viernes, 28 de noviembre de 2008

La Palabra de Dios en la Liturgia

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POPE BEATIFICATION

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En lo que parece ser uno de sus últimos actos como Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el Cardenal Arinze presidirá mañana la Jornada anual de estudio organizada por el dicasterio que, en esta ocasión, tratará sobre “La Palabra de Dios en la Liturgia”. Ofrecemos nuestra traducción de una entrevista que el purpurado concedió a Radio Vaticana.

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En línea con el reciente Sínodo de los Obispos, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos dedica la Jornada anual de estudio que celebra la promulgación de la Sacrosanctum Concilium al tema “La Palabra de Dios en la Liturgia”. El encuentro está previsto para mañana, en Roma, y será abierto por una relación del Cardenal Albert Vanhoye dedicada a la hermenéutica litúrgica de la Palabra. Los Padres sinodales han recordado que la liturgia constituye el lugar privilegiado en el que la Palabra de Dios se expresa plenamente. ¿Pero qué consecuencias prácticas tiene esta afirmación? Lo explica, a Radio Vaticana, el Cardenal Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto Divino:


La Palabra de Dios debe ser bien proclamada en la asamblea litúrgica, especialmente en la Misa. Esto quiere decir que quien la lee, la debe preparar bien. Y también el ambón, la acústica, deben estar en buen orden. Quien lee debe hacerlo de tal modo que el pueblo pueda seguirlo. Por lo tanto, no debe leer velozmente, no debe concentrar la atención sobre sí mismo: debemos escuchar, meditar, recibir; y en tercer lugar, debemos ser animados a continuar leyendo los textos sagrados. No sólo escuchar durante la Misa sino también leer estos textos antes y después de la Misa. Quien continúa leyendo la Sagrada Escritura cada día, en espíritu de oración, está en el espíritu de la Liturgia y en el espíritu del Sínodo.

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Eminencia, ¿hay actualmente actitudes a corregir en la relación entre Liturgia y Palabra de Dios?


Es necesario corregir el hecho de que el texto utilizado sean hojas sueltas y no páginas de un libro, que el texto de las Sagradas Escrituras no sea un texto aprobado sino preparado por alguien sólo para una ocasión. Luego, hay que corregir también a algunas personas que acostumbran introducir textos que no son Sagrada Escritura: incluso si son textos de santos no son, sin embargo, textos aprobados para la Santa Misa. En el Breviario está previsto que una segunda lectura pueda ser de un santo o de un escritor eclesiástico pero siempre con la condición de que sea un texto aprobado por el Santo Padre. Esto es importante porque la Liturgia no es oración privada sino que es oración en nombre de toda la Iglesia.

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Los Padres sinodales han manifestado el deseo de un directorio sobre la homilía, ¿por qué, según usted?


Los obispos que han participado en el Sínodo consideran muy importante la homilía porque están preocupados por el hecho de que, quizás, la calidad de las homilías en la Iglesia no es tan elevada como se desearía. De hecho, también el Sínodo sobre la Eucaristía de tres años atrás había pedido un compendio de homilías temáticas de modo que – en un ciclo de tres años – ninguna gran parte de la verdad católica sea omitida. En la práctica, se trata de las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia Católica y esto porque algunos predicadores tienen la tendencia de no tocar algunos temas: o porque son delicados, o difíciles, o porque algunos no quieren hablar de ciertos argumentos… El Evangelio debe ser predicado sin reducciones: ésta es una de las preocupaciones. Algunos participantes en el Sínodo han pedido también indicaciones precisas a los predicadores para la calidad de una homilía ideal: esto, en realidad, debería ser un trabajo a realizar en los Seminarios mayores y en los institutos litúrgicos. Pero el hecho de que los obispos hayan sugerido esto al Sínodo quiere decir que toman en serio este argumento. Y esto es muy importante para la Iglesia.

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Fuente: Radio Vaticana


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 26 de noviembre de 2008

¿Es posible el diálogo interreligioso?

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Traducción de la carta-prefacio del Papa al libro “Por qué debemos llamarnos cristianos”, del Senador italiano Marcello Pera. El texto fue publicado por el Corriere della Sera. Nosotros lo hemos tomado de Papa Ratzinger blog.

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Estimado Senador Pera,


En estos días he podido leer su nuevo libro “Por qué debemos llamarnos cristianos”. Fue para mí una lectura fascinante. Con un conocimiento estupendo de las fuentes y con una lógica coherente, analiza la esencia del liberalismo partiendo de sus fundamentos, mostrando que a la esencia del liberalismo pertenece su enraizamiento en la imagen cristiana de Dios: su relación con Dios, de quien el hombre es imagen y de quien hemos recibido el don de la libertad. Con una lógica irrefutable, hace ver que el liberalismo pierde su base y se destruye a sí mismo si abandona este fundamento. No menos impresionado he quedado por su análisis de la libertad y por el análisis de la multiculturalidad en la que muestra la contradicción interna de este concepto, y por lo tanto, su imposibilidad política y cultural. Es de fundamental importancia su análisis de lo que podrían ser una Europa y una Constitución europea en la que Europa no se transforme en una realidad cosmopolita sino que encuentre, a partir de su fundamento cristiano-liberal, su propia identidad. Particularmente significativo es para mí también su análisis de los conceptos de diálogo interreligioso e intercultural.


Usted explica con gran claridad que un diálogo interreligioso, en el sentido estricto de la palabra, no es posible, mientras que urge mucho más el diálogo intercultural que profundice las consecuencias culturales de la decisión religiosa de fondo. Mientras sobre esta última no es posible un verdadero diálogo sin poner entre paréntesis la propia fe, es necesario afrontar en el ámbito público las consecuencias culturales de las decisiones religiosas de fondo. Aquí, el diálogo, una mutua corrección y un enriquecimiento mutuo son posibles y necesarios. De la contribución acerca del significado de todo esto para la crisis contemporánea de la ética encuentro importante lo que usted dice sobre la parábola de la ética liberal. Muestra que el liberalismo, sin dejar de ser liberalismo sino, al contrario, para ser fiel a sí mismo, puede enlazarse con una doctrina del bien, en particular con la cristiana que le es congénere, ofreciendo así verdaderamente su contribución a la superación de la crisis. Con su sobria racionalidad, su amplia formación filosófica y la fuerza de su argumentación, el presente libro es, a mi parecer, de fundamental importancia en esta hora de Europa y del mundo. Espero que encuentre una gran acogida y ayude a dar al debate político, más allá de los problemas urgentes, aquella profundidad sin la cual no podemos superar el desafío de nuestro momento histórico. Agradecido por su obra, le deseo de corazón la bendición de Dios.


Benedicto XVI


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Fuente: Papa Ratzinger Blog


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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Recuperando antiguos tesoros

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El Santo Padre Benedicto XVI ha concedido al abad de la abadía trapense “Mariawald” (diócesis de Aachen, Alemania), Dom Josef Vollberg OCSO, según su petición, el privilegio de retornar junto con la abadía a la liturgia y observancia del antiguo Uso de la Orden, que estuvo en vigor hasta las reformas en pos del Concilio Vaticano II.

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El llamado “Uso de Monte Cistello” fue aprobado durante el tiempo del Concilio, entre 1963 y 1964, como un paso preliminar de la reforma.

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Este privilegio papal se ha concedido a la Abadía en una carta de la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei” del 21 de noviembre de 2008. En la misma, se hace referencia a la decisión personal del Santo Padre de acceder en todos los puntos al privilegio deseado por los trapenses de retornar completamente al antiguo Uso en la liturgia y en la vida monástica. Esto incluye el retorno a la antigua tradición litúrgica de la Orden en la celebración de la Misa y el Oficio Divino, en la forma en que estos se realizaban hasta la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II.

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El proyecto de reforma en Mariawald y la petición del Abad, pueden ser considerados como un fruto de los esfuerzos del Papa Benedicto XVI para la renovación de la Iglesia en el espíritu de la tradición.

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Las variadas reformas postconciliares no han producido para el monasterio el esperado florecimiento de la liturgia y de la vida en el convento, y el regreso a la tradición nos vincula con las tradiciones centenarias de la Orden. Por medio del retorno a la antigua liturgia gregoriana y a una más estricta observancia de la vida monástica, Dom Josef vislumbra nuevos impulsos espirituales, y también nuevas vocaciones para la abadía.

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En todo el mundo se experimenta cómo las comunidades monásticas que cultivan la liturgia latina preconciliar ostentan un significativo número de vocaciones. Especialmente en Francia, sobre la base de una interpretación tradicional de la Regla de San Benito y de la liturgia gregoriana en la Misa y en los Oficios Divinos, existen abadías florecientes. En Alemania, hasta ahora no ha sido posible para las vocaciones el unirse a una comunidad tradicional en su forma de vida monástica. Con este privilegio papal, también en Alemania existe, por primera vez, la posibilidad para los jóvenes de vivir la antigua tradición de la vida contemplativa en las augustas formas de la liturgia clásica, y en la observancia estricta de la Regla de San Benito.

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Dom Josef se ve confirmado en su decisión por el Santo Padre que, al conceder generosamente el privilegio a todas las formas deseadas de retorno a la tradición, confirma también su deseo personal de que en el redescubrimiento de la antigua liturgia y estilo de vida, pueda ser estimulada una renovación de la vida monástica en su conjunto. Así, el abad está convencido de que la acción y dirección personal del Papa para la Abadía “Mariawald” corresponden al “proyecto de tradición”, que el Santo Padre ha iniciado en el 2007 con su Motu Proprio “Summorum Pontificum”.

