lunes, 28 de septiembre de 2009

Littlemore, el Cardenal Newman y su “cor ad cor loquitur”

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cloister

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El sitio web de la Causa de Canonización del Cardenal Newman publica una interesante entrevista realizada a la Hermana Mary Dechant, miembro de la Familia Espiritual “La Obra”.

La Hermana trabaja en el establecimiento “The College” en Littlemore, lugar donde Newman fue recibido en la Iglesia Católica el día 9 de octubre de 1845.

Presentamos nuestra traducción al español.

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¿Cuál fue la conexión entre John Henry Newman y Littlemore?


Newman fue nombrado vicario de Santa María Virgen, la Iglesia de la Universidad de Oxford en 1828. Littlemore, situado en los alrededores de Oxford, había sido parte de la parroquia de Santa María durante siglos. Por esto, Newman también se convirtió en el vicario de Littlemore. No obstante ser un celebrado intelectual con una enseñanza de peso, él amaba cuidar de sus parroquianos, y visitaba la pequeña y hasta ese entonces bastante abandonada aldea de Littlemore varias veces a la semana. Construyó una iglesia para el lugar, Santa María y San Nicolás, entre 1835 y 1836, y una escuela en 1838. Siguió siendo vicario de Santa María y de Littlemore hasta septiembre de 1843, cuando renunció a su ministerio debido a que sus dudas sobre la validez de la Iglesia [anglicana] de Inglaterra eran demasiado fuertes.

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¿Cuándo se mudó allí permanentemente? ¿Por qué?


Newman se mudó a Littlemore en abril de 1842 para crear un lugar de oración y estudio. En 1841 había publicado el Tracto 90 en el que, con una serie de doctos argumentos, intentaba reconciliar los 39 artículos de la Iglesia [anglicana] de Inglaterra con la cristiandad católica. El resultado fue un intenso conflicto tanto en la Universidad como entre los obispos anglicanos. Newman se daba cuenta de que tenía que encontrar una respuesta a la apremiante pregunta: ¿estaba equivocado, o la Iglesia [anglicana] de Inglaterra estaba en cisma? En Littlemore alquiló “Las Cabañas” en College Lane, que había sido uno de los lugares de descanso de los carruajes. Allí reacomodó las construcciones según sus necesidades. El antiguo establo se transformó en su biblioteca, y el granero en pequeñas cabañas donde él y sus amigos pudieran compartir una vida de estudio, oración y penitencia. Al edificio lo llamó “la casa de la Bienaventurada Virgen María en Littlemore”.

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Es bien sabido que fue en Littlemore donde Newman se convirtió a la Iglesia Católica. Cuéntenos algo más al respecto.


Newman y sus amigos en Littlemore compartían un deseo: encontrar la verdad, para poder servir mejor a Dios. Todos se habían criado en la Iglesia de Inglaterra, pero cada vez estaban menos convencidos de que fuera la verdadera Iglesia de Cristo. Para Newman este proceso fue particularmente difícil, considerando la gran influencia intelectual y espiritual que había ejercido en la Iglesia de Inglaterra. Sabía que la decisión de dejar el anglicanismo traería consecuencias para muchas otras personas. Después de años de oración, ayuno y estudio, vio claramente que la Iglesia Católica Romana era la misma Iglesia que la Iglesia de los Apóstoles y de los primeros cristianos. Supo en conciencia que tenía que unirse a ella si quería ser salvado.


La Providecia Divina lo ayudó, enviándole al Beato pasionista Dominic Barberi. Los dos se habían encontrado brevemente en 1844, y Newman había quedado impresionado por su santidad. Cuando Newman ya se había decidido a ser recibido en la Iglesia en octubre de 1845, oyó que el Beato Dominic viajaría por Oxford. A través de un amigo mutuo John Dobrée Dalgairns, Newman le pidió al pasionista que lo visite en Littlemore. Cuando bien entrada la tarde del 8 de octubre Dominic Barberi llegó al lugar, empapado por el viaje, Newman no dudó un instante, se arrodilló frente a él y le pidió ser recibido en la Iglesia. Luego comenzó su confesión general, que había preparado los días previos, y que duró varias horas. El rito de recepción, que incluyó el Bautismo bajo condición, tomó lugar en la capilla contigua a la habitación privada de Newman, la tarde del 9 de octubre. Dos de sus amigos, Richard Stanton y E. S. Bowles fueron recibidos al mismo tiempo. Newman nunca se arrepintió de su decisión. En su Apologia, pero también en muchas cartas, da testimonio de la paz interior que siempre lo acompañó como católico, a pesar de que, como es bien sabido, no se vio libre de dificultades tanto de fuera como de dentro de la Iglesia.

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Cuéntenos sobre la Familia Espiritual “La Obra” y cómo llegó a verse involucrada con Newman y Littlemore.


La Familia Espiritual del Trabajo se originó en Bélgica en 1938. La Madre Julia Verhaeghe, nuestra Fundadora, se inspiró en la cartas de San Pablo. Ella fue un instrumento de Dios para traer a la Iglesia un nuevo carisma. La fundación recibió el reconocimiento pontificio como una “familia de vida consagrada” en el 2001. Nuestra primer tarea es crecer en la unidad con el Dios Trino y entre nosotras, vivir en una fe confiada, con firme esperanza y sincero amor fortalecidas por los Sacramentos y una vida de oración. Somos llamadas a reflejar la belleza de la Iglesia como Familia de Dios. Estamos amorosamente disponibles para servir a la Iglesia en las formas en que nos guíe la Divina Providencia. No tenemos un apostolado específico y no excluimos ninguno.


La Madre Julia no conocía sobre Newman cuando la comunidad se inició. En los ’60, un sacerdote le aconsejó leer una antología de Newman. A la Madre Julia le impresionó mucho, y reconoció en Newman un alma gemela. A principios de los ’70 le pidió a nuestra Hermana Lutgart Govaert que hiciese su doctorado en la mariología de Newman. Poco a poco, la Madre Julia fue reconociendo que era Voluntad de Dios que “La Obra” ayudase a hacer que el don particular del amor de John Henry Newman por Cristo y Su Verdad fuera fructífero para la Iglesia en nuestros tiempos. En el Año Santo 1975, “La Obra” organizó un Simposio sobre Newman. Para la preparación, hicimos contactos personales con el Oratorio, con muchos expertos internacionales sobre Newman, con la Jerarquía de la Iglesia, y con estudiantes y eruditos de las universidades y seminarios de Roma.


Para entonces, Newman estaba casi olvidado en los círculos académicos de Roma, algo que hoy es difícil de imaginar. El Simposio ayudó a inspirar a los estudiantes de las universidades pontificias romanas a estudiarlo, y ayudó a desterrar el prejuicio de que Newman no era valorado en Roma. Como continuación del Simposio, el Papa pidió que se estableciera un Centro newmaniano en nuestra casa en Roma, en la Via Aurelia. Gradualmente, estudiantes y eruditos comenzaron a frecuentar la biblioteca que iba en rápido crecimiento; se desarrolló una viva correspondencia con estudiosos y amigos de Newman en todo el mundo, y el Centro se transformó en un lugar de encuentro y de fraternidad cristiana. En 1976, la Hermana Lutgart fue enviada a Inglaterra, donde trabajó en el Oratorio de Birmingham durante cinco años y ayudó a establecer “Los Amigos del Cardenal Newman”. Hasta el momento, los sacerdotes y las hermanas de la Familia Espiritual “La Obra” han escrito cinco disertaciones doctorales y cinco licenciaturas y masters. La vida y los escritos de Newman han sido un don extraordinario a la cristiandad. Como teólogo, filósofo y maestro, penetró los misterios de nuestra fe, exploró su relación con la razón humana, y presentó con una fuerza inigualable las obligaciones que de ellos se desprenden para nuestras vidas.


En 1986, los Padres del Oratorio de Birmingham preguntaron si las hermanas de nuestra Familia podían ir a vivir a Littlemore, para ayudar en la dirección de “The College” y dar la bienvenida a los visitantes. Desde entonces, se ha hecho mucho en ese lugar tan querido por Newman. Littlemore se ha vuelto a transformar en un lugar de oración y de estudio. Además del de Littlemore, “La Obra” ha establecido Centros newmanianos en Bregenz (Austria) y Budapest (Hungría), con bibliotecas especializadas en Newman que contienen artículos que no se encuentran fácilmente en cualquier parte. Han llegado estudiantes y expertos de todos los continentes en sus investigaciones sobre Newman. En Littlemore, ofrecemos alojamiento a los estudiosos y amigos de Newman en nuestras habitaciones para huéspedes. Hemos publicado varios libros sobre Newman y hemos dado muchas conferencias sobre su vida y sus escritos; dos de nuestras hermanas dieron cursos de Newman en la Ponitificia Universidad Urbaniana en Roma. Cada año producimos un boletín informativo y lo publicamos en cuatro idiomas. Tenemos una página web con una bibliografía continuamete actualizada de Newman, que es visitada frecuentemente por los estudiosos y amigos de Newman.


La erudición de Newman estuvo siempre íntimamente unida con su vida de oración. Desde el inicio de nuestros trabajos en torno a Newman, los que se acercaban para estudiar en nuestra biblioteca newmaniana en Roma han querido unirse a la oración de la comunidad. En los lugares en donde estamos y por todo el mundo, a través de la comunicación, animamos a la gente a que pida a Newman su intercesión por sus intenciones y a que se una a las muchas personas que rezan a Dios por la canonización de Newman.

