jueves, 31 de julio de 2008

El plan litúrgico del Papa, explicado por Monseñor Ranjith

*

Ranjith_

*

Ofrecemos la traducción de la entrevista que Marco Politi realizó, para el diario La Repubblica, a Monseñor Albert Malcolm Ranjith, secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

***

La señal ha sido clara. Primero en Corpus Christi en Roma, luego se ha visto en todo el mundo en Sidney. Benedicto XVI exige que, delante de él, la Comunión sea recibida de rodillas. Es una de las tantas cosas que ha recuperado este pontificado: el latín, la Misa tridentina, la celebración de espaldas a los fieles.

*

El Papa Ratzinger tiene un plan y el monseñor srilankés Malcolm Ranjith, que el Pontífice ha querido junto a sí en el Vaticano como secretario de la Congregación para el Culto, lo delinea con eficacia.

*

La atención a la liturgia, explica, tiene el objetivo de una “apertura a lo trascendente”. Por petición del Pontífice, preanuncia Ranjith, la Congregación para el Culto está preparando un Compendio Eucarístico para ayudar a los sacerdotes a “disponerse bien para la celebración de la adoración eucarística”.

*

La Comunión de rodillas, ¿va en esta dirección?

*

En la liturgia se siente la necesidad de reencontrar el sentido de lo sagrado, sobre todo en la celebración Eucarística. Porque nosotros creemos que lo que sucede sobre el altar va mucho más allá de lo que nos podemos imaginar humanamente. Y, por lo tanto, la fe de la Iglesia en la Presencia Real de Cristo en las especies Eucarísticas debe ser expresada a través de gestos adecuados y de comportamientos distintos a los de la cotidianidad.

*

¿Marcando una discontinuidad?

*

No estamos delante de un jefe político o un personaje de la sociedad moderna, sino delante de Dios. Cuando sobre el altar desciende la presencia del Dios eterno, debemos ponernos en la posición más adecuada para adorarlo. En mi cultura, en Sri Lanka, debemos postrarnos con la cabeza en el suelo como hacen los budistas y los musulmanes en oración.

*

La Hostia en la mano, ¿disminuye el sentido de trascendencia de la Eucaristía?

*

En cierto sentido, sí. Expone al que comulga a sentirla casi como un pan normal. El Santo Padre habla a menudo de la necesidad de salvaguardar el sentido de la “alteridad” en cada expresión de la liturgia. El gesto de tomar la Sagrada Hostia y, en lugar de recibirla, ponerla en la boca nosotros mismos, reduce el profundo significado de la Comunión.

*

¿Se quiere contrarrestar una banalización de la Misa?

*

En algunos lugares se ha perdido el sentido de lo eterno, lo sagrado o celestial. Hubo una tendencia de poner al hombre en el centro de la celebración y no al Señor. Pero el Concilio Vaticano II habla claramente de la liturgia como actio Dei, actio Christi. En lugar de ello, en ciertos círculos litúrgicos, ya sea por ideología o por un cierto intelectualismo, se ha difundido la idea de una liturgia adaptable a diversas situaciones, en la que se debe dar espacio a la creatividad para que sea accesible y aceptable para todos. Luego están también los que han introducido innovaciones sin siquiera respetar el sensus fidei y los sentimientos espirituales de los fieles.

*

A veces, incluso obispos empuñan el micrófono y se dirigen a sus oyentes con preguntas y respuestas…

*

El peligro moderno es que el sacerdote piense que él es el centro de la acción. De este modo, el rito puede tomar el aspecto de un teatro o de la performance de un presentador televisivo. El celebrante ve a la gente que lo mira a él como punto de referencia y se corre el riesgo de que, para tener el mayor éxito posible con el público, invente gestos y expresiones como si fuera el protagonista.

*

¿Cuál sería la actitud correcta?

*

Cuando el sacerdote sabe que no está él en el centro sino Cristo. Respetar la liturgia y sus reglas, en humilde servicio al Señor y a la Iglesia, como algo recibido y no inventado, significa dejar más espacio al Señor para que, a través del instrumento del sacerdote, pueda estimular la conciencia de los fieles.

*

¿También son desviaciones las homilías pronunciadas por laicos?

*

Sí. Porque la homilía, como dice el Santo Padre, es el modo en que la Revelación y la gran tradición de la Iglesia es explicada para que la Palabra de Dios inspire la vida de los fieles en sus elecciones cotidianas y haga a la celebración litúrgica rica en frutos espirituales. Y la tradición litúrgica de la Iglesia reserva la homilía al celebrante. A los obispos, a los sacerdotes y a los diáconos. Pero no a los laicos.

*

¿Absolutamente no?

*

No porque ellos no sean capaces de hacer una reflexión sino porque en la liturgia deben ser respetados los roles. Existe, como decía el Concilio, una diferencia “en esencia y no sólo en grado” entre el sacerdocio común de todos los bautizados y el de los sacerdotes.

*

Hace algún tiempo, el Cardenal Ratzinger se lamentaba de la pérdida del sentido del misterio en los ritos.

*

A menudo, la reforma conciliar ha sido interpretada o considerada de un modo no del todo conforme al espíritu del Vaticano II. El Santo Padre define esta tendencia como el anti-espíritu del Concilio.

*

A un año de la plena reintroducción de la Misa Tridentina, ¿cuál es el balance?

*

La Misa Tridentina tiene en su interior valores profundos que reflejan toda la tradición de la Iglesia. Hay más respeto hacia lo sagrado a través de los gestos, las genuflexiones, los silencios. Hay más espacio reservado a la reflexión sobre la acción del Señor y también a la devoción personal del celebrante, que ofrece el sacrificio no sólo por los fieles sino también por sus propios pecados y su propia salvación. Algunos elementos importantes del antiguo rito pueden ayudar también a la reflexión sobre el modo de celebrar el Novus Ordo. Estamos en medio de un camino.

*

En el futuro, ¿ve un rito que tome lo mejor del antiguo y del nuevo?

*

Puede darse… yo quizás no lo veré. Pienso que en las próximas décadas se llegará a una valoración global del rito antiguo y del nuevo, salvaguardando lo eterno y sobrenatural que ocurre sobre el altar y reduciendo todo protagonismo para dejar espacio al contacto efectivo entre los fieles y el Señor a través de la figura, no predominante, del sacerdote.

*

¿Con posiciones alternadas del celebrante? ¿Cuándo el sacerdote estaría vuelto hacia el ábside?

*

Se podría pensar en el ofertorio, cuando las ofrendas son llevadas al altar, y desde ese momento hasta el fin de la plegaria eucarística, que representa el momento culminante de la "trans-substantiatio" y la "communio”.

*

Desorienta a los fieles que el sacerdote esté de espaldas a ellos…

*

Es un error hablar así. Al contrario, se dirige al Señor junto con el pueblo. El Santo Padre en su libro “El espíritu del Concilio” ha explicado que cuando nos sentamos alrededor mirando cada uno la cara del otro, se forma un círculo cerrado. Pero cuando el sacerdote y los fieles miran juntos hacia el Oriente, hacia el Señor que viene, es un modo de abrirse a lo eterno.

*

¿En esta visión se inserta también la recuperación del latín?

*

No me gusta la palabra recuperar. Estamos implementando el Concilio Vaticano II que afirma explícitamente que el uso de la lengua latina, salvo el derecho particular, debe ser conservado en los ritos latinos. Entonces, incluso si se ha dado espacio a la introducción de las lenguas vernáculas, el latín no ha sido abandonado completamente. El uso de una lengua sagrada es tradición en todo el mundo. En el Hinduismo la lengua de oración es el sánscrito, que ya no está en uso. En el Budismo se usa el Pali, lengua que hoy sólo los monjes budistas estudian. En el Islam se emplea el árabe del Corán. El uso de una lengua sagrada nos ayuda a vivir la sensación de la alteridad.

*

¿El latín como lengua sagrada en la Iglesia?

*

Por supuesto. El Santo Padre mismo dice en la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, 62: “Para expresar mejor la unidad y universalidad de la Iglesia, quisiera recomendar lo que ha sugerido el Sínodo de los Obispos, en sintonía con las normas del Concilio Vaticano II: exceptuadas las lecturas, la homilía y la oración de los fieles, sería bueno que dichas celebraciones fueran en latín”. Por supuesto, durante los encuentros internacionales.

*

Dando nueva fuerza a la liturgia, ¿qué es lo que quiere lograr Benedicto XVI?

*

El Papa quiere ofrecer la posibilidad de acceso a la maravilla de la vida en Cristo, una vida que viviéndola aquí sobre la tierra nos hace sentir la libertad y la eternidad de los hijos de Dios. Y este tipo de experiencia se vive fuertemente a través de una auténtica renovación de la fe, la cual supone pregustar de las realidades celestiales en la liturgia que se cree, se celebra y se vive. La Iglesia es, y debe ser, el instrumento válido y el camino para esta experiencia liberadora. Y su liturgia es la que hace posible estimular tal experiencia en sus fieles

***

miércoles, 30 de julio de 2008

El turno de Kasper: "Ahora debo ser claro..."

