sábado, 31 de enero de 2009

¿A qué Don Bosco queremos retornar?

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Don Bosco

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En el día en que la Iglesia celebra la memoria litúrgica de uno de sus grandes santos educadores, San Juan Bosco, ofrecemos la traducción de un interesante artículo escrito por el salesiano don Francesco Motto para L’Osservatore Romano. En él, realiza un interesante análisis del crecimiento de la Sociedad Salesiana desde su fundación, de la crisis surgida en 1968 y de los desafíos que actualmente debe enfrentar la obra de Don Bosco, desafíos que se enmarcan en el contexto general de la vida religiosa cuya realidad trazó recientemente el Cardenal Rodé en un histórico discurso.

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Han pasado ciento cincuenta años desde aquel 18 de diciembre de 1859, cuando en una humilde habitación de Turín, don Juan Bosco con un sacerdote y dieciséis jóvenes fundaba la sociedad salesiana “con el fin y en el espíritu de promover y conservar el espíritu de verdadera caridad que se requería en la obra de los Oratorios para la juventud abandonada y en peligro”. ¿Ha tenido una continuación aquella reunión?

La respuesta sólo puede ser positiva. Más de 30.000 personas han entregado sus vidas en la realización del proyecto salvífico de Dios propuesto por Don Bosco. Hoy los salesianos son 15.750, presentes en 1.870 casas esparcidas en 129 países. A ellos habría que agregar a las casi otras tantas Hijas de María Auxiliadora, sin contar la multitud de Cooperadores y lo que hoy es la familia salesiana. Pero es necesario mirar hacia adelante.


El reciente Capítulo general de los salesianos (2008) ha invitado a “retornar a Don Bosco”, “a amarlo, estudiarlo, imitarlo, invocarlo y hacerlo conocer, aplicándose en el conocimiento de su historia y en el estudio de los orígenes de la Congregación, en constante escucha de las expectativas de los jóvenes y de los retos dela cultura actual”. En la práctica, ha retomado el motu proprio postconciliar Ecclesiae Sanctae que, en 1966, había invitado a todos los religiosos a retornar a las fuentes para una accommodata renovatio de su vida, en relación a las nuevas condiciones de los tiempos.


Esta invitación debe ser bien comprendida. El muy apreciable retorno a don Bosco revela, de hecho, un trasfondo ideológico que es el de recuperar el espíritu de don Bosco y de su primer grupo de seguidores en la certeza de encontrar allí un estímulo y una guía para la actualización de la vida religiosa en los nuevos contextos. Pero si lo observamos desde el punto de vista historiográfico – el que interesa en este momento – esto pone en sombra aquella continuidad de vida que la sociedad salesiana ha tenido después de don Bosco, la cual, con las adaptaciones inevitables, le ha permitido llegar hasta hoy. Sobre todo oscurece el hecho de que también los orígenes de una Congregación son parte de un ciclo evolutivo que ha tenido un inicio pero que luego se ha desarrollado en varias direcciones. Don Bosco no es todo, aunque ha sido el inicio de todo; su Sistema preventivo tiene un alma pero también una historia. Una atenta reflexión hermenéutica se impone necesariamente.


Por otro lado, hoy podemos preguntarnos: ¿a qué don Bosco queremos retornar? ¿Al de la ficción y los recitales? ¿Al del mito? ¿O al de la historia? Y si son tantas las imágenes del don Bosco histórico, son aún más las de aquel don Bosco actualizado por la continuidad, sin rupturas, de la sociedad salesiana gracias precisamente a la fidelidad al fundador; fidelidad que ha sido la solicitud permanente de todos los grandes rectores mayores – dos beatificados – que no han faltado en estos ciento cincuenta años. Por lo tanto, un aniversario no puede sólo recordar la fecha del evento fundacional sino también la larga historia nacida con él.


La fase inicial ha sido la del fundador, que ha logrado dar comienzo a un movimiento que, al momento de su muerte, había ya involucrado a más de 700 salesianos (y 400 hijas de María Auxiliadora), presentes en unas cincuenta casas esparcidas por 4 países europeos y 5 sudamericanos.


En 1888, mientras exponentes de la jerarquía eclesiástica pensaban que la obra salesiana no sobreviviría al fundador, don Miguel Rúa tomó las riendas y, con la ayuda de un grupo de salesianos crecidos con él junto a don Bosco, la relanzó en todas sus potencialidades. La sociedad salesiana fue considerada por todas partes moderna, eficiente, útil, tanto para la sociedad civil que requería educadores e instructores de la juventud en la nueva fase de desarrollo económico-social de fines del siglo XIX, como para la Iglesia que debía luchar contra muchas fuerzas adversas.


Desde 1890 a 1897, los salesianos se duplicaron – de 1.000 a 2.000 – y otro tanto en los siguientes trece años, hasta la muerte de don Rúa (1910) – de 2.000 a 4.000. Mientras tanto, las casas aumentaron de 58 a 357, esparcidas por una treintena de países en cuatro continentes.


En el segundo decenio del siglo XX el desarrollo continuó, aunque lentamente. Al momento de la muerte de Rector mayor don Paolo Albera (1921), los salesianos habían crecido “solamente” en 600 personas y 130 casas. Evidentemente la guerra mundial se había hecho sentir gravemente, a pesar de que los novicios fueron siempre centenares.


En los veinte años transcurridos entre las dos guerras, los salesianos se convirtieron en 12.000, con un crecimiento medio anual de 370 miembros y la duplicación de las casas. Y en los veinte años posteriores al conflicto, la demografía salesiana aumentó aún más: un incremento anual de 400 personas y de 15 casas, los 13.500 miembros de 1947 pasaron a ser 21.600 en 1967 – el máximo histórico – presentes en ochenta países.


Frente a un desarrollo tan impresionante, el Papa Pablo VI llegó a definir la obra salesiana como “uno de los hechos más notables, más benéficos, más ejemplares, más prometedores del catolicismo del siglo pasado y del nuestro”.


¿Cuáles son las razones? Obviamente muchísimas. Con mucha aproximación, se podría decir que la sociedad salesiana había vivido de la luz reflejada por un fundador que gozaba de inmensa simpatía en el imaginario colectivo. Los salesianos continuaban siendo considerados óptimos educadores de los jóvenes en sus oratorios y centros juveniles; en sus escuelas humanísticas y profesionales; en sus parroquias y misiones; en sus centros culturales y editoriales. El “sistema salesiano”, en todas sus dimensiones espirituales, pedagógicas, organizativas, había funcionado casi a la perfección.


Pero con el año 1968 tuvo inicio la crisis que vio reducirse el número de salesianos, en un decenio, en más de 5.000 miembros. No logró frenar la hemorragia el Capítulo general de 1965, cuya potencialidad para un verdadero cambio se vio comprometida por la invitación a todos los religiosos de renovar, por medio de un “Capítulo especial”, las propias Constituciones en conformidad con las sugerencias conciliares. Pero antes de eso, estalló el famoso ‘68 con todo lo que significaba, para bien y para mal. La gran aula Capitular de 1971 produjo, sin embargo, una gran cantidad de documentos condensándolos en las Constituciones renovadas. En el espacio de algunos años, la tasa de decrecimiento, gracias también al aumento de la esperanza de vida, se fue estabilizando: entre los años 1978-2007 el número de salesianos se mantiene casi constante, con un mínimo de 16.300 en 1982 y 2002. En el mismo período las obras continuaron creciendo anualmente en diez unidades (1.877 actualmente) mientras que el número de novicios en 30 años permanece casi siempre en más de 500.


El optimismo de los números es, sin embargo, redimensionado si se considera el trend negativo, más lento en América y mucho más rápido en Europa donde, con el 44 por ciento del total de los salesianos, se tiene sólo el 14 por ciento de novicios. Es evidente que, salvo un deseable cambio de tendencia del que por ahora no se perciben signos, el futuro próximo en las áreas europeas y americanas se presentará con un saldo siempre en rojo. La sociedad salesiana, a 150 años de su nacimiento - el recuerdo comienza el 30 de enero y se concluirá el 18 de diciembre próximo – parece dirigirse a un cambio significativo, a un cambio del color de piel, ubicándose en nuevas fronteras geográficas y laborales.


Pero el problema no son tanto los números o las estadísticas; la pregunta más inquietante no es tanto de índole sociológica – si los salesianos son más o menos, donde crecen y donde decaen – sino de carácter carismático: si son idóneos, capaces y si están preparados hoy para estar significativamente entre los jóvenes.