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¿Qué clase de visitantes reciben actualmente en Littlemore?


En Littlemore, experimentamos cuán amado y conocido es Newman en todo el mundo. Los visitantes llegan de los cinco continentes. Muchos de ellos son católicos, pero no exclusivamente. Newman también atrae profundamente a cristianos no católicos. Los visitantes vienen solos o en grupos. Les ofrecemos una visita guiada por la antigua biblioteca que ahora contiene – además de la excelente colección de libros, reunidos con la ayuda de los muchos “Amigos de Newman” – una exhibición permanente sobre Newman, que nos ofrece la oportunidad de narrar su vida. El punto culminante es la visita a la habitación de Newman y a su capilla, en la que el Señor Eucarístico ha estado presente desde 1990. Los grupos pequeños a meundo tienen el privilegio de celebrar la Misa en la capilla. Podemos mostrar a los visitantes la iglesia parroquial anglicana, Santa María y San Nicolás, construida por Newman, y otros sitios en Littlemore que son de interés para los que se acercan por Newman. Si los grupos lo desean, los guiamos a los principales lugares asociados con Newman en Oxford: Santa María, y las dos facultades de Newman, Trinity u Oriel. En Littlemore hay disponibles ocho habitaciones para los que vienen por retiros individuales, por estudio, o simplemete para tomar nuevas fuerzas por estar en este lugar de paz.


Buscamos vivir según el lema de Newman cor ad cor loquitur, ya sea en nuestros cuidados diarios de Littlemore y sus jardines, en el mantenimiento de este lugar tan importante en la historia de la cristiandad en Inglaterra, o en nuestra recepción de aquellos que vienen a rezar, a visitar o a quedarse. En el mismo espíritu ofrecemos también eventos especiales a lo largo del año, como la peregrinación newmaniana anual, la caminata nocturna de Oxford a Littlemore entre el 8 y el 9 de octubre, organizada junto con el Oratorio de Oxford, las Cuarenta Horas de oración antes de Cuaresma, etc. Por casi dos décadas, el grupo Cor ad Cor se ha reunido mensualmente para una tarde de lectura y debate, y para la adoración eucarística en la capilla de Newman. También estamos involucrados en la parroquia católica local en diferentes formas (la catequesis, la música en las celebraciones litúrgicas, la organización de jornadas de oración, la visita de los ancianos en sus hogares, etc.), y mantenemos contacto con personas de distintos orígenes a los que tratamos de ayudar en sus vidas de fe. Tenemos el privilegio de poder ser los guardianes de este lugar de gracia, donde Newman encontró “una respuesta a sus oraciones” (Letters and Diaries of John Henry Newman Vol 11, p. 133).

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En definitiva, ¿cuál es el mensaje de Littlemore?


Sobre todo, Littlemore nos ayuda a comprender la profunda conexión, en la vida de Newman, entre el estudio, la oración, y el amor al pueblo de Dios. Ésta es la llave para comprender su conversión. Actualmente, muchos desean separar la caridad de la verdad. Newman, en contraste con esto, nos enseña la íntima conexión en la vida cristiana del pensamiento, la caridad pastoral y la amistad con todos y con Dios. Divorciar su obra intelectual de su vida, tanto de clérigo anglicano como de sacerdote católico, es no comprender la unidad de su personalidad – perfeccionada por la Gracia – y su profunda importancia para nuestros tiempos.

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Fuente: Cause for the Canonisation of Cardinal Newman

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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sábado, 26 de septiembre de 2009

Corrección en el Catecismo para Adultos norteamericano

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COVER, INSIDE PAGES OF U.S. CATHOLIC CATECHISM FOR ADULTS

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Hace algunos meses informábamos de la publicación de una Nota de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos en la que se aclaraban algunas ambigüedades en torno al documento “Reflexiones sobre la alianza y la misión”. Este documento que trataba, entre otras cosas, de la relación de la Iglesia con el pueblo judío, contenía afirmaciones “no lo suficientemente precisas, y potencialmente desorientadoras”, según la Nota publicada entonces por los obispos norteamericanos.


Ahora ha sido el turno del Catecismo Católico para Adultos de los Estados Unidos, que también ha sido objeto de algunas modificaciones.

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La Congregación para el Clero ha aprobado una pequeña modificación en el Catecismo Católico para Adultos de los Estados Unidos, clarificando la enseñanza sobre la Alianza de Dios con el pueblo judío. La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos anunció a fines de agosto que el Vaticano otorgó la recognitio a la revisión de una frase del catecismo que había sido aprobado por los obispos norteamericanos en junio del 2008. La frase revisada dice: “Al pueblo judío, al que Dios eligió primero para escuchar Su Palabra, ‘le pertenecen la filiación, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas; a ellos pertenecen también los patriarcas, y de su raza, según la carne, es el Cristo’”. La frase original decía: “Así, la Alianza que Dios hizo con el pueblo judío por medio de Moisés, permanece eternamente válida para ellos”.


En una declaración, la Conferencia Episcopal afirmó que “la clarificación refleja la enseñanza de la Iglesia de que todas las alianzas que Dios hizo previamente con el pueblo judío se cumplen en Jesucristo a través de la Nueva Alianza establecida por medio de Su Muerte sacrificial en la Cruz”.

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Fuente: America Magazine


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 25 de septiembre de 2009

Habla el Cardenal Castrillón: "La verdad encontrará su camino"

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Cardenal Castrillon

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El Cardenal Castrillón Hoyos, como informó hoy Infocatólica, concedió una entrevista a “Süddeutsche Zeitung” en la cual se refirió al “caso Williamson” y a las afirmaciones del obispo de Estocolmo que provocaron el resurgimiento de la cuestión. Ofrecemos ahora gran parte de dicha entrevista, tomándola de la traducción italiana de Fides et Forma.

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Usted afirmó que no estaba en conocimiento de la entrevista de Williamson. ¿Qué habría hecho el Papa si lo hubiera sabido?


No quisiera alegar hipótesis sobre lo que el Papa habría podido hacer. Me refiero solo a lo que él sabía en el momento en que el levantamiento de la excomunión se hizo público. En ese momento, ninguno de nosotros conocía mínimamente las afirmaciones de Williamson. ¡Ninguno de nosotros! ¡Y ninguno tenía el deber de conocerlas!

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¿Usted no sabía nada ni siquiera en el 2009?


Sabía sólo que la STV lo había entrevistado con ocasión de la ordenación de un diácono. Y fue el 5 de febrero cuando tuve conocimiento de lo que había afirmado. La Nunciatura me ha dado la información en un sobre sellado.

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Ahora el Obispo de Estocolmo, Anders Arborelius, afirma haber informado a la Nunciatura de Estocolmo desde noviembre de 2008.


Deploro mucho esta afirmación poco seria porque es falsa. Es una calumnia difundir este tipo de informaciones. Nosotros guardamos todos los documentos en forma digital. El Obispo Arborelius tendría que decir cómo, a quién y cuándo ha dado esa información, y si lo ha hecho en forma escrita u oral.

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La revista Der Spiegel ha referido la entrevista de Williamson en el 2008. ¿Nadie la leyó en el Vaticano?


Es posible que el departamento alemán de la Secretaría de Estado conociera este informe. Pero yo no.

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El Padre Fellay, General de la FSSPX, ¿podría haber sabido ya el contenido de la entrevista a Williamson si hemos de creer en la carta que envió a la SVT el 21 de enero para prevenir la transmisión?


No sé nada.

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Williamson ¿dijo haberlo conocido durante un almuerzo?


En aquel tiempo, hacía poco que era Presidente de Ecclesia Dei. Y allí observé durante un almuerzo a un grupo de personas en sotana. Por eso, pregunté a mi secretario quienes eran. Él me dijo que eran lefebvristas. Fue así que los invité a comer.

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¿Qué impresión le produjeron?


La impresión de que son gente buena, pero tal vez demasiado fijada en la idea de que todo el mal del mundo tiene su fuente en la reforma del Concilio. Traté de relajar un poco el ambiente y bromeé diciendo que si hubiese querido elegir una lengua para la Misa habría preferido el arameo, la lengua de Cristo, dado que no sabía quien había tenido la mala idea de cambiar la lengua del Señor por la de sus perseguidores. A ellos les pareció una broma muy mala. Después de este encuentro, llegó el diálogo con Juan Pablo II y luego otro, en agosto del 2005, con el Papa Benedicto.

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¿Nos puede hacer una descripción de Richard Williamson?


Es un hombre honesto, de algún modo excéntrico. No necio, pero obsesivo y testarudo.

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¿Un hombre honesto?


Él dice lo que piensa. Williamson no me parece de aquellos que quieren engañarte. Más bien, es una persona sin inhibiciones que mantiene posiciones extremistas, pero con una sencilla y honesta convicción.

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¿Usted comparte las posiciones de la FSSPX?


La FSSPX piensa que ellos están defendiendo la verdad sobre la sagrada tradición y que no pueden ser excomulgados por esto. Esto puede ser comprendido, aunque no comparta tales opiniones. En cuanto a esto, es indiscutible que ellos han quebrantado una ley fundamental de la Iglesia.

