de septiembre de 2012

El mensaje del Peregrino de la paz: “¡No temas, pequeño rebaño!”

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Cuando Benedicto XVI se preparaba para viajar al Líbano, acercándose así a una región particularmente compleja por los conflictos en la cercana Siria, mucho se habló de los peligros de este viaje apostólico, el 24º internacional del actual Pontificado, e incluso no pocos mencionaron la posibilidad de una cancelación. Posibilidad que, sin embargo, nunca estuvo en los planes del Obispo de Roma: “sé que cuando la situación se hace más difícil, más necesario es ofrecer este signo de fraternidad, de ánimo y de solidaridad”, afirmó en el avión que lo llevaba a Beirut, al ser entrevistado por los periodistas.


El Papa viajó al país de los cedros para firmar y entregar la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Ecclesia in Medio Oriente, que recoge las conclusiones de la Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos, celebrada dos años atrás en el Vaticano, y cuyo Instrumentum Laboris había entregado a los obispos de la región durante su viaje apostólico a Chipre. Se convirtió así en el tercer Papa que visitó el Líbano, luego de Pablo VI que, camino a la India, estuvo en Beirut el 2 de diciembre de 1964, y de Juan Pablo II, que estuvo allí el 10 y 11 de mayo de 1997, para concluir así el Sínodo especial para el Líbano y firmar la Exhortación Apostólica Una esperanza nueva para el Líbano.


Al llegar al Líbano, durante la ceremonia de bienvenida, el “amigo de Dios y amigo de los hombres” – así se presentó – recordó que un año atrás bendijo, en el Vaticano, una imagen de San Marón que, de esta manera, “desde el santuario petrino, intercede continuamente por vuestro país y por todo el Oriente Medio”. Refiriéndose al equilibrio libanés entre cristianos de diversas denominaciones y miembros de otras religiones, afirmó que “a veces amenaza con romperse cuando se tensa como un arco, o se somete a presiones que son con demasiada frecuencia partidistas, ciertamente interesadas, contrarias y extrañas a la armonía y dulzura libanesa”. Por eso, el Papa fue claro: “Es necesario dar prueba de verdadera moderación y gran sabiduría. Y la razón debe prevalecer sobre la pasión unilateral para favorecer el bien común de todos”. Pero también sostuvo “lo importante que es la presencia de Dios en la vida de cada uno y cómo la forma de vivir juntos… será profunda en la medida que esté enraizada en Dios, que desea que todos los hombres sean hermanos”.


Por la tarde de su primera jornada libanesa, Benedicto XVI se dirigió a la Basílica de San Pablo de Harissa con el fin de realizar el acto central de su viaje: la firma y entrega de la Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente. Allí fue recibido por uno de los cuatro patriarcas orientales católicos presentes en el país, Su Beatitud Gregorio III Laham, Patriarca Greco-Melquita. Al presentar el nuevo documento, en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Benedicto XVI recordó que el próximo mes se cumplirán 1700 años de la aparición que hizo ver al emperador Constantino “en la noche simbólica de su incredulidad, el crismón resplandeciente, al mismo tiempo que una voz le decía: «Con este signo vencerás»”. Y a los cristianos, que en Medio Oriente tantas veces sufren a causa del nombre de Cristo, les dijo: “Os invito a todos a no tener miedo, a permanecer en la verdad y a cultivar la pureza de la fe. Ese es el lenguaje de la cruz gloriosa. Esa es la locura de la cruz: la de saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios y de misericordia para con el prójimo; la de saber transformar también unos seres que se ven combatidos y heridos en su fe y su identidad, en vasos de arcilla dispuestos para ser colmados por la abundancia de los dones divinos, más preciosos que el oro”.


El sábado 15 de septiembre, el primero de los actos oficiales del Santo Padre fue la visita de cortesía al Presidente del Líbano, tras la cual se reunió con representantes del mundo político, civil, cultural y religioso de la nación. Allí, hablando en una región que “parece conocer los dolores de un alumbramiento sin fin”, el Papa afirmó con fuerza: “Para construir la paz, nuestra atención debe dirigirse a la familia para facilitar su cometido, y apoyarla, promoviendo de este modo por doquier una cultura de la vida. La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el mundo tenga de la vida humana. Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también todo atentado contra la vida del ser humano, criatura querida por Dios”. Luego de recordar la necesidad de educar a las nuevas generaciones en la paz, Benedicto XVI explicó cómo “el mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo de modo impersonal o determinista. El mal, el demonio, pasa por la libertad humana, por el uso de nuestra libertad. Busca un aliado, el hombre. El mal necesita de él para desarrollarse”. Pero aún frente a esta perspectiva, recordó también que “es posible no dejarse vencer por el mal y vencer el mal con el bien” porque, sin una conversión del corazón, “las tan deseadas `liberaciones´ humanas defraudan, puesto que se mueven en el reducido espacio que concede la estrechez del espíritu humano, su dureza, sus intolerancias, sus favoritismos, sus deseos de revancha y sus pulsiones de muerte”. Finalmente, se refirió en su discurso a la convivencia entre cristianos y musulmanes en el Líbano: “Habitan el mismo espacio desde hace siglos. No es raro ver en la misma familia las dos religiones. Si en una misma familia es posible, ¿por qué no lo puede ser con respecto al conjunto de la sociedad?”. Y remarcó, en este contexto, la necesidad del respeto mutuo, el diálogo continuo y la afirmación de valores comunes a todas las grandes culturas.