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Dom Josef y su Abadía se sienten profundamente motivados, por el Santo Padre y por su acto jurídico directo e inmediato, a implementar la reforma “orientada a la tradición” del monasterio con un renovado vigor espiritual. La Abadía asume en esto un rol de pioneros a nivel mundial para la renovación de la vida monástica según el espíritu de la tradición, para contrarrestar el declive de la vida monástica, que en forma especial han vivido algunas abadías trapenses en los últimos años.

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En lo relativo a la economía, el monasterio ha puesto en los últimos años el énfasis en la agricultura orgánica. Ahora es el contenido espiritual de la vida contemplativa lo que recibe nuevos estímulos de la gran tradición de la Orden y su clásica liturgia en latín.

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Actualmente viven en Mariawald 10 monjes, un novicio y un oblato. La historia de la abadía comenzó con la fundación de un priorato cisterciense en el siglo XV. Después de una interrupción de la vida monástica de más de sesenta años debida a los torbellinos de la Revolución Francesa, el monasterio, repoblado nuevamente en el siglo XIX por los trapenses de Alsace fue elevado a abadía, el año 1909, en la Fiesta de San Miguel.


Dentro del marco de esta fecha histórica, la implementación de un completo retorno a la antigua tradición de vida contemplativa y de liturgia gregoriana, se verá completada en el centenario, el 29 de septiembre de 2009.

Marienwald, 25 de noviembre de 2008


Dom Josef Vollberg, O.C.S.O., Abad.


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Fuente: Gregor Kollmorgen en The New Liturgical Movement


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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martes, 25 de noviembre de 2008

Adviento “ad orientem”

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Tulsa

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El Padre Zuhlsdorf informa en su blog sobre algunas disposiciones tomadas por el Obispo de Tulsa (USA) para la Iglesia Catedral:


Su Excelencia Reverendísima Mons. Edward Slattery celebrará la Misa de las 10:00 de la mañana “ad orientem” (es decir, mirando en la misma dirección junto con el pueblo) durante el Adviento y el tiempo de Navidad.


“Espero que esta postura común de la Iglesia en oración les ayudará a experimentar la verdad trascendente de la Misa en una forma nueva e inmemorial”, dijo el Obispo Slattery, que también explicó que esta postura es particularmente apta para el Adviento, cuando la Iglesia celebra la triple Venida de Cristo: Su primer Venida en Belén, Su Venida presente en la Misa, y Su venida futura al final de los tiempos. “Rezo para que esta práctica restaurada nos ayude a comprender que en la Misa, participamos en el culto auténtico que Cristo brinda a Su Padre, siendo “obediente hasta la muerte” (Flp 2,8).


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Fuente: What Does The Prayer Really Say


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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lunes, 24 de noviembre de 2008

El sentido del pontificado de Benedicto XVI

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Ofrecemos nuestra traducción de una interesante entrevista al Abad Michael John Zielinski, Vicepresidente de las Comisiones Pontificias de Arqueología Sacra y para el Patrimonio Cultural de la Iglesia, que ha sido publicada en la revista italiana Radice Cristiani.

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Hombre de profunda cultura y de notables dotes humanas, el abad Michael John Zielinski ha sido llamado poco más de un año atrás, directamente por voluntad del Santo Padre, al cargo de Vicepresidente de la Pontificia Comisión para el Patrimonio Cultural de la Iglesia y de Vicepresidente de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra. Americano de nacimiento pero de familia polaca, ingresó siendo muy joven en la orden de los Benedictinos Olivetanos y fue ordenado sacerdore en 1977 en Florencia. En diciembre de 2003 fue elegido abad de la abadía Nuestra Señora de Guadalupe en New Mexico (Estados Unidos), encargo que mantuvo hasta mayo de 2007. A él le hemos formulado algunas preguntas sobre el pontificado de Benedicto XVI.

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Excelencia, a menudo se escucha decir que el Santo Padre Benedicto XVI está imprimiendo una transformación muy profunda en la vida de la Iglesia, lo que es muy criticado por algunos y alabado por otros. ¿Cuál es su opinión?


Son muchos los que consideran hoy que el Papa Benedicto XVI ha dado inicio a una reforma en el seno de la Iglesia. Su atención está dirigida, sin duda, al interior de la Iglesia y a su vida espiritual.


Está convencido de que todo decaimiento requiere una particular conversión del mundo, un retorno al Señor de parte del pueblo de Dios. El trabajo por la justicia y la paz requiere que el corazón de los católicos sea educado y formado en el conocimiento y en la práctica de la totalidad de la fe.


De hecho, ser un cristiano hoy quiere decir tener una percepción de la realidad radicalmente nueva. Quiere decir considerar la vida un don y corresponder donándose uno mismo a los otros. El conocimiento y la práctica verdadera de la totalidad de la fe, además de la realización de nuestros principios cristianos de caridad y unidad tal como lo pide el Magisterio de la Iglesia, es lo que hace del pueblo de Dios la sal de la tierra y la luz del mundo, creando una cultura de la vida y una civilización del amor.


El Papa es consciente de los problemas que se perfilan en el horizonte y conoce su complejidad. El tiempo pasa velozmente y por eso exhorta vivamente al pueblo de Dios y a los hombres de buena voluntad a dirigirse al Señor, a tener a Cristo como única prioridad de la vida.


La reforma espiritual que el Papa Benedicto XVI ha iniciado se funda en la verdad de que la íntima relación con Dios no se realiza en un amor exclusivamente afectivo, sentimental, sino que debe ser mucho más, debe crear un nuevo hombre en nosotros.


Vivir en la presencia de Dios transforma nuestras existencias, y el amor verdadero nos lleva a querer hacer la voluntad del Padre. Nuestro modo de ver el mundo y la realidad cotidiana se transforman, se convierten y realizan el mandamiento nuevo “ama al prójimo como a ti mismo”, una perspectiva que tiende a ayudar a los más débiles y desafortunados pero siempre en el nombre del Señor.


Es una perspectiva de fe capaz de reconocer al Hijo del hombre en el hermano y de proponer la esperanza en la Providencia divina. Así, si verdaderamente buscamos unirnos nosotros mismos a Cristo, el Espíritu Santo nos donará aquel conocimiento que supera todo otro conocimiento, aquella gracia que sólo Cristo puede donar al mundo, con el objetivo de la salvación de la humanidad.


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Ciertamente, el Papa es bien consciente de los problemas que afligen al mundo moderno y de la crisis profunda de nuestra sociedad. Precisamente en la Misa de comienzo de su Pontificado habló de lo dramático del “desierto” exterior e interior en el cual vive el hombre de hoy. ¿Se puede trazar un balance después de tres años de Pontificado?


El Ministerio Petrino de Benedicto XVI se ubica en un momento muy complejo y difícil para la historia de la humanidad. El Papa ha denunciado, ya desde el comienzo de su pontificado, la secularización y la dictadura del relativismo.


También en la Europa cristiana podemos observar el poder laico convertirse en laicista, mientras intenta cancelar los fundamentos de la cultura misma del continente. Primero han buscado eliminar a Dios, que es imposible; ahora están buscado eliminar al hombre y esto, por desgracia, es posible.


En la actual “guerra cultural”, hay un intento de demoler y reescribir la historia: las reacciones y las distorsiones del discurso de Ratisbona son muy significativas al respecto. Pero quizás la cuestión debe ser puesta en otros términos: el hombre es un problema privado de soluciones humanas y sólo Dios puede salvarlo, y esto quiere decir también salvarlo de sí mismo. El mundo y la humanidad tienen, de hecho, necesidad de Dios, tienen necesidad de escuchar la verdad y de ver claramente el camino que conduce a la verdad.


Esta necesidad inalienable nos es dada por Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida. No quisiera exagerar diciendo que el Santo Padre está conduciendo a la Iglesia hacia un Catolicismo post-liberal. Él no sólo es consciente sino que representa él mismo la radical modernidad de Jesucristo.


Su magisterio es una gran meditación y una enseñanza del gran himno cristológico que se encuentra en la Carta a los Colosenses: “Todo fue creado por medio de él y para él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él.” (Col. 1, 16-17).


Pero en lugar de buscar a Dios, el hombre moderno parece embriagado por los progresos de la ciencia y piensa que puede dejar de lado la dimensión sobrenatural de la vida. Nuestra época atribuye la grandeza del hombre a los descubrimientos científicos que han llevado a desarrollos tecnológicos sin comparación y considera que el progreso tiene como fin último el bienestar.


Este modo de juzgar la historia es evidente: la grandeza y el poder de Dios son ensombrecidos; la salvación espiritual del hombre no tiene sentido, todo se concentra en el bienestar y, para lograrlo, se deja de lado a Dios: más allá de las cosas materiales, nada existe para el hombre moderno.


Y así, la Iglesia se encuentra hoy con que debe hacer frente no sólo a los problemas que se derivan del ateísmo sino también a la indiferencia hacia lo sagrado. El contexto del mundo moderno refuerza ese deseo de autonomía y de individualismo que se ha infiltrado en el corazón del hombre: un desierto que termina convirtiéndose no sólo en un obstáculo para el encuentro con Dios sino también para la relación entre los hombres.