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¿Usted se ha preguntado si vuestras decisiones podían tener consecuencias políticas?


La excomunión de los cuatro obispos no es un acto político. Es un acto de misericordia. Es, por lo tanto, un problema teológico y pastoral, no una interferencia de la Iglesia en la esfera política. Por eso no me preocupo. Mi trabajo no es juzgar a un hermano obispo. Esta es la tarea de la Congregación para los Obispos y de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

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Pero la Iglesia Católica tiene una opinión sobre antisemitismo y holocausto…


El rechazo por parte de la Iglesia de toda violencia injusta sufrida por el pueblo judío es claro. Este tipo de genocidio racial es un crimen inmoral contra la humanidad.

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¿Por qué, entonces, no ha bloqueado el levantamiento de la excomunión a un negador del holocausto?


Williamson ha sido excomulgado por su ordenación episcopal ilegítima, no por sus teorías, juicios o afirmaciones sobre el holocausto. ¡Mirar los problemas en otro sentido es un típico error alemán!

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El cardenal Re se ha sentido engañado por usted…


Por lo que sé, nunca me ha dicho eso. Pero sé bien que ha dicho algunas palabras incautas sobre mí a la prensa. Por eso, le escribí una carta en la cual le dije que si alguien hubiese sabido anticipadamente de la entrevista sobre el holocausto, tendría que haber sido sólo él. Él ha trabajado por muchos años en la Secretaría de Estado. Hoy es la cabeza de la Congregación para los Obispos. Es su tarea monitorear a los Obispos.

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¿Este escándalo ha cambiado sus relaciones con el Papa?


¡Sí, para mejor! Nosotros hemos trabajado muy estrechamente, no sólo porque él es el Vicario de Cristo sino también porque es un teólogo de primera categoría, un defensor de la Fe, y tiene siempre confianza en mí. Esto no ha cambiado.

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¿Se ha sentido golpeado por los medios?


He tenido una notable experiencia con los medios y ahora me tratan ásperamente. No he pedido nunca rectificaciones, porque es inútil. La verdad encontrará su camino. Y la única verdad es la que le he dicho.

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Fuente: Fides et Forma


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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Un pequeño rebaño recibe a un gran pastor

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Catedral de San Vito

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En vísperas del viaje que Benedicto XVI realizará, “en el corazón de Europa”, a la República Checa, presentamos una interesante reflexión del Cardenal Miloslav Vlk, Arzobispo de Praga, sobre la compleja realidad que encontrará el Papa. Al mismo tiempo, invitamos a nuestros lectores a acompañar con la oración esta nueva peregrinación apostólica del Vicario de Cristo.

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La visita del Papa a una Iglesia local es siempre un evento grande, extraordinario y único para todos los fieles. La comunión con el Papa, que se realiza cotidianamente en la plegaria eucarística recordando su nombre, en la visita se hace concreta, tangible. Los fieles de nuestro país han podido recibir tres veces al Papa Juan Pablo II desde la caída del comunismo. Han sido momentos vividos con gran alegría por todos.


Durante el comunismo, la figura del Papa era vista con desprecio por el régimen. El Papa, “enemigo del pueblo”, era calumniado, atacado, humillado por los comunistas. El Vaticano era considerado colaborador del imperialismo capitalista. Tal vez por este motivo, el Papa se convirtió para los fieles sencillamente en el “padre”. Nuestras diócesis estaban sin obispos porque eran llevados a las afueras o puestos en prisión. La Iglesia, los sacerdotes y los fieles eran perseguidos. En este doloroso contexto, era casi evidente que el Papa se convirtiese para nosotros en “el obispo”, “el padre” de todos.


Es fácil comprender el significado que tuvo la visita de Juan Pablo II en 1990, después de la caída del comunismo. El duro pasado había hecho florecer un especialísimo amor del pueblo hacia el Papa. Un amor que ha permanecido intacto hasta nuestros días en muchos fieles.


Esperamos la visita de Benedicto XVI desde el 2005, es decir, desde la primera vez que lo invitamos. Solamente se esperaba el momento oportuno. El año pasado, al recibir al nuevo embajador checo ante la Santa Sede, Pavel Vosalik, el Papa mencionó el deseo de visitar nuestro país. Era precisamente el año jubilar de san Wenceslao, por los 1100 años de su nacimiento.


San Wenceslao, mártir, ocupa un puesto central en la historia espiritual de nuestra tierra: es el santo, el mártir y, al mismo tiempo, es el príncipe, el soberano, el patrono principal de la Iglesia en nuestro país. La abuela de san Wenceslao, santa Ludmila, fue bautizada por san Metodio en el siglo IX. Ha sido ella quien transmitió la fe al nieto Wenceslao, quien lo educó, quien lo crió.


Cuando Wenceslao estaba al gobierno, el cristianismo estaba estrecha e indisolublemente ligado a la vida de la nación. Fuentes históricas describen a Wenceslao como un gobernante muy atento a las necesidades del prójimo, especialmente hacia los pobres, los marginados, los que estaban amenazados. Sabía darse plenamente, servir sin fijarse en su condición de gobernante. Así daba testimonio de su ser cristiano a los contemporáneos paganos. Su modo de vivir era inspiración para otros. Ha sido él, “príncipe eterno”, quien dejó en herencia su preciosa corona, símbolo de su misma fe, a todos los reyes que han venido detrás de él. Pero él ha sido y sigue siendo el iniciador, aquel que ha llevado los valores cristianos a las raíces de nuestra nación.


En el himno sagrado a san Wenceslao, que hasta el siglo IX era adoptado como himno nacional, se canta: “Tú eres el heredero de la tierra checa”. San Wenceslao es símbolo de la nación y de la Iglesia, que en él encuentran su vínculo. Estoy muy feliz de que el Papa estará en nuestra diócesis precisamente en el día de la fiesta de san Wenceslao, el 28 de septiembre, fiesta nacional. Quisiera recordar, al respecto, que en la basílica de San Pedro, en Roma, en la parte derecha del transepto, se encuentra el altar dedicado a san Wenceslao, acompañado por los santos Cirilo y Metodio, apóstoles de nuestra fe. Es así que nuestra nación, pequeña pero rica en santos, está vinculada con la Iglesia de Roma.


La espera de la visita del Papa Benedicto XVI la vivimos en estrecha comunión con todas las nueve diócesis, especialmente aquellas en la que el Papa estará. También para la preparación del programa hemos trabajado todos juntos.


El camino propuesto para la preparación espiritual de los fieles se ha basado en los tres pilares de nuestra fe: la fe, la esperanza y la caridad. Cada uno de los obispos ha preparado cartas pastorales que luego han sido leídas durante la Liturgia dominical. Los temas centrales han sido precisamente la fe, la esperanza y la caridad. Los sacerdotes, luego, han profundizado las temáticas en sus homilías cotidianas.


Para cada fiel se ha preparado un folleto titulado “Preparémonos para la visita del Santo Padre Benedicto XVI a la República Checa – Invitación y desafío a la preparación para el encuentro”. Hay oraciones, pensamientos e inspiraciones para la reflexión individual, familiar y comunitaria. Además, en todas las diócesis han sido distribuidas pequeñas imágenes del Papa con una oración para vivir la visita en un clima de gracia, en el deseo de que pueda traer frutos abundantes para la Iglesia y la sociedad. En los últimos días de preparación se ha desarrollado una novena en todas las iglesias del país. Durante toda la novena, en la capilla del arzobispado, se han reunido muchos empleados para rezar juntos por el Papa.


Los medios de comunicación de la Conferencia episcopal, los medios de comunicación de las diócesis, la radio católica Progias y la televisión católica Noe han trabajado para acompañar la preparación y favorecer la participación también de quienes físicamente no han podido hacerlo. También los medios, tanto las radios como los periódicos nacionales, han difundido numerosas informaciones sobre la visita. La llegada del Papa es, sin duda, el evento más grande del año. Por lo tanto, hay mucha atención en todas partes.


Es cierto que la que se presentará al Papa como comunidad eclesial ocupa el puesto de “pequeño rebaño”. En el censo del año 2001, cerca del 29 por ciento de los más de 10 millones de habitantes se han declarado católicos; cerca del 5 por ciento, pertenecientes a las otras iglesias. El 66 por ciento restante no es ateo en el verdadero sentido de la palabra, como a veces se dice en nuestro país. Son, más bien, “deístas”: quiere decir que admiten la existencia de un Dios pero, según ellos, no se ocupa de los hombres. Ha dejado la tierra a los hombres que ahora son los dueños. Es una mentira difícil de quitar.


Después de la caída del comunismo, la Iglesia goza de plena libertad. Aún hay, sin embargo, muchos problemas que quedaron desde el período totalitario. Por ejemplo, el Estado no ha resuelto hasta ahora las injusticias realizadas por el régimen comunista. Principalmente, no ha restituido los bienes eclesiásticos robados por los comunistas. Estos bienes continúan en manos del Estado. La Iglesia depende económicamente del Estado: paga los salarios de los sacerdotes, contribuye al mantenimiento de las oficinas diocesanas, en menor medida ayuda también al mantenimiento de los edificios eclesiásticos. Solo que estas financiaciones son el fruto de los bienes de la Iglesia en las manos del Estado.