Luego de encontrarse con las autoridades políticas del país, el Santo Padre mantuvo también un encuentro privado con los líderes religiosos musulmanes: estaban presentes los cuatro jefes de las principales comunidades musulmanas: chiitas, sunitas, drusos y alawitas. Según informó el Padre Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, se trató de un encuentro muy cordial, durante el cual “el gran muftí de los sunitas dijo al Santo Padre que los musulmanes mismos desean que los cristianos permanezcan en Medio Oriente, porque se vería empobrecido si los cristianos ya no estuviesen”. El Papa, por su parte, les entregó una copia de la Exhortación Apostólica firmada el día anterior en Harissa.


Hacia el mediodía, Benedicto XVI visitó a otro de los cuatro patriarcas orientales presentes en el país, Su Beatitud Nersès Bédros XIX Tarmouni, Patriarca armenio católico. Allí se celebró un almuerzo con los Patriarcas y Obispos del Líbano, con los miembros del Consejo Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos y con el séquito papal. En una breve alocución, el Santo Padre rogó al Señor “que bendiga a la comunidad armenia, duramente probada a través de los tiempos, y que envíe a su mies numerosos obreros y santos que, por Cristo, sean capaces de cambiar la faz de nuestra sociedad, de curar los corazones desgarrados y de volver a dar ánimo, fuerza y esperanza a los abatidos”.


Especialmente emotivo fue el encuentro del Sucesor de Pedro con los jóvenes, una verdadera “JMJ de Medio Oriente”, celebrada en la explanada frente al Patriarcado Maronita, siendo huésped así de otro de los cuatro patriarcas, el maronita, Su Beatitud Bechara Boutros Rai. Ya el Beato Juan Pablo II, durante su breve viaje a esta nación, había realizado un encuentro con la juventud. En esta ocasión fue el turno de Benedicto XVI, quien fue recibido por las aclamaciones de los jóvenes, que en algunos momentos gritaban, casi como en un eco de la JMJ de Madrid, “¡ésta es la juventud del Papa!”. El Santo Padre, al recordarles que viven en la región donde nació Jesús y se desarrolló el cristianismo, afirmó que se trata de un “gran honor” y una “llamada a la fidelidad”, ante la cual, incluso conociendo tantas dificultades de la vida cotidiana, no deben probar “la miel amarga de la emigración”. En otro pasaje importante de su discurso, los exhortó a “buscar buenos maestros, maestros espirituales, que sepan indicaros la senda de la madurez, dejando lo ilusorio, lo llamativo y la mentira”, recordando que en Jesús encontrarán  “la fuerza y el valor para avanzar en el camino de vuestra vida, superando así las dificultades y aflicciones. En él encontraréis la fuente de la alegría. Cristo os dice: Mi paz os doy. ¡Aquí está la revolución que Cristo ha traído, la revolución del amor!”. Luego de invitarlos a la oración, a la meditación de la Palabra, a la vida sacramental, a responder a la llamada del Señor, y al conocimiento de la fe, les recordó que ellos deben ser “los mensajeros del evangelio de la vida y de los valores de la vida” y resistir “con valentía a aquello que la niega: el aborto, la violencia, el rechazo y desprecio del otro, la injusticia, la guerra”. Finalmente, una llamada al perdón y a vencer el mal con el bien, mirando a Jesús: “Él no ha vencido el mal con otro mal, sino tomándolo sobre sí y aniquilándolo en la cruz mediante el amor vivido hasta el extremo. Descubrir de verdad el perdón y la misericordia de Dios, permite recomenzar siempre una nueva vida. No es fácil perdonar. Pero el perdón de Dios da la fuerza de la conversión y, a la vez, el gozo de perdonar. El perdón y la reconciliación son caminos de paz, y abren un futuro”.


A los jóvenes musulmanes presentes en el encuentro, Benedicto XVI les dijo: “Vosotros sois, con los jóvenes cristianos, el futuro de este maravilloso País y de todo el Oriente Medio. Buscad construirlo juntos. Y cuando seáis adultos, continuad viviendo la concordia en la unidad con los cristianos. Porque la belleza del Líbano se encuentra en esta bella simbiosis”, ya que “es necesario que todo el Oriente Medio, viéndoles, comprenda que los musulmanes y los cristianos, el Islam y el Cristianismo, pueden vivir juntos sin odios, respetando las creencias de cada uno, para construir juntos una sociedad libre y humana”.


El Papa tampoco olvidó a los jóvenes de Siria y, sabiendo que entre los presentes había algunos provenientes de esa nación, dijo: “Quiero deciros cuanto admiro vuestra valentía. Decid en vuestras casas, a vuestros familiares y amigos, que el Papa no os olvida. Decid en vuestro entorno que el Papa esta triste a causa de vuestros sufrimientos y lutos. Él no se olvida de Siria en sus oraciones y es una de sus preocupaciones. No se olvida de ninguno de los que sufren en Oriente Medio”. Un mensaje que reforzaría al día siguiente, antes de rezar el Angelus, cuando encomendando esa preocupación a la Santísima Virgen, afirmó: “¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte? Apelo a la comunidad internacional. Apelo a los países árabes de modo que como hermanos, propongan soluciones viables que respeten la dignidad de toda persona humana, sus derechos y su religión. Quien quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro un mal que debe eliminar. No es fácil ver en el otro una persona que se debe respetar y amar, y sin embargo es necesario, si se quiere construir la paz, si se quiere la fraternidad. Que Dios conceda a vuestro país, a Siria y a Oriente Medio el don de la paz de los corazones, el silencio de las armas y el cese de toda violencia. Que los hombres entiendan que  todos son hermanos”.