El hombre está contra el hombre. El alejar al hombre de lo sagrado con la ilusión de hacerlo “libre” y “autónomo” se ha vuelto contra el hombre mismo. Es necesario, entonces, volver a poner a Dios en el centro del universo y aumentar nuestra fidelidad al único Señor Omnipotente.


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Si por un lado el Papa es muy firme e intransigente al condenar el error, por otro lado es recurrente en sus discursos el tema de la “caridad”. Pero para Benedicto XVI la caridad, en cuanto virtud teologal, no tiene sólo una incidencia sobre la vida espiritual de cada creyente sino que tiene también un aspecto social. ¿Nos puede explicar mejor lo que quiere decir el Papa?


La enseñanza de Benedicto XVI respecto a la caridad se detiene, a menudo, en su dimensión social. Él enseña que para realizar la “caridad social”, como él la define, en el mundo y para el mundo, es necesario adoptar lo que él llama “una forma de vida Eucarística”. Esto significa que aquel amor que redime, y que nosotros encontramos en la Eucaristía, debería transformar nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, y debería asumir tal dimensión que diera una impronta cristiana a todo el orden social.


De parte de todo miembro de la Iglesia, sea laico o eclesiástico, debería estar lo que el Santo Padre llama “coherencia Eucarística”. Se trata de un tipo de amor y de comprensión que nuestras vidas están objetivamente llamadas a encarnar.


La adoración agradecida a Dios no puede nunca ser un hecho puramente privado y subjetivo, sin consecuencias en nuestra relación con los otros. De hecho, sólo la coherencia eucarística puede ofrecer aquella energía y aquella savia vital que incidirán en el contexto en el cual vivimos y repercutirán en la vida social. Por último, se trata de volver al Señor y de hacer de Cristo nuestra prioridad.


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Fuente: Papa Ratzinger Blog


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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sábado, 22 de noviembre de 2008

Movimientos en la Congregación para el Culto

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En estos días han aumentando los rumores en torno a un inminente cambio en la Congregación para el Culto Divino. El Cardenal Prefecto, Francis Arinze, ha sido recibido hoy por Su Santidad con ocasión de la presentación de la tercera edición típica del Misal Romano (sobre algunas novedades de esta edición enmendada, el Cardenal ya había hablado en una reciente entrevista).

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Arinze celebra en estos días el 50º aniversario de su ordenación sacerdotal y, teniendo ya 76 años, el Papa aceptaría prontamente la renuncia presentada un año atrás. Para sucederle, es casi seguro el nombramiento del actual Arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, que fue recibido en audiencia por el Santo Padre hace tan sólo dos días. El Primado de España, uno de los primeros cardenales del pontificado del Papa Ratzinger, consagrará mañana la Arquidiócesis de Toledo al Sagrado Corazón de Jesús.

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El pronto cambio de Prefecto de Culto Divino hace suponer que el también mencionado cambio del secretario del dicasterio se demore algunos meses, quizás hasta Pascua del próximo año. Monseñor Ranjith sería destinado a la Arquidiócesis de Colombo, en su Sri Lanka natal, donde parece esperarle también, según ha informado Andrea Tornielli, una posible birreta cardenalicia. Para la sucesión de Ranjith, Bruno Volpe menciona la posibilidad de que el elegido sea el reconocido teólogo italiano Nicola Bux. Otros medios italianos, sin embargo, hablan también del actual subsecretario de la Congregación para la Doctrina de la fe, Joseph Di Noia.

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jueves, 20 de noviembre de 2008

La polémica celebración del Cardenal Schönborn

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Hace pocos días nos enterábamos por Rorate Caeli de la existencia de un video que muestra al cardenal arzobispo de Viena celebrando una Misa, al parecer, muy peculiar. También se hicieron eco de la noticia otros blogs y sitios católicos; entre ellos el popular blog del Padre Z. A raíz de las dimensiones que fueron tomando las críticas al cardenal Christoph Schönborn, y de la polémica que se desató, su vocero ha enviado una nota al Padre John Zuhlsdorf, en la cual afirma que la Misa presidida por el arzobispo de Viena fue celebrada conforme a las rúbricas litúrgicas.

He aquí nuestra traducción de la nota. Para ilustrarla, hemos intercalado algunas imágenes tomadas del video en cuestión:

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Algunas personas se han sentido seriamente ofendidas por la Santa Misa para jóvenes celebrada el 16 de noviembre por el Cardenal de Viena Christoph Schönborn en Wolfsthal, un pueblo cercano a la frontera austríaco-eslovaca.

 

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Contrariamente a lo que se presume, debido a la de muchas maneras amateur e irreal transmisión grabada por Gloria TV, debe ser claramente establecido que ningún tipo de especificaciones litúrgicas ha sido violado en esta celebración.

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El pan eucarístico era sin levadura, y su forma seguía estrictamente la que ha sido usada en Medio Oriente desde el primer siglo. La “masa plana” es similar a la forma usada en estos días en Mossul – la metrópolis ubicada en el río Tigris donde los cristianos aún dan testimonio de la Verdad de Jesús con su propia sangre.

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Werner Pirkner, consejero espiritual para la Santa Misa en Wolfsthal, y Stephan Bazalka, coordinador de la Juventud Católica, pusieron la más alta atención al hecho de que cuando se partiera el Pan, ningún pequeño pedazo tocase el suelo.

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Aquellos que se han atrevido, tentados por una cobertura fragmentaria de las noticias, a presentar acusaciones contra el arzobispo de Viena, pueden reconsiderar, arrepentirse, y pedir a Dios por Su perdón. ¡Oremos todos juntos por la Santa Iglesia!

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Vocero de S. E. Card. Schönborn


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Es probable, como dice el vocero del arzobispo, que en la celebración no se haya violado ninguna especificación litúrgica en forma directa. A nuestro entender, lo que sí se viola en este tipo de celebraciones es el espíritu mismo de la liturgia, privándola de su sacralidad. Por otra parte, ha de entenderse que las rúbricas no pueden contener una lista de prohibiciones que responda a todas las ocurrencias que la creatividad individual pudiera producir. Tal cosa sería ridícula. Pero algunos parecen conducirse con la consigna que reza: “todo lo que no está expresamente prohibido, está permitido”.

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Finalmente, ¿creerán que actuando así ayudan a los jóvenes a profundizar en su fe, a respetar y amar el Sacramento Eucarístico, a despertar en ellos el espíritu de adoración? Nosotros pensamos que actuando así consiguen todo lo contrario.

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martes, 18 de noviembre de 2008

El veto uruguayo

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Texto del Veto del Presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, a la Ley de Despenalización del Aborto


Montevideo, 14 de noviembre de 2008


Señor Presidente de la Asamblea General:


El Poder Ejecutivo se dirige a ese Cuerpo en ejercicio de las facultades que le confiere el artículo 137 y siguientes de la Constitución de la República a los efectos de observar los Capítulos II, III y IV, artículos 7 a 20, del proyecto de ley por el que se establecen normas relacionadas con la salud sexual y reproductiva sancionado por el Poder Legislativo.


Se observan en forma total por razones de constitucionalidad y conveniencia las citadas disposiciones por los fundamentos que se exponen a continuación.


Hay consenso en que el aborto es un mal social que hay que evitar. Sin embargo, en los países en que se ha liberalizado el aborto, éstos han aumentado. En los Estados Unidos, en los primeros diez años, se triplicó, y la cifra se mantiene: la costumbre se instaló. Lo mismo sucedió en España.


La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia. La biología ha evolucionado mucho. Descubrimientos revolucionarios, como la fecundación in vitro y el ADN con la secuenciación del genoma humano, dejan en evidencia que desde el momento de la concepción hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser. Tanto es así que en los modernos sistemas jurídicos -incluido el nuestro- el ADN se ha transformado en la "prueba reina" para determinar la identidad de las personas, independientemente de su edad, incluso en hipótesis de devastación, o sea cuando prácticamente ya no queda nada del ser humano, aun luego de mucho tiempo.


El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia.


Esta ley afecta el orden constitucional (artículos 7º, 8º, 36º, 40º, 41º, 42º, 44º, 72º y 332º) y compromisos asumidos por nuestro país en tratados internacionales, entre otros el Pacto de San José de Costa Rica, aprobado por la Ley Nº 15.737 del 8 de marzo de 1985 y la Convención Sobre los Derechos del Niño aprobada por la Ley Nº 16.137 del 28 de setiembre de 1990.


En efecto, disposiciones como el artículo 42 de nuestra Carta, que obliga expresamente a proteger a la maternidad, y el Pacto de San José de Costa Rica -convertido además en ley interna como manera de reafirmar su adhesión a la protección y vigencia de los derechos humanos- contiene disposiciones expresas, como su artículo 2º y su artículo 4º, que obligan a nuestro país a proteger la vida del ser humano desde su concepción. Además, le otorgan el estatus de persona.


Si bien una ley puede ser derogada por otra ley, no sucede lo mismo con los tratados internacionales, que no pueden ser derogados por una ley interna posterior. Si Uruguay quiere seguir una línea jurídico-política diferente a la que establece la Convención Americana de Derechos Humanos, debería denunciar la mencionada Convención (Art. 78 de la referida Convención).


