martes, 31 de agosto de 2010

Encuentro del Papa con sus ex-alumnos: “Fidelidad a la tradición, apertura al futuro”

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SS Benedetto XVI - Convegno con gli ex- Alunni , Sala della Rocca , Palazzo Apostolico di Castel Gandolfo - 28-08-2010 





 - (Copyright L'OSSERVATORE ROMANO - Servizio Fotografico - photo@ossrom.va)

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L’Osservatore Romano ha publicado un nuevo artículo sobre el seminario de verano de Benedicto XVI con sus ex-alumnos, que ha tenido como tema la hermenéutica del Concilio Vaticano II. En este artículo, Mons. Kurt Koch, relator principal, comenta algunas de las conclusiones y ofrece detalles sobre sus dos intervenciones.  

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“Fidelidad a la tradición, apertura al futuro: es la interpretación más correcta del concilio Vaticano II, que sigue siendo la magna charta de la Iglesia también en el tercer milenio”. Es lo que ha surgido del así llamado Ratzinger Schülerkreis, según el arzobispo Kurt Koch, relator principal en el encuentro del Papa con sus ex-alumnos, realizado del 27 al 30 de agosto en Castelgandolfo. El nuevo Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos habla a nuestro periódico de “una experiencia concreta, vivaz, positiva” y resume los contenidos de las dos relaciones del sábado 28 de agosto.


“En la primera – dice – propuse una reflexión sobre cómo leer e interpretar el concilio Vaticano II, indicando la prioridad de una hermenéutica de reforma”. Una “cuestión que he retomado y desarrollado en la segunda relación, profundizando en particular la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la liturgia, precisamente para mostrar en forma concreta cómo se puede realizar una hermenéutica de reforma”. A las dos relaciones, explica, “ha seguido un debate de más de una hora, muy interesante y rico en contribuciones significativas”. Según monseñor Koch, “se ha podido captar cuán fundamental es la dimensión espiritual de la vida cristiana, en todo aspecto. Y esto vale, desde mi punto de vista, también en el diálogo ecuménico que constituye el campo de trabajo más directo delante de mí”. Precisamente “el hecho de que haya sido concreto ha hecho el debate muy útil para el trabajo de cada uno”. Lo confirma las palabras de ánimo que le dirigió personalmente Benedicto XVI en la audiencia privada del 30 de agosto. “Hemos hablado – dice el arzobispo – de mi nuevo desafío ecuménico porque el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos no es una realidad independiente sino que tiene un mandato del Papa para ver cómo puede desarrollarse el diálogo en el futuro”.


Entrando en el detalle de sus dos relaciones, monseñor Koch explica que la primera, sobre “Concilio Vaticano II entre tradición e innovación”, ha sido articulada en siete puntos: “una historia de recepción y no recepción; hermenéutica de reforma en una continuidad fundamental; ¿ruptura de la tradición del concilio?; retorno a las fuentes y aggiornamento; criterios de una hermenéutica de la reforma (interpretación integral de los textos conciliares, unidad de dogmática y pastoral, ninguna división entre espíritu y letra); amplitud y plenitud católicas; la herencia del concilio en los desafíos actuales; reforma eclesial como tarea espiritual”.


Para la segunda relación, sobre la “reforma postconciliar de la liturgia entre continuidad y discontinuidad”, monseñor Koch ha seguido un esquema de ocho temáticas. “He partido – explica – de la constatación de que la liturgia es el punto crucial de la hermenéutica conciliar, para luego tratar la fenomenología y la teología de la liturgia; la liturgia en su desarrollo orgánico (con el principio de la participación activa de todos los fieles en la liturgia y el principio de una más fácil comprensibilidad y sencillez de los ritos); luces y sombras en la liturgia post-conciliar; la tutela del gran patrimonio de la liturgia; la necesaria reforma de la reforma, basada en el primado cristológico, la unidad de culto neotestamentario y la liturgia neotestamentaria, la liturgia cristiana y las religiones de la humanidad, la dimensión cósmica de la liturgia. Finalmente, la revitalización del misterio pascual ha sido la última temática presentada antes de las conclusiones”.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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Benedicto XVI publicará un nuevo libro-entrevista con Peter Seewald

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Benedicto XVI ha decidido publicar un libro-entrevista, un nuevo diálogo con el periodista alemán Peter Seeawald, que ya dos veces lo había entrevistado ampliamente, cuando Joseph Ratzinger era cardenal.


La noticia, proveniente de ambientes editoriales alemanes, es publicada esta mañana por el Tagespost y encuentra confirmación en el Vaticano.


En marzo próximo, durante la Cuaresma, está prevista la salida del segundo volumen del libro del Papa sobre Jesús de Nazaret, dedicado al momento culminante de la vida de Cristo: la Pasión, Muerte y Resurrección. Y ya se habla de un ulterior volumen que Benedicto XVI escribirá afrontando el tema de la infancia del Nazareno.


El libro-entrevista con Seewald no se ubica en este plano y, aunque hasta el momento no ha sido establecida la fecha de publicación, es razonable pensar que estará en librería dentro de un año. En Italia, el volumen debería ser editado por la Libreria Editrice Vaticana – que, como se sabe, detenta los derechos de autor de todas las obras del Pontífice – mientras que no aún no se ha establecido nada definitivo para la edición alemana: la LEV tendría intención de publicar el libro bajo la editorial Herder, mientras que el entrevistador preferiría un editor más laico, como Heyne.


El nuevo diálogo con el periodista alemán, que durante el verano ya ha realizado las grabaciones de la entrevista con el Papa, será el cuarto libro de este género para Joseph Ratzinger.


Como Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1985, el futuro Pontífice se hizo entrevistar por el escritor Vittorio Messori, que luego sería también autor del libro-entrevista con Juan Pablo II, el primero de un Papa (“Cruzando el umbral de la esperanza”, 1994). De allí nació el best-seller “Informe sobre la fe”, un libro que hizo época, anticipando lo que el Papa Ratzinger definirá la hermenéutica correcta del Concilio. En el libro, el cardenal afirmaba, entre otras cosas: “Entre las tares más urgentes para el cristiano, está la recuperación de la capacidad de oponerse a muchas tendencias de la cultura circunstante, renunciando a cierta solidaridad demasiado eufórica post-conciliar”.


Poco más de diez años después, en 1997, el Prefecto de la Fe decidió dialogar de nuevo con un periodista, esta vez con Peter Seewald. Salió así “La sal de la tierra”, libro dedicado a “cristianismo e Iglesia Católica en el siglo XXI”. El periodista describe así aquellos encuentros en la introducción: “El Cardenal nunca me preguntó nada de mi pasado o de mi estado de vida. Ni siquiera quiso que le fueran anticipadas las preguntas, ni pretendió que alguna cosa fuese eliminada o agregada. La atmósfera del encuentro ha sido intensa y seria, pero a veces este príncipe de la Iglesia se sentaba en forma tan ligera sobre su silla que se tenía la impresión de estar con un estudiante. Una vez interrumpió nuestra conversación para retirarse a meditación o, tal vez, también para pedir al Espíritu Santo las palabras justas”. El encuentro con Ratzinger marca también la vida de Seewald, que redescubre la fe.


La experiencia se repite algunos años después. Seewald entrevista nuevamente a Ratzinger al alba del nuevo milenio y en el 2001 publica otro best-seller, “Dios y el mundo”, dedicado a “ser cristianos en el nuevo milenio”.


Los muchísimos lectores de estos libros saben que Ratzinger no escapa a ninguna pregunta y no tiene miedo de afrontar los argumentos más espinosos, como atestiguan sus respuestas durante las entrevistas sobre el avión con los periodistas que siguen sus viajes.


El nuevo libro no tiene todavía un títutlo oficial. La hipótesis de trabajo al momento es “Luz del mundo”, pero es posible que sea cambiado. ¿Cuándo decidió el Papa aceptar esta propuesta? En noviembre de 2008, durante un encuentro ocurrido luego de la audiencia general, Vittorio Messori propuso a Benedicto XVI “actualizar” Informe sobre la fe: “Sólo deme tres días”, dijo el escritor. Ratzinger no dijo no, pero bromeó diciendo: “Para mí ahora es difícil incluso tres horas…”. La idea, en aquel momento impracticable, no debió haberle disgustado. Y así, cuando algunos meses atrás Seewald le propuso un nuevo diálogo, le ha respondido que sí.

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Fuente: Sacri Palazzi


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 30 de agosto de 2010

“He resistido, con lo mejor de mis fuerzas, al espíritu del liberalismo en la religión”

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El 12 de mayo de 1879, el entonces Padre Newman acudió a Roma para recibir el “biglietto” que le anunciaba que el Papa León XIII había decidido elevarlo a la dignidad cardenalicia. En ese entonces, pronunció un memorable discurso que ahora publicamos, tomándolo de la traducción ofrecida por la revista Humanitas. Sorprende, de modo especial, la actualidad de las palabras pronunciadas por el futuro beato.

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Le agradezco, Monseñor, la participación que me hecho del alto honor que el Santo Padre se ha dignado conferir sobre mi humilde persona. Y si le pido permiso para continuar dirigiéndome a Ud., no en su idioma musical, sino en mi querida lengua materna, es porque en ella puedo expresar mis sentimientos, sobre este amabilísimo anuncio que me ha traído, mucho mejor que intentar lo que me sobrepasa.