Durante la Santa Misa que presidió en Beirut el domingo, celebrada en rito latino pero con algunos elementos de los diversos ritos presentes en la región,  el Santo Padre entregó a los patriarcas y obispos de Medio Oriente su Exhortación Apostólica, deseando que sea “una guía para avanzar por los caminos multiformes y complejos en los que Cristo os precede”. En su homilía, pronunciada frente a casi 500.000 personas, el Vicario de Cristo afirmó que “decidirse a seguir a Jesús, es tomar su Cruz para acompañarle en su camino, un camino arduo, que no es el del poder o el de la gloria terrena, sino el que lleva necesariamente a la renuncia de sí mismo, a perder su vida por Cristo y el Evangelio, para ganarla. Pues se nos asegura que este camino conduce a la resurrección, a la vida verdadera y definitiva con Dios”. Y ante el Año de la Fe, que comenzará el próximo 11 de octubre y que convocó para que “todo fiel se comprometa de forma renovada en este camino de conversión del corazón”, los exhortó: “os animo vivamente a profundizar vuestra reflexión sobre la fe, para que sea más consciente, y para fortalecer vuestra adhesión a Jesucristo y su evangelio”.


Antes de llegar al aeropuerto para despedirse del Líbano, el Papa mantuvo todavía dos encuentros, breves pero de gran significado. El primero, con los representantes de las diversas Iglesias y comunidades eclesiales presentes el país, le dio la oportunidad de visitar al cuarto de los patriarcas orientales católicos de la nación, Su Beatitud Ignace Youssef Younan, Patriarca de Antioquía de los Siro-católicos. Allí invitó a todos a “trabajar sin descanso para que nuestro amor por Cristo nos conduzca paso a paso hacia la plena comunión entre nosotros. Para ello, debemos, por la oración y el compromiso común, volver sin cesar a nuestro único Señor y Salvador”. El segundo, no oficial, fue la visita – que no estaba en el programa – al Carmelo de la Theotokos, donde fue recibido por la Madre Teresa, que tiene casi noventa años, y donde el Sucesor de Pedro oró con aquellas carmelitas que, cada día, en medio de una región inestable y con frecuencia peligrosa, oran por aquel que preside la Iglesia en la caridad.


El domingo por la tarde, en el aeropuerto de Beirut, el Santo Padre parecía particularmente cansado luego del esfuerzo de los tres intensos días de su peregrinación apostólica. Pero esto no le impidió manifestar su alegría y agradecimiento por la cordialidad y atención con que fue recibido por todos en la visita, “demasiado breve”, así como “el deseo de volver”. En su último discurso, el Papa recordó que “en su sabiduría, Salomón llamó a Hirán de Tiro, para que erigiera una casa como morada del Nombre de Dios, un santuario para la eternidad. Y Hirán, envió madera proveniente de los cedros del Líbano (cf. 1 R 5,22)... El Líbano estaba presente en el Santuario de Dios”. Y continuó: “Que el Líbano de hoy, sus habitantes, pueda seguir estando presente en el santuario de Dios”. Culminaba así una memorable visita del Sucesor de Pedro a una región que lo esperaba, a pesar de tantos conflictos, y que lo supo recibir con alegría y emoción, como a un Padre al que se ama y respeta. El Papa, ciertamente con aspecto más cansado, con pasos más lentos, y con la ayuda de un bastón en más ocasiones que en el pasado, pero con la sabiduría y el amor de siempre, no los defraudó. Dejando resonar en los corazones de sus hijos, al despedirse de ellos, aquellas palabras que les dirigió pocas horas después de llegar: “«No temas, pequeño rebaño» y acuérdate de la promesa hecha a Constantino: «¡Con este signo vencerás!»”.


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La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 13 de septiembre de 2012

Card. Bertone: “El obispo no debe conformarse al mundo para que todos hablen bien de él”

 

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Presentamos nuestra traducción del artículo publicado en L’Osservatore Romano que recoge las palabras que el Cardenal Bertone, Secretario de Estado del Santo Padre, ha dirigido a los obispos ordenados en el último año durante la Santa Misa que celebró en el encuentro organizado por la Congregación para los Obispos.

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“Un cristiano, tanto más un sacerdote y un obispo, no debe conformarse al mundo por miedo a ser criticado o por el deseo de que todos hablen bien de él”. Es una indicación concreta la que el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, ha dado a los nuevos obispos, ordenados en los últimos doce meses, durante la Misa celebrada el miércoles 12 de septiembre, en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum de Roma. Los obispos están participando en estos días en el congreso promovido por la Congregación para los Obispos con el intento de hacerles vivir “una intensa experiencia de fraternidad y profundización”.


“Si la gente nos critica – dijo el cardenal – porque no vivimos fielmente nuestra vocación y nuestra misión, ciertamente debemos examinarnos y cambiar. Pero si somos criticados porque no seguimos los criterios del mundo y las modas del momento, debemos permanecer serenamente firmes en nuestra fidelidad al Evangelio y a la enseñanza auténtica de la Iglesia. Así la felicidad prometida por el Señor estará en nosotros ya desde ahora”. Palabras claras, basadas en las Bienaventuranzas propuestas en el Evangelio proclamado durante la celebración litúrgica.