*

KASPER_CARD

*

El Cardenal Walter Kasper, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, pronunció hoy su discurso en la Conferencia de Lambeth.

*

El extenso texto está dividido en tres grandes partes: 1) descripción de las relaciones en los últimos años, 2) consideraciones eclesiológicas, y 3) reflexiones sobre las cuestiones que la Comunión Anglicana debe afrontar.

*

ACTUALIZADO

A continuación, ofrecemos los dos últimos párrafos de la segunda parte, y la traducción completa de la tercera parte en la que el Cardenal alemán, además de  tratar dos temas que deben ser afrontados por los anglicanos, explica la nueva situación que se ha creado en la relación ecuménica entre la Iglesia Católica y la Comunión Anglicana.

***

... A la luz de este análisis del ministerio episcopal por parte de la Arcic y de la eclesiología de la koinonía contenida en el Informe de Windsor, ha sido particularmente desconsolador asistir a las crecientes tensiones en el seno de la Comunión anglicana. En diversos contextos, los obispos no están en comunión con otros obispos; en algunos casos, las provincias anglicanas no están más en comunión plena las unas con las otras. Si bien el proceso de Windsor prosigue y la eclesiología propuesta por el Informe de Windsor ha sido aceptada en principio por la mayoría de las provincias anglicanas, es difícil, desde nuestro punto de vista, comprender cómo esto ha sido traducido en el auspiciado reforzamiento interno de la Comunión anglicana y de sus instrumentos de unidad. Nos parece también que el esfuerzo de la Comunión anglicana de ser “episcopalmente guiada y sinodalmente gobernada” no siempre ha logrado mantener la apostolicidad de la fe y que el gobierno sinodal, malentendido como una especie de proceso parlamentario, ha bloqueado a veces aquella guía episcopal deseada por Cipriano y formulada en el Arcic.

*

Sé que muchos de ustedes están preocupados, algunos incluso profundamente, por la amenaza de fragmentación en el seno de la Comunión anglicana. Somos profundamente solidarios con ustedes porque también nosotros estamos preocupados y entristecidos cuando nos preguntamos: “en este escenario, ¿qué forma podrá asumir la Comunión anglicana del mañana, y quien será nuestro interlocutor? ¿Debemos, y en qué modo podemos, empeñarnos apropiada y honestamente en diálogos con cuantos comparten el punto de vista católico en la Comunión anglicana o en particulares provincias anglicanas? ¿Qué esperan en esta situación de la Iglesia de Roma, que según la afirmación de Ignacio de Antioquía, debe presidir la Iglesia con el amor? ¿De qué modo la obra del Arcic sobre el episcopado, la unidad de la Iglesia y la necesidad de un ejercicio de primado a nivel universal, podrían ayudar a la Comunión anglicana en este momento?”. En lugar de responder a estos interrogantes, permítanme recordarles lo que hemos afirmado durante los coloquios informales en el 2003 y que hemos repetido, desde entonces, en diversas ocasiones: “Es nuestro gran deseo que la Comunión anglicana esté unida, enraizada en aquella fe histórica que nuestro diálogo y nuestras relaciones en el curso de cuatro décadas nos han hecho creer que es compartida en gran medida”. Por eso, seguimos los debates de Lambeth con gran interés y sincera solicitud, acompañándolos con nuestras fervientes oraciones.

*

Reflexiones sobre las cuestiones que la Comunión Anglicana debe afrontar

*

En esta parte final, deseo afrontar brevemente dos cuestiones que están en el centro de las tensiones en el seno de la Comunión Anglicana y en sus relaciones con la Iglesia Católica: la ordenación de mujeres y la sexualidad humana. No es necesario hacerlo detalladamente ya que la posición católica, que se considera coherente con el Nuevo Testamento y la tradición apostólica, es bien conocida. Deseo sólo ofrecer algunas reflexiones desde el punto de vista católico, teniendo en cuenta nuestras relaciones pasadas, presentes y futuras.

*

La enseñanza de la Iglesia católica sobre la sexualidad humana, en particular sobre la homosexualidad, es clara y se expone en el Catecismo de la Iglesia Católica, 2357-2359. Estamos convencidos de que esta enseñanza se basa firmemente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento y que, por lo tanto, aquí está en juego la fidelidad a las Escrituras y a la tradición apostólica. Sólo puedo poner en evidencia lo que afirma el documento “Crecer juntos en la unidad y la misión”: “…en los debates sobre la sexualidad humana, dentro de la Comunión anglicana y entre ésta y la Iglesia Católica, existen cuestiones hermenéuticas, antropológicas y bíblicas que deben ser afrontadas”(n. 86). No por casualidad el tema principal de la actual Conferencia de Lambeth se ha centrado en la hermenéutica bíblica.

*

Deseo brevemente llamar vuestra atención sobre la declaración “Vida en Cristo” de la Arcic en la que se observa (n. 87-88) que los anglicanos podían concordar con los católicos en que la actividad homosexual es desordenada, pero que podíamos diferir en lo que respecta al consejo moral y pastoral que ofrecemos a cuantos lo buscan.

*

Sabemos y apreciamos que las recientes declaraciones de los primados están en sintonía con aquella enseñanza, claramente expresada en la resolución 1.10 de la Conferencia de Lambeth de 1998. A la luz de las tensiones de los años pasados, una declaración clara de parte de la Comunión Anglicana respecto a este tema nos ofrecería mayor posibilidad de brindar un testimonio común de la sexualidad humana y del matrimonio, un testimonio dolorosamente necesario en el mundo de hoy.

*

Respecto a la ordenación de las mujeres al sacerdocio y al episcopado, la Iglesia Católica ha expuesto claramente su enseñanza desde el inicio de nuestro diálogo, no sólo internamente, sino también en intercambio de cartas entre los Papas Pablo VI y Juan Pablo II con los arzobispos de Canterbury que se han sucedido. En su carta apostólica “Ordinatio sacerdotalis” del 22 de mayo de 1994, el Papa Juan Pablo II ha hecho referencia a la carta del Papa Pablo VI al arzobispo Coggan del 23 de noviembre de 1975 y ha afirmado la posición católica de la siguiente manera: “La ordenación sacerdotal… desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los hombres. Esta tradición se ha mantenido también fielmente en las Iglesias Orientales”. Y ha concluido: “declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. Esta enunciación muestra con claridad que no se trata sólo de una posición disciplinar, sino también de una expresión de nuestra fidelidad a Jesucristo. La Iglesia católica está vinculada a la voluntad de Jesucristo y no se considera libre de instaurar una nueva tradición ajena a la de la Iglesia de todos los tiempos.

*

Como he afirmado dirigiéndome a los obispos de la Iglesia de Inglaterra en el 2006, para nosotros la decisión de ordenar mujeres implica un alejamiento de la posición común de todas las Iglesias del primer milenio, es decir, no sólo de la Iglesia Católica, sino también de las Iglesias orientales y ortodoxas. Nos parece que la Comunión Anglicana se está acercando mucho a las iglesias protestantes del siglo XVI y está asumiendo una posición que aquellas iglesias asumieron sólo en la segunda mitad del siglo XX.

*

Teniendo en cuenta que actualmente veintiocho provincias anglicanas ordenan mujeres al sacerdocio y que, si bien sólo cuatro provincias han ordenado mujeres al episcopado, otras trece provincias han aprobado la legislación que permite el episcopado femenino, la Iglesia Católica debe ahora darse cuenta de que la realidad de la ordenación de mujeres al sacerdocio y al episcopado no concierne solamente a provincias aisladas sino que corresponde cada vez más a la posición de la Comunión. Ésta seguirá teniendo obispos, como ha afirmado la Conferencia de Lambeth de 1888, pero como en el caso de los obispos de algunas iglesias protestantes, las Iglesias más antiguas del Oriente y del Occidente reconocerán en ellos mucho menos de lo que ellas consideran carácter y ministerio del obispo en el sentido entendido por la Iglesia primitiva y que se mantuvo constante a lo largo de los siglos.

*

Ya he afrontado el problema eclesiológico del no reconocimiento de parte de los obispos de la ordenación episcopal de los otros dentro de una misma Iglesia. Ahora debo ser claro respecto a la nueva situación que se ha creado en nuestras relaciones ecuménicas. Si bien nuestro diálogo nos ha llevado a un acuerdo significativo sobre la idea del sacerdocio, la ordenación de las mujeres al episcopado bloquea sustancialmente y definitivamente un posible reconocimiento de las órdenes anglicanas de parte de la Iglesia Católica.