Algunos años atrás, dos comisiones, una por cada parte, redactaron un acuerdo entre la Santa Sede y el Gobierno de la República Checa. Ambas partes firmaron los acuerdos pero el Parlamento nunca los ha ratificado. Vivimos todavía hoy, por lo tanto, en un estado “provisional”, casi precario. Pero ya estamos acostumbrados a vivir así. Al menos, la vida de este “pequeño rebaño” sigue adelante. Mientras que, en el período de la dominación comunista, no era así. Los fieles laicos no podían participar activamente en la vida de la Iglesia; hoy, en cambio, colaboran cada vez más activamente en las parroquias. Muchos se comprometen, por ejemplo, en la Caritas que “es el rostro de la Iglesia frente a la sociedad”. Cada año recibimos a muchos nuevos catecúmenos. Entre ellos, hay muchos jóvenes y muchos adultos convertidos.


Sin embargo, en amplios sectores de la sociedad civil, la relación con la Iglesia es vivida con una cierta indiferencia. Se advierte sustancialmente, para con la Iglesia, una opinión negativa. Se encuentra un poco al margen de la sociedad. Se la ve más bien como una asociación privada, prácticamente insignificante.


Es por eso que, para nosotros, la visita del Papa asume un gran significado. Tanto más ahora, después de que la bellísima encíclica Caritas in veritate ha sido ya publicada en checo y ampliamente difundida. El nuestro es un país pequeño y, desde el punto de vista eclesial, numéricamente no muy significativo. Hasta ahora, el Papa ha visitado países mucho más significativos en este sentido. Un motivo más para hacer de su visita a nuestra nación, a nuestra pequeña Iglesia, una visita de gran valor. Nosotros, pequeño rebaño, junto a él, seremos considerados y nos sentiremos parte integral de la Iglesia universal.


Queremos recibir al Papa como a Cristo mismo, el cual ha dicho a los apóstoles: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha” (Lucas 10, 16) y “quien reciba al que yo envíe, me recibe a mí” (Juan 13,20). EL Papa viene con la fuerza de la palabra de Cristo, que ha dicho a Pedro: “Y tú… confirma a tus hermanos” (Lucas 22, 32).

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 24 de septiembre de 2009

La propuesta del Cardenal Zen

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El Cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, escribió un mensaje publicado en el sitio web de la diócesis en el que lanzó una propuesta desafiante al gobierno chino, con ocasión de los 60 años de la fundación de la República Popular.

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Con ocasión de los 60 años de la fundación de la República Popular China, el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, sugirió al presidente Hu Jintao liberar a todos los obispos católicos que están en prisión.


En un mensaje, firmado por él y publicado ayer en el sitio web de la diócesis de Hong Kong, el card. Zen dice: “A 60 años de la fundación de la República Popular, es el momento de que los dirigentes tengan el coraje de corregir los errores del pasado, liberando a los líderes religiosos que han sido privados de la libertad (por mons. Su Zhimin [obispo de Baoding (Hebei)], secuestrado hace décadas, mons. Jia Zhi Guo [obispoo de Zhengding], secuestro el pasado marzo); es el momento de que los dirigentes desciendan de sus posiciones para dialogar directamente con nuestros obispos, porque son ellos los jefes de la Iglesia”. El purpurado sugiere también al gobierno de Pekín “sentarse con sinceridad a la mesa [de las negociaciones] con la Santa Sede para encontrar modos de consultarse recíprocamente, aceptables para ambos, y así coexistir en armonía”.


En el mensaje, el cardenal Zen elogia algunas palabras de Hu Jintao que le han suscitado un “hilo de esperanza”. Hablando frente al National Committee of the Chinese People’s Political Consultative Conference (CPPCC), el pasado 20 de septiembre, Hu dijo que la función de este organismo es “promover la democracia, reforzar la solidaridad, coordinar las relaciones, resolver las contradicciones”.


El purpurado comentó que esto es precisamente “lo que el pueblo espera del Estado”. Él dijo que no ha podido más que aplaudir cuando escuchó afirmar a Hu que “el CPPCC debe comprometerse en promover… el desarrollo armonioso en las relaciones con las religiones…, con los connacionales en la patria y en el exterior”. Y que el CPPCC “debe preservar el principio de poner al hombre en el centro, escuchar la voz del pueblo…, hacer conocer la situación social y la opinión pública, ofreciendo consejos y sugerencias”.


Y a propósito de la armonía “en las relaciones con las religiones”, el cardenal Zen hace notar que lo expresado por Hu Jintao es “precisamente lo que Benedicto XVI desea cuando dice `espero que los fieles en China puedan vivir en paz su vida de fe y contribuir al desarrollo de su patria´”.


Según el cardenal Zen, el programa expresado por Hu Jintao es “un desafío sin precedentes… pero también una gran oportunidad”.


Lamentablemente, continúa el obispo emérito de Hong Kong, en China hay “algunos que sólo buscan el interés inmediato (oportunistas) y no quieren abandonar el protagonismo y el poder”. Éstos “se preocupan solamente por mantener el propio poder y sus intereses sin tener en cuenta los verdaderos interesantes y la política del Estado”. Todo esto lleva a un “punto muerto” y a demoras que provocan “daños”.


El cardenal se refiere, en forma genérica, a personalidades “de la ultra-izquierda” que continúan oponiendo la fe cristiana al patriotismo. No es difícil ver en estas personalidades (no nombradas) a los jefes de la Asociación Patriótica y del ministerio de los asuntos religiosos.


“La fe – concluye el cardenal Zen – no está, de ningún modo, opuesta al amor por la Patria”.

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Fuente: Asianews


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 22 de septiembre de 2009

La estrategia de la tensión y un nuevo ataque al Papa

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cardinali

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Ofrecemos un análisis del blog Fides et Forma sobre la “estrategia de la tensión”, nombre que designa los múltiples ataques, ciertamente planificados, a la persona y a las directivas del Papa Benedicto XVI. Si bien en algunos aspectos nuestros puntos de vista difieren de los del autor, nos parece importante para tomar conciencia de esta triste realidad en vísperas de un nuevo ataque que, transmitido por la televisión sueca y con la colaboración de algunos obispos, intentará despertar nuevamente la polémica del “caso Williamson”.

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Somos testigos desde hace meses, por no decir desde hace al menos tres años, de una verdadera estrategia de la tensión por la cual grupúsculos de poderosos frondistas se oponen a las acciones y a las directivas de Su Santidad Benedicto XVI. Esta estrategia merece ser desvelada de una vez por todas y analizada en su más secreta fenomenología.


En el 2005, el Colegio Cardenalicio eligió como Papa al Cardenal Ratzinger. Del Cardenal se conocían sus posiciones medidas y prudentes respecto a las revoluciones realizadas en abierto contraste con las decisiones conciliares, pero siempre motivadas por el así llamado “espíritu del Concilio”. Ratzinger era considerado no sólo un hombre de confianza de Juan Pablo II, capaz de asegurar una continuidad indiscutida con el gran pontífice polaco, sino también el Prefecto del ex Santo Oficio, aquel que había sido capaz de sostener la ortodoxia católica en un período de gran tempestad ética y doctrinal.


Esa elección fue, para muchos, el signo de una profunda continuidad con el pontificado de Juan Pablo II. Esa elección ha sido, ciertamente, obra del Espíritu Santo. Sin embargo, es inútil negar que desde abril de 2005 el nuevo Papa se ha encontrado frente a un denso grupo de cardenales y obispos dispuestos a obstaculizar de todas las maneras su obra.


Ellos han elegido una estrategia sutil, fluida, flexible. Han decidido “exponer” al Papa para hundir definitivamente todo lo que él, con gran valentía e infinita bondad, ha decidido ofrecer al catolicismo, y para mostrarlo desde el abismo en que parecía definitivamente destinado a caer. Han comprendido, de manera muy evidente, que el único modo para derrotar al “enemigo” ideológico (en resumen, todo aquello que se opone a la mundanización de la Iglesia y al dogma intangible del Vaticano II entendido como ruptura con el pasado y como adhesión de la Iglesia al mundo) no era simplemente oponerse a ello sino, mas bien, facilitar su choque con el mundo.


Si el Santo Padre es atacado por los medios y por la “sociedad civil” (o mejor dicho, “incivil”) debido a sus posiciones “de trinchera” (como diría el neocatólico Tony Blair) sobre aborto, contracepción, eutanasia, etc., el deber de estos innovadores eclesiales resulta extremadamente facilitado. Su sutil habilidad para maniobrar aquellos pocos sistemas capaces de asegurar su victoria es, de este modo, cotidianamente premiada.


Y será claro para los lectores que tales sistemas pueden contarse con los dedos de una mano: allí se los encontrará fácilmente dando una vuelta entre la oficina de prensa y la oficina de los redactores de los discursos papales, pasando por el sotobosque curial de la Secretaría de Estado. A estos tres bastiones, prácticamente inatacables pero omnipotentes ya que todo lo filtran y todo lo controlan, aún sin ser lugares de prestigio visible e inmediato, deben ser agregadas algunas congregaciones y pontificios consejos, en pie de guerra desde sus vértices. A estas estructuras, deben añadirse las relaciones interpersonales y el carisma de los individuos, y se tendrá un panorama completo de las fuerzas en campo.


