lunes, 19 de octubre de 2009

La Abadía que la Revolución no pudo destruir

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Lagrasse

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Se trata de la Abadía de Lagrasse, confiscada en la Revolución Francesa, y que hoy es nuevamente un centro de vida religiosa tradicional. El artículo fue escrito por Will Heaven para el Catholic Herald.

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Los historiadores hacen esfuerzos para determinar la antigüedad de Lagrasse. Existe un documento de fundación del siglo VIII, pero esto indica sólo que la abadía fue establecida alrededor del tiempo en que Carlomagno regía Francia; también se han descubierto allí lápidas que son dos siglos más antiguas.


A primera vista, muchos historiadores podrían tener que esforzarse para datar a los Canónigos Regulares de la Madre de Dios, orden religiosa que reside hoy en Lagrasse, y que lo ha hecho en los últimos cinco años. Usan sotanas blancas y viven según la regla de San Agustín. Su liturgia es tradicional, cantada, y en la Forma Extraordinaria. Y así y todo, la orden fue fundada recién en 1969.


Una luminosa tarde de septiembre desembarqué en la ciudad medieval de Carcassonne (en la región de Languedoc), y desde allí fui acompañado hasta Lagrasse por el Padre Augustin-Marie de la Trinité, el sub-prior y mi guía.


Pasamos a través de viñedos y camiones cuyos remolques estaban casi desbordando de uvas, y después de un ascenso gradual, la ruta desembocó en un pueblo pequeño y hermoso. El lugar era, sin lugar a dudas, antiguo: un puente de piedra cubierto de musgo cruzaba el río, y la torre gótica de la abadía se elevaba por sobre los tejados revestidos de rojo. Habíamos llegado.


Pocos minutos después estaba de pie en el patio principal del monasterio: el Patio de Honor. Las enormes ventanas y la fachada clásica, traicionaban maravillosamente su pertenencia al siglo XVIII. Junto con el palacio abacial – me explicó el Padre Augustin – esta sección fue terminada en 1779 bajo la supervisión de los monjes mauristas. Ellos habían llegado a Lagrasse cien años atrás, y con un énfasis puesto en el estudio académico, habían traído nueva vida a la abadía. La magnífica clausura, que actualmente está siendo reconstruida, también fue construida durante su administración.


Para cuando la revolución francesa llegó a Lagrasse en 1792, la fortuna de la abadía ya había cambiado. Los registros muestran que había sólo 14 monjes viviendo allí cuando su propiedad fue violentamente confiscada. Hasta el día de hoy, el gobierno francés es titular de la mitad del edificio original, y yo le pregunté a uno de los canónigos acerca de los “vecino”. Sonriendo, me replicó: “Las cosas no son precisamente cordiales”.


Caminamos desde el Patio de Honor hasta la clausura donde se había montado un andamiaje. “El estado colabora con la restauración”, dijo el Padre Augustin. “Pero para esto, debemos mantener el lugar abierto al público varias horas al día”. Encontré un video que mostraba a los canónigos cantando Completas – más tarde experimentaría la serenidad de ese servicio.


Lentamente, comenzaron a aparecer más canónigos. Usaban sotanas, y algunos de ellos, con delantales azules, llevaban vegetales a la cocina (para los trabajos manuales, usan hábitos hechos con tela de jean o de caqui). Muchos de ellos eran notablemente jóvenes, por lo que pregunté si era representativo de la orden en general. “Nuestro promedio de edad es 35 años, incluyendo a aquellos que aún no son sacerdotes”, replicó para mi asombro el Padre Augustin.


Llegamos a la puerta de la abadía y entramos. Tres canónigos estaban sentados en frente de la nave, haciendo gestos y señalando los paredes, las ventanas de vidrios de colores, y el altar. El Padre me dijo con un susurro que estaban discutiendo la restauración del interior de la abadía, diseñado simple y llanamente para una comunidad de monjes y no para una congregación de laicos – el edificio consiste casi enteramente de tres naves separadas, con paredes del siglo XIII descansando sobre fundamentos mucho más antiguos todavía.


