miércoles, 6 de agosto de 2008

Ego rogavi pro te ut non deficiat fides tua

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Escudo_Pablo_VI

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Se cumplen hoy 30 años de la partida del Papa Pablo VI hacia la Casa del Padre. En efecto, en la fiesta litúrgica de la Transfiguración del Señor y tras 15 años de pontificado, el Padre Celestial lo llamó junto a Él. Benedicto XVI recordó el domingo pasado que “la Divina Providencia llamó a Giovanni Battista Montini de la Cátedra de Milán a la de Roma en el momento más delicado del Concilio – cuando la intuición del beato Juan XXIII corría el riesgo de no tomar forma”.

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El entonces Arzobispo de Milán fue elegido Sumo Pontífice el 21 de junio de 1963. Ocho días después, durante la Misa de coronación, decía: “¿Qué será de mí, hijos amadísimos? No lo sé. El Señor mantiene oculto a nuestros ojos los presagios del futuro. Sin embargo, Él mismo lo ha hecho para aquel que ha llamado Pedro. Lo hemos leído en el Evangelio. Jesús dice al Príncipe de los Apóstoles: “Alius te cinget”: tu estarás destinado a compromisos, obligaciones, situaciones, que te harán sufrir y te llevarán hasta la inmolación de la vida. La predicción que Cristo hacía a Pedro era un presagio de testimonio y de martirio: un presagio de dolor y de sangre. No sé que será de mí. Pero una cosa os digo: en aquel día – y podría ser cada día de mi calendario- en que pueda darse que yo me encuentre cansado y oprimido, al punto de sentirme como el antiguo Simón, débil y vacilante, capaz de insuficiencias, pensaré que vosotros estaréis cercanos con vuestra oración, caridad y amor. Pensaré que vosotros me queréis no ya Simón sino Pedro; y, por tanto, pronto no sólo a reforzar la fe y la adhesión incorruptible a Nuestro Señor Jesucristo en mí mismo, sino a confirmarla y reforzarla en vosotros y en todos los hermanos. He aquí, refulgente, la cooperación de todas nuestras aspiraciones a la infalible palabra del Divino Maestro: Ego rogavi pro te, (Petre), ut non deficiat fides tua: et tu… confirma fratres tuos”.

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Algunos años después de aquella primera homilía, al celebrar el 15º aniversario de su coronación, un anciano Pablo VI realizaba una “mirada de conjunto a lo que ha sido el período durante el cual hemos tenido confiada por el Señor su Iglesia” y afirmaba: “Nuestro ministerio es el mismo de Pedro: es la misión de servir a la verdad de la fe y ofrecer esta verdad a cuantos la buscan… He ahí, hermanos e hijos, el propósito incansable, vigilante, agobiador que nos ha movido durante estos quince años de pontificado. Fidem servavi, podemos decir hoy, con la humilde y firme conciencia de no haber traicionado nunca «la santa verdad»” e invitaba a todos al recuerdo de algunos documentos principales del pontificado que han querido señalar las etapas de este nuestro sufrido ministerio de amor y de servicio a la fe y a la disciplina”, mencionando particularmente algunas encíclicas y exhortaciones apostólicas así como el Credo del Pueblo de Dios que fue redactado “para recordar, para reafirmar, para corroborar los puntos capitales de la fe de la Iglesia misma, proclamada por los más importantes Concilios Ecuménicos, en un momento en que fáciles ensayos doctrinales parecían sacudir la certeza de tantos sacerdotes y fieles y que requerían un retorno a las fuentes”.

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En una “Meditación ante la muerte” escrita por el Papa Montini, probablemente después de redactar su testamento, confesaba presentir que su hora se acercaba: Más aún que el agotamiento físico, pronto a ceder en cualquier momento, el drama de mis responsabilidades parece sugerir como solución providencial mi éxodo de este mundo, a fin de que la Providencia pueda manifestarse y llevar a la Iglesia a mejores destinos…”. En este texto, hacía memoria de su vida, de su debilidad, del amoroso llamado de Dios, de su dulcísima misericordia. Y se proponía: “Hacer pronto. Hacer todo. Hacer bien. Hacer gozosamente. Lo que ahora Tú quieres de mí, aun cuando supere inmensamente mis fuerzas y me exija la vida. Finalmente, en esta última hora”.

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El texto deja en evidencia cuánto sufrió por la crisis de la Iglesia, cuánto padeció en aquel período histórico marcado por graves problemas y desafíos. Tal como ha dicho Benedicto XVI, el secreto de la acción pastoral que Pablo VI llevó a cabo con incansable entrega, tomando a veces decisiones difíciles e impopulares, radica precisamente en su amor a Cristo, un amor que vibra con expresiones conmovedoras en todas sus enseñanzas”.

