sábado, 10 de octubre de 2009

Nuevos modelos de seguimiento de Cristo

Presentamos nuestra traducción de la entrevista que Mons. Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha concedido a L'Osservatore Romano con ocasión de la ceremonia de Canonización de cinco nuevos santos, que presidirá mañana el Papa Benedicto XVI.

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Después de la canonización del pasado 26 de abril, mañana es el turno de un segundo grupo de cinco santos. ¿Quiénes son?


Se trata de un polaco, un belga, dos españoles y una francesa. El nombre más conocido es el del padre Damián de Veuster, el héroe de Molokai, el protector de los leprosos. La suya es una epopeya de cultura evangélica. Habiendo partido como misionero, este sacerdote belga recibió de sus superiores la misión en Hawai. Allí se ofreció como voluntario para ir entre los leprosos de la isla de Molokai. A éstos les faltaba todo y vivían abandonados a sí mismos. En aquel entonces, los enfermos de lepra eran totalmente rechazados por la sociedad y vivían confinados en una zona secreta de la isla. Abandonada toda esperanza de sanación, los leprosos se corrompían en el vicio. Cuando llegó, el padre Damián encontró suciedad, ocio, degradación, violencia. Los cadáveres insepultos eran devorados por las bestias. Los ochocientos leprosos de la isla vivían en un caos infernal.

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San José Damián de Veuster

San Damián de Molokai

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¿Cuál fue la obra del padre Damián, que una película de hace algunos años hizo conocida al público en general?


La película corresponde sólo en parte a la durísima realidad. Ésta era mucho más trágica que en la representación cinematográfica. El padre Damián no se desanimó y comenzó enseguida su misión lavando, medicando, consolando, sepultando a los muertos. Trataba a los enfermos como a sus hermanos. Construyó para ellos casas acogedoras, encauzó el agua potable de las montañas cercanas, edificó dos hospitales y dos orfanatos, enseñó a cultivar la tierra. Él mismo, de joven, había sido un hábil campesino.


Entre los leprosos, más de doscientos eran católicos. Su extraordinaria caridad hizo multiplicar las conversiones. Construyó dos iglesias y algunas capillas. En la predicación decía con sencillez: “Nosotros, los leprosos”. Y los enfermos empezaron a considerarlo como uno de ellos. Después de once años de convivencia con los enfermos, el padre Damián descubrió que también él tenía lepra. Éste fue un momento que lo acercó aún más a sus desdichados hermanos. Intensificó su piedad eucarística con la celebración de la Misa, de los sacramentos, con la predicación, con las visitas a los enfermos.


El 28 de marzo de 1889 celebró su última Eucaristía. Se apagó el 15 de abril de 1889, a los 49 años. En el lecho de muerte, realizó su último gesto de caridad. Rogó a su médico que lo dejara y fuera a cuidar de una anciana enferma. Los 1166 leprosos de Molokai lo lloraron como a un padre y como a un buen hermano.

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¿Qué reflejo tuvo la figura del padre Damián en su patria?


Bélgica lo celebró enseguida como héroe nacional e hizo llevar sus restos mortales a la patria. En 1995, después de su beatificación, el obispo de Honolulu consiguió poder llevar a Molokai las reliquias de la mano derecha del padre Damián, que había consolado y bendecido a los hermanos.

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¿Y para nosotros hoy?


Padre Damián, imitando a Jesús en su actitud de acogida y de curación de los leprosos, es modelo de los misioneros cristianos, pero es también un gran benefactor de la humanidad. En él, el amor de Dios estaba acompañado por la práctica de la caridad hacia los leprosos, que pertenecen todavía a la humanidad más marginada de nuestra sociedad.

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¿Y el milagro para la canonización?


El milagro para su canonización concierne a la curación extraordinaria y científicamente inexplicable de una señora hawaiana de un cáncer maligno con metástasis extendidas.

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Santa María de la Cruz  Jugan

Santa María de la Cruz Jugan

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Otro modelo de caridad es una religiosa francesa.


Otra gran figura de la caridad evangélica es la hermana francesa María de la Cruz, en el siglo Jeanne Jugan (1792-1879), auténtica madre Teresa de Calcuta ante litteram. Era llamada, todavía en vida, la madre de los pobres. Desde joven acogía y servía a los ancianos pobres y abandonados. Iba por todos lados haciendo la colecta para su mantenimiento. Con la ayuda de otras jóvenes fundó la Congregación de las Pequeñas Hermanas de los Pobres y tomó el nombre de sor María de la Cruz. En 1845, la Academia de Francia la condecoró con el premio Montyon, destinado al francés pobre que haya hecho la acción más virtuosa. Su obra benéfica se difundió también en Europa. Murió a los 87 años en La Tour Saint-Joseph, dejando una congregación floreciente con más de 2300 religiosas. Nutrida de la Eucaristía, Jeanne Jugan fue una mujer fuerte, valiente, emprendedora, pero, al mismo tiempo, sencilla, humilde, modesta. Para los ancianos abandonados, ella era verdaderamente el rostro misericordioso y providente del Señor. La curación de un médico anestesista de adenocarcinoma en el esófago fue el milagro presentado para su canonización.

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San Segismundo Félix Felinski

San Segismundo Félix Felinski

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Entre los nuevos canonizados, hay también un obispo polaco.