La presencia salesiana, tan difundida en el mundo entero, demuestra lo que puede hacer “un hombre enviado por Dios”. La santidad de más de 100 salesianos demuestra lo que puede hacer Dios. El evento don Bosco no es, entonces, un hecho consumado sino que debe ser llevado a cumplimiento por sus “hijos”, “carismáticos” como él en cuanto que están “a disposición de Dios”. Dar espacio a la creatividad, salir de las oficinas, estar con los jóvenes, escuchar las intuiciones, leer atentamente los “signos de los tiempos”, ayuda a no volver hacer aquello que se ha hecho y que hoy ya no funciona aquí ni mañana allí. Los jóvenes deben reencontrar la identidad salesiana pero no en los documentos, en las mociones de conferencias y asambleas, sino en los educadores que deberían estar y vivir con ellos y para ellos. El Sistema preventivo no hace descuentos: si el educador no está presente, los jóvenes emigran solos; si el educador no llega antes que ellos, recogerá solo los restos; si llega fuera de tiempo, será una emergencia. Lo enseña la historia de estos 150 años. Ha cambiado la sociedad, la familia, el joven; los salesianos deben cambiar pero, paradójicamente, permaneciendo siempre ellos mismos, presentes en el patio, en la escuela, en la calle, en el cine, en el teatro, en internet, dondequiera que estén los jóvenes.


Un punto fundamental será recuperar la gracia de la unidad entre la acción y la contemplación. Es esencial concentrarse no sobre todas las cosas en un orden disperso sino todos y todo en los puntos vitales del carisma; de lo contrario, lo estaríamos cancelando aunque sigue siendo cierto que el Espíritu Santo puede siempre hacer surgir nuevos brotes de un tronco seco. El “proyecto Europa” se juega principalmente en el campo de la revitalización endógena, como sostiene el Rector mayor don Pascual Chávez. Éste es el desafío que 150 años de historia lanzan a la sociedad salesiana, que saldrá vencedora sólo si sabe afrontarlo con la conciencia, la valentía, la humildad y la fe de sus inicios.


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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 30 de enero de 2009

Mons. Williamson escribe al Cardenal Castrillón

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Mons. Williamson

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Hace dos días, el siempre informado blogger de La Cigüeña de la Torre afirmaba que Monseñor Richard Williamson había enviado una carta al Vaticano pidiendo perdón por el daño causado por sus declaraciones. Fue el mismo obispo quien hizo público en su blog el contenido de dicha carta, que ahora presentamos en español. Por otro lado, el Padre Z menciona en su blog que, según algunos medios italianos, Monseñor Williamson estaría sufriendo gravemente debido a un cáncer. Nos unimos al Padre Zuhlsdorf al pedir el ofrecimiento de oraciones y mortificaciones “por la pronta reconciliación de FSSPX y por el Obispo Williamson si, de hecho, su condición fuera grave”.

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A su Eminencia, el Cardenal Castrillón Hoyos


Eminencia,

En medio de esta tremenda tormenta mediática levantada por mis imprudentes observaciones a la televisión sueca, le suplico que acepte, con el debido respeto, mis sinceras disculpas por haber causado a Usted y al Santo Padre molestias y problemas totalmente innecesarios.


Para mí, todo lo que importa es la Verdad Encarnada, y los intereses de Su única y verdadera Iglesia por medio de la cual solamente podemos salvar nuestra alma y dar gloria eterna, en nuestra pequeñez, a Dios Todopoderoso. De modo que sólo hago un comentario del profeta Jonás 1, 12:


“Tómenme y arrójenme al mar, y el mar se les calmará; porque yo sé que es a causa de mí que ha sobrevenido esta gran tempestad”.


Por favor, acepte y transmita al Santo Padre mi sincero agradecimiento personal por el documento del pasado miércoles que ha sido hecho público el sábado. Muy humildemente ofreceré una Misa por ambos.


Sinceramente en Cristo,


+ Richard Williamson

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Texto en italiano: Messainlatino


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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Castrillón, Fellay, y algunas novedades...

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Benedicto XVI y Monseñor Fellay

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En las últimas horas ha habido algunas novedades interesantes en torno a la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X. Por un lado, el Cardenal Castrillón Hoyos, presidente de la Comisión Ecclesia Dei, afirmó en una breve entrevista que Monseñor Fellay ha reconocido teológicamente el Concilio Vaticano II y que sólo quedan algunas cuestiones por aclarar, al mismo tiempo que aseguró: "la plena comunión llegará".


Por otro lado, Monseñor Bernard Fellay, en una nueva entrevista concedida esta vez a la revista Monde & Vie, afirmó en referencia a las discusiones doctrinales que precederán a la regularización que "no se trata de aclarar absolutamente todo sino, más bien, de obtener una clarificación suficiente" y que, respecto a la unidad de la Fraternidad, "en el caso de que haya separaciones, serán muy mínimas".


Ofrecemos nuestra traducción, realizada desde lo publicado por Rorate Caeli, de algunas afirmaciones del Cardenal Castrillón y de la entrevista completa a Monseñor Fellay.


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Extractos de la entrevista concedida por el Cardenal Castrillón al Corriere della Sera


[Card. Castrillón:] Cuando entregué el decreto firmado a Monseñor Fellay, no sabíamos nada de la entrevista, había sido unos días antes.


¿Y en ese momento?


[Card. Castrillón:] Evidentemente, en ese momento el decreto estaba en manos de los interesados. Prefiero no entrar en detalles porque van más allá de mis competencias. Pero nosotros hemos hecho lo que se debía hacer…


La comunión plena llegará. En nuestras conversaciones, Monseñor Fellay ha reconocido el Concilio Vaticano II, lo ha reconocido teológicamente. Quedan sólo algunas dificultades…


¿Tal vez la Nostra Aetate, la declaración que ha representado un punto de inflexión en las relaciones con los judíos?


[Card. Castrillón:] No, ese no es un problema. Se trata de discutir aspectos como el ecumenismo, la libertad de conciencia…


Menos mal que, mientras tanto, el Papa ha hablado…


[Card. Castrillón:] Las palabras del Santo Padre han dejado claro el pensamiento de la Iglesia también en lo referente a aquel crimen horrendo que es la Shoah.


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Entrevista concedida por Monseñor Fellay a Monde & Vie


¿Usted esperaba, Excelencia, este levantamiento de las excomuniones?


Lo esperaba desde el 2005, después de la primera carta pidiendo el levantamiento de las excomuniones que había enviado siguiendo el consejo de la misma Roma. Era claro que no se pedía esta carta para luego negarse a levantar las excomuniones. En cuanto al momento en que esto toma lugar, no me lo esperaba. Estos últimos meses, después del asunto del ultimátum, incluso después de haberse resuelto, nuestras relaciones estuvieron muy frías. Luego, yo escribí la carta del 15 de noviembre que se menciona en el decreto y en mi carta a los fieles…

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¿Este decreto es un signo de la voluntad del Papa?


Yo lo atribuyo, en primer lugar, a la Santísima Virgen. Es un signo manifiesto, con una respuesta casi inmediata. Yo había decidido ir a Roma para entregar el ramillete de rosarios que se había puesto en marcha en Lourdes con esta intención cuando recibí una llamada de Roma invitándome a ir.

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La satisfacción que ustedes tienen actualmente, ¿se ve atenuada por el resto del camino a seguir?


Es demasiado pronto para decirlo. Acaba de ocurrir un acto de la mayor importancia, por el que estamos verdaderamente agradecidos, pero es muy difícil evaluar en este momento. Aún no pueden verse todas sus implicancias. Todavía hay mucho trabajo por hacer pero tenemos una gran esperanza en la restauración de la Iglesia.

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¿En qué momento cambiaron vuestras relaciones con Roma?


Desde la elección del actual Papa. Yo antes hablé de la Santísima Virgen pero, a nivel humano, no se debe tener miedo de atribuir a Benedicto XVI lo que está ocurriendo. Es el comienzo de algo que ya se había iniciado con el Motu Proprio. Pienso que el Papa aprecia el trabajo que nosotros hacemos.

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En este desarrollo, este movimiento, algunos sostienen que han partido demasiado tarde. ¿Usted cree que otros, especialmente dentro de la Fraternidad de San Pío X, pueden considerar que es demasiado pronto?


No puedo descartar todo pero, en el caso de que haya separaciones, considero que serán muy mínimas.

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¿Usted cree que vuestra situación se resolverá, en primer lugar, a nivel práctico?


Hasta ahora, nuestro plan de trabajo ha sido clarificar primero los problemas doctrinales – aunque no se trata de aclarar absolutamente todo sino, más bien, de obtener una clarificación suficiente – o, de otra manera, correríamos el riesgo de hacer las cosas por la mitad o que esto termine mal.