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Hace algunas semanas, citando a Vittorio Messori, decíamos que “tarde o temprano, llegará la hora de la justicia y la verdad para el Papa Pío XII”. También es preciso que esa hora llegue para Pablo VI, un Pontífice incomprendido por muchos, dentro y fuera de la Iglesia. Es necesario que con el actual Sucesor de Pedro, también nosotros reflexionemos: “¿Cómo no dar gracias al Señor por su fecunda y valiente acción pastoral? A medida que nuestra mirada se alarga sobre el pasado y se hace más consciente, aparece siempre más grande, diría casi sobrehumano, el mérito de Pablo VI al presidir la Asamblea conciliar, al conducirla felizmente a término y al gobernar la inestable fase del post-Concilio. Podríamos realmente decir, con el apóstol San Pablo, que la gracia de Dios en él «no ha sido vana»: ha valorizado sus características dotes de inteligencia y su amor apasionado a la Iglesia y al hombre. Mientras damos gracias a Dios por el don de este gran Papa, nos comprometemos a poner en práctica sus enseñanzas”.

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Para concluir, citamos aquí un párrafo de la “Meditación ante la muerte”, donde se refleja el profundo amor de Pablo VI a la Iglesia:


“Ruego al Señor que me dé la gracia de hacer de mi muerte próxima don de amor para la Iglesia. Puedo decir que siempre la he amado; fue su amor quien me sacó de mi mezquino y selvático egoísmo y me encaminó a su servicio; y para ella, no para otra cosa, me parece haber vivido. Pero quisiera que la Iglesia lo supiese; y que yo tuviese la fuerza de decírselo, como una confidencia del corazón que sólo en el último momento de la vida se tiene el coraje de hacer. Quisiera finalmente abarcarla toda en su historia, en su designio divino, en su destino final, en su compleja, total y unitaria composición, en su consistencia humana e imperfecta, en sus desdichas y sufrimientos, en las debilidades y en las miserias de tantos hijos suyos, en sus aspectos menos simpáticos y en su esfuerzo perenne de fidelidad, de amor, de perfección y de caridad. Cuerpo místico de Cristo. Querría abrazarla, saludarla, amarla, en cada uno de los seres que la componen, en cada obispo y sacerdote que la asiste y la guía, en cada alma que la vive y la ilustra; bendecirla. También porque no la dejo, no salgo de ella, sino que me uno y me confundo más y mejor con ella: la muerte es un progreso en la comunión de los Santos.”

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Puede descargar desde aquí las encíclicas de Pablo VI en documentos de Word.

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4 Comentarios:

Anónimo ha dicho

Tomo la frase: "un Pontífice incomprendido por muchos, dentro y fuera de la Iglesia":
No me parece correcta a la luz de los hechos de todo el mundo conocidos.
Por el contrario diría que él fue el Pontífice más popular de la historia, al llevar a la Iglesia a transar con el mundo. Los que no tienen buen recuerdo de él son (somos) pocos y despreciados por anticuados y dogmáticos.
En fin, salvo la encíclica "Humanae Vitae" no sé que bueno encontrar en su Pontificado.
Creo que por el contrario a lo que se afirma en el artículo Pablo VI no supo o no no pudo llevar a feliz término al Concilio: Los resultados están a la vista, y sería majadero insistir en ellos, vía su enumeración.
Basta recordar que el Papa actual reconoció que la Iglesia está en crisis.
Saludos,
Gustavo

Francesco ha dicho

De hecho, fue incomprendido por muchos fuera de la Iglesia. La Humanae Vitae, que el mundo aún hoy rechaza furiosamente, es un claro ejemplo de ello.

Tampoco ha sido comprendido ni aceptado por algunos dentro de la Iglesia, los cuales también rechazan principalmente la Humanae Vitae. Lo consideran demasiado conservador, sin voluntad de hacer una tan necesaria reforma, poco cercano al (para ellos) "auténtico espíritu del Concilio".

Otros lo han considerado demasiado modernista, renovador, opuesto a la Tradición y a la fe de siempre...

Pablo VI ha recorrido el camino del verdadero espíritu del Concilio, el camino de la "hermenéutica de la continuidad" frecuentemente mencionadada por Benedicto XVI: continuidad en la tradición de los dos mil años de la Iglesia. Por recorrer ese camino sufrió mucho, incluso por haber sido incomprendido por muchos cercanos a él(basta releer la entrevista al Cardenal Noé).

La afirmación, “aparece siempre más grande, diría casi sobrehumano, el mérito de Pablo VI al presidir la Asamblea conciliar, al conducirla felizmente a término y al gobernar la inestable fase del post-Concilio”, es del actual Sucesor de Pedro, Benedicto XVI, la cual, los miembros de La Buhardilla, suscribimos.

Anónimo ha dicho

Francesco, no estoy de acuerdo con Ud.
A modo de ejemplo: La misa actual rompió decidadamente con la Tradición.
Saludos cordiales,
Gustavo.

Antonio ha dicho

Estimado Gustavo:
Nos escribe: "La misa actual rompió decidadamente con la Tradición".
Podemos señalar miles de abusos, miles de problemas en la reforma litúrgica, pero me parece que no podemos (ni debemos) dar el paso de afirmar que la Misa "actual" ha roto con la Tradición. Si así fuera, habríamos perdido en algún punto de la historia de la Iglesia el "HOC FACITE IN MEAM COMMEMORATIONEM", lo que significaría que "las puertas del infierno" han prevalecido sobre la Iglesia. Y esto no ha sucedido. ni puede suceder.