Por otra parte, al regular la objeción de conciencia de manera deficiente, el proyecto aprobado genera una fuente de discriminación injusta hacia aquellos médicos que entienden que su conciencia les impide realizar abortos, y tampoco permite ejercer la libertad de conciencia de quien cambia de opinión y decide no realizarlos más.


Nuestra Constitución sólo reconoce desigualdades ante la ley cuando se fundan en los talentos y virtudes de las personas. Aquí, además, no se respeta la libertad de pensamiento de un ámbito por demás profundo e íntimo.


Este texto también afecta la libertad de empresa y de asociación, cuando impone a instituciones médicas con estatutos aprobados según nuestra legislación, y que vienen funcionando desde hace más de cien años en algún caso, a realizar abortos, contrariando expresamente sus principios fundacionales.


El proyecto, además, califica erróneamente y de manera forzada, contra el sentido común, el aborto como acto médico, desconociendo declaraciones internacionales como las de Helsinki y Tokyo, que han sido asumidas en el ámbito del Mercosur, que vienen siendo objeto de internalización expresa en nuestro país desde 1996 y que son reflejo de los principios de la medicina hipocrática que caracterizan al médico por actuar a favor de la vida y de la integridad física.


De acuerdo a la idiosincrasia de nuestro pueblo, es más adecuado buscar una solución basada en la solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma, salvar a los dos.


Es menester atacar las verdaderas causas del aborto en nuestro país y que surgen de nuestra realidad socio-económica. Existe un gran número de mujeres, particularmente de los sectores más carenciados, que soportan la carga del hogar solas. Para ello, hay que rodear a la mujer desamparada de la indispensable protección solidaria, en vez de facilitarle el aborto.


El Poder Ejecutivo saluda a ese Cuerpo con su mayor consideración,


Dr. Tabaré Vázquez


Presidente de la República


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lunes, 17 de noviembre de 2008

En un rincón de Sevilla…

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… después de más de 40 años, para mayor gloria de Dios, volvió a celebrarse la Santa Misa Gregoriana Solemne. 


La parroquia de San Bernardo, en la capital sevillana, se llenó de fieles que participaron en la celebración con enorme fervor y recogimiento.


La Santa Misa fue oficiada por el superior del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote, Rev. P. Gilles Wach, quien después pronunció una muy interesante conferencia.


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Ver toda la información al respecto en Una Voce Sevilla

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sábado, 15 de noviembre de 2008

El inestimable don de Cristo

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El siguiente testimonio pertenece a Philip Gerard Johnson, oficial naval de los Estados Unidos de Norteamérica, a quien el 15 de octubre pasado los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral no operable.

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He recibido muchos emails preguntándome cómo podía estar tan alegre y contento después de haberme enterado que tengo un tumor en el cerebro. Hay muchos factores involucrados, incluyendo el hecho de que una enfermedad grave lo fuerza a uno a centrarse en la Vida Eterna con Dios, en lugar de los “reinos terrenales”. Para aquellos que están centrados en esta corta vida terrena, es muy difícil lidiar con una enfermedad sobre la que uno tiene poco control. Para aquellos que miran hacia la eternidad, es posible ver esta vida como un escalón más hacia la felicidad eterna con Nuestro Señor. Después de comprender esto, el sufrimiento y la muerte no son solamente más fáciles de aceptar, sino que son bien recibidos, con un deseo profundo de estar unidos a la Cruz de Nuestro Señor, y de pasar la eternidad con Él en el Cielo.

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Para darnos fuerza para vivir nuestra vida de todos los días, Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado un gran Don – el Don de Sí Mismo en el Santísimo Sacramento. En la Santísima Eucaristía, Cristo se da a Sí Mismo a nosotros – Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad – y debo reconocer que este gran Don es la fuente de mis fuerzas en este difícil momento de mi vida. Como fieles católicos, podemos recoger los beneficios espirituales de este gran Don recibiendo frecuentemente la Santa Comunión, y adorando a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento del Altar.

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Cristo instituyó la Eucaristía en la Última Cena, prometiendo que “el que come Mi Carne y bebe Mi Sangre vive en Mí, y Yo en él” (Jn 6, 56). Desde ese día, el Sacrificio de Cristo en la Cruz ha sido “re-presentado” al Padre en cada Misa, y Cristo viene a nosotros por medio de las manos consagradas de los sacerdotes. Al repetir las palabras de Cristo en la Última Cena, el sacerdote hace descender a Cristo desde el Cielo al altar.

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San Cirilo de Jerusalén (muerto en el 387), decía que la recepción de la Eucaristía hace del cristiano un “portador de Cristo”, y lo hace “un cuerpo y una sangre con Él” (Catequesis 4, 3). El Concilio de Florencia, enseñaba en el año 1439: “Cada uno de los efectos que el alimento y la bebida materiales producen en nuestras vidas corporales preservando, incrementando, sanando y satisfaciendo esta vida, son también producidos por este Sacramento en la vida espiritual”.

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El “Catecismo de bolsillo”del P. John A. Hardon nos da cuatro excelentes razones para frecuentar este Sacramento de Amor:


1. La Santa Comunión preserva la vida sobrenatural del alma, dándole la fuerza sobrenatural para resistir a la tentación, y debilitando la fuerza de la concupiscencia. Esto refuerza la capacidad de nuestra voluntad libre para resistir los asaltos del demonio. En una definición formal, la Iglesia llama a la Santa Comunión “un antídoto por el que somos preservados de los pecados más graves” (Concilio de Trento, 11 de octubre de 1551).


2. La Santa Comunión incrementa la vida de la gracia ya presente, animando nuestra vida sobrenatural y fortaleciendo las virtudes y dones del Espíritu Santo que poseemos. Hay que enfatizar, sin embargo, que el principal efecto de la Comunión no es la remisión de los pecados. De hecho, una persona consciente de pecado mortal, comete un sacrilegio si se acerca a la Comunión.

3. La Santa Comunión cura las enfermedades espirituales del alma, purificándola de los pecados veniales y del castigo temporal debido a los pecados. No sólo sirve de antídoto para proteger al alma de los pecados mortales, la Comunión es también “un antídoto por el cual somos liberados de los pecados veniales cotidianos” (Concilio de Trento, 11 de octubre de 1551). La remisión de los pecados veniales y de los sufrimientos temporales debidos al pecado, toman lugar inmediatamente, debido a los actos de amor perfecto a Dios que son despertados por la recepción de la Eucaristía. El alcance de esta remisión depende de la intensidad de nuestra caridad cuando recibimos la Comunión.


4. La Santa Comunión nos da el gozo espiritual en el servicio de Cristo, en la defensa de Su causa, en la realización de los deberes de nuestro estado de vida, en los sacrificios requeridos para imitar la Vida de Nuestro Salvador.

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El Santísimo Sacramento es un gran Don de Dios. ¿Somos lo suficientemente agradecidos? ¿Examinamos nuestras conciencias adecuadamente, en orden a asegurar que recibimos este Don de una manera digna? Al recibir la Santa Comunión, recibimos el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús. ¡Qué afortunados seríamos por experimentar este milagro una vez en nuestras vidas, y sin embargo el Señor nos permite hacerlo todos y cada uno de nuestros días si así lo deseamos! ¡No somos merecedores de tan alto Don!

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Además de la Comunión frecuente, la adoración al Santísimo Sacramento nos consuela en los momentos más difíciles. La adoración eucarística es el acto por el que honramos a Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Durante la adoración, fijamos la mirada en Nuestro Señor, y permitimos que nuestros corazones sean transformados y colmados con el Amor de Cristo. San Alfonso María de Ligorio escribió: “De todas las devociones, adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento es, después de los sacramentos, la más grande, la más grata a Dios, y la que nos es de mayor ayuda. La Eucaristía es un tesoro inapreciable: no sólo celebrando la Eucaristía, sino también orando ante Ella fuera de la Misa, somos admitidos a entrar en contacto con la Fuente misma de la Gracia…”.

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En la adoración nos abandonamos a nosotros mismos a Jesús. Le hablamos de nuestras preocupaciones, de nuestros gozos, de nuestros defectos, desilusiones y aspiraciones. Mientras tanto, abrimos nuestros corazones para escuchar la voz de Jesús, a la que mi director espiritual describe como Su “voz baja y calma”. Si nos abandonamos a Cristo en el Santísimo Sacramento, es imposible que no salgamos renovados, fortalecidos y alegres.

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A aquellos que preguntan cómo es posible estar alegres en el sufrimiento y cómo ser fuertes cuando somos débiles, yo sólo puedo señalar a Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Muchos años atrás, oí un sermón acerca de la vida del Apóstol San Pedro. Durante el ministerio de Cristo, y en la Pasión de Nuestro Señor, Pedro fue débil y temeroso. Tuvo miedo de una criada que lo acusó de conocer a Jesús, y Pedro negó a Cristo tres veces. Treinta y tres años después, Pedro también enfrentó la crucifixión como un mártir de la fe. Enfrentó la muerte, declarando lleno de gozo y sin temor: “No soy digno de morir de la misma forma que mi Señor. Crucifíquenme boca abajo”. Los crueles guardias no pudieron negarse a este valiente pedido, y San Pedro fue crucificado boca abajo.