Ahora, sin embargo, es tiempo de recapitular, en forma breve y deteniéndonos sólo en las cuestiones más evidentes, lo que ha ocurrido en el curso de los últimos cuatro años:


2005

A pesar del íncipit del Pontificado en concomitancia con el referéndum sobre la ley 40, es necesario decir que este año, en general, va bien en todo. El Papa suscita el fervor de los jóvenes en Colonia, asombra con la apertura a Hans Kung que es recibido en el Vaticano, se pone en clara continuidad con Juan Pablo II, aún manifestando un estilo nuevo. En diciembre, sin embargo, comienzan las notas dolorosas. El discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2005 hace comprender que hay algo nuevo en el aire. El Papa introduce la hermenéutica de la continuidad y son muchos los que sienten temblar sus piernas solamente ante la idea de una “reinterpretación” del concilio. Sin embargo, aún es pronto para ponerse en acción.


2006


Sandro Magister, en enero, publica un artículo extremadamente detallado en el que identifica a los “adversarios” del nuevo Papa: 1) Neocatecumenales; 2) Fronda* interna cardenalicia; 3) Oficina encargada de las traducciones de las homilías, discursos y catequesis papales. Este análisis se mostrará muy fundamentado.


Es publicada la primera encíclica papal, “Deus Caritas est” y se redescubren afinidades entre el pensamiento de Ratzinger y el del gran teólogo Romano Amerio. Pero se trata todavía de cuestiones culturales. Debe llegar aún la primera exposición mediática mundial del Santo Padre: el caso Ratisbona.


El caso Ratisbona nace de un conjunto de ignorancia periodística, prejuicio antipapal, y profunda y continuada acción de la fronda interna del Vaticano. El discurso es publicado en árabe en el sitio de la Santa Sede sólo después de algunos meses. La Oficina de Prensa se muestra incapaz de encauzar las polémicas, presentando comunicados tardíos y poco incisivos. Comienzan a surgir voces intraeclesiales que parecen tomar distancia de las palabras del Papa, mostrando estupor ante lo afirmado. El discurso de Ratisbona, himno al logos y a la cultura clásica que está fundada sobre el logos, es indicado como el primer “incidente diplomático” del Papa Benedicto XVI. Personalmente, creo haber dado una pequeña contribución al análisis de la cuestión Ratisbona publicando la primera traducción completa de los diálogos de Manuel Paleólogo citados por el Santo Padre.


En noviembre, el caso del discurso fantasma a los obispos suizos. A fin de año, estalla el “caso Wielgus”. La responsabilidad del caso recae casi totalmente sobre la Congregación para los Obispos. El nuevo arzobispo de Varsovia es, en realidad, un colaboracionista del ex régimen comunista. Al Papa se le asegura que se trata de ilaciones. El 21 de diciembre, la Oficina de Prensa afirma que el Papa ha sido informado de manera exhaustiva y tiene plena confianza en el nuevo arzobispo. Luego salen a la luz los documentos de archivo. Wielgus es obligado a renunciar el 7 de enero de 2007.


2007


Continúa la acción de exposición del Pontífice y el lento trabajo de la fronda. En enero, el Cardenal Martini comienza a hacer sus potentes exteriorizaciones de antipapa filo-laicista y abierto a una revisión de las cuestiones relativas a la sacralidad de la vida. En marzo, fuerte llamado a los Neocatecumenales por parte del Papa y de los Ordinarios de Tierra Santa. Luego se publica “Jesús de Nazareth” y es una vez más Martini quien dispara contra el Papa teólogo, en las páginas del Corriere della Sera.


Pero el culmen llega en julio: ¡Motu Proprio Summorum Pontificum! Crecen así las voces del disenso, hospedadas en periódicos italianos y extranjeros. La fronda comprende que es el momento justo para salir al descubierto. Sus posiciones anti-“Misa en latín” serán leídas por la “sociedad civil” como un reclamo obligado al Papa “retro” que quiere llevar a la Iglesia un siglo atrás. El bombo comienza a sonar. Es guerra abierta. A fin de año, sale Mons. Piero Marini, después de haberse dado el gusto de hacer aparecer al Papa, en Viena, con ridículos ornamentos de color "pitufo".


2008


Golpes de ajuste en la Curia parecen poder garantizar mayor tranquilidad al Pontífice. Al mismo tiempo, el frente laicista instigado por la fronda, gracias a la exposición a la que el Papa es sometido desde hace al menos un año y medio, comienza a dar sus buenos frutos: en enero, el Papa no puede ir a la Universidad La Sapienza. Comienza, contemporáneamente, la polémica con el mundo judío. La liberación del Misal del 1962 hace surgir la cuestión de la oración por la conversión de los judíos. Hasta mayo de 2009, la tensión está en fase de crecimiento constante, pasando por la causa de beatificación de Pío XII y la apertura a los lefebvristas para que reingresen obedientes al seno de la Iglesia. El doble registro del ataque al Papa por parte de laicistas y frondistas se desarrolla gracias a las declaraciones cada vez más borderline del Cardenal Martini.


2009

Llega el annus horribilis. Todo nace por el denominado caso Williamson. Como fue revelado en febrero por Il Giornale y el Riformista, de acuerdo a un expediente que circuló en el Vaticano tras la explosión del caso, la dirección de esta enésima exposición papal estaría en Francia, pasando por algunos “topos” vaticanos. Ciertamente, algunos funcionarios en el Vaticano habrían señalado a la televisión sueca que transmitió la entrevista shock al obispo lefebvrista, en primer lugar que, en octubre de 2008 (fecha en que es grabada la entrevista a Williamson), el decreto de levantamiento de las excomuniones estaba sobre el escritorio del Papa. Y luego, pocos días antes del 21 de enero de 2009 (fecha en la que se transmitió la entrevista), que el 24 de enero sería publicado el decreto firmado por el Pontífice. La Secretaría de Estado subestima la situación respondiendo con un gravísimo retraso a la críticas y, además, con un terrible comunicado que parece poner el “reconocimiento del holocausto” entre los nuevos dogmas del catolicismo. El Papa está ya en el centro de la atención mediática. Una atención negativa y despiadada, instigada por numerosos obispos y cardenales prontos a lanzar entrevistas y comunicados capaces de aislar al Papa y de oscurecer su acción. Benedicto XVI, también a causa de las potentes injerencias judías que pretenden de él numerosas y reiteradas condenas al holocausto (con detalles concretos como los “seis millones de judíos asesinados”), decide aclarar la cuestión del levantamiento de la excomunión con una carta. Los medios le darán poquísima importancia.


Mientras tanto, en marzo llega el viaje a Camerún y Angola. Un pasaje mal entendido de la conferencia de prensa improvisada en el avión que lleva al Papa a África vuelve a encender la exposición papal en los medios mundiales. Llueven condenas, incluso de exponentes institucionales de algunos gobiernos europeos. Es el punto de no retorno. De ahora en más, todo lo que el Papa afirme será usado en su contra. En mayo, es el momento del viaje a Tierra Santa. Cada gesto del Papa es observado con especial atención: ya no se hace más que esperar alguna palabra para instrumentalizar o alguna acción para poder retomar. El Santo Padre, en el memorial del Yad Vashem, afirma que los judíos durante el genocidio fueron “killed” Se desencadena una protesta por parte judía: el Papa debía decir “murdered” y debía añadir que los asesinos eran alemanes y que las víctimas eran seis millones…


En julio, la publicación de “Caritas in Veritate” restablece una tregua momentánea. El Papa es apreciado por varias partes, el poder laicista lo felicita por las indicaciones contenidas en la encíclica. Todos hablan bien del Papa, e incluso Barack Obama estaría por convertirse al catolicismo después del positivo encuentro con Benedicto XVI. Pero, a la sombra del Palacio Apostólico, la estrategia de la tensión no parece cesar.


El miércoles 23 de septiembre, la televisión sueca se prepara para lanzar un segundo y descarado ataque antipapal, concebido como secuela de la infausta transmisión de enero. Los protagonistas son, esta vez, explícitamente del interior de la Iglesia Católica [el autor se refiere especialmente al cardenal Walter Kasper]. El ataque está dirigido, en última instancia, al Papa.


Este año no ha terminado aún. No creo pretender ser profeta preanunciando nuevas exposiciones mediáticas del Pontífice en el 2010. Sin embargo, para quien aún no hubiese entendido, no se trata de ataques dirigidos simplemente a la persona de Joseph Ratzinger sino de un ataque a la Iglesia Católica, un ataque que nace en su interior y tal vez intenta preparar el camino para pontificados posteriores que pongan finalmente una piedra lapidaria sobre la Tradición milenaria de la Iglesia con la consecuente adhesión completa al mundo y probable absorción en él.


* Con el término “fronda”, el autor del artículo se refiere a la conspiración por la cual se intenta socavar las bases del actual Pontificado y, de este modo, adquirir un cierto poder en la Iglesia, tal como desarrolla en el último párrafo.


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Fuente: Fides et Forma


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 18 de septiembre de 2009

Carta a los obispos del mundo sobre educación religiosa

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La educación religiosa que se limita a presentar diferentes credos en un forma “neutral” causa confusión e indiferencia entre los jóvenes católicos, ha dicho el Vaticano.


La advertencia figura en una carta a los obispos del mundo publicada por la Congregación para la Educación Católica, coincidiendo con el inicio del año escolar. Afirma que las nuevas regulaciones de los gobiernos están reemplazando la verdadera educación religiosa con una “enseñanza sobre el fenómeno religioso en un sentido multi-denominacional, o una enseñanza sobre la ética y la cultura religiosas”.