Refiriéndose siempre a la Palabra de Dios leída, el Secretario de Estado ha explicado también el estilo de San Pablo al intervenir “en las cuestiones de los cristianos de Corinto, para indicar sus principios y criterios inspiradores. Entre las diversas preguntas – explicó – habían llegado al apóstol algunas sobre el matrimonio y la elección del estado de vida para las diversas categorías de personas”.


Así, son palabras del Secretario de Estado, “del contexto de la Carta se deduce que en Corinto un grupo de cristianos estaba orientado hacia una línea de absoluta intransigencia en ámbito conyugal, en contraposición a otro grupo más bien permisivo. Según los representantes del rigorismo de impronta ascética, el matrimonio era poco conveniente para los bautizados. Pablo, entonces, interviene para ayudar a los cristianos a hacer una elección del estado de vida inspirada por la verdadera libertad evangélica, que tiene su fundamento en la relación con el Señor”.


“En primer lugar – agregó el purpurado -, él elimina los prejuicios derivados de los medios y distorsiones del ambiente, afirmando que ningún estado de vida, matrimonio o virginidad, es de por sí salvífico. Quien salva es el Señor. Por eso, lo que cuenta es la fidelidad a Dios, que debe vivirse en toda condición”.


Es así que “de las indicaciones de San Pablo se pueden enumerar tres principios fundamentales, que se convierten en criterios para una elección consciente y responsable”. Y “el primer principio – afirmó el cardenal – es el del don o carisma que cada uno recibe del Señor. Una persona puede casarse si ha recibido el don espiritual correspondiente, y puede hacer una opción virginal o celibataria si recibe este otro don”.


“El segundo principio – prosiguió – es el de la llamada de Dios. De aquí se comprende que la cuestión no es la de inventarnos, sino de responder a lo que somos por iniciativa y voluntad divina”.


Finalmente, preció, “el tercer principio es el de la fe en el Señor resucitado”. Para el cardenal, por lo tanto, “no es una devaluación del presente y de los valores terrenos, sino que se trata de colocar el presente y toda realidad humana en la perspectiva de lo eterno”. De hecho, “nuestras tristezas y nuestras alegrías, toda experiencia y situación es, de alguna manera, redimensionada, en el sentido de que es atraída a una nueva dimensión por un polo de insuperable fuerza, que todo lo ilumina y transforma: Jesucristo, su misterio pascual”. Es, en síntesis, “una invitación a vivir en la esperanza y a comunicarla, como obispos, al pueblo cristiano”.


“En este camino de fidelidad a Cristo y a su Evangelio – concluyó el cardenal Bertone, dirigiéndose siempre a los obispos recientemente ordenados – la Virgen Santa es nuestro modelo” y podemos experimentar “su fuerza y su dulzura”.


Es una realidad, especificó, que “os invita a sumergiros dentro del consentimiento mariano; os invita a poner vuestro ministerio dentro de la obediencia mariana. María se ha dejado colmar por la presencia divina, con plena docilidad, y la obediencia de la fe la ha hecho fecunda, capaz de generar al mismo Hijo de Dios en nuestra naturaleza humana. Aquí está el fulcro de nuestra vida sacerdotal y episcopal: la obediencia de la fe, mediante la cual transferimos la propiedad de nosotros mismos a Cristo, en el servicio generoso y fiel a su Iglesia”. Ésta es también “la grandeza y la belleza de nuestro ser pastores y guías”.


El cardenal secretario de Estado – que ha tenido palabras de particular gratitud para el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, y para sus colaboradores por haber promovido esta importante iniciativa – ha asegurado a todos los participantes la cercanía espiritual y la bendición del Pontífice.


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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 11 de septiembre de 2012

Obispo maronita: “Aprendí a rezar no tanto por mis padres como por su asesino”

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En esta entrevista concedida al periódico Avvenire, el obispo de Batrún de los Maronitas, Mounir Khairallah, no sólo se refiere al inminente viaje del Papa al Líbano sino también a una experiencia de vida que hizo que muchos prófugos chiitas comprendieran el valor cristiano del perdón.


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“No es suficiente una movilización para poder hablar de éxito de la visita. El éxito depende, sobre todo, de nuestra actitud de acogida de lo que el Papa nos dirá respecto a los temas tratados en el Sínodo sobre Medio Oriente y para confirmarnos en nuestra misión”. Mounir Khairallah, obispo maronita de Batrún, habla de éxito ya asegurado “dado que el Papa viene, a pesar de las circunstancias desfavorables de la región”.


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Cuando el Sínodo se realizó no había comenzado la Primavera árabe…


Ha cambiado el contexto regional pero la misión de los cristianos es siempre la misma: testimoniar el amor, la apertura al otro, el respeto de la diversidad y del pluralismo. Y esto es hoy más urgente que nunca. Si queremos asistir a una verdadera Primavera árabe, debemos garantizar a todos la libertad de opinión, de expresión y de conciencia. Y asegurar a los cristianos, como ciudadanos autóctonos y auténticos, derechos y deberes iguales.

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¿No le parece demasiado pedir a los cristianos pensar en una “misión” cuando están preocupados por sobrevivir?


Nosotros, los cristianos, no tememos ni por nuestra presencia ni por nuestro rol. La presencia no depende del número sino, más bien, de la calidad de nuestro testimonio. El Papa hará referencia al título del Sínodo, “Comunión y testimonio”. Comunión de visión entre todos los cristianos a través de un renovado compromiso ecuménico, testimonio frente a los no cristianos. Para esto se necesita un vínculo con la fe, un vínculo con la tierra, que es una tierra bendita, y un vínculo con nuestros valores.

