viernes, 25 de septiembre de 2009

Un pequeño rebaño recibe a un gran pastor

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Catedral de San Vito

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En vísperas del viaje que Benedicto XVI realizará, “en el corazón de Europa”, a la República Checa, presentamos una interesante reflexión del Cardenal Miloslav Vlk, Arzobispo de Praga, sobre la compleja realidad que encontrará el Papa. Al mismo tiempo, invitamos a nuestros lectores a acompañar con la oración esta nueva peregrinación apostólica del Vicario de Cristo.

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La visita del Papa a una Iglesia local es siempre un evento grande, extraordinario y único para todos los fieles. La comunión con el Papa, que se realiza cotidianamente en la plegaria eucarística recordando su nombre, en la visita se hace concreta, tangible. Los fieles de nuestro país han podido recibir tres veces al Papa Juan Pablo II desde la caída del comunismo. Han sido momentos vividos con gran alegría por todos.


Durante el comunismo, la figura del Papa era vista con desprecio por el régimen. El Papa, “enemigo del pueblo”, era calumniado, atacado, humillado por los comunistas. El Vaticano era considerado colaborador del imperialismo capitalista. Tal vez por este motivo, el Papa se convirtió para los fieles sencillamente en el “padre”. Nuestras diócesis estaban sin obispos porque eran llevados a las afueras o puestos en prisión. La Iglesia, los sacerdotes y los fieles eran perseguidos. En este doloroso contexto, era casi evidente que el Papa se convirtiese para nosotros en “el obispo”, “el padre” de todos.


Es fácil comprender el significado que tuvo la visita de Juan Pablo II en 1990, después de la caída del comunismo. El duro pasado había hecho florecer un especialísimo amor del pueblo hacia el Papa. Un amor que ha permanecido intacto hasta nuestros días en muchos fieles.


Esperamos la visita de Benedicto XVI desde el 2005, es decir, desde la primera vez que lo invitamos. Solamente se esperaba el momento oportuno. El año pasado, al recibir al nuevo embajador checo ante la Santa Sede, Pavel Vosalik, el Papa mencionó el deseo de visitar nuestro país. Era precisamente el año jubilar de san Wenceslao, por los 1100 años de su nacimiento.


San Wenceslao, mártir, ocupa un puesto central en la historia espiritual de nuestra tierra: es el santo, el mártir y, al mismo tiempo, es el príncipe, el soberano, el patrono principal de la Iglesia en nuestro país. La abuela de san Wenceslao, santa Ludmila, fue bautizada por san Metodio en el siglo IX. Ha sido ella quien transmitió la fe al nieto Wenceslao, quien lo educó, quien lo crió.


Cuando Wenceslao estaba al gobierno, el cristianismo estaba estrecha e indisolublemente ligado a la vida de la nación. Fuentes históricas describen a Wenceslao como un gobernante muy atento a las necesidades del prójimo, especialmente hacia los pobres, los marginados, los que estaban amenazados. Sabía darse plenamente, servir sin fijarse en su condición de gobernante. Así daba testimonio de su ser cristiano a los contemporáneos paganos. Su modo de vivir era inspiración para otros. Ha sido él, “príncipe eterno”, quien dejó en herencia su preciosa corona, símbolo de su misma fe, a todos los reyes que han venido detrás de él. Pero él ha sido y sigue siendo el iniciador, aquel que ha llevado los valores cristianos a las raíces de nuestra nación.


En el himno sagrado a san Wenceslao, que hasta el siglo IX era adoptado como himno nacional, se canta: “Tú eres el heredero de la tierra checa”. San Wenceslao es símbolo de la nación y de la Iglesia, que en él encuentran su vínculo. Estoy muy feliz de que el Papa estará en nuestra diócesis precisamente en el día de la fiesta de san Wenceslao, el 28 de septiembre, fiesta nacional. Quisiera recordar, al respecto, que en la basílica de San Pedro, en Roma, en la parte derecha del transepto, se encuentra el altar dedicado a san Wenceslao, acompañado por los santos Cirilo y Metodio, apóstoles de nuestra fe. Es así que nuestra nación, pequeña pero rica en santos, está vinculada con la Iglesia de Roma.


La espera de la visita del Papa Benedicto XVI la vivimos en estrecha comunión con todas las nueve diócesis, especialmente aquellas en la que el Papa estará. También para la preparación del programa hemos trabajado todos juntos.


El camino propuesto para la preparación espiritual de los fieles se ha basado en los tres pilares de nuestra fe: la fe, la esperanza y la caridad. Cada uno de los obispos ha preparado cartas pastorales que luego han sido leídas durante la Liturgia dominical. Los temas centrales han sido precisamente la fe, la esperanza y la caridad. Los sacerdotes, luego, han profundizado las temáticas en sus homilías cotidianas.