Esta enseñanza puede estar incluso en contra de lo que los padres y la Iglesia quieren para sus hijos, dice la carta. Las escuelas que marginan la educación religiosa “pueden conducir al error a los alumnos, o serles perjudicial”.


La carta añade: “Más aún, si la educación religiosa se limita a la presentación de distintas religiones en una forma comparativa o ‘neutral’, crea confusión o genera relativismo o indiferentismo religioso”.


Firmada por el Cardenal Zenon Grocholewski, Prefecto de la Congregación, la carta cita a Juan Pablo II defendiendo enérgicamente el derecho de los católicos a la educación religiosa.


En un discurso en 1984, el último Papa decía que: “Las familias de creyentes tienen el derecho a tal educación; deben tener la garntía de que el estado… no sólo no pondrá en peligro la fe de sus hijos, sino que completará su formación integral con la educación religiosa apropiada”.


La carta dice que es tarea de la Iglesia el asegurarse de que la educación católica sea auténtica en todas las escuelas donde se imparta – sean estatales o de la misma Iglesia.


“La instrucción y educación católica que se imparte en las escuelas está sujeta a la autoridad de la Iglesia”.
La carta de la Congregación también subraya que “los educadores primeros y principales” de los niños son los padres. “Debe garantizarse siempre el derecho de los padres a elegir una educación en conformidad con su fe religiosa”, agrega.


Un oficial de la Congregación dijo al Herald que la carta responde a cambios en las leyes educativas “de muchos países, especialmente en Sudamérica, en Canadá y también en Europa”, donde la educación religiosa se ve cada vez más como “negativa o ajena a los intereses de la escuela”.
La carta fue citada también por el Obispo de Nottingham, y presidente del Servicio de Educación Católica (Catholic Education Service), Mons. Malcolm McMahon, en una misiva suya a las escuelas.
En ésta, dice que “ignorar o marginar las dimensiones moral o religiosa del individuo” dificultará la educación integral de los niños. Esta dimensión religiosa, dice, “contribuye a la formación global de las personas, y les da la posibilidad de transformar el conocimiento en sabiduría de vida”.

La carta del Vaticano se hace eco de distintas cuestiones planteadas por el revolucionario documento del Obispo Patrick O’Donoghue “Escuelas, ¿listas para la misión?”, que abogaba por un ethos católico más fuerte en las escuelas.


Una fuente involucrada con “¿Listas para la misión?” dijo que ambos documentos son una “declaración de los derechos inalienables de los niños y padres católicos” a una educación católica. Dijo que: “También son un enérgico llamamiento a los obispos y docentes a mantenerse firmes frente a los estados que buscan cada vez más imponer sus agendas de ‘ingeniería social’ en las escuelas católicas”.


Eric Hester, director de un colegio católico y ahora retirado, alabó el documento por su énfasis en el rol de los padres en la educación de los hijos. Dijo también que el presentar la religión en una forma neutral es “un problema particular en Inglaterra y Gales… porque los programas [usados por los docentes] no enseñan a fondo la fe”. Hester considera la carta como una “sonora condena” del plan del gobierno para la educación sexual obligatoria, ya que la carta insiste en el derecho de los padres a elegir una educación que esté de acuerdo con sus creencias. Daphne McLeod, director del grupo católico “Pro Ecclesia et Pontifice”, también dio la bienvenida al documento, pero dijo que será difícil para los padres el educar a sus hijos en la fe, ya que ellos mismos no fueron educados en la misma.


Una fuente vaticana dijo al American Catholic News Service que una parte importante de la preocupación de la Congregación está referida a la falta de fe de los docentes de educación religiosa. “Para que haya una instrucción religiosa auténtica de cualquier creencia, se necesita que la enseñe alguien que la vive. Es verdad que no es la meta del docente en esta situación el llevar a otros a la fe, pero en orden a poder presentar la fe en su plenitud, necesita estar en armonía con lo que enseña”. “Los contenidos específicos de la fe católica, tales como el el dogma de la Resurrección, deben ser explicados por un creyente; de lo contrario podrían ser presentados como un mito”, dijo.


El Obispo O’Donoghue, emérito de la diócesis de Lancaster, está de acuerdo en que es crucial que el docente de educación religiosa sea una persona de fe. “El docente necesita tener conocimiento de lo que la fe implica – no sólo saber un poco de Escritura y de educación, sino tener una profunda comprensión de lo que la fe implica. No es una asignatura más”.


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Fuente: The Catholic Herald

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 16 de septiembre de 2009

La previsión paulina del tiempo de las fábulas

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No hay que ser un gran iluminado para darse cuenta de que una construcción sin cimientos es candidata al derrumbe. Las bases firmes no garantizan que el edificio tendrá belleza o funcionalidad, pero esas cualidades no servirán de mucho si falta un buen fundamento.


Seguramente no es así en todas partes, ni en todas las comunidades, pero es innegable que una de las causas del alejamiento y la deserción de la Iglesia por parte de tantos cristianos para unirse a sectas o adherirse a filosofías extrañas, es la falta de bases doctrinales sólidas. Años y años apuntando a la belleza y a la funcionalidad en las catequesis, pero relegando lo más básico: el catecismo.


Muchas horas de encuentros catequísticos destinadas a transmitir unos pocos conceptos que, si bien son verdaderos, no pueden sustentarse sin otros que son fundamentales. Por poner algún que otro ejemplo: Que Jesús es nuestro amigo, es una verdad que debe decirse. Pero hay que enseñar primero quién es Jesucristo. Que la Misa es una fiesta, también puede ser un concepto válido, el cual no puede ser comprendido correctamente sin la noción fundamental de la Misa como Sacrificio de Cristo. Etcétera.


La catequesis es la educación de la fe de los niños, los jóvenes y los adultos. Comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana (CT 18). La catequesis no es tanto una cuestión de método, sino de contenido, como indica su propio nombre: se trata de una comprensión orgánica (kat-echein) del conjunto de la revelación cristiana, capaz de poner a disposición de la inteligencia y el corazón la Palabra de Aquel que dio su vida por nosotros (Benedicto XVI a los Obispos de Francia 14/09/2008).


Pretender que un cristiano se mantenga siempre firme en su fe sin haberlo formado en sus fundamentos es temerario. Pero es lo que sucede con frecuencia. Basta con interrogar a los niños o jóvenes que ya han recibido la catequesis de iniciación sobre algunos aspectos centrales de la doctrina y la vida de Jesucristo, o pedirles que reciten las oraciones más sencillas, para darnos una idea de la realidad de nuestra catequesis.


Libros para catequesis repletos de imágenes, juegos, dinámicas y técnicas grupales, experiencias, celebraciones y un sinfín de propuestas creativas, con un contenido doctrinal lastimosamente exiguo.


Para peor, entre muchos de los catequistas se ha extendido la idea, tomada tal vez de la ciencia pedagógica, de que para enseñar algo a los niños se debe partir de las experiencias de vida de los mismos. Y como éste, hay muchos otros métodos, técnicas y recursos didácticos propuestos en los libros que utilizan los catequistas para guiarse. Quizás todas esas herramientas pedagógicas funcionen de maravilla en manos de expertos en educación que saben cómo utilizarlas para alcanzar el objetivo deseado. Pero nuestros catequistas no suelen tener esas habilidades. En consecuencia, los contenidos a transmitir se pierden en medio de los intentos para cumplimentar los pasos metodológicos que han de darse para lograr un “verdadero encuentro catequístico”.


Ese giro que años atrás quiso efectuarse hacia una catequesis más “vivencial” no siempre ha logrado lo que se pretendía. Porque lo vivencial acabó siendo, con frecuencia, mera expresión de lindos sentimientos, y no pocas veces, sentimentalismo pasajero. Pero lo que más hay que lamentar es la importante reducción de la transmisión de doctrina que se produjo.


Si en esa sintonía de lo “vivencial” guiáramos a los niños a la percepción de lo sagrado, al contacto con el Misterio, ya sería algo. Si les infundiéramos de algún modo la intuición de que en el Sagrario hay una Presencia majestuosa e inefable. Si les ayudáramos a adquirir una especial reverencia hacia las Sagradas Escrituras y lográramos despertar en ellos un interés por su lectura. Si los llevásemos a sentir hambre espiritual. Si los asombrásemos con nuestra actitud de estar en Misa como quienes contemplan un hecho milagroso, estremecedor. Si hiciéramos esto, estaríamos colocando a los niños a las puertas de la catequesis. Aunque no sería aún catequesis.


La constante preocupación de todo catequista debe ser la de comunicar la doctrina y la vida de Jesús (CT 6). Por lo tanto, es inútil querer abandonar el estudio serio y sistemático del mensaje de Cristo, en nombre de una atención metodológica a la experiencia vital. Porque nadie puede llegar a la verdad íntegra solamente desde una simple experiencia privada, es decir, sin una conveniente exposición del mensaje de Cristo (CT 22).