Fue en el período medieval que Lagrasse se transformó en la sede de un impresionante poder, tanto en términos religiosos como en términos políticos. Sus abades benedictinos eran responsables de 6 abadías, 25 prioratos y 67 iglesias; llegaban donaciones hasta desde Barcelona. Dado todo esto, no sorprende que el nombre de la abadía signifique “la gorda”.


Caminamos hasta el frente de la Iglesia y me presentaron al abad, el Reverendo Emmanuel-Marie de St Jean. Es tan sólo el segundo abad de los Canónigos Regulares de la Madre de Dios, y otro testimonio de que se trata de una orden joven en más de un sentido.


Por la tarde, después de una cena en la que permanecimos callados mientras de cantaban las lecturas, me permitieron entrevistar al abad, y le pregunté sobre los orígenes de la orden. “Es una resurrección de la forma litúrgica tradicional, celebrada por comunidades de miembros que han recibido las órdenes canónicas”, me dijo. “Todo lo cual había desaparecido en Francia al tiempo de la revolución”. La orden está creciendo con fuerza, agregó, y actualmente viven en Lagrasse 34 religiosos.


Hay un cierto esplendor en cuanto a la Liturgia que allí se celebra, y cierta complejidad incluso para los servicios cotidianos. La Misa Solemne atrajo a 60 personas de los alrededores, y aunque la homilía y las lecturas se hicieron en francés, la mayor parte del servicio fue en latín. Me quedó claro de mi estadía que los canónigos “viven” la Liturgia, y de que ésta ha llegado a serles natural.


Le pregunté al abad cuál pensaba era el motivo por el cual los jóvenes se sentían atraídos por la Liturgia tradicional. Me contestó: “Los jóvenes que vienen aquí son mayormente profesionales o estudiantes. Los atrae en parte la forma litúrgica, pero también la atmósfera tradicional de la vida en una comunidad”. Agregó: “En una sociedad que ha perdido sus referencias morales, su aprecio por la cultura, la belleza y la doctrina”, la vida religiosa es más atractiva que nunca para aquellos que tienen una fe fuerte.


Le pregunté por el contraste de la vida en Lagrasse con la vida de un sacerdote en la Iglesia de Francia. “No hay oposición entre las dos ideas”, me contestó el abad. “Pero actualmente la vida de un sacerdote francés es una vida de soledad. Por consiguiente, se ha estado dando una especie de retorno a la idea de las comunidades religiosas. Las Canónigos Regulares de la Madre de Dios, dijo, dan a los jóvenes la oportunidad de vivir en una comunidad y también de ir al mundo – los canónigos participan en la tarea apostólica conduciendo peregrinaciones y campamentos de verano en toda Francia.


Se hace fácil olvidar que los canónigos han estado en Lagrasse sólo desde el 2004. Se mudaron desde un pequeño edificio en Gap, en los Alpes franceses (donde ahora vive una comunidad de Canónigas Regulares de la Madre de Dios bajo la autoridad del Abad de Lagrasse). Necesitaban espacio, y vieron Lagrasse como un proyecto digno de tomar en cuenta.


Pero la tarea era desalentadora: entre la revolución francesa y el 2004, la abadía y los edificios monásticos pertenecieron a distintas órdenes religiosas e incluso terminaron en manos de algunos excéntricos propietarios privados. Muchas partes de los edificios estaban en mal estado, y el abad dijo que al principio pensó que el movimiento era una “locura”. Ahora, sin embargo, la tarea parece superable, y una obra de caridad inglesa está proveyendo del crucial apoyo financiero.


Como invitado de la abadía, lo que me impresionó fue el sentido de que Lagrasse es una comunidad religiosa viva y en crecimiento. Todos tienen su parte: desde tocar el órgano hasta cuidar el jardín del siglo XV, desde arar la tierra hasta acolitar en Misa. La fe de los canónigos también es inspiradora. “¿Por qué te uniste a los Canónigos Regulares de la Madre de Dios?”, le pregunté a un joven hermano que se había graduado en el famoso colegio militar de Saint-Cyr. Sin titubeos, me contestó: “Para imitar la Vida de Cristo”.


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Fuente: The Catholic Herald

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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