Para cada fiel se ha preparado un folleto titulado “Preparémonos para la visita del Santo Padre Benedicto XVI a la República Checa – Invitación y desafío a la preparación para el encuentro”. Hay oraciones, pensamientos e inspiraciones para la reflexión individual, familiar y comunitaria. Además, en todas las diócesis han sido distribuidas pequeñas imágenes del Papa con una oración para vivir la visita en un clima de gracia, en el deseo de que pueda traer frutos abundantes para la Iglesia y la sociedad. En los últimos días de preparación se ha desarrollado una novena en todas las iglesias del país. Durante toda la novena, en la capilla del arzobispado, se han reunido muchos empleados para rezar juntos por el Papa.


Los medios de comunicación de la Conferencia episcopal, los medios de comunicación de las diócesis, la radio católica Progias y la televisión católica Noe han trabajado para acompañar la preparación y favorecer la participación también de quienes físicamente no han podido hacerlo. También los medios, tanto las radios como los periódicos nacionales, han difundido numerosas informaciones sobre la visita. La llegada del Papa es, sin duda, el evento más grande del año. Por lo tanto, hay mucha atención en todas partes.


Es cierto que la que se presentará al Papa como comunidad eclesial ocupa el puesto de “pequeño rebaño”. En el censo del año 2001, cerca del 29 por ciento de los más de 10 millones de habitantes se han declarado católicos; cerca del 5 por ciento, pertenecientes a las otras iglesias. El 66 por ciento restante no es ateo en el verdadero sentido de la palabra, como a veces se dice en nuestro país. Son, más bien, “deístas”: quiere decir que admiten la existencia de un Dios pero, según ellos, no se ocupa de los hombres. Ha dejado la tierra a los hombres que ahora son los dueños. Es una mentira difícil de quitar.


Después de la caída del comunismo, la Iglesia goza de plena libertad. Aún hay, sin embargo, muchos problemas que quedaron desde el período totalitario. Por ejemplo, el Estado no ha resuelto hasta ahora las injusticias realizadas por el régimen comunista. Principalmente, no ha restituido los bienes eclesiásticos robados por los comunistas. Estos bienes continúan en manos del Estado. La Iglesia depende económicamente del Estado: paga los salarios de los sacerdotes, contribuye al mantenimiento de las oficinas diocesanas, en menor medida ayuda también al mantenimiento de los edificios eclesiásticos. Solo que estas financiaciones son el fruto de los bienes de la Iglesia en las manos del Estado.


Algunos años atrás, dos comisiones, una por cada parte, redactaron un acuerdo entre la Santa Sede y el Gobierno de la República Checa. Ambas partes firmaron los acuerdos pero el Parlamento nunca los ha ratificado. Vivimos todavía hoy, por lo tanto, en un estado “provisional”, casi precario. Pero ya estamos acostumbrados a vivir así. Al menos, la vida de este “pequeño rebaño” sigue adelante. Mientras que, en el período de la dominación comunista, no era así. Los fieles laicos no podían participar activamente en la vida de la Iglesia; hoy, en cambio, colaboran cada vez más activamente en las parroquias. Muchos se comprometen, por ejemplo, en la Caritas que “es el rostro de la Iglesia frente a la sociedad”. Cada año recibimos a muchos nuevos catecúmenos. Entre ellos, hay muchos jóvenes y muchos adultos convertidos.


Sin embargo, en amplios sectores de la sociedad civil, la relación con la Iglesia es vivida con una cierta indiferencia. Se advierte sustancialmente, para con la Iglesia, una opinión negativa. Se encuentra un poco al margen de la sociedad. Se la ve más bien como una asociación privada, prácticamente insignificante.


Es por eso que, para nosotros, la visita del Papa asume un gran significado. Tanto más ahora, después de que la bellísima encíclica Caritas in veritate ha sido ya publicada en checo y ampliamente difundida. El nuestro es un país pequeño y, desde el punto de vista eclesial, numéricamente no muy significativo. Hasta ahora, el Papa ha visitado países mucho más significativos en este sentido. Un motivo más para hacer de su visita a nuestra nación, a nuestra pequeña Iglesia, una visita de gran valor. Nosotros, pequeño rebaño, junto a él, seremos considerados y nos sentiremos parte integral de la Iglesia universal.


Queremos recibir al Papa como a Cristo mismo, el cual ha dicho a los apóstoles: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha” (Lucas 10, 16) y “quien reciba al que yo envíe, me recibe a mí” (Juan 13,20). EL Papa viene con la fuerza de la palabra de Cristo, que ha dicho a Pedro: “Y tú… confirma a tus hermanos” (Lucas 22, 32).

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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