Por otra parte, la Iglesia nos dice que es un derecho de todo bautizado el recibir una enseñanza y una formación que le permitan iniciar una vida verdaderamente cristiana (CT 14). Si la enseñanza y la formación son un derecho que ha de garantizarse, el primer paso para poder hacerlo es la preparación de los catequistas. Que los encuentros catequísticos se desarrollen con una pobre transmisión de doctrina, responde, también, a la insuficiente formación de los catequistas. La Guía para los Catequistas dice que cualquier actividad apostólica que no cuente con personas bien formadas, está destinada al fracaso (GC 19). Si bien la preparación de los catequistas ha de abarcar muchos aspectos, el doctrinal ocupa un lugar central. Han de conocer a fondo el contenido esencial de la doctrina cristiana y comunicarlo luego de modo claro y vital, sin lagunas o desviaciones (GC 23).


Es cierto que en los tiempos que corren no se puede pretender como condición una formación tan elevada en los catequistas que termine haciendo inviable el desarrollo normal de las catequesis parroquiales. Pero también es cierto que hay que hacer algo al respecto, y pronto. ¿Qué sea eso? Es obvio que corresponde a los obispos y a los párrocos determinarlo.


Sin embargo, creo que no es descabellado, en primer lugar, exigir, como un mínimo para ser catequista, el conocimiento cabal del compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, una vida espiritual cuidada y el compromiso de una formación permanente. Y en segundo lugar, devolver su valor a la enseñanza doctrinal, poniendo toda la cuestión metodológica en el lugar que le corresponde.


El Papa, en el discurso citado, insiste en que una esmerada preparación de los catequistas permitirá la transmisión íntegra de la fe, a ejemplo de san Pablo, el más grande catequista de todos los tiempos. San Pablo, en medio de sus preocupaciones apostólicas, y en previsión a lo que vendría, exhortaba a proclamar la Palabra, a insistir a tiempo y destiempo, con toda paciencia y deseo de instruir. Porque “vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos; y, apartado el oído de la verdad, se volverán a las fábulas” (2 Tm 4, 3-4).


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lunes, 14 de septiembre de 2009

El Concilio, la FSSPX y la Iglesia

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Claude Barthe

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Ofrecemos nuestra traducción de un artículo del Padre Claude Barthe sobre el futuro diálogo entre la Fraternidad de San Pío X y la Santa Sede en el cual se hace una presentación de los probables representantes por parte de Roma. El autor considera que los frutos de este diálogo pueden ser importantes para toda la Iglesia y transformarse en un elemento más - y muy importante - de la hermenéutica de la continuidad querida por el Santo Padre.

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El punto de partida de mi artículo – cuyas reflexiones comprometen sólo al que suscribe – es mi lectura en el último número de “La Nef” (septiembre 2009, p. 21) de una entrevista del Padre Manelli, Superior de los Franciscanos de la Inmaculada, con Christophe Geoffroy y Jacques de Guillebon. El Padre Manelli declara: “El Papa busca evitar rupturas, especialmente en la recepción del Concilio Vaticano II – es la famosa hermenéutica de la reforma en la continuidad. Pueden existir en el Concilio, sin embargo, algunas discontinuidades sobre puntos precisos: la cosa no tendría nada de escandaloso ya que este último ha querido ser ‘pastoral’, puede haber ‘errores’ que el Papa puede corregir, como Mons. Gherardini ha demostrado en un estudio que hemos publicado y que será pronto traducido al francés”.


Declaraciones similares, nuevas no ya por su tenor sino por la convicción con la que son ahora formuladas, están efectivamente cristalizadas por la “línea hermenéutica” que representa Mons. Brunero Gherardini, al cual Disputationes Theologicae ha dado amplio eco. Esta línea vuelve a poner en auge, renovándola considerablemente, la línea de la minoría conciliar – minoría de la que no se puede olvidar el importante rol en la elaboración del texto de “transición” o, dicho de manera más polémica, de “ambigüedad”. En pocas palabras: un cierto número de pasajes del Vaticano II es susceptible no sólo de precisiones sino también eventualmente de futuras correcciones.


De manera diversa, Mons. Nicola Bux, voz muy escuchada en la Congregación para la Doctrina de la Fe, declaraba a la agencia Fides el 29 de enero de 2009: “Ha sido constatado que no hay diferencias doctrinales sustanciales y que el Concilio Vaticano II, cuyos decretos fueron firmados por Mons. Lefebvre, no podía ser separado de la Tradición de la Iglesia en su conjunto. En un espíritu de comprensión, es necesario tolerar y corregir los errores marginales. Las divergencias pasadas o más recientes, gracias a la acción del Espíritu Santo, serán sanadas gracias a la purificación de los corazones, a la capacidad de perdón y a la voluntad de llegar a superarlas definitivamente”.


En este contexto de libertad teológica y de efervescencia de sanas disputationes en las cuales este sitio quiere participar, las conversaciones doctrinales que vendrán, implícitamente evocadas por Mons. Nicola Bux y que pronto se abrirán entre los teólogos que representan a la Congregación para la Doctrina de la Fe y los teólogos que representan a la Fraternidad de San Pío X, deberán lógicamente hacer progresar las cosas. En definitiva, es lo que se puede pensar teniendo en cuenta la calidad de los tres teólogos, los tres consultores de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que deberían participar en la discusión por delegación de la Santa Sede (en la medida en que las informaciones concernientes a los nombramientos sean exactas y quedando a salvo que el “equipo” constituido puede ser modificado, reducido o aumentado), bajo la mirada de Mons. Guido Pozzo, nuevo secretario de la Comisión Ecclesia Dei.


Mons. Pozzo, que ha enseñado de manera extremadamente clásica en la Universidad Lateranense, y que en “Le Figaro” del 8 de julio decía: “El punto débil de la Iglesia es que su identidad católica con frecuencia está poco clara”. Y agregaba: “no es que, renunciando a la propia identidad, la Iglesia está preparada o está en mejores condiciones para dialogar con el mundo, es exactamente lo contrario”, para terminar diciendo que “es necesario salir de esta ilusión optimística, casi irenista, que ha caracterizado al post-Concilio”. Él es, entre otras cosas, un especialista en las llamadas “notas teológicas” (el valor normativo que se puede atribuir a los textos doctrinales), de manera tal que las discusiones no podrán sino ocuparse del “valor normativo” de las declaraciones discutidas, de su valor en relación al contexto, de la eventual ausencia de obligación de fe que éstas comportan.


El Padre Charles Morerod, nuevo Secretario de la Comisión Teológica Internacional, que participaría en estas discusiones, es un dominico suizo que ha hecho la propia tesis sobre Lutero y Cayetano. Es decano de la facultad de filosofía de la Universidad Santo Tomás de Aquino, el Angelicum, y redactor de la edición francesa de la revista “Nova et Vetera”. Por pedido de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha trabajado mucho sobre cuestiones del anglicanismo. Es cercano al Cardenal Cottier, goza de la total confianza del Secretario de Estado, que fue anteriormente Secretario del Santo Oficio y del Papa mismo. En su importante bibliografía, se puede citar: “Tradition et unité des chrétiens”, “Le dogme comme condition de possibilité de l’œcuménisme”; “Œcuménisme et philosophie. Questions philosophiques pour renouveler le dialogue”.


Es ya conocido que el Padre Morerod participó, con los miembros de la Fraternidad de San Pío X, en las conversaciones doctrinales que se podrían definir “preliminares”. En una reunión pública realizada en el ámbito del GEC (Grupo de encuentro entre católicos), cerca de Saint-Philippe-du-Roule en París, el 26 de febrero de 2008, en el cual debatía con el Padre Gregoire Célier de la FSSPX, sobre el tema “Revisar y/o interpretar ciertos pasajes del Vaticano II”, los dos relatores habían llegado a una interesante convergencia. El Padre Morerod explicaba que le parecía: 1) que la posibilidad de una recepción del Vaticano II, “que se fundase sólidamente sobre el estado del magisterio anterior”, podría tener perfectamente su lugar en la Iglesia teniendo como condición, según su parecer, que esta interpretación no sea considerada como un rechazo del Vaticano II; 2) que podía ser admitida la no-confesión de ciertos puntos del Vaticano II, con “una cierta exigencia de respeto” por la enseñanza “oficial” del Vaticano II.


El Padre Karl Josef Becker, jesuita que también participaría en estas discusiones, nacido en 1928, teólogo muy estimado por Benedicto XVI, ha sido profesor externo en la facultad de teología de la Universidad Gregoriana (ha enseñado, en particular, la teológica sacramental y ha escrito sobre la justificación y la eclesiología). Ha publicado un artículo aparecido en L’Osservatore Romano del 5 de diciembre de 2006, en el cual todos han visto una aplicación del discurso del Papa de diciembre de 2005 y que mencionaré más adelante. Él defendía la tesis de que el “subsistit in” de Lumen Gentium 8 (la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica) no quiere decir otra cosa que el tradicional “est” (la Iglesia de Cristo es, puramente y sencillamente, la Iglesia Católica). Y además, según la relectura muy voluntarista del Padre Becker, el subsistit in estaría destinado a reforzar el est, de lo que resultaría, según su valoración y criticando la parte del ecumenismo conciliar más difícil de poner en acuerdo con la doctrina tradicional, que la eclesialidad parcial de las iglesias separadas no es sostenible.