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Lo que cambió a Pedro durante aquellos treinta y tres años, fue el Santo Sacrificio de la Misa y la Santísima Eucaristía. Pedro tuvo a Jesucristo en sus manos todos y cada uno de los días, y contempló al Autor del Amor antes de recibirlo en la Eucaristía. El débil Pedro se transformó en el fuerte Pedro por medio del Don de la Eucaristía. Que podamos permitirnos a nosotros mismos el ser cambiados y transformados por el Santísimo Sacramento, sin importarnos cuán difíciles puedan parecernos nuestras vidas.

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Fuente: In Caritate non ficta

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Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 14 de noviembre de 2008

Mons. Bux: “Es necesario saber vencer y convencer”

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Benedicto XVI_Nicola Bux

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Ofrecemos nuestra traducción de una interesante entrevista que el periodista Bruno Volpe ha realizado a Monseñor Nicola Bux, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, y posible candidato para un cargo en la Curia Romana.

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“La reforma del Papa Benedicto XVI es una reforma lenta y paciente en el sentido de que nada en la vida, y especialmente en la liturgia, se impone sino que más bien se propone”: lo afirma Monseñor Nicola Bux, célebre teólogo y liturgista, desde su habitación en Bari. El conocido sacerdote no lo dice pero en los Sagrados Palacios circularía su nombre para un importante cargo en la Curia. “Cuando hablo de una paciencia del Papa Benedicto XVI, lo digo en el sentido literal del término. La paciencia implica también un sufrimiento que, sin embargo, finalmente produce sus frutos”. Y luego hace una comparación casi futbolística: “las personas, así como la liturgia, tienen mente y corazón. Entonces, existe una exacta correspondencia entre racionalidad y espíritu. Es necesario saber vencer y convencer…”.

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En un reciente Congreso en Roma, usted ha hablado del valor dinámico del término tradición…


Tradición, en el verbo latino, significa llevar, transmitir. Por lo tanto, tiene un sentido dinámico. La tradición, entonces, es un concepto dinámico y no estático.

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En el mismo Congreso, usted ha afirmado que es necesario recuperar el sentido de lo sagrado…


La liturgia implica alabar a Dios, ponerse en su presencia. Dios debe ser adorado en espíritu y en verdad: el culto debe ser espiritual y razonable al mismo tiempo. Una buena liturgia debe llevarnos al contacto con Dios y con lo sagrado.

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¿Qué sucede, entonces, con ciertas Misas espectáculo?


Son hijas de una actitud superficial, de la Misa considerada erróneamente como entretenimiento, happening, y esto se debe a una mala comprensión de la Reforma litúrgica. Cuando la liturgia se convierte en show, el sentido de lo sagrado se escapa, desaparece.

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Entonces, es necesario respetar el adagio “lex orandi, lex credendi”…


Ciertamente. Pero mire: nadie es dueño de la liturgia, ante Dios no podemos inventar nada y mucho menos descender a diversas formas de experimentalismo. A veces, en algunas Misas de sacerdotes creativos, se ven cosas simpáticas, si se quiere, pero que no tienen nada que ver con la liturgia y el sentido de lo sagrado. Si se quiere improvisar o dar espacio a la expresividad folklorista, existe la piedad popular. En resumen, considero que ciertos gestos como el arrodillarse, el estar de pie, y así sucesivamente, son gestos bíblicos y nadie tiene derecho a manipular la revelación.

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En muchas iglesias falta ahora el tabernáculo en el altar mayor, un poco como hacer una visita y no encontrar al dueño de casa…


Esto nos lleva lejos y, al mismo tiempo, cerca de la idea del sentido de lo sagrado. Nosotros casi nos molestamos ante la idea de tener al Santísimo en el centro, lo tenemos relegado en un rincón.

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¿Por qué razones? ¿También arquitectónicas?


Yo ahora no discuto los cánones de la belleza de estilo. Digo solamente que, en las iglesias góticas, barrocas, románicas, se veía un focus, se tocaba lo divino. En muchas iglesias modernas esto falta. Los ojos del fiel antes se posaban en el Crucifijo, en algo sagrado, mientras que ahora en el centro del altar sobresale otra cosa…

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¿Qué es lo que sobresale?


El trono del sacerdote que tapa a Dios. Como si la presencia del sacerdote fuera más importante que la de Dios. En resumen el trono del sacerdote sobresale y domina todo. Hemos llegado a la clericolatría, nos ponemos a nosotros mismos en el centro de la liturgia pero el centro de la liturgia no es el sacerdote sino Dios.

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Fuente: Pontifex


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 13 de noviembre de 2008

La mejor respuesta: volver a ser católicos en serio

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Batalla_de_Lepanto

Batalla de Lepanto

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En el sínodo de Obispos de Europa realizado en octubre de 1999, se habló largo y tendido sobre el ecumenismo, especialmente en relación con los numerosos musulmanes que pueblan dicho continente.

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Un obispo, Germano Bernardini, quien durante cuarenta y dos años había vivido en Turquía, país musulmán en un 99,9 %, y desde hacía dieciocho años era arzobispo de Esmirna, en el Asia Menor, dirigió la palabra a los obispos allí presentes.

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Expuso entonces tres casos, a su juicio altamente sintomáticos. Durante un encuentro oficial islamo-cristiano, un reconocido personaje musulmán, dirigiéndose a los participantes cristianos, dijo en cierto momento, con calma y seguridad: “Gracias a sus leyes democráticas los invadiremos; gracias a sus leyes religiosas los dominaremos”. Ese aserto debe creerse, comentaba el obispo, dado que el “dominio” ya ha comenzado con los petrodólares, utilizados no para crear trabajo en los países pobres del Norte de África o del Medio Oriente, sino para construir mezquitas y centros culturales en los países cristianos de inmigración islámica, incluida Roma, centro de la cristiandad. ¿Cómo no ver en todo esto, se pregunta, un claro programa de expansión y reconquista?

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Durante otro encuentro islamo-cristiano, siguió relatando el arzobispo de Esmirna, organizado, como siempre, por los cristianos, un participante de estos últimos preguntó públicamente a los musulmanes allí presentes, por qué no organizaban también ellos encuentros similares a éste. El personaje musulmán autorizado que allí estaba respondió: “¿Por qué deberíamos hacerlo? Ustedes no tienen nada que enseñarnos y nosotros no tenemos nada que aprender”. De modo que, en opinión del obispo, se trata de un “diálogo entre sordos”. Términos como “diálogo”, “justicia”, “reciprocidad”, o conceptos tales como “derechos del hombre” y “democracia”, tienen para ellos un significado completamente diferente del que tienen para nosotros.

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Finalmente monseñor Bernardini contó la siguiente anécdota. En un monasterio católico de Jerusalén había, dice, tal vez aún está, un empleado doméstico árabe musulmán. Era una persona gentil y honesta, muy estimada por los religiosos, a quienes, a su vez, él también estimaba. Un día, con aire triste, les dijo: “Nuestros jefes se han reunido y han decidido que todos los “infieles” deben ser asesinados, pero ustedes no tengan miedo porque los mataré yo sin hacerlos sufrir”. Terminó el arzobispo su alocución diciendo que había que distinguir entre la minoría fanática y violenta y la mayoría tranquila y honesta, pero si alguna vez esta última recibe una orden dada en nombre de Allah o del Corán, marchará compacta y sin vacilaciones.

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Es una enseñanza de la historia que las minorías decididas siempre logran imponerse a las mayorías silenciosas. Por eso, agregó, sería ingenuo subestimar, o peor aún, sonreír ante los tres ejemplos referidos. Más bien, convendrá reflexionar seriamente sobre la enseñanza dramática que nos dejan. No habrá, por ello, que perder la esperanza. La victoria final será de Cristo, pero los tiempos de Dios pueden ser muy largos, y por lo general lo son.

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“Termino con una exhortación que me ha sugerido la experiencia: no se debe conceder jamás a los musulmanes una iglesia católica para su culto porque ante sus ojos ésta es la prueba más certera de nuestra propia apostasía”.

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[…] El fuerte renacimiento de la conciencia islámica coincide con la incuria y el desmayo de tantos católicos que parecen haber renunciado al mandato apostólico del Señor, al punto de que algunos misioneros piensan que ya no hay que propiciar la conversión de los musulmanes al Evangelio sino tratar de que sean lo más fieles posibles al Corán.

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La convivencia que se está produciendo en el Occidente entre musulmanes y católicos ofrece una oportunidad inmejorable que deberían aprovechar los países cristianos que acogen comunidades de origen musulmán. […] Frente a la embestida islámica en Occidente, la mejor respuesta es volver a ser católicos en serio, tanto en la esfera individual como en la pública, no dejando de lado el ideal de Cristiandad. A una cosmovisión, como es la islámica, que no separa la revelación que creen haber recibido de la construcción del orden temporal, sólo cabe salirle al paso con otra cosmovisión, la verdadera, que busca la integración jerarquizada del orden sobrenatural y el natural. Si los musulmanes no ven eso, en modo alguno nos respetarán.

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El musulmán es un hombre que cree en Allah, que reza, que da limosna, que peregrina, y que sabe que será juzgado en el más allá, lo que lo hace superior a todos los ateos de Occidente. Y así se siente.