El polaco Segismundo Félix Felinski (1822-1895), de familia noble, se comprometió a los catorce años con un voto de castidad frente a la imagen de la Anunciación. Después de los estudios de matemática en la universidad imperial de Moscú y cursos de especialización en París, frecuentó la Academia Eclesiástica Católica de San Petersburgo.


Ordenado sacerdote, fundó un refugio para los pobres y la Congregación de la Familia de María. Pío IX, en 1862, lo nombró arzobispo metropolitano de Varsovia. La capital polaca vivía un momento trágico. Desde hacía cuatro meses todas las iglesias habían sido cerradas por las autoridades rusas. Siguiendo las directivas de la Santa Sede, el nuevo obispo reconsagró la catedral e hizo reabrir todas las iglesias con la celebración de las cuarenta horas y la exposición del Santísimo Sacramento. En los dieciséis meses en los que gobernó la diócesis, mejoró la preparación del clero, la catequesis, la asistencia a los pobres. Fundó un asilo para los niños y una escuela que confió al cuidado de las hermanas fundadas por él. Pero principalmente reforzó la comunión del episcopado polaco con el Papa.


Con valentía se dedicó a la defensa de la libertad de la Iglesia frente al gobierno ruso. Por eso, el 14 de junio de 1863 fue deportado y exiliado en Yaroslavl, sobre el Volga. Allí permaneció por veinte larguísimos años. Su profunda fe y su gran bondad le merecieron, también en el exilio, el apelativo de “santo obispo polaco”. Liberado en 1883, no pudo volver a Varsovia. Pasó los últimos doce años en una ciudad de la actual Ucrania, donde construyó una escuela, un asilo para la infancia, una iglesia, y un convento para las hermanas de la Familia de María. Vivió pobre. Sin tener más que una vestimenta.


Son cuatro los pilares de su santidad: fe en la divina Providencia; devoción ardientísima por la Eucaristía; amor a la Virgen María, en honor de la cual compuso poesías y meditaciones; un gran amor por la Iglesia, a la que consideraba “el tesoro más grande sobre la tierra, el fin de su vida, el único amor sobre la tierra”. Monseñor Felinski permaneció fiel al lema: “Para ser polaco sobre la tierra, se requiere una vida noble y piadosa”. Murió en olor de santidad, en Cracovia, donde se encontraba de paso, el 11 de septiembre de 1895. Sus restos mortales están ahora custodiados en la catedral de Varsovia. El milagro para la canonización ha sido la curación de una hermana que sufría una grave anemia aplásica.

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San Francisco Coll y Guitart

San Francisco Coll y Guitart

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Los otros dos santos son religiosos españoles…


El primero, Francisco Coll y Guitart (1812-1875), es un dominico, fundador de las Hermanas Dominicas de la Anunciación. Viviendo en un período muy crítico para la Iglesia Católica en España, se dedicó a la preparación y a la difusión de la práctica del santo rosario. Fundó una congregación de hermanas con el fin de ocuparse de las niñas necesitadas, brindándoles instrucción y la posibilidad de seguir su vocación. El milagro para su canonización ha sido la sanación de una recién nacida, afectada por una encefalopatía hipóxico-isquémica


El otro santo español, Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), es un fraile oblato de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia. De familia acomodada, Rafael fue un niño fácil de educar, dócil, y naturalmente inclinado al bien. Amante del arte, se inscribió en la escuela superior de arquitectura. Habiendo visitado la trapa de San Isidro de Dueñas, se sintió atraído por la vida monástica y pidió ser admitido. Así, a los 22 años, se retiró al monasterio. Después de pocos meses, una grave forma de diabetes sacarina lo dejó casi ciego. Habiendo regresado con su familia en Oviedo, poco a poco se restableció su salud. Después de dos años, Rafael es readmitido en el monasterio, en la condición de “oblato”, es decir, de monje sin votos públicos y, desde el punto de vista jurídico, el último de la comunidad.

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San Rafael Arnáiz Barón

San Rafael Arnáiz Barón

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A causa de su débil salud, a menudo se ve obligado a alejarse del monasterio, adonde vuelve definitivamente en 1937. De profunda espiritualidad, así describe su experiencia religiosa: “Es la cuarta vez que abandono todo para seguir a Jesús, y creo que esta vez ha sido un milagro de Dios. La única cosa a la que aspiro en el monasterio es: unirme absoluta y enteramente a la voluntad de Jesús; vivir sólo para amar y sufrir; ser el último, excepto para obedecer”. Murió de coma diabético, a la edad de 27 años, el 26 de abril de 1938 y deja el recuerdo vivo de un heroísmo humilde y sonriente. Fue el joven rico que, fascinado por Jesús, se sacrifica a sí mismo por la redención del mundo, guiado y sostenido por María. El milagro para su canonización ha sido la curación de una grave enfermedad de una joven mujer embarazada.


En resumen, son cinco figuras de ejemplar existencia cristiana, hechas de amor a Jesús, de oración y de caridad, otras tantas invitaciones a todos los bautizados a usar sus talentos para introducir en la familia humana una cultura, no de odio y división, sino de misericordia y de paz.

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Fuente: Papa Ratzinger Blog


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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