Fernando Ocáriz, el tercer teólogo que formaría parte del equipo de Pozzo para participar en los debates teológicos, ha nacido en 1944, es vicario general del Opus Dei, ha enseñado en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y es autor de numerosísimas publicaciones. Su designación puede atribuirse ciertamente a su interés por la cuestión de la interpretación homogénea de la declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis Humanae, a propósito del punto más sensible – la aparente sustitución de una teología de la tolerancia por la de la libertad religiosa en materia de “derecho público de la Iglesia” – sobre el cual él mismo ha escrito. Se puede afirmar sin grandes riesgos que él está por la fórmula que se puede definir “de transición” sobre la libertad religiosa en el Catecismo de la Iglesia Católica (CATIC 2104-2109).


En cuanto al Padre Charles Morerod, aprovechando la importante parte que ha asumido en los trabajos de la Anglican-Roman Catholic International Commision (ARCIC), ha demostrado en su “Œcuménisme et philosophie. Questions philosophiques pour renouveler le dialogue” que un diálogo ecuménico serio debería estar integrado por aclaraciones sobre los presupuestos filosóficos de las posiciones teológicas de los cristianos separados, presupuestos que pueden explicar ampliamente su incomprensión de los dogmas de la Iglesia.


Pero es principalmente su “Tradition et unité des chrétiens. Le dogme comme condition de possibilité de l’œcuménisme” que merece una particular atención para la cuestión que nos interesa. Esta obra representa un esfuerzo considerable de interpretación tradicional del ecumenismo con el fin de demostrar cómo el dogma católico en general y el de la infalibilidad pontificia en particular son los motores más eficaces del ecumenismo. Demostración paradójica (paradójica en la medida en que se sostiene comúnmente, para alegrarse o lamentarse, que el ecumenismo busca atenuar los lados angulosos del dogma católico). La paradoja se redobla cuando la pia interpretatio del sabio dominico hace una lectura tomista desde un punto de vista presente en el texto conciliar y frecuentemente criticado, la “jerarquía de las verdades”.


Según él, si se está de acuerdo con los separados en que, de ambas partes, ha habido mala comprensión de las respectivas posiciones, será necesario pronunciar al fin una fórmula obligatoria para todos – dicho de otra manera, un dogma – que manifieste que ya se entiende perfectamente y se está de acuerdo unívocamente en la expresión de la fe de los Apóstoles. Respecto al decreto conciliar sobre el ecumenismo en el n. 11 § 3, recuerda que la Tradición católica, especialmente recurriendo a Santo Tomás, ha afirmado siempre que el rechazo a creer en cualquier artículo de fe lleva a rechazar la autoridad de Dios, de la que depende la fe, y aniquila de hecho el motivo para creer y, por lo tanto, pulveriza la fe. Sin embargo, como expone también Santo Tomás, el conjunto de las verdades a creer se organiza según un cierto orden, que no suprime de ningún modo la importancia de cada artículo. El Padre Morerod explica que, entendida así, la “jerarquía de las verdades” no es, en el fondo, más que un método de catequesis elemental para explicar, por ejemplo, la Maternidad divina a partir de la Encarnación, un modo pedagógico de llevar a la fe católica a aquellos que se han alejado.


Las demostraciones en forma de puntualizaciones de los Padres Becker, Ocáriz, Morerod y muchos otros son muy cautivantes. El inconveniente es que éstas son necesarias porque los textos en cuestión (los que he evocado son el n. 8 de Lumen Gentium, el n.2 de Dignitatis Humanae y el n.11 de Unitatis Redintegratio, pero existen otros lugares de dificultad) no contienen las aclaraciones que habrían evitado todas las interpretaciones desviadas. ¿No es tal vez, hablando en general, la gran dificultad de tal o cual declaración del Vaticano II, la de haber producido el efecto que podría calificarse como un «velar nuevamente» el dogma [“réenveloppement du dogme” en el original] (por hacer alusión a la teoría del «desvelar» [“désenveloppement” en el original] que representa, según el Card. Journet, la función dogmática)? [N. del T.: En francés, la expresión “désenveloppement (desvelamiento) es próxima por el sonido pero distante por el significado a la de “développent” (desarrollo), muy evocada por el evolucionismo modernista, y, por lo tanto, está cargada de significado.]


Pero antes es necesario señalar que el fenómeno provocado por el discurso dirigido a la Curia Romana el 22 de diciembre de 2005 por un Papa teólogo, Benedicto XVI, sobre la interpretación correcta del Vaticano II, se sitúa en una fase histórica del “retorno al dogma” particularmente interesante. Se podría defender que el ejercicio de su cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, especialmente desde 1985 (con la publicación de Informe sobre la Fe) hasta el 2005, ha constituido una especie de pre-pontificado de reinterpretación y de encuadramiento de los puntos sensibles del Vaticano II.


A lo sumo, lo que se dice y escribe hoy libremente en todas partes era ya perfectamente conocido: es decir, que la autoridad de los pasajes del Vaticano II que han parecido o parecen, prout sonant, no estar de acuerdo con las declaraciones dogmáticas anteriores, no tenían nada de dogmático. Del mismo modo, podría decirse que las reinterpretaciones en forma de puntualizaciones ortodoxas de aquellos pasajes, que hoy se multiplican por parte de plumas autorizadas para hablar, han existido siempre. Pero puede señalarse que estas dos vías conjugadas, las cuales toman hoy un carácter casi oficial, permanecen en cierta medida insatisfactorias: la primera vía (la no infalibilidad de los puntos contestados) porque es puramente negativa y no regula el fondo del debate; la segunda (la reinterpretación tomista de estos puntos) porque parece relativamente artificial o porque es, en todo caso y con toda evidencia, a posteriori.


Pero, sin embargo, así como en la vida espiritual el acceso a la vía mística no puede ahorrarse las purificaciones ascéticas, toda la actual efervescencia desencadenada o activada por el liberador discurso teológico del 2005, tiene un valor preparatorio a largo plazo – y sin duda, a larguísimo plazo– indispensable. Se me permitirá decir que la presente situación magisterial (hablo siempre, en este caso, únicamente de los puntos sensibles del Vaticano II y de ninguna manera de los progresos indiscutibles de este Concilio, como el decreto Ad gentes y, en mi opinión, la constitución Dei Verbum) es bastante inédita en la historia de los dogmas. No se trata, como clásicamente, de herejías externas y de sus condenas internas, sino de flujos doctrinales internos y de su rechazo, hasta ahora, al externo de la disputa. Se está en presencia de una crisis que se asemeja, si se quiere, a una crisis – muy tardía, es cierto - de adolescencia, en la cual lo mejor y lo peor se mezclan para acceder a la madurez.


Lo peor sería permanecer en el medio del vado. Por ejemplo, Unitatis Redintegratio no asigna al ecumenismo una finalidad claramente precisada en términos dogmáticos. Lo mejor está en la materia nueva que ha surgido -hablo siempre a título personal: sin querer disgustar a aquellos que quisieran retornar al “status quo ante”, es imposible pretender, por ejemplo, borrar el ecumenismo de la enseñanza de la Iglesia. Más exactamente será necesario, después de un trabajo teológico que no se ha interrumpido nunca en cuarenta años pero al cual un Papa teólogo le permite un desarrollo libre e inesperado, hacer del ecumenismo una enseñanza de la Iglesia en cuanto tal. Las dificultades de estos textos que llamo “de adolescencia” (ya que se me ha reprochado en todas partes el apelativo de “magisterio incompleto”) pueden ser entonces entendidas como interrogantes.


Me explico profundizando este ejemplo del ecumenismo. Leyendo el n.3 de Unitatis Redintegratio, se puede entender este texto como el reconocimiento tradicional de la existencia de algunos elementos de la Iglesia Católica, como el Bautismo, la Sagrada Escritura, a veces el Orden, en el seno de las comunidades separadas: “De entre el conjunto de elementos o bienes con que la Iglesia se edifica y vive, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia Católica”. Pero Unitatis Redintegratio añade, lo que aporta una dificultad considerable, una cierta legitimación de las comunidades separadas en cuanto tales: “Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia”. Los términos del texto parecen decir, por lo tanto, que en cuanto separadas estas Iglesias serían “continuaciones” [“relais” en el original] de la Iglesia Católica. Lo cual estaría, si esa fuera la verdadera interpretación, en ruptura con la enseñanza anterior.


Y sin embargo, es preciso convenir que si – según la doctrina tradicional – algunos separados en buena fe acceden a la salvación a través de estos elementos católicos que se encuentran de facto en sus comunidades, no es su pertenencia concreta a estas comunidades separadas lo que puede (en el insondable misterio de Dios) aportarles estos elementos católicos saludables. Al mismo tiempo, es cierto que esta pertenencia es también el principal obstáculo objetivo para su retorno a la unidad de la Iglesia. Es claro que el dogma del pasado no ha hecho propio explícitamente este hecho, es decir que los elementos católicos que existan en las comunidades separadas pueden ser instrumento de la gracia para los cristianos separados en buena fe y por lo tanto que estos elementos pertenecen in voto a la Iglesia de Pedro y están en espera de ser revivificados por el retorno a la Iglesia Católica de los cristianos separados, los cuales se benefician de tales elementos (cosa que no tengo de ningún modo la pretensión de explicar en pocas líneas). En el fondo, es como si el “interrogante” del n. 3 de Unitatis Redintegratio testimoniase dos deficiencias, una respecto al pasado que decía demasiado poco y otra respecto al presente que, por el contrario, dice demasiado.


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Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


Fuente: Disputationes Theologicae


Texto original francés: Disputationes Theologicae

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