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Fuente: “La nave y las tempestades”, de Alfredo Sáenz

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Recuperar la Sacristía como un lugar de oración y de preparación

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Sacristía

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por Shawn Tribe

El título de este artículo puede sonar extraño precisamente porque el actual estado de muchas sacristías ha adquirido una atmósfera de sala de trabajo, o de sala de visitas. No es una imagen poco común el ver a los ministros o a los laicos entrando y saliendo para ver al sacerdote, o a los sacerdotes hablando entre ellos, y cosas por el estilo. Se oyen comúnmente discusiones acerca de eventos deportivos, del trabajo, del clima, o de actividades de la parroquia. Sin duda la mayoría de nosotros ha participado también en esto mismo en los últimos años, al menos en parte – sin duda puedo incluirme a mí mismo en la lista. En una cultura desprovista del silencio e inclinada más a la actividad externa que a la preparación y participación interior esto no es una sorpresa, es un síntoma.

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En la práctica, lo que ha sucedido a menudo es que nuestras sacristías han llegado a ser vistas como algo meramente útil, y separado de la liturgia misma. Son simplemente las salas para que los ministros y el clero se revistan – “backstage” si lo prefieren – a menudo vaciadas del ceremonial y desprovistas de las oraciones para revestirse. Socializar puede ser agradable, por supuesto, pero la sacristía idealmente debería ser, antes de la Misa, un lugar de preparación, y no de simple preparación material sino de preparación espiritual. Después de la Misa, es un lugar de piadosa acción de gracias por los Sagrados Misterios ofrecidos.

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Si uno entra en sacristías antiguas, particularmente en lugares como Italia, es probable que uno vea, ubicado prominentemente en algún lugar, un aviso que cuenta una historia diferente de lo que la sacristía puede e idealmente debe ser:


Tratándose de un lugar de preparación espiritual para el acto más fuerte y central de nuestra fe, debía observarse una atmósfera de silenciosa calma, o incluso silencio, en la sacristía. En esta atmósfera, el sacerdote reza mientras se reviste, y los ministros asisten en la preparación para el Santo Sacrificio.

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Se podría pensar que esto ha sido eliminado de la liturgia romana moderna, pero de hecho, el parágrafo 45 de la Instrucción General del Misal Romano (2002) señala lo siguiente:


“Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el ‘secretarium’ y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada”.

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Esta recomendación debiera ser tomada seriamente por cada uno de nosotros, porque hemos de notar que la atmósfera y el acercamiento que tenemos en la sacristía puede influenciar en el carácter de la celebración de la Misa misma, tanto para los sacerdotes como para los ministros.

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De todo esto, algunas sugerencias, particularmente para los sacerdotes, quienes están en mejor posición para poner esto en práctica:

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Sugerencia Uno: Recuperar el silencio en la sacristía y catequizar


Me gustaría animar a nuestros sacerdotes a recuperar este aspecto preparatorio en sus parroquias y capillas, catequizando al respecto, no sólo a los ministros, sino incluso a todos los miembros de la parroquia. Esto puede ocasionar la oportunidad de catequizar acerca de nuestra preparación para la Misa misma, porque si la sacristía ha de ser tratada en esta forma, ¿cómo deberíamos acercarnos a la Iglesia y al mismísimo augusto Sacrificio?

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Sugerencia Dos: Recuperar las oraciones para revestirse


Recuperar el uso de las oraciones al revestirse con los distintos ornamentos, incluyendo el tocar el amito con la parte de atrás de la cabeza, el beso de la Cruz de la estola, etc. Se puede considerar el imprimir y plastificar copias de estas oraciones en latín y en vernáculo, para hacerlas más accesibles tanto para ustedes como para los otros clérigos. También el fijar y enmarcar una copia de las mismas en la sacristía (cerca del lugar donde se revisten), en un modo más permanente.

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Sugerencia Tres: El Crucifijo


La mayoría de las sacristías tienen aún un Crucifijo en la pared o en otro lado de las mismas, pero si éste ha sido quitado o está en un lugar menos destacado, puede considerarse el devolverle una mayor prominencia. Tómenlo como punto de atención, tanto para ustedes como para los ministros, en la forma en que tradicionalmente era considerado tanto antes como después de la Misa.

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Sugerencia Cuatro: Colocar un cartel de “Silencio” en la sacristía


Poner el propio cartel de “Silentium/Silencio” en la sacristía (en latín, en vernáculo, o en ambos). Puede tratarse de una simple impresión enmarcada, o de algo más adornado. Esto servirá como un “santo aviso” para los sacerdotes, los ministros, y los laicos en general. No sólo recordará, sino que también servirá como oportunidad para la catequesis.

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Sugerencia Cinco: La Bendición


Si no la están haciendo ya, junto con la inclinación a la Cruz al final de la Misa, recuperen la ceremonia de bendición de los ministros que sigue a la Misa. Esto enfatiza que la sacristía no es un lugar carente de oración y ceremonia.

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¿Por qué no comenzar con estas cosas en las próximas Misas?

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Fuente: The New Liturgical Movement


Traducción: La Buhardila de Jerónimo

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domingo, 9 de noviembre de 2008

Un paseo al Paraíso (Parte III)

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TERCERA PARTE


En la noche del sábado 9 de abril, Don Bosco continuaba:


No quería contarles mis sueños. Antes de ayer, apenas hube comenzado mi narración, me arrepentí de la promesa que les hice; y hoy habría deseado no haber dado principio a la exposición de lo que desean saber. Pero he de decir que si guardo silencio, conservando mi secreto para mí, sufro mucho, y, en cambio, publicándolo, me proporciono un desahogo que me hace mucho bien. Por tanto, proseguiré el relato.


Mas antes he de advertir que en las noches precedentes tuve que suprimir muchas cosas, de las que no era conveniente hablarles, pasando por alto otras, que se pueden ver con los ojos, pero que no se pueden expresar con palabras.

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Después de contemplar, pues, como de corrida, todas aquellas escenas ya descritas; después de haber visto lugares diversos y las maneras de ir al infierno, nosotros queríamos a toda costa llegar al Paraíso. Pero yendo de una parte a otra, nos desviamos del camino atraídos por otras cosas. Finalmente, después de adivinar la senda que debíamos seguir, llegamos a la plaza en la que había concentrada tanta gente, toda ella dispuesta a llegar a la montaña; me refiero a aquella plaza de tan colosales proporciones que terminaba en un paso estrecho y difícil entre dos rocas. El que lo atravesaba, apenas había salido a la otra parte, debía pasar un puente bastante largo, muy estrecho y sin barandilla, debajo del cual se abría un espantoso abismo.

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—¡Oh! Allá está el camino que conduce al Paraíso — nos dijimos—; aquel es. ¡Vamos!


Y nos dirigimos hacia él. Algunos jóvenes comenzaron a correr dejándonos atrás. Yo hubiera querido que me esperaran, pero ellos estaban empeñados en llegar antes que nosotros; mas al llegar al paso estrecho se detuvieron asustados sin atreverse a seguir adelante. Yo les animaba incitándoles a pasar:


—¡Adelante! ¡Adelante! ¿Qué hacen?

—Sí, sí —me replicaron—; venga Usted y haga la prueba. Nos estremece la idea de tener que pasar por un lugar tan estrecho y después tener que atravesar el puente; si diéramos un paso en falso, caeríamos dentro de aquellas aguas turbulentas encajonadas en el abismo y nadie daría más con nosotros.


Pero, finalmente, hubo uno que se decidió a ser el primero en avanzar, siguiéndole después otro y así, todos pasamos del lado de allá, encontrándonos al pie de la montaña. Dispuestos a emprender la subida no encontramos sendero alguno que nos la facilitase, y al bordear la falda nos salieron al paso multitud de dificultades e impedimentos. Unas veces era una serie de macizos desordenadamente dispuestos; otras, una roca que era necesario salvar; ahora un precipicio, ya un seto espinoso que se oponía a nuestro paso. La subida se ofrecía cada vez más empinada, por lo que nos dimos cuenta de que era grande la fatiga que nos aguardaba. A pesar de ello, no nos desanimamos, comenzando lo escalada con la mayor valentía.

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Después de un corto espacio de penosa ascensión en la que nos servíamos tanto de las manos como de los pies, ayudándonos recíprocamente, los obstáculos comenzaron a desaparecer y, al fin nos encontramos ante un sendero practicable por el que pudimos subir cómodamente. Cuando he aquí que llegamos a cierto lugar de la montaña en el que vimos a numerosa gente que sufría de manera horrible; grande fue nuestra sorpresa y compasión al observar tan extraño espectáculo. No les puedo decir lo que vi, porque les causaría una pena demasiado intensa y, por otra parte, no serían capaces de resistir mi descripción. Nada, pues, les diré sobre esto, prosiguiendo adelante mi relato.

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Entretanto vimos también a otras numerosas personas que subían por las laderas de la montaña hasta llegar a la cumbre, donde eran acogidas por los que las aguardaban con manifestaciones de júbilo y grandes aplausos. Al mismo tiempo, oímos una música verdaderamente divina: un conjunto de voces dulcísimas que modulaban suavísimos himnos. Esto nos animaba más y más a continuar la subida.


Mientras proseguíamos adelante yo pensaba y le decía a mis jóvenes:


—Pero, nosotros que queremos llegar al Paraíso ¿estamos ya muertos? Siempre he oído decir que antes es necesario ser juzgado. ¿Y nosotros hemos sido juzgados?

—No —me respondieron—. Nosotros estamos todavía vivos; aun no hemos sido juzgados. Y reíamos al hacer tales comentarios.

—Sea como fuere —volví a decir—; vivos o muertos prosigamos adelante para poder ver lo que hay allá arriba: algo habrá.

