domingo, 28 de septiembre de 2008

Ostensus magis quam datus

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Juan_Pablo_I

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Un día como hoy, hace 30 años, la repentina muerte del Papa Juan Pablo I sorprendía a la Iglesia y al mundo. Como recordábamos con ocasión del 30º aniversario de su elección, durante sus treinta y tres días de pontificado, el nuevo Papa conquistó el corazón de los fieles cristianos, colmándolos de alegría y gratitud a Dios. “Y esta gran alegría y gratitud de la Iglesia - diría luego su inmediato sucesor - ni siquiera fue turbada por su repentina muerte. Sólo durante 33 días había ejercido su ministerio pastoral en la cátedra romana, a la que había sido mostrado más bien que dado, ostensus magis quam datus, palabras que fueron dichas con ocasión de la muerte de León XI, también repentina”.

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Tal vez quienes más afectados se vieron ante la sorpresiva desaparición física del entonces Obispo de Roma fueron precisamente aquellos que lo habían elegido para esa misión: los cardenales. Varios años después, recordaría el Cardenal Gantin: “La muerte de Juan Pablo I nos había desconcertado. Eran momentos de gran desconsuelo, nos sentíamos huérfanos, llenos de dolor. Pero no sin esperanza. El Espíritu Santo que nos había asistido no podía abandonarnos…”. También el Cardenal Ratzinger confesó que “tras esta muerte imprevista estábamos todos algo deprimidos. Había sido un golpe muy duro. También después de la muerte de Pablo VI había tristeza. Pero la de Montini había sido una vida completa, que había tenido un epílogo natural. Él mismo esperaba la muerte, hablaba de su muerte. Después de un pontificado tan grande había habido un nuevo comienzo, con un Papa de otro tipo, pero en total continuidad. Pero que la Providencia hubiera dicho que no a nuestra elección fue de verdad un duro golpe…”.

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Como todo duro golpe, sin duda fue muy difícil en aquel momento comprender aquel misterioso designio de la Providencia. Sólo el paso del tiempo permitió vislumbrar lo que pudo haber significado aquel breve papado. El Papa Wojtyla, un año después, afirmaba que “el pontificado de Juan Pablo I, a pesar de durar menos de 5 semanas, ha dejado, sin embargo, una impronta especial en la sede romana y en la Iglesia universal. Quizá esta impronta no esté aún delineada del todo: pero se percibe claramente. Para descifrarla hasta el fondo es necesaria una perspectiva más amplia. Sólo con el correr de los años se hacen más comprensibles los designios de la Providencia para las mentes habituadas a juzgar solamente según las categorías de la historia humana”. Y el Cardenal Ratzinger, 25 años después podrá afirmar que “la elección de Luciani no fue un error. Esos 33 días de pontificado han tenido una función en la historia de la Iglesia. No fue sólo el testimonio de bondad y de una fe gozosa. Esa muerte imprevista abrió también las puertas a una opción inesperada. La de un Papa no italiano…”.

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Mientras la Iglesia recuerda a uno de sus grandes Pastores, también se alegra porque su causa de beatificación avanza rápidamente. El periodista Andrea Tornielli informaba ayer que está por concluirse el proceso diocesano sobre el presunto milagro atribuido a la intercesión del Papa Luciani y que pronto será enviado a la Congregación para las Causas de los Santos, al mismo tiempo que se prepara la Positio super virtutibus que deberá demostrar la heroicidad de sus virtudes. Tanto la investigación del milagro como la de las virtudes deberán ser estudiadas y aprobadas por una comisión de consultores teólogos (en el caso del milagro, también por una conformada por médicos) y por la congregación ordinaria de cardenales y obispos.

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En el aniversario de su elección, hicimos referencia a algunas de las intervenciones públicas que llegó a pronunciar. Aún siendo pocas, representan la valiosa herencia que dejó a la Iglesia durante su rápido paso por la Sede de Pedro: cuatro bellísimas catequesis sobre las virtudes teologales y sobre la humildad; dos homilías, una al iniciar solemnemente el ministerio petrino y otra al tomar posesión de la cátedra romana; cinco intervenciones antes de rezar el angelus en la Plaza de San Pedro; dos discursos a dos conferencias episcopales en visita ad limina; algunos discursos, propios del comienzo de un pontificado, a diversos grupos de personas e instituciones eclesiales que, de alguna manera, marcaban el programa del nuevo pontífice; algunas pocas cartas, entre las que pueden destacarse la que escribió al Cardenal Ratzinger, nombrándolo su enviado especial al III Congreso Mariano de Ecuador (único nombramiento de este tipo que llegó a realizar) y otra a los obispos de Chile y Argentina, cuando las tensiones entre ambos países crecían peligrosamente. Ofrecemos ahora la descarga de todas sus intervenciones públicas como Sumo Pontífice, en formato Word.

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