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¿Qué significa para usted el hecho de que se haya elegido el Líbano para enviar un mensaje a los cristianos de toda la región?


Si el Papa ha elegido el Líbano es porque el Líbano ofrece un ejemplo. De esto son conscientes también nuestros compatriotas musulmanes. En sus discursos, los líderes musulmanes retoman muchos de los eslóganes lanzados por Juan Pablo II durante su memorable visita: el Líbano mensaje, el Líbano modelo de convivencia, el Líbano del pluralismo y del respeto de la diversidad religiosa y cultural. Esto significa que ellos esperan que el Papa vuelva a afirmar el rol de los cristianos. Pero hay otra opción significativa.

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¿Cuál?


La de llegar el 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz, que los cristianos orientales celebran con gran solemnidad porque representa la victoria de la Cruz, que es al mismo tiempo amor y perdón, sobre la muerte.

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Fiesta de la Cruz, perdón… Estas palabras lo tocan de cerca…


Sí, es el aniversario del asesinato de mis padres en el lejano 1958. Mi tía religiosa, que había tomado la custodia de mis pequeños hermanos y de mí, nos exhortaba a rezar no tanto por nuestros padres, acogidos por el Padre en su Reino, como por su asesino. Cuando conté esta experiencia frente a los prófugos chiitas acogidos en mi diócesis, muchos comprendieron el valor cristiano del perdón.

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¿Prófugos chiitas en Bratrún? ¿Cómo fue eso?


Sucedió durante la guerra del 2006 entre Israel y Hezbollah. Por un mes acogimos a decenas de familias de Touline, en el sur. De esta acogida gratuita nació una sólida amistad entre nuestras comunidades. Cuando fui con mis fieles a visitarlos, fuimos festivamente acogidos por los “scout musulmanes” que llevaban en la mano una cruz. Muchas familias chiitas me pidieron incluso que bendijera sus casas, reconstruidas después de los bombardeos.

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Fuente: Avvenire


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 9 de septiembre de 2012

Fútiles excusas

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“Mientras me dirigía a los Estados Unidos, donde me encuentro mientras escribo estas notas, he podido aprovechar el entretenimiento ofrecido a bordo por la compañía aérea que había elegido. Entre los muchos programas, he querido ver el primer episodio de una serie televisiva americana, de enorme éxito en este momento, Games of Thrones (Juego de tronos). Esta serie, bastante cruda en sus imágenes, está ambientada en una suerte de Medioevo fantástico. Sin detenerme ahora demasiado en la serie en sí misma, he reflexionado sobre cómo se dice con frecuencia que el canto gregoriano es algo de nostálgicos, que son cosas que forman parte de otra época, y que luego uno se encuentra con productos culturales que precisamente representando aquella época cultural (si bien con libertades expresivas) tienen enorme seguimiento de público. Se puede pensar también en El Señor de los Anillos, novela de enorme éxito que, en su adaptación cinematográfica (estéticamente muy gratificante), ha conocido también una gran cantidad de seguidores. Yo pienso que lo que es bello y válido no tiene tiempo; por lo tanto, no se debería recurrir a fútiles excusas de tipo temporal para un repertorio que ha desafiado tantos siglos.”


Aurelio Porfiri

(Director de coro y experto en música litúrgica)

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Fuente: Liturgia Opus Trinitatis


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 6 de septiembre de 2012

Un canadiense en la Curia Romana: ¿el candidato del Papa?

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Presentamos nuestra traducción de un interesante informe, realizado por Włodzimierz Rędzioch para la revista Inside the Vatican, y publicado por Zenit en su edición italiana, sobre el cardenal canadiense Marc Ouellet, actual Prefecto de la Congregación para los Obispos. El periodista comienza trazando un perfil del purpurado y fundamentando su opinión personal de que se trata del “candidato” de Benedicto XVI para su sucesión. Luego presenta el diálogo que mantuvo con el mismo Cardenal Ouellet, con ocasión del 2º aniversario de su nombramiento para tan importante oficio, en el cual el prelado habla del modo de trabajo en su dicasterio, de la delicada cuestión del nombramiento de nuevos obispos y de los grandes desafíos de la Iglesia actual, cuya situación define “alarmante” a causa de una notable “crisis de fe”.

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Una vez pregunté al difunto cardenal Andrzej-Maria Deskur si después de la muerte de Pablo VI esperaba la elección de un cardenal no italiano. Para mi sorpresa, me respondió decididamente: “No sólo me esperaba la elección de un cardenal no italiano, sino de un purpurado concreto, el cardenal Karol Wojtyla”. Cuando le pedí que me explicase cómo nació su previsión, como gran conocedor de la Curia y de los “mecanismos” vaticanos, me respondió: “Se sabe que el nuevo Pontífice es elegido por los cardenales pero, en cierto modo, su gran elector es también su predecesor, que elige los miembros del Colegio Cardenalicio, determinando el resultado del Cónclave. Pablo VI apreciaba mucho al cardenal Wojtyla y diría que de algún modo lo preparó para sucederlo. Primero, lo quiso predicador de los ejercicios espirituales en el Vaticano para la Curia Romana, para hacer conocer su gran saber y su profunda espiritualidad. Luego lo nombró relator del Sínodo sobre la Evangelización: era una sorpresa para todos porque se esperaba un relator proveniente de algún país de misión. Pero de este modo también los cardenales del tercer mundo podían conocer al Arzobispo de Cracovia y apreciar su celo pastoral y misionero. No es de poca importancia el hecho de que Pablo VI animaba al cardenal Wojtyla a viajar por el mundo para conocer mejor la realidad de las Iglesias locales”.