*

Esperamos continuar el diálogo teológico entre la Comunión anglicana y la Iglesia Católica, pero este último desarrollo amenaza directamente nuestro objetivo y altera el nivel de cuanto perseguíamos en el diálogo. La declaración común de 1966, firmada por el Papa Pablo VI y por el arzobispo Michael Ramsey, exhortaba al diálogo que “tiene por objeto la unidad por la cual Cristo rezaba” y hablaba de “un retorno a la plena comunión de fe y de vida sacramental”. Ahora parece que la plena comunión visible como fin de nuestro diálogo ha dado un paso atrás, que nuestro diálogo tendrá objetivos menos definitivos y que, por lo tanto, su carácter resultará alterado. Si bien este diálogo puede aún conducir a buenos resultados, no estará sostenido por el dinamismo que deriva de la posibilidad realista de la unidad que Cristo exige de nosotros o de la participación común en la mesa del único Señor, que anhelamos con tanto ardor.

***

Texto completo en español (junto a los comentarios de Sandro Magister) en Chiesa

***

 

Una cuestión de amor a la Iglesia (II)

*

Mons_González_Errázuriz

*

En un reciente post, comentábamos y ofrecíamos una nota acerca de los “defectos en la celebración de la Santa Misa” que Monseñor Medina Estévez, entonces Obispo de Valparaíso y luego Cardenal Prefecto de la Congregación para el culto divino, había escrito en el año 1994.

*

Hace sólo algunas semanas, otro prelado chileno, Monseñor Juan Ignacio González Errázuriz, Obispo de San Bernardo, enviaba una carta a sus sacerdotes sobre “la liturgia, centro de la vida sacerdotal”. En ella, realizaba en primer lugar algunas consideraciones acerca de la Sagrada Liturgia y de la responsabilidad de los sacerdotes al celebrarla, para finalmente indicar algunos aspectos que deberían ser mejorados (respecto a los ornamentos, las posturas, la música, el silencio). Ofrecemos aquí algunos extractos de la misma e invitamos a nuestros lectores a leerla en forma completa.

***

Todos sabemos que lo que el Santo Padre desea es que en toda la Iglesia se cuide con mayor esmero la celebración de la liturgia, sin que dejemos lugar a personalismos, a abusos o cambios inadecuados, etc. Lo que la Iglesia espera, especialmente de nosotros, ministros del Señor, es que nuestras celebraciones litúrgicas sean ante todo obra de Dios Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen a participar su misma vida divina; de Dios Hijo, revelador del Padre y donante del Espíritu, que lleva a cabo ese designio que nos hace hijos de Dios; y de Dios Espíritu Santo, que realiza la plena comunión divina e inicia el retorno de todos y de todo hacia el Padre.
*
Pese a la claridad e insistencia con que la Iglesia nos llama a celebrar dignamente la liturgia, no podemos esconder que aun nos queda mucho por mejorar y que en algunas partes aun se comenten abusos gravísimos en la celebración de los misterios cristianos, que carga la conciencia de los ministros que se prestan a ello y confunden al pueblo de Dios.

*

El Papa Benedicto al entregar a la Iglesia la Exhortacion Apostólica Sacramentum caritatis nos ha recordado la necesidad de ser muy fieles a la liturgia de la Iglesia. En uno de sus números señala. “En el contexto de este elevado sentido del misterio, se entiende cómo la fe de la Iglesia en el Misterio eucarístico se haya expresado en la historia no sólo mediante la exigencia de una actitud interior de devoción, sino también a través de una serie de expresiones externas, orientadas a evocar y subrayar la magnitud del acontecimiento que se celebra. De aquí nace el proceso que ha llevado progresivamente a establecer una especial reglamentación de la liturgia eucarística, en el respeto de las diversas tradiciones eclesiales legítimamente constituidas. También sobre esta base se ha ido creando un rico patrimonio de arte. La arquitectura, la escultura, la pintura, la música, dejándose guiar por el misterio cristiano, han encontrado en la Eucaristía, directa o indirectamente, un motivo de gran inspiración” (49).

*

Queridos hermanos sacerdotes, todos nos damos cuenta de que en esa obediencia fiel y esmerada a cuanto la Iglesia dispone para la celebración de los sacramentos y muy particularmente en el misterio Eucarístico, hay una gran manifestación de nuestra humildad y nuestra docilidad a la voluntad de Dios. Por esta razón quiero pedir a todos que examinemos nuestras disposiciones y acciones al tiempo de las celebraciones litúrgicas de los sacramentos y de la Santísima Eucaristía. Pongamos la más esmerada delicadeza en cuidar todos los signos y símbolos litúrgicos, que no son sólo la palabra y la oración, sino también la acción y los gestos y cuya significación es determinante para el pueblo cristiano. Si bien no hay abusos serios en las celebraciones de nuestros templos, hemos todos de afinar mucho más, tratando de penetrar en el misterio que celebramos. Quisiera recordar que la IGMR señala que “el gesto y la postura corporal, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben contribuir a que toda la celebración resplandezca por su decoro y noble sencillez, de manera que pueda percibirse el verdadero y pleno significado de sus diversas partes y se favorezca la participación de todos. Y habrá que tomar en consideración, por consiguiente, lo establecido por esta Ordenación general, cuanto proviene de la praxis secular del Rito romano y lo que aproveche al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al gusto o parecer privados. La postura corporal que han de observar todos los que toman parte en la celebración, es un signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregados para celebrar la sagrada Liturgia, ya que expresa y fomenta al mismo tiempo la unanimidad de todos los participantes. (nº 42).

*

Queridos hermanos, son todos estos pequeños detalles y otros que cada uno descubrirá y que pueden parecen insignificantes los que expresan nuestro deseo de querer penetrar en el misterio central de la fe, la Pascua del Señor, que como sacrificio y banquete, se renueva en nuestros altares diariamente. Son ellos también lo que harán comprender al pueblo cristiano los profundos significados de los misterios de nuestra santa fe católica.

***

Texto completo

martes, 29 de julio de 2008

Ni revolución, ni ruptura: ¡continuidad!

*

Pio XII_roncalli

*

Ofrecemos la traducción de algunas partes de la entrevista a Monseñor Francesco Ruppi, Arzobispo de Lecce, realizada por el periodista Bruno Volpe y publicada en su nuevo sitio Pontifex. Es un ejemplo más de la repercusión, lenta pero constante, que está teniendo en la Iglesia el histórico discurso que Benedicto XVI pronunció el 22 de diciembre de 2005, acerca de la hermenéutica de la continuidad.

***

Excelencia, es del todo innegable que muchos eclesiásticos y teólogos han leído el Concilio Vaticano II como un momento de ruptura con la tradición…

*

Esto es absolutamente cierto y lo puedo comprobar yo mismo. No excluyo de ninguna manera que después del Vaticano II haya surgido un consistente grupo de teólogos y sacerdotes que han definido el Vaticano II como ruptura, innovación y separación. Le repito, aquel Concilio no fue para nada una etapa revolucionaria, sino de continuidad en la historia de la Iglesia.

*

Entonces, usted intenta afirmar que el Concilio Vaticano II debe ser leído como una parte en el conjunto del arduo camino de la Iglesia…

*

Sin duda. A menudo existe la tentación, equivocada, de leer el Vaticano II separado de todo el cuerpo anterior. Pero no es posible analizar el Vaticano II, aislándolo del Vaticano I y del Concilio de Trento. Es más, aprovecho para subrayar la relevancia del Concilio de Trento, que sirvió para salvar a la Iglesia después de la reforma protestante.

*

Entonces, usted aprueba y alaba al Papa Benedicto XVI por haber liberalizado la Misa tradicional…

*

Por supuesto, y nunca dejaré de hacerlo. Y le digo que si algunos sacerdotes no comprenden la importancia del rito de San Pío V y son incapaces de explicarlo a los fieles como conviene, a menudo la culpa es nuestra, de los Obispos, tal vez preocupados por muchas cosas. El Papa Benedicto XVI ha hecho, no digo bien, sino mucho bien al revalorar y liberalizar un tesoro de la Iglesia. Lo repito: misal antiguo y moderno no deben ser vistos en competición, cada uno tiene sus méritos. Pero considero absurdo discriminar y excluir a aquellos que tenían y tienen el derecho a celebrar la Misa tridentina. Y todo en nombre de un modernismo ciego y furioso. La historia, y por lo tanto también el Vaticano II, debe ser siempre leída como un libro único en el que sus capítulos no se suprimen uno a otro. El Vaticano II no fue ni una revolución ni una ruptura con el pasado.

***

lunes, 28 de julio de 2008

Culto verdadero... o jugueteo vacío

*

Nicolas.Poussin_Adoracion.del.becerro.de.oro

*

El ser humano, de ningún modo puede, por sí mismo, “hacer” el culto; si Dios no se da a conocer, no acertará. Cuando Moisés le dice al faraón: “no sabemos todavía qué hemos de ofrecer a Yahveh” (Ex. 10, 26) realmente está mostrando, con estas palabras, una ley fundamental de toda liturgia. Si Dios no se manifiesta, el hombre puede, sin duda, en virtud de la noción de Dios inscrita en su interior, construir altares “al Dios desconocido” (cf. Hch. 17, 23); puede intentar alcanzarlo mediante el pensamiento, acercarse a él a tientas, pero la liturgia verdadera presupone que Dios responde y muestra cómo podemos adorarle. De alguna forma necesita algo así como una “institución”. No puede brotar de nuestra fantasía o creatividad propias – en ese caso seguiría siendo un grito en la oscuridad o se convertiría en una mera autoafirmación. Presupone un tú concreto que se nos muestra, un tú que le indica el camino a nuestra existencia.