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¿Y usted piensa que, más allá de Roma, se intensificarán los contactos?


Ese es el objetivo, como he explicado en Roma diciendo que la situación, como nosotros la proponemos, es ciertamente provisoria pero, al mismo tiempo, pacificadora y permitirá a las almas de buena voluntad ponerse al día. Todo esto se hará, por lo tanto, gradualmente. Y dependerá también de la reacción de la otra parte. Pero no hay a priori, el único a priori es el de la Verdad y la Caridad.

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jueves, 29 de enero de 2009

¿Una prelatura personal para la Comunión Anglicana Tradicional?

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TAC

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El semanario “The Record” ha publicado en su última edición una interesante noticia, de la que se han hecho eco Rorate Caeli y The New Liturgical Movement. Se trata de la TAC (Traditional Anglican Communion), de la cual publicamos hace algunos meses una entrevista a su Primado acerca de sus tratativas con la Sede Apostólica. Si la noticia se confirma, quedaría de manifiesto, una vez más, el firme deseo del Santo Padre de servir a la unidad, una exigencia propia del ministerio petrino que el Señor le ha confiado y que el Papa quiere ejercer solícitamente con todos. Ofrecemos nuestra traducción del texto presentado por Rorate Caeli.

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El semanario católico australiano "The Record" publica esta semana este relevante informe: la Traditional Anglican Communion podría ser recibida como una Prelatura Personal de la Iglesia Católica antes del fin de este año.

La Congregación para la Doctrina de la Fe ha decidido recomendar que se otorgue a la Traditional Anglican Communion una Prelatura Personal similar a la del Opus Dei, si tiene éxito el diálogo dirigido a la unidad entre la TAC y el Vaticano.

La TAC es una creciente comunidad global de aproximadamente 400.000 miembros que dieron el histórico paso en el 2007 de buscar la comunión completa, corporativa y sacramental con la Iglesia Católica - un movimiento que, de tener éxito, será el mayor progreso en las relaciones católico-anglicanas desde la Reforma de Inglaterra, bajo el rey Enrique VIII.


Los miembros de la TAC se separaron de la comunión anglicana basada en Canterbury y liderada por el Arzobispo Rowan Williams debido a cuestiones tales como la ordenación de mujeres al sacerdocio y la consagración episcopal de mujeres y de homosexuales.


El caso de la TAC pareció dar un significativo paso adelante en octubre del 2008, cuando se entiende que la Congregación para la Doctrina de la Fe decidió no recomendar la creación de un rito anglicano distinto dentro de la Iglesia Católica Romana - como es el caso con las Iglesias Católicas de rito oriental - sino una prelatura personal, un grupo semi-autónomo con su propio clero y laicado.


El Opus Dei fue la primera organización reconocida en la Iglesia Católica como una prelatura personal, una nueva forma jurídica en la vida de la Iglesia.  Una prelatura personal es algo así como una diócesis global sin fronteras, guiada por su propio obispo y con sus propios miembros y clero.


Debido a que antes no había existido en la Iglesia una forma jurídica de estas características, el desarrollo y reconocimiento de una prelatura personal llevó décadas al Opus Dei y a las autoridades de la Iglesia.


Podría realizarse un anuncio al respecto poco después de la Pascua de este año.  Se cree que el Papa Benedicto XVI, que ha tomado personal interés en el asunto, ha asociado este asunto al año de San Pablo, el más grande de los misioneros en la historia de la Iglesia.


La Basílica de San Pablo Extramuros podría servir para poner de relieve un anuncio de este tipo, debido a sus lazos históricos y tradicionales con el anglicanismo.  Previo a la Reforma en Inglaterra, ésta era la Iglesia oficial de los Reyes de la Liga.


El Primado de la TAC, el Arzobispo John Hepworth, que reside en Adelaide, le dijo al "The Record" que también ha informado a la Santa Sede que quiere llevar a todos los obispos de la TAC a Roma para la beatificación del Cardenal Henry Newman, también un converso del anglicanismo a la Iglesia Católica, como celebración de la unidad anglicano-católica.


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Bux: "¿Son realmente católicos los que se rebelan contra el Magisterio y el Papa?"

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Santo Padre

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En una entrevista con el periodista Bruno Volpe, cuya traducción ofrecemos, Monseñor Nicola Bux expresa su opinión acerca del levantamiento de las excomuniones y de las crecientes críticas al Papa por este acto de solicitud pastoral. Es para destacar el hecho de que Don Bux, con gran sentido común, pone de manifiesto la gran incoherencia en la que incurren los autores de las mencionadas críticas.


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“¿Las críticas al Papa de Hans Kung y de algunos periódicos? Son mezquinas e infundadas. Mire, sobre este tema concuerdo, tanto en el título como en el contenido, con lo que ha escrito L’Osservatore romano”. Lo afirma Monseñor Nicola Bux, consultado por teléfono en Bari. Bux, reconocido teólogo y mente pensante, pondera y calibra las palabras y dice:


El Concilio Vaticano II, que pasó a la historia como evento pastoral, predicó la misericordia, la tolerancia, el perdón, el diálogo. Pienso, sin embargo, que estas indicaciones deberían aplicarse a 360 grados. Pero hoy ocurre lo contrario: aquellos que se escandalizan y se rasgan las vestiduras por presuntas violaciones del espíritu conciliar, atacan al Papa con argumentos y tonos encendidos que riñen precisamente con el Concilio. Me recuerdo a mí mismo, antes que a usted, que en aquel Concilio se habló de la medicina de la misericordia…

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¿Qué significa?


Que el Papa, al levantar las excomuniones, ha utilizado con sabiduría precisamente la eficaz medicina de la misericordia como un buen médico. Hoy lo fulminan por haberse comportado según los dictados del Concilio… ¿no le parece raro?

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También critican a los lefebvristas y a Monseñor Williamson aún cuando la Fraternidad, con espíritu de humildad, ha pedido perdón…


Así es. Considero que los lefebvristas son católicos en todos los sentidos y nadie puede negarlo; que Monseñor Lefebvre fue uno de los padres conciliares y que incluso firmó los documentos. Dicho esto, me pregunto: ¿son realmente católicos, al ciento por ciento, todos aquellos que, aún declarándose como tales y sin haber dado pasos formalmente cismáticos, se rebelan contra el Magisterio de la Iglesia y la autoridad del Papa? A mí me parece curioso que nos olvidemos de esta realidad y que se use el Concilio Vaticano II como un arma inapropiada contra alguien. En aquella asamblea y de aquella asamblea se dice que fundaba la nueva eclesiología, un cambio de época, y así sucesivamente. Y bien, lo repito, los hechos demuestran que las buenas y rectas intenciones hoy se han convertido en argumento para atacar y no para perdonar…

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A veces se tiene la idea de que se busca un ecumenismo rengo. Es decir, el diálogo puede realizarse con ciertos sectores de la izquierda pero está prohibido cuando se dirige a la derecha…


En cierto sentido, es verdad: se tiene la sensación de que hay dos pesos y dos medidas. Lo vuelto a repetir: quien hoy insulta, ofende o censura de manera exagerada al Papa Benedicto XVI por el levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos lefebvristas, deja de lado precisamente al Magisterio de la Iglesia y al Concilio Vaticano II. Cristo es perdón, amor, piedad, misericordia. Ahora bien, ¿qué ha hecho el Pontífice? Un gesto de misericordia, una mano tendida, exactamente lo que Cristo y la Iglesia predican… y por esta razón ha quedado sometido a críticas feroces.

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El problema se ha desencadenado por las lamentables declaraciones del Obispo Williamson sobre el tema del holocausto…


Indudablemente aquellas frases son, por lo menos, cuestionables… pero no forman parte de su Magisterio pastoral. En otras palabras, no las ha pronunciado como Obispo y mucho menos la Iglesia las ha hecho propias sino que, al contrario, ha tomado distancia de ellas. En sustancia, son valoraciones personales de Monseñor Williamson que yo no aprecio pero que, por otro lado, no se relacionan con la Iglesia. Añado que cada uno es libre de hacer sus afirmaciones, asumiendo luego las consecuencias. Pero yo no puedo, por eso, culpar a todos los tradicionalistas.