Si cada Papa es un “gran elector” de su sucesor, si con sus decisiones y sus opciones personales “determina” de algún modo el resultado del Cónclave, entonces sería necesario analizar ciertos hechos para comprender quién podría ser el “candidato” de Benedicto XVI a su sucesión.


- Cuando en el año 2010 fue necesario elegir al nuevo Prefecto para una de las congregaciones más importantes, la Congregación para los Obispos, Benedicto XVI eligió al entonces arzobispo de Quebec, el cardenal Marc Ouellet.


- Cuando el 10 de marzo de 2011 era presentado, en la Sala de Prensa de la Santa Sede, el libro de Benedicto XVI “Jesús de Nazareth – De la entrada en Jerusalén a la Resurrección”, ¿quién presentaba esta importantísima obra del Papa teólogo? El cardenal Marc Ouellet.


- En abril se llevaron a cabo los ejercicios espirituales del movimiento Comunión y Liberación (una de las realidades más dinámicas en la Iglesia no sólo en Italia sino en varias partes del mundo). El 22 de abril, en la conclusión de los ejercicios, la Santa Misa para 26.000 participantes ha sido celebrada por el cardenal Ouellet (por otro lado, amigo del difundo fundador de CL, don Giussani).


- Cuando en los meses de abril-mayo, en Tréveris, Alemania, se realizaba la ostensión de la Sagrada Túnica de Jesús, el Papa eligió como su Legado al cardenal Ouellet, que el 13 de abril presidió las celebraciones de inauguración.


- Del 11 al 14 de mayo de 2012, en Lourdes, se desarrolló el 54º peregrinación internacional militar. El cardenal Ouellet presidió esa peregrinación.


- En junio se llevó a cabo en Irlanda el importantísimo 50º Congreso Eucarístico Internacional. El Papa mandó como su Legado al cardenal Ouellet.


- En mayo, del 21 al 24, se llevó a cabo en Roma la 64º Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (una de las conferencias episcopales más numerosas del mundo, con muchos cardenales). ¿Quién ha celebrado, en la Basílica de San Pedro, la Misa para los 232 miembros de la CEI? El cardenal Marc Ouellet.


Obviamente no podemos leer en los pensamientos del Papa y saber por qué Benedicto XVI da tanta visibilidad al actual Prefecto de la Congregación para los Obispos, pero es un hecho innegable que este obispo canadiense se ha convertido, en pocos años, en uno de las personas más importantes de la Iglesia Católica. Su curriculum, rico de estudios y de muchas experiencias pastorales, explica este “ascenso”.


Marc Ouellet nació el 8 de junio de 1944 en Lamotte, en la diócesis canadiense de Amos. Su vocación nació en los años `60, que fueron en todo Occidente los años de la contestación; se contestaba toda autoridad, también en la Iglesia. A pesar de esta atmósfera poco favorable, el joven Marc logró seguir su vocación sacerdotal y en 1968 se convirtió en sacerdote diocesano. En 1972 decidió entrar en la Compañía de los Sacerdotes de San Sulpicio (sulpicianos), cuyo carisma es la formación de los sacerdotes.


Comienza, por estudios y trabajo, a viajar: en primer lugar a Colombia, luego a la Roma pontificia (estudia en el Angelicum y en la Gregoriana), y también a Austria (Inssbruk) y Alemania (Passau) para los estudios de lengua alemana. Los estudios y los viajes enriquecen mucho a este joven sacerdote del Quebec. En los años `70 y `80, trabajando en varios seminarios de Colombia, ha tenido la posibilidad de aprender la lengua española y conocer la Iglesia en América Latina, continente donde vive la mayor parte de los católicos del mundo.


Como teólogo, ha estado vinculado a la revista Communio y al gran teólogo suizo Hans Urs Von Balthasar. En 1996-1997 volvió a Roma para enseñar en el Instituto Juan Pablo II para la Familia. En el 2001 el Papa lo nombra Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la unidad de los Cristianos pero su estadía es breve porque, al año siguiente, Juan Pablo II lo envía nuevamente a Canadá, nombrándolo como 14º Arzobispo metropolitano de Quebec y primado de Canadá, y elevándolo a la dignidad cardenalicia en el 2003.


En Canadá, el cardenal Ouellet ha debido afrontar la profunda secularización de la sociedad canadiense francófona, hasta poco tiempo atrás muy religiosa y vinculada a la Iglesia católica, así como la crisis vocacional. Lo hizo con gran celo y valentía, ganándose la estima de los fieles y del Papa. Cuando en el 2010 Benedicto XVI tuvo que elegir al sucesor del cardenal Re a la guía de la Congregación para los Obispos, la elección recayó sobre el arzobispo de Quebec. Y el cardenal Ouellet volvió una vez más a Roma para convertirse en uno de los más estrechos colaboradores del Santo Padre.


Con ocasión del segundo aniversario de su nombramiento como Prefecto de la Congregación para los Obispos, me he encontrado con el Card. Ouellet para hablar de su misión en la Iglesia.


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Siete años después de su nombramiento como Arzobispo de Quebec, el 30 de junio de 2010 Benedicto XVI lo ha llamado al Vaticano para dirigir una de las congregaciones más importantes: la Congregación para los Obispos. ¿Ha sido difícil dejar la diócesis por un trabajo, si bien muy prestigioso, en la Curia?