*

Una serie de testimonios muy insistentes del Antiguo Testamento dan fe de este carácter no-arbitrario del culto. Pero en ningún lugar aparece tan dramáticamente como en el relato del becerro de oro. Este culto, presidido por el sumo sacerdote Aarón, en modo alguno tenía como finalidad el servir a un dios pagano. La apostasía es más sutil. No se da el paso abierto de Dios al ídolo, sino que, aparentemente, se permanece al lado del mismo Dios: la pretensión es glorificar al Dios que sacó a Israel de Egipto y se intenta hacerlo representando debidamente su fuerza misteriosa en la figura del becerro. Aparentemente todo es correcto, el ritual parece ajustarse a lo prescripto. Y, a pesar de ello, es una apostasía y una idolatría.

*

Hay dos causas que provocan esta quiebra, apenas perceptible. Por una parte, la infracción de la prohibición de las imágenes: no es capaz de perseverar junto al Dios invisible, lejano y misterioso. Se le hace descender al propio terreno, al mundo de lo palpable y comprensible. De este modo, el culto ya no es un elevarse hacia él sino un rebajar a Dios al propio terreno. Tiene que estar ahí cuando se le necesita y tiene que ser tal y como se le necesita. El hombre utiliza a Dios y, de este modo, se sitúa, aunque aparentemente no lo parezca, por encima de Él.

*

Con esto queda ya aludida la segunda causa: se trata de un culto en el que queda de relieve el propio poder. Si Moisés tarda demasiado en volver, y Dios mismo parece convertirse en inaccesible, se le va a buscar. Este culto se convierte en una fiesta que la comunidad se ofrece a sí misma, y en la que se confirma a sí misma. La adoración de Dios se convierte en un girar sobre uno mismo: comida, bebida, diversión. El baile alrededor del becerro de oro es la imagen de un culto que se busca a sí mismo, convirtiéndose en una especie de autosatisfacción insustancial.

*

La historia del becerro de oro es la advertencia de un culto arbitrario y egoísta, en el que, en el fondo, ya no se trata de Dios, sino de fabricarse, partiendo de lo propio, un pequeño mundo alternativo. En ese caso, la liturgia realmente se convierte, no cabe duda, en un jugueteo vacío. O, lo que es peor, en un abandono del Dios vivo camuflado bajo un manto de sacralidad. Pero al final lo que queda es la frustración, el sentimiento de vacío. No tenemos ya esa experiencia de liberación convertida en acontecimiento allí donde tiene lugar un encuentro con el Dios vivo.

***

Joseph Ratzinger, “El espíritu de la liturgia. Una introducción”

***

domingo, 27 de julio de 2008

La Teología del Cuerpo

*

creacion_adan_detalle

*

…La naturaleza humana es tanto espiritual como física. No somos espíritus «atrapados» en nuestros cuerpos. Mediante la unión profunda del cuerpo y el alma de cada uno, nuestros cuerpos revelan o «hacen visible» la realidad invisible de nuestros espíritus. Pero el cuerpo hace aún más. Porque estamos hechos a imagen de Dios, nuestros cuerpos también hacen visible algo del misterio invisible de Dios. Es desde esta perspectiva que Juan Pablo quiere estudiar el cuerpo humano; no como un organismo biológico, sino desde la teología. El cuerpo no es divino. Pero es un «signo» del misterio divino. Un signo es algo que nos señala a una realidad más allá de sí misma y, de alguna manera, hace esa realidad trascendente presente para nosotros. El misterio divino siempre permanece infinitamente «más allá»; no se lo puede reducir a su signo. Sin embargo, el signo es indispensable para «hacer visible» el misterio invisible. Como dice el Catecismo, «el hombre necesita signos y símbolos para comunicarse…Lo mismo sucede en su relación con Dios» (n. 1146).


(del libro “Theology of the body for beginners” de Christopher West)

*

En 129 charlas que pronunció entre septiembre de 1979 y noviembre de 1984, el Papa Juan Pablo II ofreció a la Iglesia y al mundo una reflexión enriquecedora sobre el significado del cuerpo humano. Ofrecemos aquí para su descarga estas catequesis papales en formato Word.

***

Ser testigos hoy

*

[El mundo de hoy] necesita el testimonio creíble de los simples cristianos que viven en el mundo con sus alegrías y dolores, sus esperanzas y tribulaciones, pero no son del mundo. De hecho, nuestros contemporáneos tienen mejor disposición para creer en testigos que en maestros; y si creen en maestros es porque éstos son testigos. Los obispos, además, debieran animar a sus fieles a “dar testimonio de la esperanza que hay en ellos” (1Pe 3,15), para mostrar a todos y a cada uno que los cristianos en conjunto son temerosos de Dios, amantes de la paz y cumplidores de la ley. El mundo necesita hoy cristianos apologistas y no “mea-culpistas”; necesita personas como el cardenal John Henry Newman, G.K. Chesterton, C.S. Lewis, Hilaire Belloc y otros, que expongan brillantemente la belleza de la fe cristiana sin ruborizarse ni transigir.

***

(del discurso del Cardenal Ivan Dias a la Conferencia de Lambeth. 23/07/2008)

*

 

viernes, 25 de julio de 2008

Novedades sobre la TAC

*

Levada_to_TAC

***

El Cardenal Levada ha escrito la siguiente carta al Primado de la Traditional Anglican Communion:

*

Su Gracia:

En el curso del pasado año, la Congregación para la doctrina de la fe ha estudiado las propuestas que usted ha presentado en nombre de la Casa de Obispos de la Traditional Anglican Communion durante su visita a las oficinas de este dicasterio el 9 de octubre del 2007. Al aproximarse los meses del verano, deseo asegurarle la seria atención que la Congregación da a la perspectiva de unidad corporativa formulada en esa carta.

*

Como Su Gracia sabe sin duda, la situación de la comunión anglicana en general se ha puesto marcadamente más compleja durante este mismo período. Tan pronto como la Congregación esté en posición de responder más definitivamente a las propuestas que usted ha enviado, le informaremos.

*

Le aseguro mis continuas oraciones y buenos deseos para usted y sus hermanos obispos de la Traditional Anglican Communion. Deseando la Bendición de Dios, permanezco sinceramente suyo en Cristo,

William Cardenal Levada.

***

A raíz de esto, el Primado de la TAC ha escrito a todos sus obispos, clero y fieles:

*

Mis queridos padres, hermanos y hermanas,

Es un gran placer poder adjuntarles una copia de la carta que he recibido esta mañana (25 de julio del 2008) del Cardenal Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a través del Nuncio Apostólico en Australia. Es una carta de calidez y de aliento. Le he respondido, expresando mi gratitud en nombre de “mis hermanos obispos”, reafirmando nuestra determinación de alcanzar la unidad por la que Jesús oró con tanta intensidad en la Última Cena, sin importar el costo personal que esto pueda significar en nuestro discipulado.

*

Esta carta debiera animar a nuestra Comunión entera, y a aquellos amigos que nos han estado asistiendo. Debiera también estimularnos a una oración renovada por el Santo Padre, por el Cardenal Levada y por su personal en la Congregación para la Doctrina de la Fe, y por todo nuestro clero y nuestros fieles al movernos hacia una cada vez más cercana comunión en Cristo con la Santa Sede.

*

Estoy particularmente agradecido al Cardenal Prefecto por su generosa mención de “reunión corporativa”, un camino raramente transitado en el pasado, pero esencial para dar lugar al pedido que nuestro Maestro hizo a Su Padre: “Que sean completamente uno”.

Traditional Anglican Communion
Arzobispo John Hepworth
Primado

***

El contenido de la carta del Cardenal Levada es muy “medido”, y no deja traslucir mucho de lo que pueda suceder en el futuro. Lo que sí hace la carta, es asegurar a la TAC que la Iglesia Católica ha tomado en serio su pedido. Repetimos una vez más que este tipo de acercamientos no era muy bien visto hasta hace no mucho tiempo por miembros de la misma Iglesia Católica que consideran que un “uniatismo” anglicano debilitaría las posibilidades de una futura reunificación con el anglicanismo en su conjunto.

*

Si a esto le sumamos que hace unos días la “Provisión Pastoral” que rige para USA fue expandida de modo que se permita la unión al catolicismo de parroquias enteras y clérigos pertenecientes a las “Continuing Churches” (anglicanos que se separaron del anglicanismo oficial en la década de los ’90 a raíz de la ordenación sacerdotal de mujeres), parece que es clara la voluntad de la Santa Sede de dialogar seriamente con todos aquellos que buscan la comunión plena.

