jueves, 16 de abril de 2009

El Custodio de las cosas sagradas

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Sacristía Papal 

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Un importante aunque poco conocido colaborador del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice es aquel que tiene la función de Custodio del Sagrario Apostólico. Hace algunos meses ha sido nombrado un nuevo Custodio que, en una entrevista concedida hoy a L’Osservatore Romano, ha hablado acerca de la historia del cargo, sus funciones, y los objetos litúrgicos de valor que se conservan en la Sacristía Pontificia. Ofrecemos nuestra traducción.

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Una función que se remonta al siglo XIV, un servicio constante y fiel al Papa en todo lo necesario para las celebraciones litúrgicas, una presencia atenta y discreta a la que se le ha confiado tesoros de gran valor religioso, artístico e histórico. Es la figura del Custodio del Sagrario Apostólico, que desde 1352 es elegido del interior de la Orden de San Agustín. Una vida en estrecho contacto con todo cuanto concierne a los objetos litúrgicos reservados al Papa: casullas, estolas, capas pluviales, cálices, patenas, cruces, mitras. El reciente nombramiento del padre Paolo (Pavel) Benedik es una ocasión para redescubrir esta figura que, a lo largo de los siglos, ha tenido roles y tareas importantes. Hemos pedido al religioso agustino eslovaco que ilustre las funciones actuales.

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¿Nos explica la figura y las funciones del Custodio del Sagrario Pontificio dentro del Palacio Apostólico?


Debemos remontarnos a 1352, cuando Clemente VI eligió a su sacristán de entre la Orden de San Agustín. En 1497, Alejandro VI con la Bula Ad sacram confió esta tarea exclusivamente a los agustinos y Clemente VIII en 1595 elevó el cargo de sacristán a la dignidad episcopal. Sucesivamente, León XII estableció que el sacristán fuera también párroco de los Palacios Apostólicos y camarlengo de los párrocos de Roma. En 1929, con la creación del Estado de la Ciudad del Vaticano, Pío XI estableció que el sacristán pro tempore fuese también el Vicario general. Pablo VI, con el motu proprio Pontificalis domus del 28 de marzo de 1968, definió el oficio de sacristán, llamado también comúnmente “el párroco del Papa”: cuidar el culto divino y las capillas pontificias en el palacio apostólico, en la Casa Pontificia y en Castel Gandolfo; ocuparse del buen funcionamiento de la sacristía pontificia, de la lipsanoteca y del tesoro litúrgico, y ocupar el cargo de Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, con excepción de algunos documentos papales y de lo publicado por L’Osservarore Romano.


El cargo de varios siglos terminó el 14 de enero de 1991 cuando Juan Pablo II, con un quirógrafo, suprimió la figura del sacristán como había sido concebida hasta entonces. El cuidado espiritual del Estado de la Ciudad del Vaticano fu confiada al Arcipreste pro tempore de la Basílica de San Pedro, mientras que la jurisdicción sobre el Palacio lateranense pasaba al cardenal vicario para la diócesis de Roma. El oficio de sacristán quedaba suprimido y sus funciones confiadas al Maestro de las celebraciones litúrgicas. La parroquia de Santa Ana continuaba siendo atendida por los agustinos, mientras que los religiosos en servicio en la sacristía pontificia pasaban a depender del Maestro y uno de ellos sería nombrado Custodio del Sagrario apostólico, es decir, de las reliquias y objetos preciosos que allí son conservados. El último sacristán fue el agustino holandés Pietro Canisio van Lierde.

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Ésta es la historia. ¿Y sus tareas específicas?


Lo explica la misma palabra: custodio de las cosas sagradas. Su deber principal es el de custodiar los ornamentos litúrgicos que el Papa necesita para las celebraciones en la basílica de San Pedro, para las capillas papales del Palacio Apostólico o en Roma, y en los viajes apostólicos. Preparamos los purificadores, los manutergios, los cálices, las patenas, las estolas, etc. Ésta es nuestra tarea. Muchos de estos objetos litúrgicos tienen una historia de santidad, porque han sido usados por diversos Papas luego canonizados. Otra ocasión en la que se necesita nuestra ayuda es cuando llaman del apartamento papal porque el Pontífice debe celebrar una liturgia. En ese caso, nos ocupamos de preparar lo necesario y lo llevamos directamente a la capilla. Durante el pontificado de Juan Pablo II, si había Misas semi-públicas en el apartamento papal o en la capilla Redemptoris Mater, preparábamos todo para la Misa.

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Dada la historia de tantos siglos de la sacristía pontificia, ¿tienen vestiduras litúrgicas muy preciosas?