En primer lugar, quiero hablar del asombro y la profunda gratitud que sentí, y siento aún, ante la condescendencia y amor que el Santo Padre ha tenido hacia mí al distinguirme con tan inmenso honor. Fue una gran sorpresa. Jamás me vino a la mente semejante elevación, y hubiera parecido en desacuerdo con mis antecedentes. Había atravesado muchas aflicciones, que han pasado ya, y ahora me había casi llegado el fin de todas las cosas, y estaba en paz. ¿Será posible que, después de todo, haya vivido tantos años para esto? Tampoco es fácil ver cómo podría haber soportado un impacto tan grande si el Santo Padre no lo hubiese atemperado con un segundo acto de condescendencia hacia mí, que fue para todos los que lo supieron una evidencia conmovedora de su naturaleza amable y generosa. Se compadeció de mí y me dijo las razones por las cuales me elevaba a esta dignidad. Además de otras palabras de aliento, dijo que su acto era un reconocimiento de mi celo y buen servicio de tantos años por la causa católica, más aún, que creía darles gusto a los católicos ingleses, incluso a la Inglaterra protestante, si yo recibía alguna señal de su favor. Después de tales palabras bondadosas de Su Santidad, hubiera sido insensible y cruel de mi parte haber tenido escrúpulos por más tiempo.


Esto fue lo que tuvo la amabilidad de decirme, ¿y qué más podía querer yo? A lo largo de muchos años he cometido muchos errores. No tengo nada de esa perfección que pertenece a los escritos de los santos, es decir, que no podemos encontrar error en ellos. Pero lo que creo poder afirmar sobre todo lo que escribí es esto: que hubo intención honesta, ausencia de fines personales, temperamento obediente, deseo de ser corregido, miedo al error, deseo de servir a la Santa Iglesia, y, por la misericordia divina, una justa medida de éxito.   Y  me alegra decir que me he opuesto desde el comienzo a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años, he resistido con lo mejor de mis fuerzas al espíritu del liberalismo en religión. ¡Nunca la Santa Iglesia necesitó defensores contra él con más urgencia que ahora, cuando desafortunadamente es un error que se expande como una trampa por toda la tierra! Y en esta ocasión, en que es natural para quien está en mi lugar considerar el mundo y mirar la Santa Iglesia tal como está, y su futuro, espero que no se juzgará fuera de lugar si renuevo la protesta que hecho tan a menudo.


El liberalismo religioso es la doctrina que afirma que no hay ninguna verdad positiva en religión, que un credo es tan bueno como otro, y esta es la enseñanza que va ganando solidez y fuerza diariamente. Es incongruente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera. Enseña que todas deben ser toleradas, pues todas son materia de opinión. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento o gusto; no es un hecho objetivo ni milagroso, y está en el derecho de cada individuo hacerle decir tan sólo lo que impresiona a su fantasía. La devoción no está necesariamente fundada en la fe. Los hombres pueden ir a iglesias protestantes y católicas, pueden aprovechar de ambas y no pertenecer a ninguna. Pueden fraternizar juntos con pensamientos y sentimientos espirituales sin tener ninguna doctrina en común, o sin ver la necesidad de tenerla. Si, pues, la religión es una peculiaridad tan personal y una posesión tan privada, debemos ignorarla necesariamente en las interrelaciones de los hombres entre sí. Si alguien sostiene una nueva religión cada mañana, ¿a ti qué te importa? Es tan impertinente pensar acerca de la religión de un hombre como acerca de sus ingresos o el gobierno de su familia. La religión en ningún sentido es el vínculo de la sociedad.


Hasta ahora el poder civil ha sido cristiano. Aún en países separados de la Iglesia, como el mío, el dicho vigente cuando yo era joven era: “el cristianismo es la ley del país”. Ahora, en todas partes, ese excelente marco social, que es creación del cristianismo, está abandonando el cristianismo. El dicho al que me he referido se ha ido o se está yendo en todas partes, junto con otros cien más que le siguen, y para el fin del siglo, a menos que interfiera el Todopoderoso, habrá sido olvidado. Hasta ahora, se había considerado que sólo la religión, con sus sanciones sobrenaturales, era suficientemente fuerte para asegurar la sumisión de nuestra población a la ley y al orden. Ahora, los filósofos y los políticos están empeñados en resolver este problema sin la ayuda del cristianismo. Reemplazarían la autoridad y la enseñanza de la Iglesia, antes que nada, por una educación universal y completamente secular, calculada para convencer a cada individuo que su interés personal es ser ordenado, trabajador y sobrio. Luego, para el funcionamiento de los grandes principios que toman el lugar de la religión, y para el uso de las masas así educadas cuidadosamente, se provee de las amplias y fundamentales verdades éticas de justicia, benevolencia, veracidad, y semejantes, de experiencia probada, y de aquellas leyes naturales que existen y actúan espontáneamente en la sociedad, y en asuntos sociales, sean físicas o psicológicas, por ejemplo, en el gobierno, en los negocios, en las finanzas, en los experimentos sanitarios, y en las relaciones internacionales. En cuanto a la religión, es un lujo privado que un hombre puede tener si lo desea, pero por el cual, por supuesto, debe pagar, y que no debe imponer a los demás ni permitirse fastidiarlos.


El carácter general de esta gran apostasía es uno y el mismo en todas partes, pero en detalle, y en carácter, varía en los diferentes países. En cuanto a mí, hablaría mejor de mi propio país, que sí conozco. Creo que allí amenaza con tener un formidable éxito, aunque no es fácil ver cuál será su resultado final. A primera vista podría pensarse que los ingleses son demasiado religiosos para un movimiento que, en el continente, parece estar fundado en la infidelidad. Pero nuestra desgracia es que, aunque termina en la infidelidad como en otros lugares, no necesariamente brota de la infidelidad. Se debe recordar que las sectas religiosas que se difundieron en Inglaterra hace tres siglos, y que son tan poderosas ahora, se han opuesto ferozmente a la unión entre la Iglesia y el Estado, y abogarían por la descristianización de la monarquía y de todo lo que le pertenece, bajo la noción de que semejante catástrofe haría al cristianismo mucho más puro y mucho más poderoso. Luego, el principio liberal nos está forzando por la necesidad del caso. Considerad lo que se sigue por el mismo hecho de que existen tantas sectas. Se supone que son la religión de la mitad de la población, y recordad que nuestro modo de gobierno es popular. Uno de cada doce hombres tomados al azar en la calle tiene participación en el poder político, y cuando les preguntáis sobre sus creencias representan una u otra de por lo menos siete religiones. ¿Cómo puede ser posible que actúen juntos en asuntos municipales o nacionales si cada uno insiste en el reconocimiento de su propia denominación religiosa? Toda acción llegaría a un punto muerto a menos que el tema de la religión sea ignorado. No podemos ayudarnos a nosotros mismos. Y, en tercer lugar, debe tenerse en cuenta que hay mucho de bueno y verdadero en la teoría liberal. Por ejemplo, y para no decir más, están entre sus principios declarados y en las leyes naturales de la sociedad, los preceptos de justicia, veracidad, sobriedad, autodominio y benevolencia, a los que ya me he referido. No decimos que es un mal hasta no descubrir que esta serie de principios está propuesta para sustituir o bloquear la religión. Nunca ha habido una estratagema del Enemigo ideada con tanta inteligencia y con tal posibilidad de éxito. Y ya ha respondido a las expectativas que han aparecido sobre la misma. Está haciendo entrar majestuosamente en sus filas a un gran número de hombres capaces, serios y virtuosos, hombres mayores de aprobados antecedentes, y jóvenes con una carrera por delante.


Tal es el estado de cosas en Inglaterra, y es bueno que todos tomemos conciencia de ello. Pero no debe suponerse ni por un instante que tengo temor de ello. Lo lamento profundamente, porque preveo que puede ser la ruina de muchas almas, pero no tengo temor en absoluto de que realmente pueda hacer algún daño serio a la Palabra de Dios, a la Santa Iglesia, a nuestro Rey Todopoderoso, al León de la tribu de Judá, Fiel y Veraz, o a Su Vicario en la tierra. El cristianismo ha estado tan a menudo en lo que parecía un peligro mortal, que ahora debemos temer cualquier nueva adversidad. Hasta aquí es cierto. Pero, por otro lado, lo que es incierto, y en estas grandes contiendas es generalmente incierto, y lo que es comúnmente una gran sorpresa cuando se lo ve, es el modo particular por el cual la Providencia rescata y salva a su herencia elegida, tal como resulta. Algunas veces nuestro enemigo se vuelve amigo, algunas veces es despojado de esa especial virulencia del mal que es tan amenazante, algunas veces cae en pedazos, algunas veces hace sólo lo que es beneficioso y luego es removido. Generalmente, la Iglesia no tiene nada más que hacer que continuar en sus propios deberes, con confianza y en paz, mantenerse tranquila y ver la salvación de Dios. “Los humildes poseerán la tierra y gozarán de inmensa paz” (Salmo 37,11).


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Fuente: Humanitas

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sábado, 28 de agosto de 2010

En Austria, una comunidad religiosa que crece cada vez más

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En marzo de este año informábamos sobre la creación del primer monasterio de cistercienses en Sri Lanka, por pedido expreso de Mons. Malcolm Ranjith, Arzobispo de Colombo. Los monjes que llegaron a Sri Lanka provienen del monasterio de Heiligenkreuz, en Austria, monasterio que crece año a año.

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Viena (kath.net/Cross Press) - En el monasterio cisterciense de Heiligenkreuz, en el Bosque de Viena, la cantidad de monjes ha aumentado a 88, el número más alto de miembros en sus casi 900 años de historia. La edad promedio de los monjes es 47 años.


“Tal ola de jóvenes que quieren participar en nuestra vida no ha sucedido desde la Edad Media”, afirma el P. Karl Wallner, joven profesor de Dogmática en la Academia de la Orden.