Ha sido difícil porque durante siete años he establecido una relación pastoral y espiritual muy profunda con la gente de Quebec, que es mi Patria. No pensaba en otras tareas, por lo tanto, el llamado del Papa ha sido una sorpresa para mí. Pero debo decir que dejar Quebec y venir a Roma era para mí una separación afectiva difícil.

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¿Podría decirnos, en pocas palabras, de qué se ocupa la Congregación para los Obispos?


La Congregación para los Obispos se ocupa de todo lo que concierne a las diócesis: la creación de las diócesis, su supresión, pero sobre todo la preparación de los nombramientos episcopales. Para preparar los nombramientos se necesita trabajar en estrecho contacto con los Nuncios Apostólicos y las Conferencias Episcopales para recoger toda la documentación que concierne a los eventuales candidatos para proponer al Santo Padre. Otra tarea de la Congregación es la de seguir el gobierno de las diócesis: intervenimos si hay problemas particulares en alguna diócesis que deben resolverse.

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¿Quién lo ayuda en su tarea?


Los principales responsables de la Congregación son tres: el Prefecto, el Secretario y el Sub-Secretario. Luego tenemos cerca de 30 personas, la mayor parte de los cuales son sacerdotes, que trabajan en nuestro dicasterio.

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Usted, como Prefecto de la Congregación para los Obispos, tiene este gran privilegio de encontrarse regularmente con el Santo Padre (habitualmente los sábados). ¿Cómo se desarrollan estos encuentros, se puede revelar?


Son encuentros de trabajo que se desarrollan con mucha sencillez y cordialidad. Todo el encuentro está concentrado en el informe que yo llevo conmigo: el Santo Padre lo recibe anticipadamente y por eso conoce su contenido. Entonces podemos intercambiar nuestras reflexiones y el Papa toma las decisiones.

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En su opinión, Eminencia, ¿qué cualidades debería tener un obispo católico en este difícil momento de nuestra historia?


Debe ser un hombre de fe firme: lo más importante es la fe del pastor. Debe ser un hombre preparado intelectualmente, capaz no sólo de predicar la fe sino también de defenderla. Éste es un rasgo que san Pablo subraya cuando habla de los obispos.

Pienso que necesitamos hombres valientes. En la cultura se ven menos los valores cristianos y los medios de comunicación son a veces muy críticos con la Iglesia. Por lo tanto, se necesita coraje para afrontar estos ataques y para proteger a los fieles de todas estas corrientes anticristianas así como para hacerles mantener la fe.

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¿Hay casos contrarios, es decir, el rechazo del candidato elegido para ser obispo?


Es cierto. Hay casos de rechazo. Si alguno rechaza, es necesario respetar la conciencia de la persona (alguien debe tener motivos serios para no aceptar). En ese caso se pide al Santo Padre que dispense a la persona de la aceptación del nombramiento para que la persona permanezca tranquila con la propia conciencia.

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Detrás del rechazo de la aceptación del nombramiento episcopal, ¿puede existir sencillamente el miedo a esta tarea?


Si alguien tiene miedo significa que no tiene suficiente fe. Si no tiene fe, entonces es correcto que no acepte.

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En su opinión, Eminencia, ¿el mecanismo de consultas para elegir un obispo funciona bien y permite al Santo Padre elegir al mejor candidato?


Eso espero, si bien no hay garantía al 100% de que los candidatos que presentamos al Santo Padre son los mejores posibles, porque también podemos equivocarnos. Pero el proceso de investigación es hecho con seriedad. Hay consultas con las personas competentes que, en el “secreto pontificio”, pueden decir todo aquello que saben y piensan, sin miedo de que sus declaraciones sean conocidas por las personas interesadas. De este modo se recogen informaciones sobre cada candidato que son analizadas durante la reunión plenaria de 30 cardenales y arzobispos, en la cual cada uno puede expresar su parecer y yo, como Prefecto, llevo al Santo Padre el resultado de ese discernimiento. Al Papa le corresponde la decisión final.

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¿Qué entendemos por el “secreto pontificio?


Las personas interrogadas deben mantener el “secreto pontificio”, es decir, no revelar a nadie sobre quién han sido interrogadas, el contenido de sus declaraciones y ni siquiera el hecho de haber sido consultados.

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¿El Santo Padre puede elegir autónomamente a su candidato, fuera de vuestras propuestas?


Ciertamente. Él es la Cabeza del Colegio de los sucesores de los Apóstoles y puede decidir en forma autónoma. Nuestra Congregación prepara los expedientes para el Santo Padre pero él recibe noticias e informaciones sobre las personas de muchas partes. Entonces, sin desatender los pareces de nuestra Congregación, puede decidir con toda libertad.

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Una de las tareas de Su Congregación es la organización de las visitas de los obispos al Vaticano previstas por el derecho eclesiástico, las llamadas visitas “ad limina Apostolorum”. Pero en todo el mundo los obispos son ya cinco mil. ¿Qué tipo de dificultades crea este hecho?


La normativa dice que cada obispo debería realizar la visita “ad limina” cada 5 años, pero los obispos son muchos y, aunque la normativa no ha cambiado todavía, en la práctica los tiempos se han alargado a 7 años. Hay también un cierto límite para las visitas privadas al Papa: las tradicionales visitas privadas de los obispos de 15 minutos son todavía posibles pero más escasas. Ahora los obispos encuentran al Santo Padre en pequeños grupos.

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Su rol de Prefecto de la Congregación para los Obispos lo pone en condición de conocer la realidad eclesiástica de muchos países y conocer a los obispos de todo el mundo. Desde este privilegiado punto de observación, ¿cómo ve la situación de la Iglesia católica y el “estado de la fe” en el mundo?