Es cierto que el Obispo Williamson ha dicho cosas inapropiadas. Pero nosotros miramos siempre la paja en el ojo ajeno y nunca la viga que tenemos en el nuestro. Si tuviéramos que hacer la clasificación de tantas opiniones ilógicas y extravagantes de laicos, religiosos, obispos y cardenales ocuparíamos mucho de nuestro tiempo. Por lo tanto, es justo bajar los tonos de la polémica y valorar la actitud del Papa sólo como un acto de perdón y misericordia: exactamente lo que dicen el Vaticano II, al que tanto se invoca, y la Iglesia

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Texto original: Pontifex


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 28 de enero de 2009

Cañizares: “La verdadera renovación de la Liturgia es asumir la Tradición”

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Cardenal Cañizares

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"También yo voy hacia una tierra prometida, tierra de futuro. Dios me conduce donde está el futuro, que es junto a Pedro, con Pedro, siempre con Pedro”. De esta manera se expresa el cardenal al que Benedicto XVI ha confiado el cuidado de la Liturgia de la Iglesia. En una bellísima entrevista, para L`Osservatore Romano, que el periodista Juan Manuel de Prada ha realizado al Cardenal Antonio Cañizares Llovera, nuevo prefecto de la Congregación para el Culto Divino, podemos conocer un poco más de cerca la figura de este prelado, sus firmes convicciones y su visión de la Iglesia. Ofrecemos nuestra traducción.

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Don Antonio Cañizares, nuevo prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, nos ha citado en el palacio arzobispal de Toledo. Cuando llegamos, puntuales, está descendiendo del automóvil después de una visita pastoral. Por la mañana había estado en Madrid para encontrarse con el presidente del Gobierno que quería felicitarlo personalmente por el reciente nombramiento. Pero el cansancio no parece dejar rastros en él y, a pesar de que le insistimos para que descanse un poco, nos obliga a seguirlo en su oficina. Don Antonio es un hombre generoso y laborioso; y es también un hombre austero, cordial, de una sencillez campesina que rehúsa la pompa y las actitudes distantes. Es también un hombre de pequeña estatura con un gran corazón, un hombre de humanidad vivaz, a flor de piel, que sabe apasionarse cuando la ocasión lo requiere y sabe también sonreír dulcemente como cuando me permito bromear sobre el trastorno de las últimas semanas, transcurridas entre Roma y Toledo. Más que un príncipe de la Iglesia parece, a esta hora de la tarde, un sencillo párroco rural, lleno de entusiasmo por su vocación.

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Quisiera hablar del nacimiento de su vocación, Eminencia.


Desde que tengo uso de la razón recuerdo haber querido ser sacerdote. He nacido en Utiel, un pueblo de la región valenciana donde mi padre era jefe de la oficina de telégrafos, pero luego nos transferimos a Sinarcas, un pueblo vecino donde mis abuelos tenían una fábrica de harina. Mi precoz vocación se alimentó en el clima de fe de mi familia donde no había, sin embargo, vocaciones sacerdotales. He vivido esa llamada con toda normalidad, haciéndola compatible con mis juegos infantiles y mis inquietudes de adolescente. He nacido el 15 de octubre y recuerdo que el primer libro que me han traído los Reyes Magos ha sido una biografía para niños de santa Teresa. Además, en la época en que era aspirante de la Acción Católica, el consejero era muy “teresiano” y me inició en los escritos y en la espiritualidad de la santa de Ávila. ¡Quién habría dicho entonces que me convertiría en obispo de aquella diócesis! Después de los primeros estudios, he estudiado latín y griego en Segorbe; luego he ido a Valencia donde inicié los estudios de filosofía que me servirían para profundizar los motivos profundos de mi vocación.

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Y al profundizar estos motivos, ¿hubo momentos de flaqueza?


No, más bien de consolidación de la fe. En mi búsqueda ha sido decisivo el estudio de la epistemología y también de la metafísica. Los estudios de filosofía han desarrollado mi libertad de pensamiento; además he tenido un director espiritual que siempre me ha seguido sin ejercer nunca presión sobre mí. Luego he ido a Salamanca, donde he estudiado teología. Fueron años muy serenos en los que descubrí autores como de Lubac, Congar, von Balthasar, Journet y Guardini, que me han formado con grandísima naturalidad en el camino que llevaba al sacerdocio. Concluí los estudios en Salamanca y sorpresivamente me enviaron a hacer el doctorado en teología pastoral; todo esto en un momento de renovación conciliar en el que no han faltado episodios de confusión. Mi estancia en Salamanca me había permitido profundizar en el significado de la fidelidad a la Tradición que constituye la esencia misma de la Iglesia. He visto el Concilio Vaticano II no como una ruptura respecto a la Tradición sino como una confirmación de la Tradición, actualizada para poder ser ofrecida al hombre de nuestro tiempo. En aquellos años, una figura clave para mí ha sido la del inolvidable Papa Pablo VI, con sus lúcidas reflexiones sobre el ateísmo, la no creencia y la secularización. El magisterio de Pablo VI ha reforzado mi convicción de que el elemento constitutivo de la fe es radicarse en Dios, fundar toda la vida sobre Dios, reforzando también mi sentido de eclesialidad y mi amor por la Iglesia. En este sentido recuerdo que, en 1965 o 1966, cuando era diácono, leí un artículo del entonces profesor Ratzinger que afirmaba que la Iglesia no se reforma desde fuera sino desde dentro. Más importante que lo que nosotros podemos hacer con la Iglesia es lo que Dios hace con la Iglesia, la obra de Dios en la Iglesia, en la cual los hombres no somos más que instrumentos en sus manos. Y esta obra de Dios no podía ser, claramente, la secularización que reinaba en aquel momento. Lo que Dios estaba pidiendo, desde el interior de la Iglesia, no era una mera adaptación, un simple cambio o “aggiornamento”, sino una profundización en los aspectos que la constituyen: la Liturgia, la oración, la Palabra de Dios, los sacramentos.

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¿Cómo han sido los inicios de su ministerio sacerdotal?


En los tiempos del doctorado trabajaba como diácono en la parroquia de San Alfonso, en Madrid. Había elegido como objeto de mi estudio la predicación de santo Tomás de Villanueva que ha sido uno de mis grandes maestros y ha reforzado mi fidelidad a la Tradición de la Iglesia revelándome que la fuerza del predicador proviene de las fuentes de la oración, de los Santos Padres y del encuentro personal con Dios. En 1970, cuando fui ordenado sacerdote, monseñor José María García Lahiguera, arzobispo de Valencia, llegado expresamente de Sinarcas para la ordenación, me dijo: “Antonio, te ordenas sacerdote para ser santo; si no lo serás, mejor que no te ordenes”. He mantenido con don José María una relación muy estrecha que me ha transmitido una profundidad espiritual y un firme sentido eclesial. Una vez ordenado sacerdote, concluí mi tesis de doctorado y fui a Alcoy donde desarrollé la función de vicario en la parroquia de Santa María, trabajando intensamente en la formación de catequistas y profesores de religión. También tuve la suerte de convivir con estudiantes en un colegio universitario de ingenieros industriales y conocer así directamente sus problemas. Los jóvenes ya estaban expuestos a algunas corrientes de “cambio por el cambio mismo”, de ruptura un poco nihilista con el pasado que desembocaba inevitablemente en el vacío, en hacer callar a Dios, en hacer del hombre un dios. Luego he pasado a la iglesia de San Gerardo, en el barrio madrileño de Aluche, como vicario asignado a la parroquia, dedicándome al mismo tiempo a la enseñanza en la Escuela superior de pedagogía de la fe y en la Comisión episcopal de enseñanza y catequesis. Poco después inicié mi actividad como profesor de teología pastoral en la Universidad pontificia de Salamanca y de catequética en el Instituto de pastoral. En aquellos años comprendí que la catequesis debía dar razón de la fe y esto me hizo reflexionar sobre la relación entre la fe y el pensamiento contemporáneo, sin perder de vista el hecho de que la fe es, ciertamente, un don que da plenitud al hombre, que da plenitud también a la razón. Es un concepto que ha orientado también mi trabajo en la Comisión de la doctrina de la fe, desde la mitad de los años ochenta.

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Usted, antes de ocupar la sede primacial de Toledo, ha sido obispo de dos sedes emblemáticas, Ávila y Granada. ¿Cómo recuerda aquella experiencia?


Cuando me nombraron obispo de Ávila quedé paralizado por el estupor. Cuando el nuncio me lo comunicó, permanecí en silencio y luego dije: Fiat voluntas tua, que se convertiría en mi lema episcopal. Pocos días después de la publicación de mi nombramiento, hubo una persona que quiso dedicarme una hora de su tiempo en Roma. Me explicó qué significaba ser obispo, y en particular obispo de Ávila: me dijo que santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz vieron siempre en Dios la llave y el fundamento de todo. Es esta la opción que se ofrece al hombre contemporáneo: vivir en Dios o no vivir en Él; comprender todo a partir de Dios mismo o ver todo como si fuera obra nuestra. Santa Teresa nos ha enseñado a ver un Dios muy “humano”, nos ha enseñado a ver el rostro humano de Dios en la persona de su Hijo, concepto sobre el cual está insistiendo nuestro actual Papa. La espiritualidad teresiana ha hecho que se enraizase aún más en mi vida el significado cristocéntrico de todo: es Jesucristo que nos revela y nos dona a Dios.