En cuanto al secreto de cómo puede haber tantos pidiendo ingresar, dice: “Se trata sobre todo de la Liturgia y el canto gregoriano, junto con nuestra fidelidad al Papa y a las enseñanzas de la Iglesia”.


La semana pasada el Abad Henckel Donnersmark recibió a siete jóvenes en el noviciado, seis novicios hicieron sus votos temporales mientras otros cinco novicios se siguen preparando para esto, siete monjes decidieron profesar “votos solemnes” y cuatro monjes fueron ordenados diáconos por el Obispo Lackner.


“Es interesante que todos los que ingresaron han hecho su primer contacto con nosotros por medio de Internet. Algunos han visitado la página web del claustro repetidas veces, hasta que encontraron el coraje para visitarnos por primera vez en sus vidas”.


“Usque ad mortem”


En la Fiesta de la Asunción (Fiesta Patronal de Heiligenkreuz), siete jóvenes monjes que ya habían profesado votos temporales hiceron su profesión perpetua, los votos “usque ad mortem”, hasta la muerte.


Joahnnes Paul Chavanne y Tobias Westerthaler, ambos de Viena; Edmund Waldstein de la Baja Austria; Damian Lienhart y Emmanuel Heissenberger de Estiria; y Justinus Pech y Placidus Beilicke, procedentes de Alemania.
Provienen de distintos entornos profesionales, pero todos ellos tienen apenas más de 20 años. En su profesión participaron 120 sacerdotes y religiosos, junto con 700 fieles y familiares, que llenaron los alrededores del monasterio en el ágape que continuó.


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Fuente: The Eponymous Flower


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 27 de agosto de 2010

Card. Comastri: “La Madre Teresa de Calcuta salvó mi sacerdocio”

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El Arcipreste de la Basílica de San Pedro recordó en la Misa este jueves cómo una promesa que hizo a la Madre Teresa cuarenta años atrás preservó su vocación. Ella le había enseñado que sin la oración, la caridad no existe.


El Cardenal Comastri presidió la celebración eucarística en la Iglesia de San Lorenzo en Dámaso en Roma, que presentaba un clima acogedor con la presencia de 100 hermanas misioneras de la caridad, más de 20 sacerdotes concelebrantes, líderes del gobierno local y un muy variado número de fieles.


Los que asistieron a la Iglesia se vieron gratamente sorprendidos por la presencia del recién llegado Prefecto de la Congregación para los Obispos, el Cardenal Marc Ouellet, quien también concelebró y leyó un mensaje del Papa al comienzo de la Misa.


En una homilía en la que remarcó que el amor es el fundamento de nuestra existencia, el Cardenal Comanstri recordó un encuentro personal con la fundadora de las Misioneras de la Caridad cuando él era un joven sacerdote.


Su primer contacto con la Madre Teresa fue una carta que él le envió apenas después de ser ordenado sacerdote. Su respuesta “inesperada” fue realmente sorprendente, porque estaba escrita “en un papel muy pobre, en un sobre muy pobre”.


Tiempo después, el Cardenal Comastri fue a buscarla cuando ella se encontraba de visita en Roma, para agradecerle por la respuesta. Cuando se encontró con ella, la Madre Teresa le hizo una pregunta que lo dejó “un poco avergonzado”.


“¿Cuántas horas al día reza?”, le preguntó.


Entre 1969 y 1970, recordó, la Iglesia estaba en un tiempo de “conflicto”, por lo que creyéndose “cercano al heroísmo”, el entonces Padre Comastri le explicó que rezaba la Misa diaria, la Liturgia de las Horas y el Rosario.


A esto, la Madre Teresa le respondió rotundamente: “Eso no es suficiente”.


“El amor no puede ser vivido de forma minimalista”, le dijo, y le pidió que le prometiera hacer media hora de adoración cada día.


“Se lo prometí”, dijo el Cardenal Comastri, “y hoy puedo decir que esto salvó mi sacerdocio”.


En esa ocasión, tratando de defenderse, le dijo a la Madre Teresa que pensaba que ella le iba a preguntar cuánta caridad hacía. Ella le respondió: “¿Y crees que si no rezara yo sería capaz de amar a los pobres? Es Jesús el que pone amor en mi corazón, cuando rezo”.


Ella ayudaba a los pobres, pero era “siempre el Amor de Jesús”, le dijo la santa hermana.


Entonces, la Madre le dijo algo que nunca olvidaría: que leyera la Escritura.


Por medio de las enseñanzas de Jesús, le dijo, se nos recuerda que “sin Dios somos demasiado pobres para ayudar a los pobres”. Es por esto, le explicó, “que tanta asistencia cae en el vacío. No cambia nada, no contribuye en nada porque no trae amor y no nace de la oración”.


Concluyendo la homilía, el Cardenal Comastri dijo que “a través de esta pequeña mujer… se nos recuerda que la caridad es el apostolado de la Iglesia, y que la caridad sólo nace si rezamos”.


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Fuente: Catholic News Agency


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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La fiesta del Cardenal Newman será el 9 de octubre

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El mes próximo el Papa Benedicto XVI declarará que la fiesta del Cardenal John Henry Newman se celebrará el 9 de octubre, fecha de su conversión en 1845.


El anuncio de la fiesta forma parte de la declaración de beatificación del Papa, que ha sido publicada como parte de un cuadernillo impreso para la visita papal.


El cuadernillo también contiene oraciones de preparación para la visita, y los textos de las Misas de los días que van desde el 12 de septiembre hasta el 29 de septiembre, incluidas las Misas de la visita papal.


También tiene prefacios del Cardenal Keith O’Brien, del Arzobispo Vincent Nichols, de Lord Patten de Barnes y del arzobispo [anglicano] de Canterbury, el Dr. Rowan Williams.


El cuadernillo cuenta también con ensayos a cargo de católicos prominentes como el Padre Ian Ker, experto en Newman, el Obispo Malcolm McMahon de Nottingham, y el actual embajador ante la Santa Sede, Francis Campbell.


Gabriel Communications y las conferencias episcopales de Inglaterra, Gales y Escocia están a cargo de la distribución de este cuadernillo. Un millón de copias serán enviadas a las parroquias de Gran Bretaña.


Mons. Andrew Summersgill, coordinador de la visita papal, ha dicho que aunque “no alcanzará para todos los que asisten regularmente a Misa”, habrá “sin duda” copias suficiente “para cada familia” y para los que asistan a los eventos con el Papa.

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Fuente: Catholic Herald


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 26 de agosto de 2010

Hermenéutica del Vaticano II: comienza el debate del Papa con sus alumnos

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SS Benedetto XVI - Seminario estivo dell' associazione degli  ex - allievi  , Palazzo Pontificio di Castel Gandolfo - 29-08-2009 





 - (Copyright L'OSSERVATORE ROMANO - Servizio Fotografico - photo@ossrom.va)

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Como ya hemos informado, se realizará en estos días el encuentro anual del Papa Benedicto XVI con sus ex-alumnos, que este año tendrá como tema la hermenéutica del Concilio Vaticano II. Ofrecemos una nota publicada en L’Osservatore Romano en la que se dan algunos detalles de este acontecimiento.

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La hermenéutica del Concilio Vaticano II está, este año, en el centro del tradicional seminario de verano de los ex-alumnos de Benedicto XVI, reunidos en el así llamado Ratzinger Schülekreis.


El encuentro se llevará a cabo desde el viernes 27 hasta el lunes 30 de agosto, en el centro de congresos Mariápolis de Castelgandolfo. Los participantes serán unos cuarenta, todos ex-alumnos del profesor Ratzinger, que han discutido sus tesis con él en los años en que era docente en Alemania.


El relator principal es el arzobispo Kurt Koch, anteriormente obispo de Basilea, nombrado el pasado 1º de julio presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. El obispo tendrá dos intervenciones: la primera sobre “El Concilio Vaticano II entre tradición e innovación. La hermenéutica de la reforma entre la hermenéutica de una continuidad con ruptura y de una continuidad no histórica”; la segunda sobre “Sacrosanctum Concilium y la reforma post-conciliar de la liturgia”.


El nombre del relator principal y el tema del encuentro – como informa a nuestro periódico el salvatoriano Stephan Horn, presidente de la asociación de los ex-alumnos del Papa – han sido indicados y aprobados por el mismo Benedicto XVI entre un grupo de opciones posibles propuestas por los organizadores. La mayoría de los participantes proviene de Alemania y de Austria. Además de estos, hay también un italiano, un irlandés, un holandés, una coreana y un indio. Entre los presentes, estarán el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, el obispo auxiliar de Hamburgo Hans-Jochen Jaschke, docentes, párrocos, religiosas, religiosas y laicos. Como de costumbre, los encuentros – bajo el aspecto organizativo a cargo del padre Horn, quien recientemente festejó los 50 años de ordenación sacerdotal – se llevarán a cabo a puertas cerradas. En las jornadas del viernes y el sábado, después de la relación del arzobispo Koch, habrá una discusión libre sobre el tema, en la cual tomará parte también el Pontífice. El domingo por la mañana el momento culminante: los ex-alumnos participarán en la celebración eucarística presidida por Benedicto XVI en el centro de congresos Mariápolis.


Después del primer desayuno con el Papa, los presentes – a los cuales se unirán las nuevas generaciones de ex-alumnos, es decir, aquellos que han hecho sus tesis sobre textos de Ratzinger – participarán también en el Angelus en el patio del Palacio Apostólico de Castelgandolfo. Se ha hecho ya costumbre que en el último día del seminario de verano se sumen al grupo los nuevos ex-alumnos, constituidos en círculo tres años atrás.