Hay una crisis de fe, especialmente en el mundo occidental. Por esta razón no por casualidad se habla desde hace años de la nueva evangelización y Benedicto XVI ha proclamado el Año de la Fe. La situación es alarmante y esto se ve en la disminución de las vocaciones y en las dificultades que encuentran los sacerdotes.


Pienso que la nueva evangelización se podrá hacer sobre la base de la renovada y más intensa comunión eclesial. Están bien las ideas nuevas, los proyectos nuevos, pero lo que convence es la verdadera comunión dentro de la Iglesia. Si nosotros no estamos en comunión unos con otros, entonces la presencia de Dios no es palpable y la Buena Noticia del Evangelio no pasa.

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Los documentos que producen los diversos organismos de la Iglesia, los congresos que se organizan, tantas bellas palabras que se escuchan, no suscitan la fe de un hombre de hoy. La gente encuentra la fe, se acerca a la Iglesia, gracias a los verdaderos testigos del Evangelio. ¿Cómo hacer que los cristianos se conviertan en auténticos testigos del mensaje evangélico?


La familia es la clave para el futuro de la evangelización. Hoy existe la crisis antropológica: la ausencia de Dios hace desaparecer también el sentido del hombre. Por lo tanto, es necesario reencontrar la identidad del hombre. Tal identidad está siempre en relación con los otros y las relaciones fundamentales son las relaciones familiares. Es necesario redescubrir la gracia de Dios en el sacramento del matrimonio, que es la clave para el futuro. De familias nuevas y generosas nacen vocaciones.

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Hablando de la familia y del matrimonio, quisiera recordar que usted, Eminencia, enseñaba en el Instituto Juan Pablo II para la Familia, en Roma. Hoy uno de los enemigos de la familia entendida como la unión de un hombre y una mujer es la ideología de género. ¿Cuáles son los riesgos de esta ideología que quiere imponer una nueva visión del hombre, una nueva antropología?


Es una nueva antropología que no tiene ya el fundamento divino, el fundamento bíblico. Nosotros somos creados a imagen y semejanza de Dios. Dios es relacional en la complementariedad de Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Entonces no sólo el individuo sino también la familia en su complementariedad es imagen de Dios. En cambio, esta ideología hace desaparecer la natural complementariedad de los sexos, la reduce a un factor cultural, niega que el hombre recibe su identidad de Dios y, en este sentido, niega la obra de Dios, convirtiéndose en una antropología sin Dios.


En la óptica de esta ideología el hombre puede elegir lo que quiere ser, puede “rehacerse” sólo, puede realizarse por sí mismo sólo sobre la base de la voluntad de poder. Ya en el Génesis se habla de esto: queremos ser como Dios, pero sin Dios. En cambio, Dios quiere “divinizarnos” en la Gracia, es decir, en el libre intercambio de amor entre Él y nosotros en Jesucristo. Los diversos lobbies quieren imponer a la gente esta ideología también a través de las legislaciones estatales. Entonces la Iglesia debe proponer la verdad sobre el hombre a la luz de la Revelación.

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¿Cuáles son los grandes desafíos que debe afrontar hoy la Iglesia?


El gran desafío concierne a la globalización de las comunicaciones, que ha creado un mundo nuevo, un mundo digital. Debemos entonces ver cómo insertarnos en este mundo, cómo ponerlo también al servicio del Evangelio. Debemos estar presentes para ofrecer a todos la luz del Evangelio. En este campo yo no tengo soluciones técnicas y estratégicas, pero veo que aquí hay un gran desafío.

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Usted, Eminencia, viaja a menudo y conoce bien las realidades eclesiales en el mundo. ¿Dónde ve los signos de esperanza en la Iglesia?


Los veo, en primer lugar, en los grandes movimientos eclesiales, en las muchas nuevas comunidades (pienso en los Focolares, en Comunión y Liberación, en la Comunidad de San Egidio, el Camino Neocatecumenal, el Movimiento Carismático, en Polonia en Fe y Luz). Allí hay una nueva evangelización en acto que ya produce frutos: he podido constatar esto en varias partes del mundo. En estas realidades existe el impulso hacia la vida evangélica y la vida de familia, nacen las nuevas vocaciones.

La realidad del Evangelio es el encuentro con Jesús, el Resucitado, que fascina y que hace nacer la comunión. Y donde hay comunión, está la Iglesia. Las nuevas comunidades son la nueva realidad de la Iglesia que puede revitalizar las parroquias y el tejido eclesial.


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Usted, Eminencia, conoce bien América Latina, el continente más “católico”. ¿Cómo está cambiando la situación de la Iglesia bajo la presión de la secularización y del proselitismo de las sectas?


Diría que, a pesar de todo, la situación sigue siendo positiva. Por muchas décadas la Iglesia en América Latina apuntaba a los temas de la justicia.

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La famosa opción preferencial por los pobres…


Así es. Este campo no se puede abandonar, pero no podemos resolver todos los problemas sociales del mundo. En cambio, recientemente – especialmente después de Aparecida – se ha apuntado a la principal misión de la Iglesia: anunciar a Jesús al mundo. Por lo tanto, veo también en América Latina un nuevo impulso para la misión: ha sido organizada una misión continental de 10 años de duración (del 2007 al 2017). Es un bello testimonio para todo el mundo. De modo que este continente sigue siendo para la Iglesia el “continente de la esperanza”.

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Fuente: Zenit (edición en lengua italiana)


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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