viernes, 16 de marzo de 2012

El Papa pone orden en la Curia Romana

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El Arzobispo Becciu, Sustituto de la Secretaría de Estado, ha hablado de la situación actual de la Curia Romana luego de las deplorables filtraciones de documentos reservados que se han producido en las últimas semanas y las decisiones del Papa Benedicto XVI al respecto.

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La imagen de la Curia Romana demasiadas veces transmitida en la opinión pública no corresponde a la realidad que, sin duda, es mucho mejor, aunque ofuscada por la grave deslealtad de algunos. Y precisamente la deslealtad está en la base de las filtraciones de documentos que han tenido resonancia mediática sobre todo en Italia.


Sobre este deplorable y triste fenómeno está en curso una investigación a varios niveles y el deseo es que se recomponga una atmósfera de confianza. El Papa, continuamente informado y entristecido por esto, se encuentra sereno y mira adelante. Estos son los puntos principales del diálogo del sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Becciu, con L’Osservatore Romano.


“Nunca había trabajado aquí y desde que llegué, el pasado 31 de mayo, he descubierto poco a poco personas dedicadas al servicio de la Santa Sede, con devoción al Papa, competentes, sanamente orgullosas de su trabajo”. Diplomático en siete países de cuatro continentes (Asia es el que falta) y nuncio apostólico en Angola y en Cuba, monseñor Becciu subraya – en contraste con la imagen, difundida en estos días, de una Curia como lugar de carrerismos y complots – que es una “realidad alejada de similares estereotipos”.


La memoria se dirige al discurso que el 21 de septiembre de 1963 pronunció Pablo VI: la Curia papal tiene la función “de ser custodia o eco de las divinas verdades y hacerse lenguaje y diálogo con los espíritus humanos”, luego “de escuchar y de interpretar la voz del Papa y al mismo tiempo de no dejar que le falte toda útil y objetiva información”. Precisamente de Roma “en estos últimos cien años ha venido aquel gobierno regular, infatigable, coherente, estimulador, que ha llevado a la Iglesia entera a ser capaz no sólo de expansión exterior, que todos deben reconocer, sino de sensibilidad y de vitalidad interior”. La Curia, dijo el Pontífice que allí había estado treinta años, “no es un cuerpo anónimo, insensible a los grandes problemas espirituales”, y tampoco “una burocracia, como injustamente algunos la juzgan, pretenciosa y apática, sólo canonista y ritualista, una fábrica de escondidas ambiciones y de sordos antagonismos, como otros la acusan”, sino “una verdadera comunidad de fe y de caridad, de oración y de acción”. De este modo – concluía Pablo VI recurriendo a una imagen evangélica muy querida por él –, “como lámpara sobre el candelero, esta antigua y siempre nueva Curia Romana” iluminará a cuantos están en la Iglesia.


Similares acentos se encuentran en la visita que Benedicto XVI hizo a su Secretaría de Estado el 21 de mayo de 2005, porco más de un mes después de la elección en el cónclave, y en palabras entonces improvisadas: “A la competencia y a la profesionalidad del trabajo que se realiza aquí, se suma también un aspecto particular, una profesionalidad particular: el amor a Cristo, a la Iglesia y a las almas, forma parte de nuestra profesionalidad. Nosotros no trabajamos, como dicen muchos del trabajo, para defender un poder. No tenemos un poder mundano, secular. No trabajamos por el prestigio, no trabajamos para hacer crecer una empresa o algo semejante. Nosotros trabajamos, en realidad, para que los caminos del mundo se abran a Cristo. En definitiva, todo nuestro trabajo, con todas sus ramificaciones, sirve precisamente para que su Evangelio, y así la alegría de la redención, pueda llegar al mundo”.


También hoy el sustituto siente confirmar este juicio positivo: el trabajo que se lleva a cabo hoy en la Secretaría de Estado es “desinteresado y de buen nivel, tanto entre los eclesiásticos como entre los laicos”. “En los últimos tiempos alguien me ha dicho que le avergonzaba decir que trabaja en el Vaticano – continúa monseñor Becciu – y yo le respondí: debes levantar la cabeza y estar, en cambio, orgulloso de ello”. Los pocos que se han comportado deslealmente “no deben oscurecer esta realidad positiva”. Para con ellos, el arzobispo usa palabras duras: más vale que miren su conciencia, porque es “deslealtad” y “cobardía” aprovecharse de una “situación de privilegio” para publicar documentos hacia los cuales “tenían la obligación de respetar la confidencialidad”.


Por eso, la Secretaría de Estado ha dispuesto una cuidadosa investigación que concierne a todos los organismos de la Santa Sede: a nivel penal conducida por el Promotor de Justicia del Tribunal vaticano y a nivel administrativo llevada a cabo por la misma Secretaría de Estado, mientras una comisión superior ha sido encargada por el Papa de traer luz sobre toda la situación. “La esperanza es que se recomponga la base de nuestro trabajo: la confianza recíproca”, que obviamente presupone “seriedad, lealtad, corrección”. Benedicto XVI, a pesar del dolor que todo esto le provoca, “nos anima, no obstante – concluye monseñor Becciu –, a mirar hacia delante, y su testimonio cotidiano de serenidad y determinación es un estímulo para todos nosotros”.


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Fuente: L’Osservatore Romano

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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