No ha quedado tanto porque cuando Napoleón Bonaparte ocupó Roma se llevó muchísimas cosas: cálices, cruces, báculos. Sus soldados quemaron muchas vestiduras litúrgicas para aprovechar el oro que éstas contenían. Además, cuando fue acordado el tratado de paz de Tolentino en 1797, el Papa debió vender muchos objetos preciosos para pagar el resarcimiento de guerra a Napoleón. El emperador se burló también de Pío VI: le donó una tiara muy bella y preciosa repleta de esmeraldas pero en su interior llena de madera y que, por lo tanto, no podía ser utilizada. Esto fue para hacerle entender que su reino había terminado. Después de esta expoliación, en la sacristía han quedado algunas vestiduras de Urbano VIII y de Pablo V, y algunos cálices góticos que son los más antiguos. Entre los más preciosos, sin embargo, conservamos el de Pío IX, usado por primera vez para celebrar la Misa en el día de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Hay también objetos de valor de León XIII y de Benedicto XV, san Pío X y Pío XI. Entre los objetos preciosos, hay también una tiara donada por Isabel II de España y la mitra ofrecida a León XIII por Guillermo II, emperador de Alemania, con ocasión del septuagésimo aniversario de sacerdocio.

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¿Estos objetos preciosos aún son utilizados?


Algunos objetos se usan todavía, como las mitras y las capas pluviales. En la elección de cuáles se utilizarán, nos ponemos de acuerdo con el Maestro de las celebraciones litúrgicas. Las vestiduras más antiguas, como las de Pablo V, son difíciles de utilizar; las de Urbano VII no las ponemos más. Hay otros objetos litúrgicos, en cambio, como la capa pluvial de Benedicto XV y la de Juan XXII que Benedicto XVI ha usado el año pasado para el Te Deum de acción de gracias de fin de año. Entre los ornamentos de valor, hay una casulla romana roja que se remonta al siglo XVI. Desde el punto de vista estético, tal vez las vestiduras más bellas son aquellas de Pablo VI que mandó realizar él mismo. También durante el Año santo del 2000, Juan Pablo II encargó muchas otras. Respecto a los cálices, en cambio, los usamos todos.

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¿Quién se ocupa del lavado y de la limpieza de los ornamentos sagrados?


Las hermanas agustinas oblatas del Niño Jesús lavan, planchan y remiendan todo lo que es utilizado para la Misa por el Papa y por los concelebrantes cuando preside el Pontífice.

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¿Cuál es vuestro trabajo particular durante las Misas presididas por el Papa?


Nos ocupamos de lo necesario para liturgia, comenzando por las vestiduras, las píxides, los cálices, las patenas, para los cardenales, los obispos, los prelados y para cuantos distribuyen la Comunión. Pero sólo cuando preside el Papa o celebra un cardenal en nombre del Pontífice.

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Entre estos objetos, ¿cuál es la más antigua cruz pectoral que se conserva en la sacristía pontificia?


Se remonta a Pío IX y es también la más valiosa.

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¿Por quién está compuesta vuestra comunidad agustina en servicio en el Palacio Apostólico?


Somos tres religiosos. Es una comunidad internacional que depende directamente del Prior general de la Orden. Yo soy eslovaco, de la región de Kosice; luego está el padre Edward Daleng, de Nigeria, y Fray Einer Tocto, originario de Perú. También colaboran con nosotros, a tiempo completo, tres laicos. Vivimos junto a la sala ducal en el Palacio Apostólico. La propuesta del nombramiento como Custodio del Sagrario es enviada por nuestro Prior general al Maestro de las celebraciones litúrgicas. Yo estoy aquí en el Vaticano desde hace tres años y en Italia desde 1984.

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Vosotros estáis también al servicio de las celebraciones que se desarrollan en la Capilla Sixtina. ¿Es usada regularmente para las liturgias?


Hay celebraciones en Adviento y en Cuaresma, presididas por el Maestro de las celebraciones litúrgicas. Cada año, en enero, durante la fiesta del Bautismo de Jesús, son administrados los bautismos. Durante el sínodo sobre la Palabra de Dios, la Capilla ha sido sede de un evento histórico: allí se celebraron las vísperas en presencia del Patriarca ecuménico Bartolomé. Algunas veces allí se realizan conciertos. El deseo de muchos es que, en el futuro, la Capilla sea utilizada para las celebraciones litúrgicas. Sobre todo, la Capilla Sixtina es famosa en el mundo porque allí tiene lugar el cónclave.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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