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Luego ha venido Granada que, si he entendido bien, lo ha ayudado a conocer mejor a otra mujer fundamental…


Es cierto. En Granada se concluyó mi acercamiento a la figura de aquella gran mujer que ha sido Isabel la Católica, a quien había estudiado durante mi estancia en Ávila. Santa Teresa y la reina Isabel son indudablemente las dos mujeres más importantes de la historia de España. Granada, como se sabe, fue la última sede del dominio islámico en España; y al llegar a Granada descubro que está teniendo lugar una penetración organizada del Islam que no es espontánea y tampoco simplemente fruto de los movimientos migratorios. A todo eso debía dar una respuesta, que no ha sido la de oponerme, sino más bien la de reforzar la identidad cristiana promoviendo la religiosidad popular que – más allá de aquellos aspectos que pueden tener necesidad de purificación – es expresión profunda de las raíces espirituales de un pueblo. Allí descubrí que la reina Isabel llevó a término la evangelización de Granada instituyendo varios monasterios de clausura en el barrio de Albaicín. En efecto, no puede haber evangelización sin oración, sin contemplación, sin un testimonio verdadero del Dios vivo, revelado y manifestado en Jesucristo.

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Y luego viene Toledo…


Cuando me nombran arzobispo de Toledo, recuerdo providencialmente una conferencia del cardenal Ratzinger a la que había asistido. En ella había afirmado que la unidad en la fe entre los pueblos germánicos y latinos, superando el arrianismo, se había logrado en el tercer concilio de Toledo. Y aquella unidad – sostenía Ratzinger – fue la semilla de unidad para España y, aún más, de unidad para Europa. De la unión de los pueblos germánicos y latinos en la fe surge una cultura nueva que no hubiera sido posible hasta entonces y también una moral nueva que se delinearía en los sucesivos concilios toledanos. Luego, con la invasión musulmana, los mozárabes permanecen en Toledo conservando el propio rito, a pesar de la persecución y la discriminación social que sufrieron. Esto fue posible porque el trabajo desarrollado por los concilios toledanos había favorecido un enraizamiento profundo de la fe. En Toledo se ve como toda la historia sucesiva de España es, como dice Julián Marías, un intento de recuperar la España perdida. España se construye precisamente a partir de la fe católica ya que, si bien habían coexistido estructuras políticas diversas, la identidad española estaba marcada por la eclesialidad, por el vínculo con la sede de Pedro. Llegamos así al siglo XV, con la imponente figura de la reina Isabel que cuando iba a Toledo no residía en un palacio sino en la catedral, y desde su habitación asistía a la Misa. Además, cada vez que desde Castilla se dirigía a Andalucía, pasaba por Guadalupe, un santuario de la arquidiócesis de Toledo. Es allí donde autoriza el viaje de Colón con la condición de que las tierras descubiertas fueran evangelizadas. Así tiene inicio la empresa más grande de toda la historia española, la evangelización de América, y en consecuencia la creación de una nueva humanidad que, sin renegar de lo bueno y grande que había en aquellas civilizaciones indígenas, las abriría al horizonte de la redención. Desde Toledo se entiende bien que si España dejara de ser católica, dejaría de ser España.

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Dos rasgos característicos de esta identidad católica toledana son la fiesta del Corpus Domini y la fuerza de su seminario.


La fiesta del Corpus Domini no es un hecho aislado sino que, más bien, caracteriza el arraigado sentido eucarístico de esta diócesis donde nacieron las primeras confraternidades eucarísticas de España. La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia, y en Toledo la eclesialidad nace precisamente de la Eucaristía. Respecto al seminario, debo reconocer la herencia impagable que ha recibido de los cardenales Francisco Álvarez Martín y Marcelo González Martín, sin duda uno de los obispos que ha sabido aplicar las enseñanzas del concilio Vaticano II. Don Marcelo ha reforzado la comunión con la Iglesia dedicándose a la renovación de los seminarios españoles, acusados en aquel momento de ser retrógrados. Ha logrado así que Toledo haya dado en estos años cuatrocientos sacerdotes, que su edad media sea de 46 años, que el número de seminaristas sea, en términos comparativos con la población de la diócesis, el más alto de España. En Toledo, además, hay un sentido misionero muy fuerte. Yo no he hecho más que custodiar la herencia recibida, consciente del rol que el Primado desarrolla en la Iglesia española.

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Ahora que ha sido llamado a Roma será muy importante la visión que ofrecerá de España a la Santa Sede. ¿No cree que España sea un lugar fundamental para entender lo que está ocurriendo en Occidente?


Creo que España, con connotaciones que le son propias, está inmersa en la cultura que hoy domina en Occidente, plasmada en nuevas disposiciones jurídicas que buscan remodelar el significado originario de la naturaleza humana, de la familia, de los derechos humanos, y así sucesivamente. Sin pretender que España sea el centro de todo, es evidente que su significado es central en el contexto actual del cristianismo. Y el rol que en este momento debe desarrollar la Iglesia en España es fundamental. Esto no significa que la Iglesia española deba contraatacar o reaccionar con miedo; debe simplemente presentar al hombre de nuestro tiempo la Tradición heredada, que no es una tradición muerta sino un motor para llevar a término las grandes gestas humanas que nos han constituido como españoles, desde el reconocimiento del derecho de las personas promovido por la Escuela de Salamanca hasta la unidad lograda entre los diversos pueblos de España. España desempeña, además, un rol muy importante al otro lado del Atlántico ya que continúa siendo un espejo en el cual se miran nuestros hermanos hispanoamericanos. Poco tiempo atrás he pronunciado una conferencia en la Universidad Católica de Chile sobre las raíces cristianas de España y Europa, que tan insensatamente estamos negando, y al final me han dicho que había descrito con precisión la actual situación de Chile que es similar a la nuestra ya que España es su punto de referencia. La Iglesia en España debe ser consciente y debe proponer su riqueza sin ningún temor. Esta riqueza es Jesucristo, el Logos hecho carne que, como tantas veces ha afirmado el Papa Benedicto XVI, se da a nosotros por amor. La Iglesia en España debe realizar la tarea claramente definida de afirmar la verdad de Jesucristo, una afirmación que no va contra nadie sino, más bien, a favor de todos. Esta verdad se expresa y se realiza en el amor; por eso, ninguna fuerza política, ni social, ni de otro tipo, debe temer a la Iglesia. Simplemente estamos ofreciendo un futuro a la humanidad, una apertura a la esperanza. La Iglesia en España, en esta circunstancia histórica, debe decir con fuerza sí al hombre, sí a la vida, sí al matrimonio entre un hombre y una mujer, sí a la familia, sí a los derechos humanos fundamentales, sí a una solidaridad real y efectiva entre los hombres, sí a una nueva economía, sí a un nuevo orden que se reconozca en Dios, que se afirme en Dios, en aquel Dios que se ha revelado a nosotros con el rostro humano de Jesús.

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Supongo que para usted, Eminencia, será muy duro dejar Toledo…


Efectivamente dejar Toledo es un desgarro, un despojo; pero lo vivo como una experiencia de unidad con la Iglesia, como aquella de la que habla san Pablo en su carta a los filipenses. El despojarse de sí mismo es la gran esperanza de la humanidad, es una experiencia que vivió Abraham, cuyo ejemplo me está ayudando mucho en estos días: “Ve hacia la tierra que te mostraré”. También yo voy hacia una tierra prometida, tierra de futuro. Dios me conduce donde está el futuro, que es junto a Pedro, con Pedro, siempre con Pedro. Voy, además, a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. ¿Dónde está el futuro del hombre si no es en la adoración de Dios? El Papa está insistiendo de todos los modos sobre este punto. Basta leer su bellísimo libro “Introducción al espíritu de la liturgia”, que es mi programa de acción como prefecto de la congregación. La adoración es la ofrenda a Dios, es el reconocimiento de Dios como centro de todo, aquel Dios que no es antagonista del hombre sino, por el contrario, que va al encuentro del hombre, lo eleva, lo ennoblece. Delante de Él, el hombre sólo puede decir: “Estoy aquí, me ofrezco en todo lo que Tú me has dado que es precisamente la persona de Cristo”. A través de la liturgia, Cristo se hace presente en la Iglesia, la cual no es simplemente una sociedad que prosigue “la causa de Jesús” sino que es Jesús mismo presente y operante en ella. En la liturgia nos sentimos transformados porque vemos cada cosa desde Dios y, en consecuencia, transfigurados por su amor, que se realiza en la Eucaristía. En la liturgia, Dios va al encuentro del hombre, Dios habla al hombre como amigo, le revela su intimidad, lo hace entrar en su secreto y su verdad.