*

Será cuestión de seguir rezando…

***

jueves, 24 de julio de 2008

Esa pintura en blanco y negro...

*

Conc_vaticano2

*

Corría el año 1966. Hacía pocos meses que el Concilio Vaticano II había sido clausurado, y uno de los teólogos que había asistido, el Padre Joseph Ratzinger, concluía la redacción de un pequeño libro, con este epílogo:

***

Para hacer un balance del Concilio sería menester escribir un libro aparte, por no mencionar que el intentarlo parecería un tanto prematuro.

*

Tal balance debería discurrir sobre los resultados escritos, lo mismo que los no escritos, del Concilio y cotejarlos con la expectación y las esperanzas como también con los verdaderos fines, posibilidades y tareas del Concilio y de la Iglesia en nuestro tiempo. Debería considerar, sobre todo, que el Concilio no quiso en lo esencial más que tratar las grandes líneas, mientras que la aplicación práctica ha de venir en forma de “directorios”, quedando, en parte, reservada a las conferencias episcopales.

*

Esta es la razón por la que, respecto de las concretas cuestiones individuales, los resultados del Concilio aparecen a menudo como un poco magros. Pero por lo que al resultado general se refiere, bastará señalar la conclusión que en la Conferencia Alemana Conciliar sacó el 2 de diciembre de 1965 el exégeta de Basilea Oscar Cullmann. Tras un prolijo análisis de los hechos declaró que para él, echando una mirada retrospectiva, “considerando el conjunto, las esperanzas, en cuanto no eran ilusiones, y prescindiendo de puntos aislados, se cumplieron y fueron, en más de un aspecto, hasta superadas”.

*

Terminaremos estas reflexiones con una breve observación acerca de la actual situación de la Iglesia y del cristiano que de ella forma parte. Donde quiera que se valora el Concilio positivamente recogiendo con alegría su irradiación propulsora, se desliza casi siempre inadvertidamente también una cierta injusticia.

*

Al decir esto no pienso tanto en que aquí y acullá (y, acaso, no pocas veces) se confunde renovación con dilución y abaratamiento del conjunto; que en algunos casos uno se refugia en la euforia de la creación litúrgica eludiendo así la exigencia mucho más profunda del culto y menoscabando y desacreditando el gran anhelo de una auténtica reforma; que algunos parecen preguntar no tanto por la verdad cuanto por la modernidad, a la que aparentan considerar como norma suficiente de toda acción. Todos estos son peligros muy reales y el salirles al paso no es cosa para dejarla en manos de los integralistas y adversarios de toda innovación, como acertadamente observó Cullmann en la ya citada conferencia de prensa.

*

Pero con lo insinuado más arriba pienso yo en algo mucho menos llamativo: en esa pintura en blanco y negro a que un balance positivo del Concilio conduce casi inevitablemente, por cuanto hace visible el progreso logrado por el Concilio haciendo contrastar lo obtenido con el estado anterior, tanto menos satisfactorio, de la Iglesia preconciliar. Hoy hasta se puede ya escuchar algunas veces quejas de ciertos fieles que declaran estar hartos de escuchar unos sermones que proceden estereotipadamente según el esquema: “Se os dijo… pero yo os digo…”

*

Creo, en efecto, cosa importante, sin perjuicio de toda la euforia por la obra reformadora del Concilio, no pasar por alto esa cierta dosis de injusticia ni aquel dejo de fariseísmo que tan fácilmente se infiltran en esta actitud. Ciertamente, el Concilio nos ha hecho consciente hasta qué punto la Iglesia en una nueva situación había realmente menester de una renovación intrínseca. Mas no por esto debe echarse al olvido que la Iglesia en todo momento siguió siendo Iglesia y que siempre también se pudo hallar en ella el camino del Evangelio, y de hecho se halló.

*

Permítaseme una observación enteramente personal que, posiblemente, pueda volver más claro este pensamiento. Era el otoño de 1959, cuando en la obra colectiva dirigida por Friedrich Heiler sobre las religiones del mundo leí también la apreciación de la Iglesia Católica, redactada por Heiler mismo. La misma concluye con la indicación del autor, católico él mismo en otros tiempos, que pese a todo el lastre del pasado y toda la controvertibilidad de los dogmas y métodos de esta iglesia (tal como la ve Heiler), hay que decir que “muchos millones de hombres consideran a la iglesia romana como una madre espiritual, en cuyo seno se saben amparados en la vida y en la muerte”.

*

Si esta palabra me tocó por entonces en lo más profundo, fue porque poco antes había podido y debido ser testigo del morir cristiano, habiendo experimentado en mí mismo cuánta verdad en ello se expresa y cuán grande y pura también en aquel entonces era el amparo que la Iglesia prestaba en la vida y en la muerte. El no olvidar este hecho me parece de importancia decisiva también, y sobre todo, en el tiempo postconciliar. [Nota: En agosto de 1959 falleció el padre de Joseph Ratzinger]

*

En última instancia, sea en tiempos tristes sea en épocas grandes, la Igleisa vive esencialmente de la fe de quienes son de sencillo corazón, tal como Israel vivía en virtud de ellos durante los tiempos en que el legalismo de los fariseos y el liberalismo de los saduceos desfiguraban la faz del pueblo elegido. Israel siguió viviendo en los que tenían el corazón sencillo. Fueron ellos quienes transmitieron la antorcha de la esperanza al Nuevo Testamento y sus nombres son los últimos del antiguo pueblo de Dios, a la vez que los primeros del nuevo: Zacarías, Isabel, José, María.

*

La fe de aquellos que son de corazón sencillo es el más precioso tesoro de la Iglesia; servirle y vivirlo en sí mismo, es la tarea suprema de toda reforma de la Iglesia.

***

Joseph Ratzinger, “La Iglesia en el mundo de hoy”

***

miércoles, 23 de julio de 2008

Diagnóstico: Alzheimer espiritual y Parkinson eclesial

*

Ivan_Dias

*

He aquí unos interesantes párrafos del discurso del cardenal Iván Dias a los participantes de la Conferencia de Lambeth, en el día de ayer. El cardenal Dias es el Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

***

El combate espiritual, descrito en el Génesis y el Apocalipsis, ha continuado sin disminución en todas las épocas. San Pablo lo describió en términos muy vivos: “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del Mal que están en las alturas” (Ef. 6,12)

*

Este combate ruge ferozmente incluso hoy, ayudado e incitado por sectas secretas bien conocidas, grupos satánicos y movimientos de la New Age, por mencionar sólo algunos, y revela las muchas feas cabezas del horrible monstruo anti-Dios: entre ellas se hallan notoriamente el secularismo, que intenta construir una sociedad sin Dios; la indiferencia espiritual, que es insensible a los valores trascendentes; y el relativismo, que es contrario a los principios permanentes del Evangelio. Todos estos buscan borrar cualquier referencia a Dios o a las cosas sobrenaturales, y suplantarlas con los valores y patrones de comportamiento mundanos que ignoran adrede lo trascendental y lo divino. Lejos de satisfacer los anhelos profundos del corazón humano, fomentan una cultura de la muerte, sea física o moral, espiritual o psicológica.

*

Ejemplos de esta cultura son los abortos (o la matanza de niños nonatos inocentes), los divorcios (que matan los sagrados lazos matrimoniales bendecidos por Dios), el materialismo y las aberraciones morales (que sofocan la alegría de la vida y llevan a menudo a la depresión psíquica profunda), las injusticias económicas, sociales y políticas (que aplastan los derechos humanos), la violencia, los suicidios, los asesinatos, y cosas similares, que abundan hoy día y militan contra el pensamiento de Cristo, que vino para “que todos tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10). Dos instituciones vitales de la sociedad humana son particularmente vulnerables a tal cultura de la muerte: la familia y la juventud. Éstas deben, por lo tanto, recibir especial atención, dirección y ayuda de aquellos que el Espíritu Santo ha puesto como pastores de la multitud confiada a su cuidado pastoral.

[…]

Hoy se habla mucho de enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson. Por analogía, sus síntomas se pueden encontrar ocasionalmente incluso en nuestras propias comunidades cristianas. Por ejemplo, cuando vivimos con miopía en un presente efímero, olvidadizo de nuestra herencia del pasado y de las tradiciones apostólicas, bien podríamos estar sufriendo de Alzheimer espiritual. Y cuando nos comportamos de manera desordenada, andando caprichosamente nuestro propio camino sin ninguna coordinación con la cabeza o con los otros miembros de nuestra comunidad, podríamos hablar de Parkinson eclesial.

***

Discurso completo en Rorate Caeli

***

Actualización

Hay que subrayar que en un mensaje a la Conferencia de Lambeth, el patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Alexio II, recuerda la enorme responsabilidad de “elegir entre normas morales bíblicas y las tendencias que consideran el pecado y el permisivismo general como manifestaciones de amor y tolerancia”. El patriarca, que se ha referido al tema de la homosexualidad en el centro de los debates de la iglesia anglicana, desea también que sea posible continuar manteniendo las relaciones entre las iglesias que enviaron representadas en Lambeth.