Durante el encuentro de este año, el padre Horn entregará al Pontífice, en nombre de todos los ex-alumnos, el volumen que recoge las relaciones del seminario de verano del 2008, que tenía por tema “Conversaciones sobre Jesús”. La publicación ha sido promovida por la fundación Joseph Ratzinger Papa Benedicto XVI, con sede en Munich de Baviera, que tiene como objetivo la preparación y la organización del encuentro anual, la promoción de los estudios emprendidos por Ratzinger cuando era docente, la difusión de su enseñanza teológica y de su espiritualidad, además de la publicación de los libros de Benedicto XVI.


El primer encuentro de Ratzinger con sus ex-alumnos se llevó a cabo en marzo de 1977, cuando fue nombrado arzobispo de Munich y Freising. Desde aquel día, la cita se repite con frecuencia anual sobre un tema particular. Como confirma el padre Horn, “al Pontífice se le proponen tres temas y él mismo realiza la elección. El de este año era el primer tema de la lista que le hemos ofrecido”.


El tema del año pasado ha sido la misión ad gentes, mientras que el encuentro de dos años atrás estaba centrado sobre la cuestión de la correspondencia del Jesús descrito por los Evangelios con la historicidad de su figura y sobre la narración de la Pasión.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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“Ataque a Ratzinger”

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Andrea Tornielli y Paolo Rodari, dos de los vaticanistas más reconocidos, han publicado en Italia un libro en el que han investigado las crisis y los ataques que han caracterizado los primeros cinco años del actual pontificado. El libro, titulado “Attaco a Ratzinger. Accuse e scandali, profezie e complotti contro Benedetto XVI”, cuyo prefacio ofrecemos ahora en lengua española, demuestra, según sus autores, la veracidad de las palabras pronunciadas por un purpurado: “Lo único que realmente no se perdona a Ratzinger es el hecho de haber sido elegido Papa”.

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“Todavía recuerdo, como si fuese hoy, las palabras que escuché decir a un cardenal italiano, entonces muy poderoso en la Curia Romana, al otro día de la elección de Benedicto XVI. «Dos-tres años, durará sólo dos-tres años…». Lo hacía acompañando las palabras con un gesto de las manos, como para minimizar… Joseph Ratzinger, de setenta y ocho años, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe recién elegido sucesor de Juan Pablo II, debía ser un Papa de transición, pasar velozmente, pero sobre todo debía pasar sin dejar demasiada huella tras de sí… Ciertamente, una referencia a la duración del pontificado la hizo el mismo Ratzinger, en la Sixtina. Dijo que elegía el nombre de Benedicto por lo que había significado la figura del gran santo patrono de Europa, pero también porque el último Papa que había tomado este nombre, Benedicto XV, no había tenido un pontificado muy largo y había trabajado por la paz. Pero un pontificado no largo, a causa de la edad ya avanzada, no significar pasar sin dejar huella. También el de Juan XXIII debía ser – y, desde el punto de vista meramente cronológico, lo ha sido – un pontificado de transición. Pero cuánto ha cambiado la historia de la Iglesia… Lo he vuelto a pensar muchas veces: visto que no ha pasado tan velozmente como alguno esperaba, y visto que su pontificado está destinado a dejar un signo, se han multiplicado los ataques contra Benedicto XVI. Ataques de todo tipo. Una vez se dice que el Papa se ha expresado mal, otra vez se habla de error de comunicación, otra de un problema de coordinación entre las oficinas curiales, en otra ocasión de insuficiencia de ciertos colaboradores, otra del concordante intento por parte de fuerzas adversas a la Iglesia con la intención de desacreditarla. ¿Quiere saber mi impresión? Aunque en realidad el Santo Padre no está solo, aunque en torno a él hay personas fieles que tratan de ayudarlo, en muchas ocasiones es dejado objetivamente solo. No hay un equipo que prevenga la aparición de ciertos problemas, que reflexione sobre cómo responder de modo eficaz. Que trate de transmitir, de expandir su auténtico mensaje, a menudo distorsionado. De este modo, ésta es la pregunta que se ha vuelto más frecuente: ¿cuándo la próxima crisis? Me sorprende también el hecho de que a veces estas crisis llegan después de decisiones importantes… Me estoy preguntando, por ejemplo, qué ocurrirá ahora que Benedicto XVI ha proclamado valientemente las virtudes heroicas de Pío XII junto a las de Juan Pablo II”.


Cuando esta confidencia fue hecha a uno de nosotros, en vísperas de la Navidad del 2009, por un autorizado purpurado que trabaja desde hace muchos años en los sagrados palacios, el gran escándalo de los abusos de menores perpetrados por el clero católico aún no había explotado en toda su alcance. Estaba, sí, el gravísimo caso irlandés. Pero nada hacía predecir todavía que, como por contagio, la situación objetivamente peculiar de Irlanda – que ha mostrado la incapacidad de varios obispos de gobernar sus diócesis y de afrontar los casos de abusos de menores teniendo presente la necesidad de asistir en primer lugar a las víctimas, evitando que las violencias pudieran repetirse – terminaría por replicarse, por lo menos mediáticamente, en otras países. Y ha involucrado a Alemania, Austria, Suiza y, de nuevo, en las polémicas, a los Estados Unidos, donde el problema ya había surgido y de manera bastante devastadora al comienzo de este milenio.


Sólo recorriendo las reseñas de prensa internacionales, es necesario admitir la existencia de un ataque contra el Papa Ratzinger. Un ataque demostrado por el prejuicio negativo pronto a desencadenarse sobre cualquier cosa que el Pontífice diga o haga. Pronto a enfatizar ciertos particulares, pronto a crear “casos” internacionales. Este ataque concéntrico tiene origen fuera, pero con frecuencia también dentro de la Iglesia. Y es (inconscientemente) ayudado por la reacción a veces escasa de quien en torno al Papa podría hacer más para prevenir las crisis o para gestionarlas de modo eficaz. Es lamentablemente (en forma inconsciente) ayudado por la falta de una dirección y de una estrategia comunicativa, como se ha visto en el curso de lo que en las próximas páginas hemos definido “la semana negra”, con los incidentes representados por la homilía del Viernes Santo 2010 pronunciada por el padre Raniero Cantalamesssa, por las palabras del cardenal Angelo Sodano el día de Pascua, por las declaraciones del Secretario de Estado Tarcisio Bertone lanzadas durante su largo viaje pastoral a Chile.


Este libro no tiene intención de presentar una tesis preconcebida. No busca acreditar de partida la hipótesis del complot ideado por alguna “cúpula” o “spectre”, ni tampoco la del “complot mediático”, convertido a menudo en el cómodo salvoconducto detrás del cual algunos colaboradores del Pontífice se atrincheran para justificar demoras e ineficiencias. Sin embargo, es innegable que Ratzinger ha estado y está bajo ataque. Las críticas y las polémicas suscitadas por el discurso de Ratisbona; el clamoroso caso de la dimisión del neo-arzobispo de Varsovia Wielgus a causa de su antigua colaboración con los servicios secretos del régimen comunista polaco; las polémicas por la publicación del Motu proprio Summorum Pontificum; el caso del levantamiento de la excomunión a los obispos lefebvristas, que coincidió con la transmisión en video de la entrevista negacionista de las cámaras de gas concedida por uno de ellos a la televisión suiza; la crisis diplomática por las palabras papales sobre el preservativo durante el primer día del viaje a África; la propagación del escándalo de los abusos de menores, que todavía no parece aplacarse. De tormenta en tormenta, de polémica en polémica, el efecto ha sido el de “anestesiar” el mensaje de Benedicto XVI, encerrándolo en el cliché del Papa retrógrado, debilitando su alcance. Y sobre todo olvidando impulsos y aperturas demostrados por Ratzinger en estos primeros cinco años de pontificado sobre grandes temas como la pobreza, el cuidado de la creación, la globalización.


Pero este ataque nunca ha tenido una única dirección. Ha tenido, más bien, una ausencia de dirección. Aunque no se puede excluir que en varias ocasiones, también en el curso de la crisis por los escándalos de la pedofilia en el clero, se ha verificado una alianza entre diversos ambientes a los cuales puede resultar cómodo reducir al silencio la voz de la Iglesia, disminuyendo su autoridad moral y su ser fenómeno popular, tal vez con la secreta esperanza de que, en el giro de una década, termine contando en el escenario internacional como cualquier secta.


Hemos buscado documentar lo que ha ocurrido, hemos hecho hablar a los protagonistas y a los observadores más calificados, hemos recogido documentos y testimonios inéditos que ayudan a reconstruir lo ocurrido en los sagrados palacios y, más en general, en la Iglesia, durante las crisis de estos primeros cinco años de pontificado. Un pontificado que se ha abierto, después del cónclave-relámpago que ha durado un día, con las palabras pronunciadas por el Papa Ratzinger en el día de la Misa inaugural, el 24 de abril de 2005: “Rogad por mí, para que, no huya, por miedo, ante los lobos.”. Casi presintiendo que le esperaría un insidioso camino de obstáculos.


Paolo Rodari


Andrea Tornielli

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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 22 de agosto de 2010

El uso de la sotana y la hermenéutica de la continuidad

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El blog “Eponymous Flower” traduce al inglés un artículo publicado por el sitio web alemán “Kreuz.net”. Dicho artículo recoge las impresiones de un joven sacerdote alemán acerca del uso de la sotana y la hermenéutica de la continuidad. Aquí lo ofrecemos en lengua española.

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“Hace algunos años decidí usar la sotana”, dijo un sacerdote de Maguncia, P. Hendrick Jolie, en una entrevista con el sitio web ‘kath.net’.