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Benedicto XVI ha insistido mucho sobre el carácter de la Tradición como elemento constitutivo de la fe de la Iglesia. En sus catequesis sobre los Santos Padres, en sus homilías y en sus discursos, se refleja constantemente este pensamiento.


De hecho, la Tradición por excelencia, el evento fundamental de la Tradición, es la Eucaristía. Lo dice san Pablo: “les he transmitido lo que he recibido”. La Eucaristía es fundamentalmente Tradición, don de la realidad única que la Iglesia tiene y que constituye la Iglesia, Jesucristo. Y la Iglesia de Jesucristo ha sido y será siempre Tradición, nunca ruptura con cuando ha heredado. Algunos han sostenido que la reforma conciliar rompía con la liturgia precedente pero en realidad es lo contrario: se trataba de dar aquello que se había recibido con fidelidad y, obviamente, con la natural actualización de las que algunas formas tenían necesidad. Por eso pienso que la verdadera renovación de la Liturgia es asumir la Tradición, haciendo posible una Iglesia capaz de donar aquello que es su riqueza, vida y pensamiento, aquello que ha transformado la historia y generado una humanidad nueva. La Liturgia es memoria, pero no memoria de un pasado inerte sino más bien de algo que se está realizando delante de nosotros y que aún debe realizarse en su plenitud.

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¿No le parece que los católicos a menudo hemos convertido esta memoria viva en letra muerta? Cuando un católico dice en la Misa, por ejemplo, “¡Ven Señor Jesús!”, ¿usted cree que es plenamente consciente de lo que está diciendo?


Lamentablemente ya no somos conscientes de que al decir “¡Ven Señor Jesús!” estamos repitiendo el marana tha de San Pablo (1 Corintios 16, 22) y del Apocalipsis (22, 20), y no lo relacionamos ni siquiera con la frase del Padrenuestro “venga a nosotros tu reino”. Hemos hecho de las palabras litúrgicas una rutina. Aquel “¡Ven Señor Jesús!” es pronunciado por una comunidad que está viviendo en la dificultad y que anhela el retorno de su Salvador. Y, naturalmente, si lo dijéramos con toda la verdad que contiene estaríamos expresando también todo el “espíritu de la liturgia” ya que estaríamos pidiendo que lo que está ocurriendo allí se convierta en realidad histórica y visible para los hombres y santifique también el futuro del hombre: la vida eterna. Recuperar la liturgia, recuperar la Eucaristía dominical, debe ser uno de los compromisos de la Iglesia: sobre este punto han insistido mucho los últimos dos Papas. Es necesario superar la “rutinización”; es necesario realizar una formación profunda en la liturgia.

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Es decir, una catequesis sobre la liturgia…


Efectivamente, una catequesis de la liturgia. Además, que todo en la catequesis conduzca a la liturgia. Se ha separado mucho liturgia y catequesis; el catecismo de la Iglesia Católica, en cambio, las une plenamente. Volvamos ahora al “¡Ven Señor Jesús!” que usted ha citado antes. Si tomamos los textos catequísticos y examinamos como son consideradas estas realidades últimas observamos que con frecuencia no son tratadas o, si lo son, son vistas como una especie de utopía o de escatología social. Han desaparecido la resurrección de la carne (y esto ha condicionado incluso la traducción misma del Credo), la vida eterna, la retribución personal, el estar realmente con Dios. Y así la fe se transforma en un secularismo más o menos espiritualista. Una ausencia similar constatamos al examinar el modo en que se trata la Creación en estos textos catequísticos. Si no hay Creación, no hay vida eterna: el hombre es sólo de este mundo, inmanentismo puro. Esta distorsión de los dogmas de la fe se ha cristalizado en la presentación del “Jesús de los valores”, el Jesús que sólo sería un mero modelo moral para imitar; de este modo, la misma crucifixión se puede presentar, como se lee en algunos libros, como una especie de accidente de trabajo. Se pierden así los valores de sacrificio, redención, expiación, reconciliación, misericordia que nos salva del pecado, del abismo de la muerte y del infierno. No se habla ni siquiera del infierno, otra realidad ausente como también está ausente el pecado original. Y así la fe se transforma en un moralismo fácilmente sustituible por cualquier otro.

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Podríamos continuar indefinidamente ya que la conversación de don Antonio es fluida e inagotable. Pero la memoria de mi grabador lamentablemente se ha agotado. Al despedirme del cardenal llego a pensar que tal vez el trastorno de los desplazamientos entre Roma y Toledo, sin que el cansancio parezca dejar rastros en él, se pueda explicar como un caso milagroso de bilocación. Para nosotros, los católicos españoles, su inminente partida de Toledo es un desgarro muy profundo que nos hace sufrir; pero al mismo tiempo nos llena de esperanza por los desafíos que lo esperan en Roma. Es un hombre que sabe amar y que sabe hacerse amar. Y estamos seguros que esta capacidad de amar y hacerse amar beneficiará a la Iglesia universal.

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Fuente: L’Osservatore Romano

(texto italiano en Papa Ratzinger blog)


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 27 de enero de 2009

Valioso gesto de la FSSPX

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En un importante y valioso gesto, Monseñor Bernard Fellay ha pedido perdón al Santo Padre por las consecuencias de las afirmaciones del Obispo Williamson sobre la Shoah. El Superior de la Fraternidad de San Pío X ya se había expresado en contra de dichas afirmaciones, aclarando con firmeza que no correspondía a la visión de la Fraternidad y también en una reciente entrevista manifestó su pesar por lo ocurrido. Ahora, en un gesto que habla muy bien de su buena voluntad, ha dejado bien en claro nuevamente la posición de la Fraternidad.

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“Hemos tenido conocimiento de una entrevista que Monseñor Richard Williamson, miembro de nuestra Fraternidad, ha concedido a la televisión suiza. En esta entrevista él se expresa sobre cuestiones históricas, en particular sobre la cuestión del genocidio de los judíos por parte del nacionalsocialismo. Es evidente que un obispo católico sólo puede hablar con autoridad eclesiástica en las cuestiones referidas a la fe y la moral. Nuestra Fraternidad no reivindica ninguna autoridad sobre otras cuestiones. Su misión es la propagación y la restauración de la doctrina católica auténtica, expuesta en los dogmas de la fe. Es por este motivo que somos conocidos, aceptados y apreciados en el mundo entero”.

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Monseñor Fellay también declara que “las afirmaciones de Mons. Williamson no reflejan de ningún modo la posición de nuestra Fraternidad. Por eso, yo le he prohibido, hasta nuevo aviso, toda toma de posición pública sobre cuestiones políticas o históricas”.

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“Nosotros pedimos perdón al Sumo Pontífice y a todos los hombres de buena voluntad por las consecuencias dramáticas de ese acto. Aunque reconocemos la inoportunidad de estas declaraciones, no podemos dejar de constatar con tristeza que ellas han golpeado directamente a nuestra Fraternidad desacreditando la misión. No podemos permitir esto y declaramos que continuaremos predicando la doctrina católica y administrando los sacramentos de la gracia de Nuestro Señor Jesús”.

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Visto en Papa Ratzinger Blog

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Fellay: "El Santo Padre tenía un tono dulce, verdaderamente paternal"

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FELLAY

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"Siento alegría y satisfacción y no son los sentimientos de una persona que piensa haber vencido". "Lo he sabido pocos días atrás en la oficina del cardenal Castrillón. Nos abrazamos". "Roma nos quiere realmente bien". "Todo ha cambiado y eso se lo debemos al Papa". Todas estas son frases de un hombre feliz ante el histórico decreto del pasado sábado: monseñor Bernard Fellay. El diario italiano “Libero” publicó el pasado domingo una entrevista en la cual el Superior de la Fraternidad de San Pío X habló acerca del levantamiento de las excomuniones y de la situación actual sin dejar de lado su análisis sobre la crisis actual de la Iglesia. Ofrecemos nuestra traducción.