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Y aceleramos la marcha. A fuerza de caminar, llegamos por fin a la cumbre de la montaña. Los que estaban ya en la cima, se aprestaban a festejar nuestra llegada cuando me volví hacia atrás para comprobar si estaban conmigo todos los jóvenes; pero con gran dolor pude constatar que me encontraba casi solo. De todos mis compañeros, sólo tres o cuatro habían permanecido junto a mí.


—¿Y los demás?, —pregunté mientras me detenía bastante contrariado.

—¡Oh! —me dijeron—; se han quedado por el camino, quiénes en una parte, quiénes en otra; pero tal vez lleguen aquí.


Miré hacia abajo y los vi esparcidos por la montaña, entretenidos unos en buscar caracoles entre las piedras; otros, en hacer ramos de flores silvestres; éstos, en coger frutas verdes; aquéllos, en perseguir mariposas; algunos, en perseguir grillos; no faltando quienes se habían sentado a descansar sobre un matorral bajo la sombra de una planta.

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Entonces comencé a gritar con todas mis fuerzas, mientras me descoyuntaba los brazos por atraer la atención de aquellos muchachos, llamándoles al mismo tiempo a cada uno por su nombre, incitándoles a que se dieran prisa, pues no era aquel el momento más oportuno para detenerse. Algunos atendieron a mis indicaciones, llegando a ocho los que se juntaron a mí, pero los demás no me hicieron caso y continuaron ocupados en aquellas bagatelas sin preocuparse de momento por escalar la cumbre. Yo no quería de ninguna manera llegar al Paraíso con tan exiguo acompañamiento; por eso, resuelto a ir en busca de los remisos, dije a los que me acompañaban:


—Voy a bajar en busca de aquéllos; ustedes quédense

aquí.

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Dicho y hecho. A cuantos encontraba en mi bajada les ordenaba proseguir hacia arriba. A unos les hacía una advertencia, a otros un amable reproche; a este, le daba una reprimenda; a aquél, una palmada; al otro, un empujón.


—Sigan para arriba, por caridad —les decía afanosamente—; no se detengan con esas bagatelas.


De esta manera al encontrarme de nuevo al pie de la montaña ya había avisado a casi todos. Vi a algunos que, cansados por la fatiga de la ascensión y desanimados por lo que aún les quedaba por escalar, habían resuelto volver hacia abajo. Por mi parte, determiné emprender de nuevo la subida para reunirme con los jóvenes que habían quedado en la cumbre, pero tropecé con una piedra y me desperté.

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Ya tienen hecho el relato del sueño. Sólo deseo de ustedes dos cosas. Les vuelvo a repetir que no cuenten fuera de casa a ninguna persona extraña nada de cuanto les he dicho, pues si alguien del mundo oyera estas cosas, tal vez las tomaría a risa. Yo se las cuento para hacerlos pasar un rato agradable. Comenten, pues, el sueño entre ustedes cuanto quieran, pero deseo que no le den más importancia que la que se puede dar a los sueños. Además quiero recomendarles otra cosa y es, que ninguno venga a preguntarme si estaba o no estaba, quién era o quién no era; qué hacía o qué dejaba de hacer, si se hallaba entre los pocos o entre los muchos, qué lugar ocupaba, etc., etc.; porque sería repetir la música de este invierno. Al contestar a tantas preguntas podría ser para algunos más perjudicial que útil y yo no quiero inquietar las conciencias. Solamente les quiero hacer presente que si el sueño no hubiera sido un sueño, sino una realidad y en verdad hubiéramos tenido que morir entonces, entre tantos jóvenes como están aquí reunidos, si nos hubiéramos dirigido al Paraíso, sólo un número insignificante habría llegado a la meta. De setecientos o tal vez de ochocientos, quizás tres o cuatro. Pero, no se alarmen; entendámonos.

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Les explicaré esta exorbitante desproporción: Quiero decir que sólo tres o cuatro habrían llegado directamente al Paraíso sin pasar algún tiempo por las llamas del Purgatorio. Algunos permanecerían en este lugar de expiación algunos minutos, otros tal vez un día, otros varios días o varias semanas; en resumen, que casi todos tenían que pasar un período más o menos largo allí.

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¿Quieren saber qué es lo que hay que hacer para evitar el Purgatorio? Procuren ganar todas las indulgencias que puedan. Si practican aquellas devociones a las que van anexas indulgencias, tras cumplir los requisitos señalados se entiende; si ganan indulgencias plenarias, irán directamente al Paraíso.

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ACLARACIONES


Don Bosco no dio de este sueño explicación alguna personal y práctica a cada uno de los alumnos, como en otras ocasiones; haciendo muy contadas reflexiones sobre las distintas escenas presenciadas en el mismo. No era cosa fácil el hacerlo. He aquí las aclaraciones que de este sueño hace Don Lemoyne como fruto de sus propias reflexiones y sirviéndose a veces de las mismas palabras de Don Bosco.


1. --- La colina que Don Bosco encuentra al principio parece que representa el Oratorio. Prevalece en ella una vegetación joven. No existen árboles añosos de tronco alto y grueso. En todas las estaciones se recogen flores y frutos; lo mismo sucederá en el Oratorio. Este, como todas las obras de Dios, se mantiene de la beneficencia, de la cual dice el Eclesiástico en el Capítulo 40, que es como un jardín bendecido por Dios que da preciosos frutos; frutos de inmortalidad, semejante al Paraíso terrenal; entre los demás árboles estaba el árbol de la vida.


2. --- El que sube a la montaña es el hombre dichoso descrito en el Salmo 83, cuya fortaleza radica toda en el Señor. A pesar de encontrarse en esta tierra, en este valle de lágrimas, ascensiones in corde suo disposuit, está dispuesto a subir continuamente hasta llegar al tabernáculo del Altísimo o sea, al cielo. Y en su compañía otros muchos. Y el legislador Jesucristo le bendecirá, le colmará de gracias celestiales, e irá de virtud en virtud y llegará a ver a Dios en la bienaventurada Sión y será eternamente feliz.


3. --- Los lagos son como el compendio de la historia de la Iglesia. Aquellos miembros innumerables que se veían descuartizados a las orillas de los mismos, pertenecen a los perseguidores de la Iglesia, a los herejes, a los cismáticos y a los cristianos rebeldes. De ciertas palabras del sueño se deduce que Don Bosco había visto algunos acontecimientos presentes y futuros. “A unos cuantos en privado —dice la crónica— al hablarles él [el Santo] de aquel valle vacío que estaba del lado allá del lago de sangre, les dijo: Ese valle se ha de llenar especialmente de la sangre de los sacerdotes y pudiera ser que muy pronto”.


“Estos días —continúa el cronista— Don Bosco ha ido a visitar al Cardenal De Angelis. Su Eminencia le dijo:


—Cuénteme algo que me cause alegría.

—Le contaré un sueño, —le replicó Don Bosco—.

—Le escucharé con sumo gusto.


Él [el Santo] comenzó a narrar lo que anteriormente hemos descrito pero con mayor número de detalles y consideraciones; pero al llegar a la descripción del lago de sangre, el Cardenal se tornó serio y melancólico. Entonces Don Bosco interrumpió el relato diciendo:


—¡Aquí termino!

—Prosiga, prosiga, —le dijo el Cardenal—.

—Basta, ya basta —concluyó Don Bosco— y prosiguió hablando de cosas amenas.”


La escena que representa el paso estrechísimo entre las dos rocas y el puentecillo de madera, símbolo de la Cruz de Jesucristo, la seguridad de pasar a la otra parte en quien está sostenido por la fe, el peligro de caer en el precipicio al avanzar sin rectitud de intención, los obstáculos de toda suerte hasta llegar al lugar en que el sendero se hace más practicable; todo esto, si no estamos en un error, se refiere a las vocaciones religiosas. Los que estaban en la plaza debían ser jovencitos llamados por Dios a servirle en la Sociedad Salesiana. En efecto, se hace constar que la gente que estaba esperando el momento de entrar por el sendero que conducía al Paraíso, estaba contenta, parecía feliz y se divertía: características todas aplicables de una manera especial a la juventud. Añadamos que al subir la montaña, unos se detenían y otros volvían atrás. ¿No representa esto el enfriamiento en la propia vocación? Don Bosco dio a esta parte del sueño un significado que indirectamente podía aplicarse a la vocación, pero no creyó oportuno hablar más explícitamente de ello.


5. --- En la montaña, apenas vencidos los obstáculos que se ofrecieron en su falda, el siervo de Dios vio una multitud víctima del sufrimiento. “Algunos le preguntaron privadamente —escribe Don Bonetti— y él les respondió: Este lugar representa el Purgatorio. Si tuviese que hacer una plática sobre dicho tema, no haría otra cosa que describir lo que vi”. Añadamos una postrera e importante observación, aplicable a este sueño y a todos los demás. En estos sueños o visiones, que así las podemos llamar, entra casi siempre en escena un personaje misterioso que hace de guía y de intérprete.


—¿Quién podrá ser?


He aquí la parte más sorprendente y bella de estos sueños que Don Bosco, tras narrarlos, conservaba en el secreto de su corazón.