El Padre Jolie ve la vestimenta sacerdotal en conexión con el enfoque de la “hermenéutica de la continuidad” de Benedicto XVI.


“El Papa sostiene con esta fórmula que no hay ‘dos Iglesias’ – una antes y una después del Concilio, sino la única Iglesia Católica Romana”.


Ésta es también la razón por la que, según el Padre Jolie, el Papa Benedicto XVI ha rehabilitado la Misa antigua y ha explicado el Concilio a la luz de la Tradición.


Cita al Papa: “Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande”.


El Padre Jolie concluye que “en el sentido de la hermenéutica de la continuidad, la sotana no es ni pre- ni post-conciliar”.


Hay que tomar con calma los insultos


La sotana es mucho más apropiada – “y muestra ser muy práctica” – para tener la oportunidad de hacer aparecer la dimensión espiritual de un modo visible en público.


También muestra a los hombres que el sacerdote es “distinto”.


“A menudo esto se pone junto con el ser ‘reaccionario’ o ‘conservador’, y eso lo tomo con calma”.


En realidad, “los sacerdotes que observan junto al Papa Benedicto la hermenéutica de la continuidad no son ni conservadores ni progresistas”.


El Padre Jolie ve en ellos la vanguardia del nuevo clero.


Un triste signo de desobediencia


El sacerdote señala que la ley de la Iglesia requiere que los sacerdotes usen vestimenta sacerdotal, están obligados a ella:


“Por tal razón, si el sacerdote ignora este deber, hay un triste signo de desobediencia y desunión del clero”.


Esto es para el Padre Jolie un signo externo del decaimiento del presbiterio.


Porque “dondequiera que los sacerdotes no están unidos con los demás, tampoco logran estar unidos con sus rebaños”.

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Fuente: Eponymous Flower


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 20 de agosto de 2010

Card. Ouellet: Buscar obispos que sean valientes “hombres de fe”

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El sitio web de la Arquidiócesis de Vancouver presenta un artículo sobre el nuevo Prefecto de la Congregación para los Obispos, el Cardenal Marc Ouellet, en el que se recogen algunas declaraciones del purpurado sobre la tarea que le espera. Luego de una ardua labor como Primado de Canadá, el Card. Ouellet se dispone a comenzar en los próximos días su nueva tarea en el Vaticano como uno de los principales colaboradores del Santo Padre.

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En sus nuevas obligaciones colaborando con el Papa en la elección de los obispos, el Cardenal Marc Ouellet buscará valientes “hombres de fe” que tengan “el coraje de ayudar a la gente a vivirla”.


El obispo tiene que guiar a la comunidad, por lo que necesita una profunda visión sobrenatural junto con la capacidad para evaluar el contexto político, cultural y sociológico, dijo el nuevo Prefecto de la Congregación de Obispos en una entrevista. Sobre todo, un obispo debe ser “audaz en proponer la Palabra y audaz en la fe en el poder de la Palabra y el poder del Espíritu”.


“Tenemos que atrevernos a hablar a lo profundo del corazón, donde el Espíritu del Señor toca a las personas más allá de lo que éstas puedan calcular”, dijo Ouellet. “Necesitamos discernimiento espiritual y no sólo un cálculo político de los riesgos en cuanto a la posibilidad de que el mensaje sea recibido”.


Ocho exigentes años como Arzobispo de Québec y Primado de Canadá han forjado la visión del episcopado de Ouellet. Durante este tiempo debió predicar la Buena Noticia en una cultura que ha abandonado sus raíces cristianas.


Ser fiel a la enseñanza católica le significó la oposición de la profundamente secularizada sociedad post-católica de Québec. Al mismo tiempo afrontó el desafío de asegurarse que sus sacerdotes lo siguieran. “Ellos también están en una situación de tensión”, dijo. “Éste es un equilibrio difícil”.


Ouellet también remarcó la importancia de la solidaridad entre los obispos.


Durante este año, Ouellet habló contra la falta de apoyo episcopal al Santo Padre durante la tormenta de críticas de los medios por su manejo de la crisis de los abusos sexuales. También Ouellet a menudo quedó solo en el torbellino negativo de los medios en Québec.


Pero reconoce que en una provincia grande como Québec, cada obispo tiene un contexto diferente. Una diócesis rural en una parte homogénea de la provincia se enfrenta con desafíos distintos a los de una gran ciudad multicultural como Montreal, en cuanto al modo en que el mensaje del Evangelio es transmitido.


La necesidad de unidad y solidaridad va más allá de declaraciones políticas, dijo. Implica un compromiso personal que pasa de la fe dogmática a la “fe existencial que significa el discernimiento espiritual de la Presencia de Dios y de la Voluntad de Dios”.


Estamos en un mundo en el que la herencia cristiana está siendo fuertemente contestada, por lo que tenemos que reconocer esto y proponerla mejor, aunque no a través de un intento de restaurar el pasado.


“Tenemos que hablarle a la gente acerca del Señor Crucificado y Resucitado, que está dando forma a la Iglesia, con gente fiel a Su Palabra, a Su Divina Presencia y a la comunidad que Él quiere ver viviendo de Su Espíritu”.


El obispo debe siempre tener un enfoque personal, dijo. Los obispos no sólo deben declarar posiciones dogmáticas, sino que deben creer profundamente en ellas, “entonces tienes poder de convicción”.


“Si sólo lo declaras formalmente pero, en definitiva, no lo quieres realmente ver aplicado porque no crees que sea posible que la gente lo acepte, entonces estás en problemas en cuanto a la transmisión del mensaje”, dijo.


Los obispos también deben ser cercanos a la gente, dijo. Ser espiritual no significa mantenerse a distancia.


“El Señor nos ha dado un corazón para que sea presencia de Su propio Corazón en medio de la gente”, dijo el Cardenal. “Por eso tenemos que estar atentos y cultivar lo que llamamos la santidad, la unidad con Él, una unidad cotidiana, en un modo que es muy humano y muy espiritual”.


Aboga por una actitud ascética en la oración, en orden a conservar la pureza de corazón. “El amor a las personas plenifica la vida del sacerdote”.


Ouellet asume este rol clave en el Vaticano en un tiempo en que la Iglesia se enfrenta con una crisis mundial por casos de abusos sexuales, especialmente en occidente, crisis que es alimentada por los medios secularistas de información.


Ouellet dijo que comparte la visión del Papa Benedicto según la cual los pecados de los sacerdotes han salido a la luz durante el Año Sacerdotal para dar a la Iglesia “una oportunidad de purificación”.


Informes de sucesos ocurridos hasta cuarenta años atrás han creado una sensación de pánico que ha distanciado a muchos de la Iglesia, admitió. Pero Ouellet dijo que el tema de los abusos sexuales es un problema extendido mucho más allá de la Iglesia. Después que la Iglesia supere su purificación, la comunidad de fieles ayudará al resto de la humanidad a enfrentarse con este problema espantoso.


“Tenemos que solucionar el problema por medio de la virtud y la prevención, y no sólo por medio del castigo y los medios legales”, dijo.


Ouellet llegó a Québec ocho años atrás, enfrentándose a la sospecha de ser “el hombre de Roma”, enviado para enderezar las cosas.


Deja Québec amado por muchos de los fieles, no sólo en Québec sino en todo Canadá. En su última celebración pública de la Eucaristía antes de partir para su nuevo trabajo, más de 2000 personas llenaron la Basílica de Sainte-Anne-de-Beaupré para darle los buenos deseos, entre olas de aplausos y gratitud.


Crece la especulación acerca de quién será el que lo reemplace como Arzobispo de Québec. En los próximos dos años, nueve o diez obispos alcanzarán la edad de retiro en la provincia.


“Tenemos que tener un renacer de la Iglesia en Québec, y esto va a suceder”, dijo Ouellet.


“Mi oración y mi deseo es, obviamente, que tengamos comunidades vivas con buenos sacerdotes, bien preparados intelectual y espiritualmente, con un sentido de profundo compromiso por Cristo, por la vida evangélica y por el amor a la gente”.


Ouellet pidió apertura para los nuevos movimientos en la Iglesia, y expresó su esperanza en que aquellos que ya están en Québec como Famille Marie-Jeunesse, Catholic Christian Outreach y el movimiento eucarístico asociado al Encuentro de Jóvenes – Montee Jeunesse se “multipliquen”.


“Creo profundamente que habrá una nueva evangelización”, dijo.


El cardenal también abogó por un nuevo dinamismo intelectual, y en especial por una reforma de la educación para “recapturar el espíritu de la cristiandad y crear una nueva cultura cristiana”.


“Necesitamos intelectuales para esto, teólogos, filósofos, cristianos que realmente crean en el Evangelio y compartan la doctrina de la Iglesia en las cuestiones morales”, dijo.


“Hemos sufrido esta mentalidad del disenso” que “aún domina la inteligencia”.


“No hay allí verdadero discipulado”, dijo. “El discipulado que está emergiendo viene de aquellos que creen y que realmente aman a la Iglesia”.

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Fuente: B.C. Catholic Paper


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 19 de agosto de 2010

Cor ad cor loquitur: Reino Unido espera a Benedicto XVI

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Ofrecemos un artículo escrito por Mons. Vincent Nichols, Arzobispo de Westminster y presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, publicado hoy en L’Osservatore Romano.

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La visita de Benedicto XVI al Reino Unido es, sin duda, un evento histórico. La invitación se la ha dirigido Su Majestad la Reina Isabel II. Y será precisamente ella quien recibirá al Papa a su llegada, el próximo 16 de septiembre, en Edimburgo. Esta visita, por lo tanto, marca una nueva fase en la larga y compleja historia de las relaciones entre los monarcas de esta tierra y el papado.