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Monseñor, el 30 de junio de 1988 usted era consagrado obispo por Monseñor Marcel Lefebvre, junto a otros tres sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este acto hizo de ustedes y del obispo brasileño Antonio De Castro Mayer los primeros excomulgados después del Concilio Vaticano II. Hoy usted es el Superior general de la Fraternidad, lo que en el apresurado lenguaje periodístico es definido como “el jefe de los lefebvristas”. Estamos en Menzingen, Suiza, en la Casa general. Tenemos sobre la mesa el decreto de la Santa Sede que levanta aquellas excomuniones. ¿Qué siente?


Alegría, satisfacción. No son lo sentimientos de una persona que piensa haber vencido. Lo que la Fraternidad de San Pío X ha hecho desde su fundación hasta hoy, y que continuará haciendo siempre, lo ha hecho y lo hará sólo por el bien de la Iglesia. También las consagraciones episcopales de 1988 fueron realizadas con ese fin. Por el bien de la Iglesia y por nuestra supervivencia. Monseñor Lefebvre debía – repito: debía - asegurar una continuidad. No somos más que un pequeño bote de salvamento en un mar en tempestad. Nosotros hemos estado siempre al servicio de la Iglesia y siempre lo estaremos. El levantamiento de las excomuniones, junto al Motu proprio del Papa Benedicto XVI sobre la Misa antigua, es una señal importante, realmente importante, para nuestro pequeño bote. Es por eso que hablo de alegría y satisfacción.

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¿Dónde y cuando ha sabido del decreto?


Lo he sabido pocos días atrás en Roma, en la oficina de un cardenal, el cardenal Castrillón Hoyos, presidente de la Comisión Ecclesia Dei. Nos abrazamos. Enseguida, en primer lugar he dado gracias a la Virgen, éste es un regalo suyo. Es para obtener su intercesión que se han reunido más de un millón setecientos mil rosarios, rezados por fieles que deseaban el levantamiento de las excomuniones.

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¿Quién ha trabajado más en el Vaticano para llegar a esta solución?


Con seguridad el cardenal Hoyos, que es el presidente de la Comisión encargada de las relaciones entre la Santa Sede y la Fraternidad de San Pío X. Pero, sobre todo, el Papa Benedicto XVI. Lo he comprendido desde la primera audiencia en que me encontré con él, poco después de su elección. Aún cuando nos reprendía, el Santo Padre tenía un tono dulce, verdaderamente paternal.

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En el decreto se dice que el Santo Padre confía en vuestro compromiso “de no ahorrar esfuerzos por profundizar las necesarias discusiones con la Autoridad de la Santa Sede en los asuntos que permanecen abiertos”. ¿Qué quiere decir?


Quiere decir que, como todos los hijos de la Iglesia, estamos llamados a discutir aquellas cuestiones que consideramos fundamentales para la fe y para la vida de la Iglesia misma. Creo que esto reconoce, al menos, la seriedad de nuestra posición crítica sobre estos últimos cuarenta años. Nosotros no pedimos más que claridad. El hecho de que la voluntad del Santo Padre vaya en esta dirección es realmente de gran consuelo. Lo importante es que se entienda que, incluso en los momentos en que hacemos críticas severas, nosotros no estamos nunca contra la Iglesia o contra el papado. ¿Y cómo podríamos estarlo? A menudo nos han acusado de ser “lefebvristas” pero nosotros no somos “lefebvristas”, aunque siga siendo para nosotros un título de honra: nosotros somos católicos. El primero en no ser lefebvrista ha sido nuestro fundador, monseñor Lefebvre. Cuando esto quede claro, se comprenderán mejor nuestras posiciones. Tomará algún tiempo pero creo que, poco a poco, estará claro que todo lo que hacemos es obra de Iglesia.

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El levantamiento de las excomuniones ¿es fruto de una tratativa y de un acuerdo o es un acto unilateral de la Santa Sede?


Nosotros hemos pedido en varias ocasiones la libertad en la celebración de la Misa antigua y el levantamiento de las excomuniones. Pero lo que ha ocurrido ahora no es fruto de una tratativa o de un acuerdo. Es un acto gratuito y unilateral que demuestra que Roma nos quiere realmente bien. Un verdadero bien. Por mucho tiempo hemos tenido la impresión de que Roma no quería entrar en el tema. Luego todo ha cambiado y eso se lo debemos al Papa.

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¿Por qué Benedicto XVI ha querido tanto este acto? ¿Se ha dado cuenta de la complicación en la que se ha puesto con el levantamiento de las excomuniones?


Oh sí, creo que es bien consciente de las reacciones más diversas y más desordenadas. Además, en varias ocasiones antes y después de su elección papal, ha hablado de la crisis de la Iglesia en términos para nada ambiguos. Cuando mencionaba su dulzura paternal me refería al hecho de que en él se manifiestan, juntos, la conciencia de los tiempos en que vivimos, la firmeza para ponerles remedio y la atención a todos sus hijos. Esto hace que las reacciones más o menos inadecuadas ante sus actos lo pueden hacer sufrir pero ciertamente no hacen que cambie de parecer. Y aquí está también el motivo de esta decisión.

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En este contexto, ¿se podría sintetizar esta noticia diciendo que la Tradición ya no está excomulgada?


Sí, aunque se necesitará tiempo antes de que esto se convierta en moneda corriente dentro del mundo católico. Hasta hoy, en muchos ambientes hemos sido considerados y tratados peor que el diablo. Todo lo que hacíamos y decíamos era necesariamente algo malo. No creo que la situación pueda cambiar repentinamente. Pero hoy hay un acto de la Santa Sede que nos permite decir que la Tradición no está excomulgada.

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¿Y qué se siente vivir como excomulgado?


Se siente dolor por el uso malicioso e instrumentalizado de una marca de infamia. Respecto a nuestra situación, en cambio, debo decir que nunca nos hemos sentido excomulgados, nunca nos hemos sentido cismáticos. Siempre nos hemos sentido parte de la Iglesia y la noticia de la que estamos hablando demuestra que teníamos razón.

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Llegados a este punto nos preguntamos por qué esta situación se ha prolongado tanto. Y, sobre todo, ¿de qué naturaleza son las cuestiones que el documento de la Santa Sede y ustedes mismos dicen que deben ser aún discutidas?


Lo resumo brevemente. En un momento, dentro de la Iglesia hemos visto que se tomaba un camino nuevo, según nosotros un camino que habría llevado a grandes problemas. Nosotros no hemos hecho más que pensar, enseñar y practicar lo que la Iglesia había hecho siempre hasta aquel momento: nada más y nada menos. No hemos inventado nada. Hemos seguido, de hecho, la Tradición. Y hoy la Tradición ya no está excomulgada.

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Fuente: Libero


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 26 de enero de 2009

Habla Monseñor Fellay

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Monseñor Fellay

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El diario Le Temps ha publicado hoy la primera entrevista que Monseñor Bernard Fellay ha concedido luego del histórico decreto hecho público el pasado sábado. Ofrecemos nuestra traducción al español, realizada desde la versión ofrecida por Rorate Caeli.

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¿Usted condena las declaraciones negacionistas del Obispo Williamson?


Yo no puedo condenarlo. No tengo competencia para esto. Pero yo lamento que un Obispo haya dado la impresión de involucrar a la Fraternidad en una visión que no es nuestra.

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De acuerdo a los observadores, la decisión del Papa podría crear divisiones dentro de la Fraternidad. No todos los fieles y sacerdotes estarían preparados para la unidad.


Yo no tengo ese temor. Siempre puede haber una voz disonante aquí o allá. Pero el fervor con el que los fieles rezaron el Rosario para pedir el retiro de las excomuniones habla mucho sobre nuestra unión; en dos meses y medio han sido rezados 1.700.000 rosarios.

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En la carta que envió a los fieles el 24 de enero, usted manifestó el deseo de examinar, con Roma, las causas más profundas de la “crisis sin precedentes que hoy sacude a la Iglesia”. ¿Cuáles son estas causas?


En esencia, esta crisis está causada por un nuevo acercamiento al mundo, una nueva visión del hombre, esto es, un antropocentrismo que consiste en la exaltación del hombre y el olvido de Dios. La llegada de las filosofías modernas, con su lenguaje poco preciso, ha llevado a la confusión en la teología.

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En su opinión, ¿el Concilio Vaticano II es también responsable por la crisis de la Iglesia?


No todo proviene de la Iglesia. Pero es cierto que nosotros rechazamos una parte del Concilio. El mismo Benedicto XVI condenó a aquellos que invocan el espíritu del Vaticano II para exigir una evolución de la Iglesia en ruptura con su pasado.

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El ecumenismo y la libertad religiosa están en el centro de las críticas que ustedes hacen del Vaticano II.