*

También el arzobispo ortodoxo de Atenas y de toda Grecia, Jerónimo, ha deseado que “en ocasión del Año paulino, la comunión anglicana “reflexione sobre el grado en la que permanece fiel o se haya desviado de las enseñanzas y de los principios paulinos”.

*

Fuente: radio Vaticano

*

 

J. H. Newman y el anglicanismo

*

window

Ventanal construido en memoria de John H. Newman en el Oriel College (Oxford)

*

[...] me creo obligado a manifestar llanamente lo que siento y he sentido acerca de la Iglesia anglicana desde que soy católico. En mi conversión no tuve conciencia de que se produjera en mí ningún cambio en cuanto a la doctrina. No puedo decir lo mismo respecto a determinados hechos y, aunque no tengo la más remota intención de ofender a los anglicanos sinceros, me siento obligado a confesar que sí experimenté un gran cambio en mi manera de ver la Iglesia anglicana. No sabré decir al cabo de cuánto tiempo, pero muy pronto se apoderó de mí un pasmo enorme de haber llegado a imaginar que la Iglesia anglicana formaba parte de la Iglesia Católica. Por vez primera la miraba desde fuera y (así me diría a mí mismo) la veía como era. En adelante, ya no puede ver más que aquello que con tanto miedo había sospechado allá por 1836: una mera institución nacional.

*

Como si de pronto se me hubieran abierto los ojos, así la vi espontáneamente, sin acto alguno definido de razón ni argumentación de ningún tipo, y así la sigo viendo desde entonces. Yo creo que la causa principal de ese modo de ver radica en el contraste que me ofrecía la Iglesia Católica. En ella reconocí inmediatamente una realidad que era algo completamente nuevo para mí. Me di cuenta de que no me estaba fabricando una Iglesia para mí mismo a base de esfuerzo mental, no necesitaba hacer un acto de fe en ella, no tenía por qué hacerme violencia para tomar una postura. Mi espíritu se dejó llevar relajado y en paz. Yo miraba a la Iglesia casi pasivamente como un gran hecho objetivo; miraba a la Iglesia, sus ritos, sus ceremonias, sus mandamientos, y me decía: “Esto sí que es religión”. Luego volvía la mirada a la pobre Iglesia anglicana, por la que tan duramente había trabajado, y a su entorno; cuando pensaba en nuestros intentos por embellecerla estética y doctrinalmente, todo se me antojaba de una vaciedad monumental.

*

¡Vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Cómo contar lo que me pasó sin que parezca que hago sátira? Pero no digo más que palabras llanas y serias. Unos me llaman crédulo por reconocer los derechos de los católicos, otros, satírico por desaprobar las pretensiones de los anglicanos. Para unos es credulidad, para otros, sátira; para mí no es ni lo uno ni lo otro. Lo que ellos tienen por exageración, lo tengo yo por verdad. No desprecio a la Iglesia anglicana aunque ellos me tengan por desdeñoso. Para ellos, claro está, se trata de aut Caesar aut nullus; no así para mí. La Iglesia anglicana puede ser algo muy grande, aunque no sea divina, y es así como yo la juzgo. Por la misma razón, quienes niegan el derecho divino de los reyes se indignarían si se les considerase desleales por ese motivo. De igual manera yo reconozco en la Iglesia anglicana una institución venerable, con nobles tradiciones, un monumento de acrisolada sabiduría, una poderosa fuente de grandes beneficios para el pueblo y, hasta cierto punto, un testigo y maestro de verdad religiosa.

*

Si se considera con ecuanimidad lo que he escrito sobre ella desde que soy católico, no creo haber tomado en conjunto otra postura que esa. Pero que la Iglesia Anglicana sea algo sagrado, que sea Oráculo de la verdad revelada, que pueda reclamar para sí a San Ignacio o San Cipriano, que pueda ocupar el puesto, discutir la doctrina y cerrar el paso a la Iglesia de San Pedro; que pueda llamarse a sí misma “la esposa del Cordero” (Apoc 21,9), son nociones que se evaporaron de mi mente al convertirme y sería casi un milagro que retornaran. “Pasé pero ¡ay!, ya era ido; lo busqué, pero no lo hallé” (Salmo 36,36), y nadie me lo podrá devolver.

*

En cuanto a poseer la sucesión episcopal desde el tiempo de los apóstoles, es muy posible que la tenga, y si la Santa Sede lo decidiera un día, yo lo creería por ser el juicio de una instancia superior a mí. Pero a mí me haría falta el don de San Felipe Neri, que distinguió el carácter sacerdotal en la frente de un joven vestido muy estrepitosamente, antes de aceptarlo, ya que los argumentos de antigüedad están en franca oposición con la evidencia de los hechos. [Recordemos que el Papa León XIII, en 1896, se pronunció negativamente sobre la validez de las órdenes anglicanas] ¿Por qué he de hacer sufrir a amigos queridos, por qué encender en corazones afectuosos una especie de resentimiento contra mí? Pero debo hacerlo, aunque sea no sólo un dolor para mí, sino la cosa menos prudente en este momento. En cualquier caso, eso es lo que pienso, y si el pensarlo, el haberlo dado a entender antes de ahora involuntariamente de palabra o de obra, si el haberlo confesado en algún momento oportuno, como este, si todo esto es prueba de la acusación de mis enemigos de “haberme vuelto contra mi Iglesia materna con injuria y calumnia”, en este sentido, y sólo en este, me declaro culpable de ello, sin una palabra de excusa.

*

Y en ningún otro sentido, desde luego. La Iglesia de Inglaterra ha sido para mí el instrumento de la Providencia para hacerme grandes beneficios. Si hubiera nacido en una secta disidente, tal vez no me hubieran bautizado; si hubiera nacido presbiteriano, acaso no hubiera conocido nunca la divinidad de nuestro Señor; de no haber ido a Oxford, tal vez no hubiera nunca oído una sola palabra sobre la Iglesia visible, sobre la Tradición y otras doctrinas católicas. Y habiendo recibido tan grandes bienes de la Iglesia anglicana establecida, ¿tendré corazón o, mejor dicho, tendré tan poca caridad que desee verla destruida, sin pensar que está haciendo por tantos otros lo que hizo por mí? No tengo tal deseo mientras ella sea lo que es y nosotros seamos tan pocos. Yo no haré nada contra ella, no por ella misma, sino por los muchos fieles a quienes sirve en su ministerio. Mientras los católicos seamos tan débiles en Inglaterra, ella trabaja a nuestro favor y aunque en cierta medida nos perjudica, el saldo final, hoy por hoy, nos es favorable.

*

Otra cuestión es cuál sería nuestro deber en circunstancias distintas, por ejemplo, si la Iglesia oficial perdiera su fe en la Revelación o dejara de predicarla. La historia nos enseña que países enemigos pactan treguas largas y las renuevan de cuando en cuando; esa podría ser la situación de la Iglesia Católica respecto a la Iglesia anglicana establecida.

*

No cabe duda de que la Iglesia nacional ha sido hasta ahora un dique contra errores más profundos que los suyos propios. Cuánto tiempo seguirá siendo así, es imposible decirlo, porque la nación arrastra a la Iglesia hacia su propio nivel.

***

(Tomado de J. H. Newman, "Apologia pro vita sua")

***

sábado, 19 de julio de 2008

El “pesimismo” del Papa

*

Como suele suceder, el Padre Federico Lombardi, director de la oficina de prensa de la Santa Sede, ya ha tenido que salir al paso de algunas afirmaciones insistentemente repetidas en los medios. ¿De qué se trata esta vez?

*

En primer lugar, ha debido aclarar que el hecho de que el Santo Padre haya celebrado los dos encuentros de ayer por la mañana (con los representantes de otras confesiones cristianas, y con los de otras religiones) en la Catedral, donde está residiendo, no significa que el Papa esté mal de salud o que haya razones médicas que así lo aconsejen. De este modo, por tercera vez en una semana, el portavoz vaticano se encargó de desmentir totalmente los fantasmas que algunos medios, como de costumbre, han creado en torno a la salud de Benedicto XVI. Como ya afirmamos antes, ciertamente un viaje tan largo es cansador para un hombre de 81 años, y el Papa mismo lo ha reconocido al decir a los jóvenes que miró este viaje con preocupación. Ahora bien, entre esta realidad y hablar de un Papa enfermo y desgastado, hay una gran distancia…

*

La segunda de las aclaraciones del Padre Lombardi ha sido respecto al discurso que el Papa pronunció durante el encuentro con los representantes de otras iglesias y comunidades eclesiales cristianas. En este caso, la "opinión publicada" habló de un discurso pesimista de Benedicto XVI. El vocero papal se encargó de aclarar que el Papa fue, más bien, realista. La acusación de pesimismo ha caído durante años sobre Joseph Ratzinger, mucho antes de que fuera elegido Papa. Refiriéndose a otro asunto, hace pocos años, el acusado se defendía diciendo que "... cuando dije eso, llovió sobre mí el reproche de pesimista. Y hoy nada parece más prohibido que lo que denominamos pesimismo, y que a menudo es puro realismo".