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Fuente: “Los sueños de Don Bosco”

Central Catequística Salesiana, 1958


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Un paseo al Paraíso (Parte II)

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SEGUNDA PARTE


En la noche del 8 de abril Don Bosco se presentó ante los jóvenes que estaban deseosos de oír la continuación del relato. Antes de comenzar dio algunos avisos disciplinares. El siervo de Dios se dio cuenta de la impaciencia de los jóvenes y echando una mirada a su alrededor, prosiguió después de una breve pausa con aspecto sonriente.

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¡Recordarán que había un gran lago que llenar de sangre, al fondo del valle, próximo al primer lago! Después de haber contemplado las varias escenas anteriormente descritas y de recorrer la altiplanicie de que les hablé, nos encontramos ante un paso libre por el que podemos proseguir nuestro camino.

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Proseguimos, pues, adelante yo y mis jóvenes a través de un valle que nos llevó a una gran plaza. Penetramos en ella; la entrada de dicha plaza era ancha y espaciosa, pero después se iba estrechando cada vez más, de forma que al fondo, cerca ya de la montaña, terminaba en un sendero abierto entre dos rocas por el que apenas si podía pasar un hombre de una vez. La plaza estaba llena de gente alegre que despreocupadamente se divertía, dirigiéndose al mismo tiempo al sendero que llevaba a la montaña. Nosotros nos preguntábamos unos a otros:


—¿Será este el camino que conduce al Paraíso?

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Entretanto, los que se encontraban en aquel lugar se dirigían uno tras otro con la idea de pasar por aquella angostura, y para conseguirlo tenían que recogerse bien las ropas, encoger los miembros cuanto podían e incluso abandonar el equipaje o cuanto llevaban consigo. Esto me dio a entender que en realidad, aquel era el camino del Paraíso, puesto que para ir al cielo no basta solamente estar libre de pecado, sino también de todo pensamiento, de todo afecto terrenal, según el dicho del Apóstol: Nihil coinquinatum intrabit in eo.

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Nosotros estuvimos observando a los que pasaban por espacio como de una hora. Pero ¡cuan necio fui! En vez de intentar el paso de aquel sendero, preferimos volver atrás para ver lo que había al otro lado de la plaza. Habíamos divisado otra muchedumbre de gente en aquel lugar y deseábamos saber qué era lo que hacían. Atravesamos, pues, por un camino muy ancho y cuyo fin no podía ser apreciado por el ojo humano. Allí contemplamos un extraño espectáculo. Vimos a numerosos hombres y también a bastantes de nuestros jóvenes uncidos con animales de diversas especies. Algunos estaban aparejados con bueyes. Yo pensaba:


—¿Qué querrá decir esto?

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Entonces recordé que el buey es el símbolo de la pereza y deduje que aquellos jóvenes eran los perezosos. Los conocía a todos: eran los lentos, los flojos en el cumplimiento de sus deberes. Y al verlos me decía a mí mismo:


—Sí, sí; les está muy bien empleado. No quieren hacer nada y ahora tienen que soportar la compañía de ese animal. Vi a otros uncidos con asnos. Eran los testarudos. Así aparejados tenían que soportar pesadas cargas o pacer en compañía de aquellos animales. Eran los que no hacían caso de los consejos, ni de las órdenes de los superiores. Vi a otros uncidos con mulos y con caballos y recordé lo que dice el Señor: Factus est sicut equus et mulus quibus non est intelectus. Eran los que no quieren pensar nunca en las cosas del alma: los desgraciados sin seso. Vi a otros que pacían en compañía de los puercos: se revolcaban en las inmundicias y en el fango como esos animales y como ellos hozaban en el cieno. Eran los que se alimentan solamente de cosas terrenas; los que viven entregados a las bajas pasiones; los que están alejados del Padre Celestial. ¡Oh lamentable espectáculo! Entonces me recordé de lo que dice el Evangelio del Hijo pródigo: que quedó reducido al más miserable de los estados luxuriose vivendo. Vi después muchísima gente y a numerosos jóvenes en compañía de gatos, de perros, gallos, conejos, etc., etc.; o sea, a los ladrones, a los escandalosos, a los soberbios, a los tímidos por respeto humano, y así sucesivamente. Al contemplar esta variedad de escenas, nos dimos cuenta de que el gran valle representaba el mundo. Observé detenidamente a cada uno de aquellos jóvenes y desde allí nos dirigimos a otro lugar también muy espacioso, que formaba parte de la inmensa llanura.

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El terreno ofrecía un poco de pendiente, de forma que caminábamos casi sin darnos cuenta. A cierta distancia vimos que el paraje tomaba el aspecto de un jardín y nos dijimos:


—¿Vamos a ver qué es aquello?

—¡Vamos!, —exclamaron todos—.


Y comenzamos a encontrar hermosísimas rosas encarnadas.

—¡Oh, qué bellas rosas! ¡Oh, qué bellas rosas!, —gritaban los jóvenes mientras corrían a cogerlas—.


Pero, apenas las tuvieron en sus manos, se dieron cuenta de que despedían un olor desagradable en extremo. Los muchachos no pudieron disimular su desagrado. Vimos también numerosísimas violetas, en apariencia lozanas, y que creímos despedirían agradable fragancia; pero cuando nos acercamos a cogerlas para formar algunos ramilletes, nos dimos cuenta de que sus tallos estaban marchitos y que despedían un olor hediondo. Proseguimos siempre adelante y he aquí que nos encontramos en unos encantadores bosquecillos cubiertos de árboles tan cargados de frutos que era un placer el contemplarlos. En especial, los manzanos, ¡qué deliciosa apariencia tenían! Un joven corrió inmediatamente y cortó de una rama una hermosa fruta de apariencia fragante y madura, mas apenas le hubo clavado los dientes, la arrojó indignado lejos de sí. Estaba llena de tierra y de arena y al gustarla sintió deseos de vomitar.


—Pero ¿qué es esto?, —nos preguntamos—.

Uno de nuestros jóvenes, cuyo nombre no recuerdo, nos dijo:


—Esto significa la belleza y la bondad aparente del mundo. ¡Todo en él es insípido, engañoso!

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Mientras estábamos pensando adonde nos conduciría nuestro sendero, nos dimos cuenta de que el camino que llevábamos descendía casi insensiblemente. Entonces, un jovencito observó:


—Por aquí vamos bajando cada vez más; me parece que no vamos bien.

—Ya veremos, —le respondí—.


Y seguidamente apareció una muchedumbre incalculable que corría por aquel mismo camino que llevábamos nosotros. Unos iban en coche, otros a caballo, otros a pie. Quiénes saltaban, brincaban, cantaban y danzaban al son de la música y al compás de los tambores. El ruido y la algarabía eran ensordecedores.

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—Vamos a detenernos un poco —nos dijimos— y observemos a esta gente antes de proseguir en su compañía. Entonces un joven descubrió en medio de aquella multitud a algunos que parecían dirigir a cada una de las comparsas. Eran individuos de agradable apariencia, vestidos de una manera elegante, pero por debajo del sombrero asomaban los cuernos. Aquella llanura, pues, era el mundo pervertido dirigido por el maligno. Est vía quae videtur recta, et novissima ejus ducunt ad morten. De pronto UNO dijo:


—Mirad cómo los hombres van a parar al infierno casi sin darse cuenta. Después de haber contemplado esto y de oír estas palabras, llamé a los jóvenes que iban delante de mí, los cuales vinieron a mi encuentro corriendo y gritando:


—¡Nosotros no queremos seguir por ahí!

Y seguidamente volvieron precipitadamente hacia atrás deshaciendo el camino recorrido y dejándome solo.


—Sí, tenéis razón —les dije cuando me uní a ellos—; huyamos pronto de aquí; volvamos atrás, de otra manera, sin darnos cuenta, iremos también nosotros a parar al infierno. Quisimos, pues, volver a la plaza de la que habíamos partido y seguir el sendero que nos conduciría a la montaña del Paraíso; pero cual no sería nuestra sorpresa cuando, tras un largo caminar, nos encontramos en un prado. Nos volvimos a una y otra parte sin lograr orientarnos. Algunos decían:


—Hemos equivocado el camino.

Otros gritaban:

—No; no nos hemos equivocado: el camino es este.

Mientras los jóvenes discutían entre sí y cada uno quería mantener el propio parecer, yo me desperté.

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Esta es la segunda parte del sueño correspondiente a la segunda noche. Más, antes que se retiren, escuchen. No quiero que den importancia a mi sueño, pero recordad que los placeres que conducen a la perdición no son más que aparentes; sólo ofrecen una belleza exterior. Estén en guardia contra aquellos vicios que nos hacen semejantes a los animales, hasta el punto de emparejarnos con ellos; especialmente ¡cuidado con ciertos pecados que nos asemejan a los animales inmundos! ¡Oh, cuan deshonroso es para una criatura racional, tener que ser comparada a los bueyes y a los asnos! ¡Cuan abominable es para quien fue creado a imagen y semejanza de Dios y constituido heredero del Paraíso, revolcarse en el fango como los cerdos al cometer aquellos pecados que la Escritura señala al decir: Luxuriose vivendo.

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Solamente les he contado las circunstancias principales del sueño y de forma resumida; pues, si se los hubiese expuesto tal y como fue, hubiera sido demasiado largo. Igualmente, ayer por la noche solamente les hice un resumen de cuanto vi. Mañana les contaré la tercera parte.


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Fuente: “Los sueños de Don Bosco”

Central Catequística Salesiana, 1958.


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