La búsqueda de la unidad de todos en el Cuerpo Místico de la Iglesia es nuestro deseo más querido. Sin embargo, el método utilizado no es apropiado. Hoy se da mayor importancia a los puntos que nos unen a otras confesiones cristianas mientras que aquellos que nos separan son olvidados. Nosotros creemos que aquellos que han dejado la Iglesia Católica, es decir, los Ortodoxos y los Protestantes, deben volver. Nosotros concebimos el ecumenismo como un retorno a la unidad de la Verdad.


En cuanto a libertad religiosa, es necesario distinguir dos situaciones: la libertad religiosa de la persona y las relaciones entre la Iglesia y el Estado. La libertad religiosa implica libertad de conciencia. Nosotros estamos de acuerdo en que no hay derecho a forzar a nadie a aceptar una religión. En cuanto a nuestra reflexión sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, se basa en el principio de tolerancia. Parece claro que allí donde hay múltiples religiones, el Estado deba garantizar su buena coexistencia y paz. Sin embargo, sólo hay una religión que es verdadera y las otras no lo son. Pero nosotros toleramos esta situación por el bien de todos.

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¿Qué pasará si las negociaciones fallan?


Yo estoy confiado. Si la Iglesia dice hoy algo que está en contradicción con lo que enseñó ayer, y si nos obliga a aceptar este cambio, entonces debe explicar la razón de esto. Yo creo en la infalibilidad de la Iglesia y pienso que llegaremos a una verdadera solución.

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Fuente: Rorate Caeli


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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sábado, 24 de enero de 2009

Más reacciones

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La Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP) ha emitido un comunicado de prensa con ocasión del Decreto de la Congregación para los obispos.

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Friburgo (Suiza), Sábado, 24 de enero de 2009


Habiendo la Congregación para los Obispos hecho público el día de hoy el decreto que levanta la excomunión declarada en 1988 con respecto a los cuatro obispos ordenados sin mandato pontificio por el Arzobispo Lefebvre, la Fraternidad Sacerdotal San Pedro desea expresar su gozo por la noticia de este paso hacia la unidad.

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Desde su fundación, la Fraternidad de San Pedro no ha cesado de dar testimonio de su doble compromiso hacia la Sede de Pedro y hacia la Tradición de la Iglesia, orando constantemente para que pueda alcanzarse una reconciliación entre la Santa Sede y la Sociedad de San Pío X.

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Hoy, la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro se une completamente a la esperanza de la Santa Sede, deseando “que este paso sea seguido de una pronta consecución de la comunión completa con la Iglesia de la entera Fraternidad de San Pío X, dando testimonio así de la verdadera fidelidad y del verdadero reconocimiento del Magisterio y de la autoridad del Papa con la prueba de la unidad visible” (Decreto de la Congregación de los Obispos, 21 de enero de 2009).

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La Fraternidad de San Pedro quisiera expresar su profunda gratitud al Soberano Pontífice. La misma ve en este gesto magnánimo, un llamado a la unidad para todos los católicos, en orden a propagar en el mundo, enfrentado con todas las contradicciones de nuestro tiempo, el Reino de Cristo.

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Fuente: FSSP.org

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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Es oficial

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Presentamos nuestra traducción del Decreto de la Congregación para los Obispos con el que se levantan las excomuniones a los obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

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Por medio de una carta del día 15 de diciembre de 2008 dirigida a Su Eminencia el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, Monseñor Bernard Fellay, también en nombre de los otros tres obispos consagrados el día 30 de junio de 1988 pidió nuevamente la remoción de las excomuniones latae sententiae declaradas formalmente con el Decreto de esta Congregación del día 1 de julio de 1988. En la mencionada carta, Monseñor Fellay afirma, entre otras cosas: “Estamos siempre firmemente determinados en nuestra voluntad de permanecer católicos, y de poner nuestros esfuerzos al servicio de la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que es la Iglesia Católica Romana. Aceptamos sus enseñanzas con filial disposición. Creemos firmemente en el Primado de Pedro y en sus prerrogativas, y es por esto que la situación actual nos hace sufrir mucho”.

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Su Santidad Benedicto XVI – paternalmente sensible a la desazón espiritual manifestada por la parte interesada debido a la sanción de excomunión, y confiando en el esfuerzo expresado por la misma en la mencionada carta acerca de no ahorrar esfuerzos por profundizar las necesarias discusiones con la Autoridad de la Santa Sede en los asuntos que permanecen abiertos; a la vez que para alcanzar prontamente una solución completa y satisfactoria al problema planteado – ha decidido reconsiderar la situación canónica de los Obispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson, y Alfonso de Galarreta, surgida con sus ordenaciones episcopales.

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Con este acto, se desea consolidar las relaciones recíprocas de confianza e intensificar y dar estabilidad a la relación de la Fraternidad San Pío X con esta Sede Apostólica. Este don de paz, al término de las celebraciones de la Navidad, busca también ser un signo para promover la unidad en la caridad de la Iglesia universal, e intentar vencer el escándalo de la división.

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Se espera que este paso sea seguido de una pronta consecución de la comunión completa con la Iglesia de la entera Fraternidad de San Pío X, dando testimonio así de la verdadera fidelidad y del verdadero reconocimiento del Magisterio y de la autoridad del Papa con la prueba de la unidad visible. 

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En base a la facultad que me ha sido concedida expresamente por el Santo Padre Benedicto XVI, en virtud del presente Decreto, remito la censura de excomunión latae sententiae declarada por esta Congregación el día 1 de julio de 1988 a los obispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson, y Alfonso de Galarreta, al tiempo que declaro privado de todo efecto jurídico, desde la fecha presente, al Decreto emanado en esa ocasión.

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Roma, Congregación para los Obispos, Enero 21, 2009.

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Ver también

Carta a los fieles de Monseñor Fellay, Superior General de la Fraternidad

Comunicado del Superior General de la Fraternidad

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jueves, 22 de enero de 2009

Rumores y reacciones

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“Podría ser el 24 de enero”, informa el sitio francés “ultra-progresista” Golias. El artículo no oculta su descontento con la decisión del Santo Padre, y pretende establecer polémicas donde no las hay (¿qué tendría que temer el Opus Dei de la erección de una nueva Prelatura Personal?).


Sin embargo, en medio de muchas inexactitudes, aporta algunos datos importantes, que han sido recogidos por el blog Rorate Caeli, de donde lo tomamos para hacer la traducción.

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De acuerdo a nuestra información, el decreto concerniente a esta decisión, ya ha sido firmado…


Según nuestras fuentes, fueron el Cardenal Castrillón Hoyos y Monseñor Perl - prelado de Luxemburgo quien muy pronto lo reemplazará al frente de la Comisión Ecclesia Dei - junto con un prelado italiano, Monseñor Mario Marini (Secretario de la Comisión), los que escribieron un texto de reconciliación, en el sentido de una eliminación de las excomuniones de los cuatro obispos lefebvristas.

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También según nuestra información, no se trataría de un reconocimiento total y completo de la Fraternidad San Pío X, sino de la simple eliminación de la sanción de las excomuniones, una forma de reconocer la buena fe y el sentido eclesial de los “cismáticos”, mientras aún no está terminado el acuerdo completo sobre el futuro status jurídico de la Fraternidad San Pío X. Algunos creen que la Fraternidad podría ser erigida como un prelatura personal del Papa, similar al Opus Dei. Sin embargo, los responsables de la última ven esto con preocupación, ya que les quitaría (la exclusividad de) su excepcional status, que tienen desde 1983, siguiendo la decisión del Papa Juan Pablo II.

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Mientras tanto, y como ha sido su práctica hasta ahora, el Papa Benedicto XVI avanza poco a poco, y la cuestión sobre el futuro status de la Fraternidad San Pío X vendrá con el tiempo… Lo esencial para él hoy es tratar a los obispos lefebvristas como si no hubieran sido excomulgados, la cual es una forma completamente romana de al menos “relativizar”, sin contradecirse a uno mismo completamente.

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Es claro, en fin, que esta decisión del Papa Benedicto XVI que será probablemente oficializada el próximo 24 de enero, hará que un número de comunidades católicas reaccione en una manera crítica, particularmente en Francia y en Suiza.

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Una noticia maravillosa

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La web entera se hace hoy eco de una noticia de gran trascendencia para el catolicismo: el Papa Benedicto XVI levanta la excomunión a los obispos ordenados por Marcel Lefebvre.


Mientras esperamos que se haga oficial la noticia y el texto mismo del decreto pontificio (cada una de las palabras del mismo tendrá capital importancia para lo que siga), nos unimos en la oración pidiendo a Dios por la unidad de Su Iglesia.

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