El Pontífice y la reina comparten algunas profundas preocupaciones: el bienestar de los pueblos del mundo, el rol de la enseñanza y los valores cristianos, la importancia de tener instituciones estables en beneficio de la sociedad. Estoy seguro de que tendrán mucho sobre lo que reflexionar durante el tiempo que transcurrirán juntos.


La primera Misa del Papa en tierra británica será celebrada el mismo día de la llegada, en Glasgow. El día sucesivo, en Londres, estará en cambio dedicado al encuentro con diversas realidades sociales. Comienza con un evento que celebra la educación católica y el rol que reviste en el sistema de instrucción de este país. Benedicto XVI podrá dirigirse a cada escuela del territorio, gracias a una conexión de Internet, e invitará a los niños, donde sea que se encuentren, a seguir los eventos de su visita y a sostenerlo con sus oraciones.


El Saint Mary's university college, en Twickenham, donde el evento tendrá lugar, es también una sede de entrenamiento para los próximos juegos olímpicos del 2012. Esto añadirá otra dimensión al evento, resaltando el interés por el deporte, común a muchas personas. Benedicto XVI se encontrará luego con diversas personalidades a cargo de distintos sectores y empresas, ellos mismos hombres y mujeres de fe, pertenecientes a las diversas confesiones presentes en este país. Hablará con ellos de la importancia de Dios como guía formativa e inspiradora para el bien común.


Por la tarde, el Pontífice se dirigirá al Lambeth Palace, residencia del arzobispo de Canterbury, y luego al Westminster Hall, la gran sala histórica en el corazón de Londres. Allí se dirigirá a los líderes políticos, civiles, diplomáticos y empresariales del Reino Unido. Westminster Hall es el lugar donde santo Tomás Moro fue condenado a muerte en 1535 por haber adherido a la fe católica. El evento tendrá una gran resonancia, no sólo por su valor histórico sino también por su actualidad. La jornada se concluirá en la abadía de Westminster, con la recitación de la oración de las Vísperas junto a todas las diversas comunidades cristianas en el Reino Unido. El Papa y el arzobispo de Canterbury rezarán juntos ante la tumba de san Eduardo, el Confesor, rey de Inglaterra muerto en 1066 y refundador de la abadía de Westminster. Él representa las profundas y comunes raíces cristianas de estas tierras.


Al día siguiente, el Papa celebrará la Misa en la catedral de Westminster, hará una visita a un instituto para el cuidado de ancianos y moribundos, y rezará en el Hyde Park, gran espacio abierto en el corazón de Londres.


El domingo 19 Benedicto XVI irá a Birmingham para la celebración de la Misa y la beatificación del venerable John Henry Newman. Este es un momento importantísimo de la visita. La beatificación del cardenal Newman pone ante la presencia de la Iglesia a un estudioso de gran altura, un escritor y poeta de méritos considerables, un sacerdote de parroquia profundamente amado por todos aquellos que lo conocían. Era un hombre que comprendía cómo mente y corazón debían ir de la mano en las grandes empresas de la vida, la más grande de las cuales es la búsqueda de Dios y de la relación salvífica con Él.


Newman hablaba y escribía con elocuencia de su búsqueda interior personal y de la alegría que ésta conlleva. Él expresaba el vacío de la vida sin Dios en estos términos: “Si mirara un espejo y no viera mi rostro, experimentaría el tipo de sentimiento que efectivamente se apodera de mí cada vez que examino este mundo frenético y no veo el reflejo de su Creador”.


La esperanza general que tenemos para esta visita puede ser expresada en términos muy sencillos. Deseamos que la presencia iluminadora y las palabras de Benedicto XVI ayuden a muchos en nuestras tierras a comprender que la fe en Dios no es un problema por resolver sino un don por redescubrir. Para muchos, en nuestra sociedad, la fe se ha convertido en un problema, en algo que debe ser escondido o removido de la vida pública. Sin embargo, la verdad es muy distinta: la fe en Dios trae gran riqueza y alegría a los hombres. Es la liberación y la guía que buscamos, motivo de inspiración y perseverancia, fuente de perdón y compasión.


La invitación a la fe es, naturalmente, profundamente personal. Por esta razón, el lema elegido para esta visita papal es el mismo lema elegido por John Henry Newman para su escudo cardenalicio: “El corazón habla al corazón”.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 17 de agosto de 2010

Primado del Obispo de Roma: prosigue el diálogo católico-ortodoxo

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Ofrecemos nuestra traducción de una entrevista al sacerdote dominico Charles Morerod, secretario de la Comisión Teológica Internacional y miembro de la Comisión para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, en la que se refiere al importante tema que se seguirá tratando en la próxima sesión: el primado del Obispo de Roma.

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Próxima reunión en Viena. Los miembros de la Comisión internacional conjunta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa se han dado cita en la capital austríaca, el próximo 20 de septiembre, para continuar la reflexión común sobre el tema que desde hace siglos representa una piedra de tropiezo en las relaciones entre catolicismo y ortodoxia: el primado universal del obispo de Roma.



La base de la discusión es el documento titulado “El rol del obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio”, que ya ha estado en el centro de la precedente sesión plenaria de la Comisión mixta, desarrollada en Chipre en el pasado octubre. El texto, filtrado por los medios en los últimos meses, representa sólo un borrador de trabajo. Los nudos aún deben desatarse.

30Giorni los ha considerado en conversación con el dominico Charles Morerod, secretario general de la Comisión Teológica Internacional, rector de la Pontificia Universidad Santo Tomás y, desde el 2005, miembro de la Comisión mixta de diálogo teológico con los ortodoxos.


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¿Cuál es, en términos generales, la hoja de ruta que se sigue en vuestros trabajos? ¿Y cuáles son los pasos de acercamiento a la meta?


El primer paso, concretado en el documento firmado en Rávena tres años atrás, es verificar si existe a nivel teórico una definición de primado universal que pueda ser acogido también por los sínodos ortodoxos. Ellos habitualmente reconocen que el obispo de Roma es primus inter pares. El documento de Rávena ha hecho emerger un consenso notable sobre el sentido en que los obispos son pares, mostrando que no lo son desde todo punto de vista, tampoco dentro de las Iglesias ortodoxas. A nivel regional o “patriarcal” algunos obispos tienen un rol más importante, un primado, aún si sacramentalmente todos son igualmente obispos. A partir del encuentro realizado el pasado septiembre en Chipre, se busca verificar si este camino puede servir para entender conjuntamente el rol del obispo de Roma. En la práctica, se trata de ver si y cómo se puede aplicar a nivel universal lo que ya ha sido dicho sobre un cierto “primado” regional. Y se procede en este intento confrontando con los datos históricos y con las consideraciones teológicas registradas y surgidas en el primer milenio, durante el período anterior al cisma.

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En la práctica, el principio es claro: mirar a lo precedente y reactualizarlo en los nuevos contextos. ¿Y qué surge, en los rasgos iniciales?


Surge que en Oriente y Occidente hay, ya en el primer milenio, comprensiones diversas del rol del obispo de Roma. En el plano de los hechos, en aquel tiempo, se registra un consenso claro sobre una serie de puntos: Roma es reconocida como Prima Sedes, y la Sede Romana es percibida como una referencia para la solución de los conflictos. Todos ven que, en algunos momentos, el obispo de Roma ha intervenido de modo muy decisivo, por ejemplo con el así llamado Tomus Leonis del Papa León I al patriarca de Constantinopla, en el 449 (que abrió el camino a la definición cristológica del Concilio de Calcedonia en el 451). Es cierto que los obispos de Oriente y Occidente están en desacuerdo sobre el significado que debe atribuirse a tales intervenciones. Y esto se ve ya en el Concilio de Calcedonia: el Papa no aprueba el canon 28 del Concilio - el que define la jurisdicción de Constantinopla como Nueva Roma -, aceptado de inmediato por los griegos. Sin embargo, las diferencias no llegaban, de todos modos, a romper la comunión. Nosotros, en primer lugar, debemos examinar si tal perspectiva – la de una diversidad que no llega a romper la comunión sacramental – puede ser tomada como modelo para reencontrar hoy la unidad plena.

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“Donde está la Eucaristía, está la Iglesia”, decía el teólogo ruso Nicolai Afanasieff. Los ortodoxos repiten que, para afrontar correctamente la controversia sobre el primado, es necesario primero reconocer que toda Iglesia particular que se reúne en torno al propio obispo para celebrar válidamente la Eucaristía, es Iglesia en sentido pleno. Pero de parte católica, ¿hay tal vez un rechazo de este criterio?


Ciertamente, donde está la Eucaristía, está la Iglesia. Pero, desde el punto de vista católico, falta algo a la comunión cuando no hay plena comunión con el obispo de Roma. El Concilio Vaticano II dice: “Uno es constituido miembro del Cuerpo episcopal en virtud de la consagración sacramental y por la comunión jerárquica con la Cabeza y con los miembros del Colegio” (Constitución Lumen gentium, § 22). Uno se convierte en obispo con la ordenación episcopal, no con el nombramiento papal: la dimensión sacramental es la más fundamental y la única indispensable. Pero sin comunión con el obispo de Roma, la inserción del obispo en el colegio episcopal – y, por lo tanto, su rol en la Iglesia universal – es incompleta.

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El documento señala que la creciente insistencia de la Sede romana en definir el propio primado en virtud del vínculo propio con san Pedro, que vivió, murió y fue sepultado en la Urbe, nunca fue compartida, pero al inicio tampoco fue explícitamente rechazada o refutada por las Iglesias de Oriente. Se repite que allí prevalecía la concepción según la cual todos los obispos son sucesores de Pedro, y participan de su primado en la medida en que ejercen el propio ministerio en la fe común de los apóstoles. ¿Pero es correcto decir que esta concepción es extraña a la doctrina católica?