*

¿Pero qué dijo hoy realmente el Papa? En primer lugar habló del bautismo "que es la puerta de entrada en la Iglesia y el «vínculo de unidad» para cuantos han renacido gracias a él", y lo llamó "punto de partida de todo el movimiento ecuménico". Hasta aquí, todos de acuerdo. "Pero no es el destino final", agregó el Pontífice. Y prosiguió afirmando que el ecumenismo debe tender a una celebración común de la Eucaristía, ya que "Cristo la confió a sus Apóstoles como Sacramento por excelencia de unidad de la Iglesia". Recordó, entonces, la necesidad de un "diálogo sincero sobre el lugar que ocupa la Eucaristía, estimulado por un renovado y atento estudio de la Escritura, de los escritos patrísticos y de los documentos de los dos milenios de la historia cristiana".

*

En una frase llena de realismo, el Papa afirmó: "creo que estaréis de acuerdo en considerar que el movimiento ecuménico ha llegado a un punto crítico". Y además de recordar la necesidad de "pedir continuamente a Dios que renueve nuestras mentes con la gracia del Espíritu Santo", pronunció unas palabras que seguramente no agradaron a muchos: "Hemos de estar en guardia contra toda tentación de considerar la doctrina como fuente de división y, por tanto, como impedimento de lo que parece ser la tarea más urgente e inmediata para mejorar el mundo en el que vivimos. En realidad, la historia de la Iglesia demuestra que la praxis no sólo es inseparable de la didaché, de la enseñanza, sino que deriva de ella. Cuanto más asiduamente nos dedicamos a lograr una comprensión común de los misterios divinos, tanto más elocuentemente nuestras obras de caridad hablarán de la inmensa bondad de Dios y de su amor por todos".

*

En definitiva, podríamos decir que lo que muchos consideran "pesimismo" es simplemente el ardiente deseo del Sucesor de Pedro por la unidad, tal como siempre ha sido entendida por la Iglesia. Muchos consideran que para llegar a la unidad plena sólo basta manifestar que creemos en Cristo (sin ahondar demasiado en detalles…) dejando de lado todo el resto de la doctrina. Incluso dentro de la Iglesia Católica hay algunos que opinan así, basándose injustamente y sin fundamento en el Concilio Vaticano II. Pero el Papa sabe que eso sería una engañosa mentira. Y optando también aquí por la hermenéutica de la continuidad, es decir, haciendo una lectura del ecumenismo en continuidad con la tradición bimilenaria de la Iglesia y no en total ruptura con ella, pide que no se considere a la doctrina "un obstáculo" sino que se profundice en ella para llegar así a una unidad auténtica, tal como es querida por Jesucristo quien oró "para que todos sean uno". En síntesis, el Santo Padre afirma claramente que no puede haber verdadero ecumenismo si se deja a un lado la doctrina. Esta es esencial al diálogo ecuménico. La Iglesia, como depositaria de la Revelación, no renunciará nunca a nada de lo que Dios le ha confiado. Ella debe guardar celosamente el depósito de la fe. Queda muy claro, entonces, cuál es el ecumenismo al que aspira Benedicto XVI: el de la fe incontaminada, el que busca la unidad sin desmedro de la doctrina. Ecumenismo verdadero.

***

viernes, 18 de julio de 2008

El Papa va a lo esencial

*

3333

*

Presentamos la traducción del editorial escrito hoy por Giovanni Maria Vian, director de L'Osservatore Romano, para la edición del 19 de julio. Recomendamos su lectura ya que, en pocas líneas, expresa, en referencia a los discursos del Papa en Sidney, una de las características más notables del Santo Padre: su capacidad de ir a lo esencial, es decir, a Cristo.

***

Benedicto XVI no ama divagar. En sus intervenciones apunta a lo esencial y sabe ir al corazón de las cuestiones que verdaderamente importan. Con una claridad que va junto a la simplicidad. Como está demostrando también en los discursos de Sidney, desde el primer día. Y si al principio el Papa ha sabido delinear el sentido de su visita a una Australia que se esfuerza por purificar la propia historia y el presente, repitiendo luego a los jóvenes que Jesús está cerca de todo ser humano y que la Iglesia es una casa acogedora, en la segunda jornada de esta visita – acontecimiento que el rabino Jeremy Lawrence ha definido histórico- ha vuelto a dirigir la mirada al único Señor, encontrando a los representantes de las confesiones cristianas, luego a los de otras religiones, y por último a los jóvenes de una comunidad en recuperación. No casualmente en el día en el que un sugestivo Vía Crucis ha recorrido las calles de la ciudad.

*

En el centro de los tres discursos, Benedicto XVI ha puesto a Cristo y su significado. Sobretodo para las relaciones entre las diversas Iglesias y confesiones cristianas. Usando la cordial franqueza amada por los australianos, el obispo de Roma ha subrayado la importancia de esta honestidad para el progreso del movimiento ecuménico que es muy importante y que debe avanzar: reconociendo el fundamento del bautismo común pero mirando a la común celebración eucarística. Sabiendo bien que estamos en un “punto crítico” y que se debe vencer la tentación de considerar la doctrina como un obstáculo en el progreso ecuménico, respecto a las obras. Las ideas que buscan la verdad y los dones que expresan el amor son, de hecho, tanto uno como otro, “esenciales al diálogo”.

*

La centralidad de Cristo ha sido abiertamente evocada por el Papa también en el cordial encuentro con los representantes de las diversas religiones presentes en Australia. En el marco de la libertad religiosa, obviamente, y en una “armoniosa correlación entre religión y vida pública”, más importante aún cuando se tiende a presentar la religión como causa de división, como sucede polémicamente en muchas sociedades. En las relaciones entre las religiones, la posibilidad de avanzar juntos es vasta, sobretodo en el campo de la educación: enseñando la sobriedad y la “atención a la dimensión espiritual”. Para reconocer que la religión ofrece la paz, pero más aún suscita la “sed de la verdad”. Y de nuevo Jesús retorna en el discurso a los jóvenes que están reencontrando la vida en una comunidad de Sidney: es, de hecho, Cristo - origen de toda realidad, por él creada y, por eso, buena – quien quiere para todo ser humano la vida, y una vida plena. Ésta no se puede obtener adorando a “otros dioses”, que Benedicto XVI ha identificado en los bienes materiales, en el amor posesivo y en el poder. Estas realidades son buenas siempre y cuando se reconozca su verdadero origen en Dios y no sean adoradas como ídolos. Como ha sabido explicar muy bien, mostrando lo esencial.

g. m. v.

***

jueves, 17 de julio de 2008

Newman, ¿pronta beatificación?

*

newman

*

Birmingham, Jul. 15, 2008 (CWNews.com) – El Vaticano ha dispuesto que el cuerpo del Cardenal John Henry Newman sea exhumado del sencillo cementerio donde se encuentra y preservado en un sarcófago de mármol en el Oratorio de Birmingham, según informes de diarios ingleses.

*

El Vaticano no ha anunciado formalmente la directiva, que requiere la aprobación de funcionarios del gobierno Británico. Pero el Padre Paul Chavasse, rector del oratorio de Birmingham, confirmó que el Vaticano realizó la solicitud.

*

En abril, la Congregación para las Causas de los Santos recibió un informe testificando la validez de un milagro atribuido a la intercesión del Cardenal Newman: la curación de un hombre de Massachusetts con una enfermedad de la columna vertebral que le impedía caminar. Los consultores médicos concluyeron que no había explicación médica para la cura, y si su conclusión es ratificada por la comisión de teólogos, el camino para la beatificación del Cardenal Newman estará libre.

*

Funcionarios de la Iglesia en Inglaterra esperan que la beatificación del famoso teólogo – un converso de la Iglesia de Inglaterra y una elevada figura en el mundo intelectual inglés del siglo XIX – pueda tener lugar antes del fin de este año.

*

La orden de trasladar los restos del Cardenal Newman es un signo claro de que también los oficiales vaticanos consideran que la beatificación podría tener lugar pronto. El Padre Chavasse, del oratorio de Birmingham explicó al Daily Telegraph que en la preparación para la beatificación, el Vaticano desea dar oportunidad a los fieles de reverenciar los restos del candidato: “Ellos han de ser identificados, preservados y, si es necesario, colocados en un nuevo sitio adecuado al nuevo status que tendrá en la Iglesia”, dijo.

***

miércoles, 16 de julio de 2008

Una primavera del Espíritu en el invierno de Sidney

Presentamos la traducción al español de una interesante entrevista que Gianluca Biccini realizó al Cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, para la edición del 17 de julio de  L'osservatore romano.