Los ortodoxos reconocen que el Papa es el obispo de una Iglesia fundada por Pedro, y esto es importante para ellos. Reconocen también que el obispo de la Iglesia petrina de Roma es superior por rol al patriarca de Antioquia, a pesar de que aquella Iglesia fue fundada por Pedro antes que la Iglesia de Roma. Pero ven el rol de la Iglesia de Roma más bien a la luz del rol político de la ciudad en el Imperio romano: por el mismo motivo justifican el rol de Constantinopla, si bien añadiendo la referencia a la figura de san Andrés (por lo tanto, mantienen al mismo tiempo la importancia de la ciudad y el papel de un apóstol). Para los católicos, el vínculo entre los dos aspectos se articula de otro modo. El obispo de Roma tiene un primado porque es de un modo único el sucesor del príncipe de los apóstoles, cuya figura es única entre los apóstoles en el Nuevo Testamento. La importancia política de Roma en el siglo I es probablemente el motivo por el cual Pedro y Pablo han venido, pero no es el motivo del rol actual del obispo de Roma entre todos los obispos.

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El obispo ruso Hilarión, en un discurso del 2004, cita a Simeón de Tesalónica: “Que el Papa demuestre sólo que es fiel a la fe de Pedro, y de los sucesores de Pedro; en tal caso, que tenga también todas las prerrogativas de Pedro, que sea el primero, la cabeza y el pontífice de todos”. ¿Pero esto no es válido también desde el punto de vista católico?


Esto vale para todos los cristianos, y sobre esto de algún modo estamos todos de acuerdo. El punto de partida de la fe de todo cristiano no es el hecho de estar con el Papa. El punto de partida es el encuentro con Jesús, como escribe Benedicto XVI al inicio de la encíclica Spe salvi. Y todo cristiano, si es realmente tal, no hace más que permanecer en la misma fe de Pedro y de los apóstoles. Pero como católicos se puede agregar una pregunta: ¿cómo saber si se comparte la misma fe de los apóstoles? Hay criterios “experimentales”, como el de verificar la correspondencia entre lo que alguien dice hoy y lo que está escrito en el Nuevo Testamento, o lo que decían los primeros Concilios, los Padres de la Iglesia, y así sucesivamente. Pero a veces tal correspondencia es objeto de discusión. Precisamente en tales casos, los católicos consideran que estar con el Papa es “una gran fortuna y consolación”, como dijo Pablo VI.

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¿Cuándo lo dijo?


El 22 de enero de 1964, precisamente durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos: “si vosotros tenéis la inteligencia de este gran problema de la recomposición de los cristianos en la unidad querida por Cristo, si tenéis la percepción de su importancia y de su maduración histórica, sentiréis subir desde las profundidades de vuestra alma un maravilloso y preciso testimonio de aquella seguridad católica, que os dirá interiormente: yo ya estoy en la unidad querida por Cristo, ya estoy dentro de su redil, porque soy católico, porque estoy con Pedro. Es una gran fortuna, es una gran consolación; católicos, sabed gozarla. Fieles, tened conciencia de esta privilegiada posición, ciertamente debida no al mérito de uno sino a la bondad de Dios, que nos ha llamado a un destino tan feliz”.

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Hilarión, en el mismo discurso, hacía notar que precisamente la unidad sustancial de fe custodiada por las Iglesias ortodoxas, en ausencia de una estructura jurídica piramidal, hace todavía más evidente que tal unidad es un milagro del Señor.


Es bello ver la permanencia de la fe como ocurre en la Iglesia ortodoxa. Pero no se puede decir que las ortodoxas sean Iglesias sin estructura. Esto tal vez lo pueden decir los pentecostales, no los ortodoxos, que tienen una estructura muy robusta que mantienen como tal desde hace siglos. Por otro lado, tampoco la Iglesia católica justifica su permanencia en razón de la propia estructura. Nadie puede creer que la fuente de la unidad es el “poder central” del Papa. En realidad, también los católicos podemos decir lo que pueden decir los ortodoxos sobre la estructura y sobre el aspecto milagroso de la transmisión de la fe en la Iglesia a través de los siglos. No sirve contraponer dialécticamente las estructuras y los milagros obrados por el Espíritu Santo. Y, en cambio, es esencial reconocer que ninguna autoridad en la Iglesia se auto-establece. La Iglesia misma no se auto-establece. No la establecen en la historia ni siquiera los apóstoles, en virtud de su testimonio. Ella comienza con los apóstoles porque ellos han visto a Cristo, lo han encontrado y han vivido con Él resucitado.

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Siempre Hilarión (y con él, los ortodoxos) sostiene que la infalibilidad, como fue formulada por el Concilio Vaticano I, pone al Papa sobre la Iglesia. Con la infalibilidad, los actos papales se consideran como actos inmodificables “a causa de la autoridad propia e independientemente de la aprobación eclesial”. ¿Realmente es así?


Entiendo por qué se expresa así: se refiere al Concilio Vaticano I, según el cual una definición del Papa – cuando habla infaliblemente – es válida por autoridad propia y no a causa del consenso de la Iglesia. Pero cuando esto ocurre, el Papa se limita a expresar de este modo la fe de la Iglesia. Y esta fe nunca es el resultado de un sondeo de opiniones para hacer prevalecer la mayoría. Tampoco los ortodoxos, cuando hagan su Concilio Panortodoxo, pretenderán hacer coincidir la fe con la opinión de la mayoría. Expresiones muy claras y comprensibles sobre este punto han sido escritas en el documento sobre el don de la autoridad, elaborado por la Comisión de diálogo entre católicos y anglicanos en 1998.

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Nada menos.


En ese documento está escrito que “toda definición solemne pronunciada por la cátedra de Pedro en la Iglesia de Pedro y Pablo puede expresar sólo la fe de la Iglesia”. Se reconoce que “el obispo de Roma en determinadas circunstancias tiene el deber de discernir y de hacer explícita la fe de todos los bautizados en comunión, y sólo esta”, y que este específico ministerio suyo de primado universal es un “don” que debería ser “acogido por todas las Iglesias”.

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Diversos sectores de la ortodoxia todavía representan el ejercicio histórico del primado del obispo de Roma como una forma de dominio. Pero un primado ejercido como dominio, ¿sería justificable según la doctrina y el criterio católicos?


El primado, como cualquier autoridad en la Iglesia, no puede ser interpretado y ejercido sino según el criterio de la caritas, que se expresa también en forma jurídica. Para santo Tomás de Aquino, las virtudes son como reasumidas en la caridad, la única virtud que permanece en el cielo. Y el primado, por su naturaleza intrínseca, debe ser ejercitado según la caritas. El título de Servus servorum Dei asumido por el Papa Gregorio Magno expresa esto. No se trata de una definición ritual, circunstancial, de cortesía ecuménica. El Papa sirve porque ama. Y esto se ve cada vez más, en las actuales circunstancias históricas. Si en el pasado el papado tenía un prestigio y un poder social evidentes, hoy está sobre todo expuesto a las críticas.

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En las reflexiones sobre el ecumenismo se cita con frecuencia la así llamada “fórmula Ratzinger”: en lo que respecta al primado del Papa, Roma debe exigir de las Iglesias ortodoxas nada más que aquello que en el primer milenio fue establecido y vivido. ¿Y qué sucede con las definiciones dogmáticas surgidas en el segundo milenio?


Los dogmas definidos por la Iglesia católica durante el segundo milenio los reconocemos como parte de la fe. Y no se puede imaginar una comunidad en plena comunión en la cual algunos creen que la Asunción y la Inmaculada Concepción de María forman parte de la fe, y otros no. Obviamente, lo que causa problema es, sobre todo, la definición sobre la infalibilidad del sucesor de Pedro. Pero si el diálogo teológico prosigue, se hablará también de esto.

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¿Qué camino es mejor tomar, en este punto controvertido, para no quedar estancados?


El documento del diálogo católico-anglicano que cité reconoce que el obispo de Roma, en particulares circunstancias, puede expresar también por sí solo la fe de toda la Iglesia y reconoce esta posibilidad como un don que todas las Iglesias deberían acoger. A los ortodoxos, como punto de partida, sería necesario mostrarles que precisamente el Concilio Vaticano I ha sido un paso importancia hacia una correcta recepción de la infalibilidad, limitando drásticamente su ámbito de aplicación. Antes algunos pensaban que el Papa era infalible en muchos de sus pronunciamientos.

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¿Y para otras definiciones dogmáticas?


También en esto puede ayudar la confrontación con la situación del primer milenio, cuando había diferencias e incluso tensiones entre la Iglesia de Occidente y la de Oriente, que sin embargo no llevaban a la división. Es necesario reconocer que hay modos diversos de expresar la misma fe apostólica. Tomemos el ejemplo del Filioque: también el Papa ha dicho a veces el Credo sin el Filioque, lo mismo hacen los católicos de rito latino en Grecia desde hace algunos décadas y los católicos de rito griego de la Italia meridional, según una práctica reconocida por el Papa Benedicto XIV en 1742. Esto quiere decir que la misma fe trinitaria se puede confesar con o sin Filioque. Y que, por lo tanto, la adición del Filioque no comporta una ruptura de la comunión en la fe confesada conjuntamente.

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A propósito de Benedicto XVI, está quien tiende a subrayar una particular simpatía y atención por parte ortodoxa hacia Benedicto XVI. ¿Puede confirmarlo?


También yo lo he notado, encontrando a representantes de diversas Iglesias ortodoxas. Tienen gran estima por él, también tal vez porque ven en él una figura de tipo monástico, y todos los obispos ortodoxos son monjes. Además, entre los otros cristianos está difundida la idea errónea de que, para los católicos, el Papa es todo. Si el Papa no se pone a sí mismo delante, si repite sólo aquello que ha recibido, si permanece un poco escondido detrás de su ministerio, esto de por sí ayuda al ecumenismo. Un Papa que, ejerciendo el propio ministerio, pone “lo menos posible” de lo suyo y se concentra en lo esencial, está destinado a agradar más a los ortodoxos.

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Fuente: 30Giorni


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 16 de agosto de 2010

La revolución eucarística de San Pío X

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El pasado 8 de agosto, con ocasión del centenario del decreto “Quam singulari” del Papa San Pío X, ofrecíamos una importante reflexión del Cardenal Cañizares, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino. A continuación, ofrecemos otro artículo publicado por L’Osservatore Romano para recordar este acto pontificio y ubicarlo en el contexto más amplio del gran pontificado del Papa Sarto.

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No se comprende el pontificado de Pío X (1903-1914) si no se tiene presente que en el centro de su universo mental estaba el problema del acto de fe. Si la Iglesia es el instrumento de salvación, la institución eclesiástica debe servir para conservar y reforzar la fe de los cristianos, salvaguardar sus contenidos, aclarar su significado, tutelar su integridad, garantizar la vida sacramental y de gracia. De hecho, durante toda su vida sacerdotal, transcurrida entre casas parroquiales de pueblo y curias de provincia, Giuseppe Sarto había considerado la enseñanza del catecismo como su primer y principal deber. Habiendo sido elegido Papa, era natural que impusiera esta prioridad a toda la Iglesia.


Nacen de aquí, en primer lugar, la encíclica Acerbo nimis (15 de abril de 1905), destinada a ilustrar la fundamental importancia de la instrucción religiosa, luego el célebre Catecismo, que tomó su nombre de él, y después el decreto Quam singulari (8 de agosto de 1910), del que recordamos el centenario de su promulgación, que anticipaba a los siete años de edad la primera Comunión de los niños. Aún condicionada por el contexto teológico del tiempo, la encíclica iba derecho a su objetivo. “La doctrina de Cristo – escribe el Papa – nos hace conocer a Dios y sus infinitas perfecciones con mucha mayor claridad que la luz natural del intelecto humano. Aquella misma doctrina nos impone reverenciar a Dios con la fe, que es el obsequio de la mente; con la esperanza, que es el obsequio de la voluntad; con la caridad, que es el obsequio del corazón; y de este modo liga a todo el hombre y lo sujeta a su supremo Creador y Moderador”.


En pocas líneas y con pocas palabras, como en el estilo de Giuseppe Sarto, está dicho por qué la instrucción religiosa debe ser el centro de las preocupaciones de la Iglesia. Y la encíclica prescribía, de hecho, normas precisas y taxativas para que en cada parroquia se diera espacio a la instrucción catequística, para que en cada diócesis se instituyeran específicas escuelas de religión. También la predicación de los sacerdotes debía basarse no en “floridos sermones”, como sugerían los cánones de la oratoria sagrada de aquel tiempo, sino en una sólida y segura exposición de las verdades de fe. Lo que hoy indicamos con la palabra “evangelización”, Pío X lo definía más sencilla y didácticamente como “instrucción” sobre las “cosas divinas”, prescribiéndola a los sacerdotes como su deber principal: “Importa mucho asentar bien aquí -e insistir en ello- que para todo sacerdote éste es el deber más grave, más estricto, que le obliga. Porque ¿quién negará que en el sacerdote a la santidad de vida debe irle unida la ciencia? En los labios del sacerdote ha de estar el depósito de la ciencia (Mat. 2, 7). Y, en efecto, la Iglesia rigurosamente la exige de cuantos aspiran a ordenarse sacerdotes”.


La compilación del Catecismo fue, por eso, casi la coronación de la misión de gobierno de Pío X. En su estudio “El Catecismo de Pío X” (Roma, Las, 1998), Luciano Nordera ha documentado con qué empeño Giuseppe Sarto trabajó, desde los años del episcopado en Mantua (1885-1894), para que se llegase a un catecismo único, si no universal, al menos italiano. Había sido uno de los primeros obispos en darse cuenta de la magnitud del fenómeno de la emigración, tanto interna como externa, un fenómeno que se volvió dramático precisamente en los años entre el final del siglo XIX y la primera guerra mundial. Había percibido todas sus devastadoras consecuencias sociales y culturales, pero también las inherentes a la fe. Como hombre atento a los problemas de su tiempo, se había dado cuenta de que la creciente movilidad humana, separando a la gente del ambiente tradicional, de las costumbres de siempre, incidía negativamente en las creencias religiosas, en la fe, exponiéndola al riesgo de volverse insignificante si no estaba sostenida por una instrucción adecuada.


También en relación con este problema, deseó que se llegase a predisponer un texto catequístico unificado, es decir, una especie de manual de la fe con el que el cristiano pudiese tener una referencia, independientemente del lugar, del ambiente y de las circunstancias de vida. En este deseo estaba la profunda conciencia de que una religión compleja como el catolicismo debía tener como alta prioridad la exigencia de definir con la mayor claridad y precisión posibles el objeto de la propia creencia. Una Iglesia cada vez más sola e indefensa no podía permitirse el lujo de dejar sola la fe de los bautizados precisamente en el momento en que mucho de estos ya no podían contar con el apoyo del tradicional ambiente de vida.


Por eso, con el texto por él preparado para la diócesis de Roma, cuyas periferias estaban ya entonces en dramáticas condiciones de abandono no sólo civil sino también religioso, “él se proponía dar en la mano a los sacerdotes un volumen claro y completo en el que la precisión de las definiciones dogmáticas no permitiese interpretaciones personales u omisiones”. Respecto al catecismo que el mismo Sarto había concebido y trascrito diligentemente en un cuadernito autógrafo cuando era párroco en Salzano (1867-1875), un pueblo rural en la provincia de Venecia y en la diócesis de Treviso, se nota que la vivacidad de las expresiones, la inmediatez didáctica del esquema de preguntas y respuestas, habían sido a veces sacrificadas por la necesidad de la precisión doctrinal.


Pero los límites que enseguida fueron reconocidos (intelectualismo, debilidad de referencias bíblicas, predominio de las intenciones preceptivas), no impidieron a ese catecismo convertirse en un punto firme para varias generaciones de cristianos. Junto a los límites, de hecho, presentaba cualidades no menos evidentes: precisión conceptual, claridad doctrinal, facilidad didáctica tanto para el sacerdote que debía usarlo como para el fiel que debía aprovecharlo. Esto explica por qué, aún habiendo sido prescrito como obligatorio sólo en la diócesis de Roma (a partir de 1905), terminó por imponerse no sólo en Italia sino en toda la Iglesia. Por otra parte, el mismo Pío X era perfectamente consciente de que se trataba de una obra in fieri, no acabada y siempre perfectible. La primera formulación, de hecho, sufrió retoques y adaptaciones viviendo todavía el Papa. Probablemente habría sido el primero en asombrarse de su duración en el tiempo. A su mérito podemos agregar que el fatigoso trabajo de redacción de los nuevos catecismos realizado después del Vaticano II por enteros equipos de especialistas ha demostrado cuán difícil es transmitir al hombre moderno el contenido de la fe.


El intento del Papa de proponer a la Iglesia una vida de fe más sólida estaba acompañado por la idea de que la fe debía ser expresada a través de una práctica litúrgica más sobria, menos formal y exterior. La reforma de la música sacra y la restauración del canto gregoriano iban precisamente en esta dirección. Este diseño reformador global, tanto de la lex orandi como de la lex credendi, encontraron una especie de síntesis en su revolucionaria decisión de volver a acercar las almas a la Eucaristía – entendida como el fulcro de la vida de fe – fomentando y casi imponiendo la práctica de la Comunión frecuente.


Debe recordarse que una arraigada mentalidad de origen jansenista había disuadido a los cristianos de la práctica eucarística asidua, casi como si esta fuese la coronación del camino hacia la perfección cristiana más que el camino para alcanzarla, “un premio y no un remedio para la fragilidad humana”, escribirá el Papa. Con la intuición de aquel gran pastor de almas que había sido y que continuó siendo durante el pontificado, Pío X cortó con titubeos, temores y perplejidades, todavía bastante difundidas entre los teólogos, promoviendo y animando, en cambio, con el decreto Tridentina synodus del 16 de julio de 1905, la práctica opuesta: la Comunión frecuente, incluso cotidiana. Cinco años después, con el decreto Quam singulari – del cual, como ya se ha recordado, celebramos el centenario de la publicación – completó el proyecto global de reforma de la cura de almas prescribiendo la anticipación de la primera Comunión de los niños hacia los siete años de edad, es decir, para usar sus palabras, “cuando el niño comienza a razonar”.


Con estas dos disposiciones, se superaba y dejaba de lado una secular cultura rigorista para volver a una praxis ya en vigor en los primeros siglos cristianos y sucesivamente reiterada por el concilio Lateranense IV en 1215 como por los decretos del concilio de Trento. Se recuperaba, en resumen, una práctica milenaria, ensombrecida sólo en los úlltimos siglos, escribió entonces “La Civiltà Cattolica”, a causa de “costumbres arraigadas, defecto de ideas exactas, descuido”. Pietro Gasparri, que en aquellos años trabajaba por orden del Papa en la codificación del derecho canónico, puso este decreto entre los actos “memorables” del pontificado, y agregó: “Dios quiera que sea observado en todas partes”.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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