*

cardenal_rylko

*

Los jóvenes de todo el mundo han transformado el invierno de Sidney en una primavera, inaugurando también una nueva primavera de la Iglesia australiana. Hay satisfacción en las palabras del Cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, inmediatamente después de la apertura de XXIII Jornada mundial de la juventud. En la tarde del martes 15 de julio, el purpurado estaba entre los concelebrantes principales de la Misa presidida por el Cardenal Pell en Barangaroo, en la cual participaron 140.000 jóvenes de los cinco continentes. El Cardenal, que se ocupa de las JMJ desde los tiempos del encuentro de Santiago de Compostela (1989), habla en esta entrevista de una “gran aventura de la fe” que está transformando en estos días a Sidney en un “cenáculo a cielo abierto”, convirtiéndola en la capital mundial de la juventud.

*

En vísperas de este encuentro, se ha señalado que la fórmula de las JMJ se está haciendo un poco repetitiva. A su juicio, ¿hay alguna diferencia entre la JMJ de Sidney 2008 y las otras?

*

Cada JMJ es única. Si bien la estructura permanece idéntica en el tiempo, cada cita tiene características propias. Esta es específica para Australia. Y esto ha representado un doble desafío para los organizadores y para los jóvenes. Desde el punto de vista logístico, el desafío más grande ha sido el de las distancias. El segundo desafío ha sido respecto a la Iglesia local, que es minoritaria, ya que representa el 26% de la población, en una sociedad fuertemente secularizada. Desde el principio hemos admirado la valentía del Cardenal Arzobispo de Sidney, George Pell, que se ha “atrevido” a organizar un evento así, a pesar de las aparentes dificultades.

*

Según usted, ¿este doble desafío ha sido bien afrontado?

*

Diría que sí, en ambos casos. Los jóvenes no se han desanimado, a pesar de los costos económicos, y han respondido en modo generoso a la invitación de Benedicto XVI. El Pontífice es un gran maestro en indicar la centralidad de Dios en la vida del hombre y en evidenciar lo positivo del cristianismo como proyecto de vida.

*

A pesar de que estamos  en el inicio, ¿se puede ya trazar un primer balance de esta experiencia, en un continente así lejano y hasta ahora poco conocido?

*

Si bien los números no son el único criterio para juzgar el éxito de este encuentro, es significativo el hecho de que se han superado ampliamente las 100.000 adhesiones, sin contar las de los australianos. A estas cifras hay que agregar a las muchas personas que están llegando aún en estas horas sin inscripciones formales. Las autoridades civiles australianas han confirmado que ha sido superada abundantemente la participación que se registró en las Olimpiadas del 2000, por lo que podemos decir con seguridad que estamos ante el evento más grande que se ha desarrollado en este país. Es notable, además, el esfuerzo de la Iglesia local que ha demostrado enorme generosidad, empeño e inteligencia, tanto a nivel de conferencia episcopal nacional, como a nivel local. La JMJ, de hecho, ha sido precedida de jornadas diocesanas en varias Iglesias australianas para implicar a toda la comunidad católica del país. Para tener una idea, basta pensar que sólo en Meulborne eran 25.000 jóvenes, que luego han venido en masa a aquí, a Sidney.

*

¿Se podría decir que la JMJ es un evento que se ajusta perfectamente para un país joven como Australia, donde la edad media de la población no supera los cuarenta años?

*

En realidad, no debemos limitarnos pensando sólo en los jóvenes. Las JMJ son un don para toda la Iglesia, en todos sus componentes, porque toda la Iglesia redescubre su rostro joven, por usar una expresión de Juan Pablo II. Esto es importante porque, sobre todo en las parroquias y en las comunidades de los países considerados ricos, se ven casi siempre sólo ancianos. En resumen, cuando hay una crisis de la fe, hay necesidad de un testimonio joven, pleno de entusiasmo y de alegría. Como está pasando aquí en Sidney, donde la gente común, antes escéptica e indiferente, comienza a sorprenderse al ver esta multitud de jóvenes en fiesta que han invadido la ciudad con su alegría, y se les deja participar.

*

¿Cuáles son los criterios con los que se elige la sede la Jornada mundial de la juventud?

*

Las JMJ responden a las necesidades de las Iglesias locales. En el origen, está la invitación de un obispo que ha entendido la necesidad de educar a los jóvenes en las elecciones existenciales definitivas. Y el Cardenal Pell, de quien ha partido la iniciativa para esta edición 2008, no se cansa de proponer la belleza de ser cristianos. En una situación de cristianismo cansado, como pasa en los países occidentales, los jóvenes pueden ser la primavera de la Iglesia, en el sentido de que son portadores de una frescura que no envejece, que no está fosilizada. A los jóvenes de hoy se les pide el valor de la misión. No por casualidad se ha elegido para este acontecimiento el tema del Espíritu Santo que tiene como objetivo hacer entender la importancia del sacramento de la Confirmación, a través del cual se obtiene la fuerza para testimoniar nuestra fe en una sociedad que parece interesada en otros modelos. Nuestro deseo es que los jóvenes pueden conocer mejor al Espíritu Santo, entren en relación con Él, y se dejen guiar por Él en las elecciones fundamentales.

*

En Sidney, en estos días, se ven sobretodo jóvenes que pertenecen a los movimientos y a las comunidades eclesiales. ¿Cuál es su rol en la economía de las JMJ?

*

En el inicio de la historia de las JMJ, la fuerza inicial ha venido de ellos. Junto a otras realidades históricas, como la Acción Católica, han dado una gran contribución al desarrollo de esta intuición. Se reconoce, entonces, su rol de estímulo, de impulso, también porque las JMJ han hecho nacer las estructuras eclesiales de pastoral juvenil como ha pasado, por ejemplo, en Italia. Además, era necesario construir un puente entre la extraordinariedad de un evento que reúne cientos de miles de jóvenes en torno al Sucesor de Pedro, y la cotidianidad de la vida ordinaria. Es necesario actualizar y renovar continuamente los métodos y las estructuras porque el mundo juvenil está en continua evolución. Por eso, uno de los frutos fundamentales de las JMJ es precisamente la creciente sensibilidad de los pastores, obispos y sacerdotes, acerca de la importancia de los jóvenes para la Iglesia. En Italia, como en otros países, esto se ve bien: hoy la mayor parte de los participantes son los jóvenes organizados por las parroquias y coordinados por la pastoral juvenil de la conferencia episcopal nacional. Esto me parece un signo de gran esperanza para la Iglesia de hoy.

*

¿Cuál es el rol que tiene el Pontificio Consejo para los Laicos en las JMJ?

*

Además de la coordinación general entre los organizadores locales y el resto del mundo, hay un aspecto interesante que concierne a la solidaridad. Siendo expresión de la universalidad de la Iglesia, las JMJ tienden a reproponer el modelo reuniendo en una única familia a muchos pueblos y culturas diversas. Por eso, desde el inicio hemos instituido un fondo – sostenido por las donaciones de los jóvenes de los países más ricos- para permitir la participación de aquellos que provienen de los países más desfavorecidos. Gracias a una contribución individual de diez euros, este año hemos recolectado un millón, que ha sido puesto a disposición de naciones de Asia y de África. Gracias a esto, las JMJ se convierten en escuelas de comunión, basadas sobre el fundamento de una única fe en común, la fe en Jesucristo.

*

Las JMJ son un acontecimiento multiforme, que involucra diversas dimensiones: espiritual, humana, social, artística, familiar. ¿Hay, según usted, un aspecto que se destaque especialmente?

*

Sin duda, el aspecto vocacional: en los encuentros mundiales nacen nuevas amistades, se favorece el conocimiento entre las culturas diferentes. Sobretodo hay que recordar que muchos jóvenes, después de haber participado en las Jornadas, han hecho importantes elecciones de fe: consagración religiosa, vida sacerdotal, mayor participación en los movimientos. También han surgido vocaciones para la familia. Justamente aquí, en Sidney, he encontrado a una mujer, ministro del estado de Nueva Gales del Sur, que me ha confiado que su camino hacia el matrimonio se inició en el contexto de la JMJ de Czestochowa. Fue allí donde ella, joven estadounidense, encontró a un coetáneo australiano. Se casaron y luego vinieron aquí. Hoy tienen dos hijos.

*

Luego, en el viaje de retorno a sus casas, ¿los jóvenes se llevan consigo un don que recompense los muchos sacrificios afrontados?

*

Pienso que sí. En un mundo siempre más globalizado y masificante, donde parece reinar el anonimato y la soledad, los jóvenes sufren e incluso cuando tienen un destello de fe, prefieren hacer de eso una cuestión privada. Las grandes asambleas mundiales, en cambio, les permiten no sentirse solos y esto infunde valor. También aquí, en Sidney, los participantes podrán recoger frutos en abundancia en la medida en que sepan abrir sus corazones a los dones de gracia otorgados por el Espíritu.